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La Despedida

Abel abrió los ojos con molestia, el viudo se acababa de despertar debido al molesto cacareo de los gallos que estaba rompiéndole los oídos, algo molesto por él sueno interrumpido, Abel salió de la bolsa de dormir y se preparó para continuar el viaje.

Afuera de la cabaña, el hombre pudo ver que era bastante temprano y el sol acababa de salir en el horizonte, como todas las mañanas hacía bastante frío y el piso estaba lleno de rocío que molestaba al caminar.

Abel se acercó a su moto y guardo la bolsa de dormir, y aprovechó la oportunidad para sacar de su bolso una bufanda roja, acto seguido se puso la bufanda y el casco para andar en moto. Cuando todo estuvo preparado, Abel se dirigió con su moto hacia la puerta del motel para despedirse del viejo.

Curiosamente y aunque era muy temprano, el viejo ya se había despertado y actualmente se encontraba tomando un café mientras regaba las flores en la entrada del hotel.

Abel se acercó con su moto al viejo, se corrió el casco para poder hablar y se despidió:

—Me voy marchando, gracias por la ayuda!

—No hay porque agradecer...—Respondió el viejo con una sonrisa triste—Suerte en Golden Valley, muchacho.

Al terminar la despedida, Abel se puso el casco nuevamente y se preparó para irse. Pero antes de que Abel pudiera marcharse del motel, el vaquero le grito desde su espalda:

—Aunque te parezca imposible lo que te ocurrirá en Golden Valley: todo tiene un sentido. Espero que logres salir vivo y con una sonrisa de ese pueblo, joven. ¡Ir a ese pueblo fue la mejor decisión de mi vida, no me arrepiento!

Escuchando los gritos del viejo, Abel, por inercia, freno su moto y se dio la vuelta para escuchar que tenía que decir el viejo, pero al mirar a su espalda noto que el viejo no estaba por ningún lado.

Algo aturdido por no encontrar al anciano, Abel regreso con su moto hacia la puerta del motel y trato de encontrar al viejo, pero no lograba verlo. El hombre miró la puerta del motel, sin saber si debía abrirla o no para continuar la charla con el anciano.

El vaquero debía haberse metido adentro del motel por el frio; sin embargo, Abel juraría que no escucho a la puerta cerrarse o abrirse, pero lo cierto es que Abel tenía el casco de la moto puesto, por lo que podría no haber prestado atención al ruido de la puerta.

Algo avergonzado por no saber que hacer, Abel volvió a darse la vuelta y se marchó del motel; el viudo ya se había despedido, sería algo ridículo volver y entrar al motel para hablar con el anciano, pero también podría ser muy descarado irse cuando la persona que te había ayudado buscaba decirte algo.

Con indecisión, Abel salió del motel y se dirigió con su moto hacia Golden Valley; aún faltaban 12 horas de viaje para que Abel logre llegar a su destino, por lo que este iba a ser un viaje bastante largo y cansador.