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Capítulo 1: Renacida para la venganza.

Los motores habían explotado a los cinco minutos de adentrarse en la Disformidad, desgarrando la sala de máquinas y destrozando de forma brutal la popa del crucero pesado Humillación de Russ. Las alarmas sonaron de forma incesante por toda la herida nave de guerra, el puente del mando era un caos en el que no paraban de llegar informes de daños y transmisiones de emergencia solicitando ayuda. La Capitana Trajana Victix frunció el ceño y unas perlas de sudor aparecieron en su rostro pálido, mientras estudiaba la lista de daños que le llegaban a las pantallas de su trono de mando. Sabía que estaban condenados, vagando sin rumbo por la Disformidad y tampoco sin poder hacer un salto de emergencia al espacio real, a la espera que la energía de los motores de los Campos Geiger y de soporte vital se apagaran, matándolos de forma lenta y agónica. Aquella situación no era debido a un fallo mecánico, Trajana lo sabía muy bien tras años de experiencia de servicio en la Legión de los Devoradores de Mundos como capitana de navío, esto que había sucedido era simple y llanamente un sabotaje. Se recostó en su asiento e hizo caso omiso de los ruidos del puente, concentrándose en pensar quien se la había jugado y ahora tenían sentido los rumores de rebelión. Aquella palabra la hizo sonreír con fiereza, no había hecho caso a los cuchicheos de la cantina o del puente, donde se rumoreaba que varias Legiones planeaban alzarse contra el Emperador, esa simple idea le había parecido ridícula hasta ese mismo momento. Los habían quitado de en medio antes de llegar a Istvaan, la pacificación de aquel sistema rebelde era solo un pretexto para limpiar las Legiones Rebeldes de leales a Terra y el Emperador. Trajana apretó los puños de su trono con furia apenas contenida, sabiendo que la habían condenado y sin la posibilidad de morir con honor luchando, una llama de justo odio y sed de venganza empezó a arder en lo más profundo de su corazón.

Habían pasado tres o tal vez cuatro días, Trajana no lo sabía con exactitud, pues era difícil calcular el tiempo con todos los cronómetros del puente marcando diferentes tiempos y fechas, algunas de incluso siglos o milenios en el futuro. Un silencio tétrico reinaba en el puente, había tenido que instaurar una fuerte política de represión militar y habían ejecutado a varios oficiales al volverse locos, por mirar demasiado tiempo a la Disformidad y decir que escuchaban voces en sus cabezas. Trajana había ordenado el silencio de radio con el resto de cubiertas, los gritos de agonía y de batalla habían minado la moral de todos en el puente, las cámaras de seguridad habían mostrado visiones de locura y matanza, a la tripulación humana y a los Astartes luchar entre ellos, además de contra otras cosas que iban en contra de las propias leyes de la naturaleza y la cordura. El puente se había dividido en dos grupos, que recelaban entre sí y se miraban mutuamente con desconfianza, Trajana había perdido el control de la situación y sabía que pronto se acabarían matando entre ellos por las pocas provisiones o presas del canibalismo salvaje, instigado por el hambre y la locura. De la zona de artillería le llego el pregonar del Alférez Klaseus, que alzaba hacia el techo del puente una copia del Lectio Divinitatus exhortando a rendir culto al Emperador como un Dios, mientras que desde la zona de radares los Tecnosacerdotes del puente y técnicos rezaban letanías al Omnissiah, esperando que la nave se arreglara por su gracia divina. Eran unos necios por creer que Dioses inexistentes vendrían a salvarlos, Trajana se apartó de la vidriera, haciendo caso omiso a los susurros que se arrastraban por su mente y caminó hacia el trono de mando para ver los informes que le seguían llegando del estado del soporte vital. Antes de llegar a su destino, un chirrido resonó por el puente de mando y todas las miradas fueron a la puerta de seguridad blindada de acceso, algo o alguien estaba intentando abrirse paso por la fuerza. Trajana maldijo sin dejar de mirar la puerta, preguntándose que nuevo horror intentaba llegar hasta ellos.

-¡Todos a las armas! -rugió Trajana a la vez que puso la coraza antifragmentación y desenfundo su pistola naval que colgaba en su funda de cuero del cinturón. -No sabemos que viene, pueden ser enemigos o aliados... aun así preparaos para lo peor. ¡No disparéis hasta que de la orden!

La tensión se palpaba en todo el puente de mando con cada golpe y chirrido del metal doblándose, las sombras de todo el puente parecían moverse y rielar como depredadores agitándose en una jaula sin parar, el hedor a miedo, orina y muerte se extendió llenando las fosas nasales de todos los allí congregados. Los susurros en la cabeza de Trajana eran cada vez más fuertes y necesitó de toda su concentración, para no ponerse a chillar y llorar de desesperación. Las hojas de adamantio de la puerta de acceso se doblaron y abrieron como si fuera una cortina de tela, dejando entrar a una titánica figura enfundada en una servo-armadura machacada por el combate y cubierta de sangre seca de los pies a la cabeza. Trajana alzó su mano, indicando que esperaran al vislumbrar el símbolo de los Devoradores de Mundos en la hombrera izquierda de aquel Astarte y deseando que tal vez sabría como salir de aquel infierno.

-Mi señor Astarte -dijo titubeante Trajana, mirando las runas grabadas con un cuchillo de combate en las placas de blindaje del Marine espacial y los trofeos macabros que colgaban de su cintura. -¿Habéis venido a ayudarnos? ¿Sabéis como salir de este infernal lugar y volver al espacio real?

-¿Ayudaros? ¿A vosotros? -preguntó el Devorador de Mundos con voz rasposa, mientras sopesaba su hacha-sierra y su rostro cubierto de cicatrices se tensaba por los aguijonazos de los implantes del clavo del carnicero. -No, vosotros solo sois sacrificios para mi Dios, Khorne. Su voluntad es que mate a todo ser viviente en este pecio, derrame su sangre y apile sus cráneos -sonrío de manera cruel y sus palabras estaban cargadas de una certeza maligna. -Tranquilos, será rápido y cuando acabe con vosotros podré volver con la Legión, para matar a más lealistas y apilar más cráneos ante el trono.

Un chillido de terror salió de los labios de Trajana y disparó su pistola naval, viendo como aquella monstruosidad acorazada se abría paso segando enemigos como si fueran simples espigas de trigo hasta llegar a su posición junto al trono. El monstruoso Astarte se encumbraba sobre ella como una enorme bestia sobre un simple roedor y vio el hacha sierra caer, Trajana retrocedió por inercia y la hoja del arma le abrió un sangriento surco desde el hombro hasta su cadera, cayendo al suelo boca abajo y viendo como aquel asesino brutal seguía con su matanza riendo de forma desquiciada. Sentía frío y la humedad de su sangre empapar su uniforme blanco y azul, la ira y sed de venganza que había ardido a fuego lento en su corazón era lo único que la mantenía viva de momento. Entonces lo escuchó más claro que nunca, una voz afilada y cargada de odio, susurrar desde todas las sombras del puente de mando en su cabeza y miradas de ojos rojos desde la oscuridad clavarse en ella.

"¿Quieres vengarte, niña?"

-¿Qué? -murmuró Trajana, escupiendo sangre e intentando asimilar aquella pregunta, que las voces de las sombras susurraban en su cabeza de forma repetitiva. -Sí... quiero venganza... quiero vivir...

"Bien, muy bien. Estás lista, acepta servirme en mi venganza y yo te ayudaré con la tuya."

-Lo acepto -gritó desesperada Trajana, notando como sus energías se diluían y el frío abrazo de la muerte se cernía sobre ella con la avidez de un amante. -Te serviré... seas quien seas... pero sálvame para vengarme.

"Yo soy Malal, el Dios Exiliado y tú ahora eres mi elegida, álzate y véngate de los Dioses, de las Legiones que los sirven, del mismo Imperio y su endiosado Emperador que te abandonó."

Las sombras del puente de mando se movieron y envolvieron a Trajana, cerrando sus heridas a la fuerza y arrancándola de las garras de la muerte, a la vez que un grito salió de su garganta al sentir como su alma era entregada a Malal a cambio de vida y poder. El Devorador de Mundos se giró y observó aquello, riéndose a carcajadas al ver un posible enemigo digno al que enfrentarse y esperó a que Trajana se volviera a levantar. El pelo negro de Trajana se había vuelto de un gris deslucido y sus músculos habían crecido marcándose sobre su destrozado uniforme, sus manos tocaron la zona donde el hacha-sierra la había herido para solo encontrar tejido cicatrizal y sus ojos oscuros se cruzaron con el sonriente Astarte.

-Has sido bendecida por alguna entidad de la Disformidad -conjeturó el Devorador de Mundos, volviendo a sopesar su hacha manchada de sangre fresca y sonriendo ansioso de derramar más líquido vital. -Aun así, no importa, porque voy a volver a matarte y esta vez me aseguraré quedándome con tu cabeza.

-Yo no lo creo, rata traidora -respondió sonriendo Trajana alzando una mano y en las sombras aparecieron decenas de oscuras figuras moverse, observando al Devorador de Mundos cada una de ellas con dos pares de ojos rojos y crueles cargados de odio. -Malal me ha bendecido para que ejecute su venganza, que mejor forma de empezar que matar a un paladín de uno de los Dioses de Caos que rivalizan con su poder.

El Devorador de Mundos rugió, al ver su error que acaba de cometer y asió su hacha-sierra con dos manos para enfrentarse a aquella nueva amenaza, mientras decenas de entidades de humanoides de aspecto lobuno con enormes bocas llenas de dientes afilados de tiburón se abalanzaron sobre él. Trajana observó la escena fascinada y disfrutando del dulce sabor de la venganza, viendo como su enemigo era abrumado por los sirvientes de Malal que le arrancaban la armadura del Astarte pieza por pieza y empezaban a devorarlo vivo, mientras escuchaba con placer los gritos de terror y dolor de su enemigo, incluso sobre la pitanza de los sombríos seres. Los sirvientes de Malal se apartaron de los huesos ensangrentados del Devorador de Mundos, con los rostros empapados en sangre y se acercaron a Trajana, portando las piezas de la servo-armadura de su reciente víctima, rodeando a la elegida de Malal y esperando para cubrirla con aquellos trofeos. Una risa cruel salió de su garganta y se quitó el destrozado peto, hilos de negra oscuridad salieron de las sombras y la alzaron en el centro del puente de mando, mientras escuchaba los gemidos de miedo y agonía de los moribundos resonar en sus oídos como una dulce melodía. Las manos rematadas en garras sucias cubrieron cada parte de Trajana con las piezas de la servo-armadura, hasta solo dejar visible su bello y vengativo rostro en marcado en su grisácea melena, mientras se ajustaba a su cuerpo y absorbía el poder del alma de su enemigo. Los hilos de oscuridad volvieron a hundirse en las sombras y la dejaron con suavidad sobre la cubierta del puente de mando, entre los sirvientes de Malal que retrocedieron varios pasos. La servo-armadura había cambiado de color, el oscuro rojo sangre había sido sustituido por un bronce desgastado con intrincados adornos de color negro decoraban cada recoveco y detalle. El emblema de su hombrera izquierda había sido sustituido por un cráneo lobuno alado, idéntico al que tendrían que tener aquellos oscuros seres que la habían equipado, bajo sus mugrientos pelajes y músculos. Todos los sirvientes de Malal se desvanecieron menos uno, que permanecía arrodillado ante ella, ofreciéndola el hacha-sierra del Devorador de Mundos, que había cambiado hasta tomar una forma retorcida con runas de odio y venganza contra todo ser viviente. Sin titubeo alguno, Trajana cogió el hacha-sierra y la sopesó, mientras el último sirviente se desvaneció ante ella, dejándola sola con los muertos.

-He renacido con el poder que tendría un Astarte, la mortal que fui ha muerto y no queda nada de ella -las palabras de Trajana sonaron como un epitafio y una declaración de guerra a la vez, mientras abría un portal con un simple movimiento de su nueva arma. -Voy a vengarme del Imperio, de las Legiones, del Emperador y de los mismos Dioses, no estaré satisfecha hasta que el último de ellos yazca a mis pies muerto y destrozado.

Trajana miró al portal, que había abierto y vislumbró un sombrío templo esculpido en un peñasco flotando al límite entre la Disformidad y el espacio real, allí la esperaba su nuevo amo y señor Malal para planear la venganza de ambos. Sin ni siquiera dudar cruzó el portal y dejó atrás el cementerio flotante en que se había convertido la Humillación de Russ, donde su anterior yo había perecido para siempre en pos de una venganza eterna.