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VIGGO

Viggo, hijo de Hephaestus (Diosa de la Forja en Orario) y Kain (Antiguo Vástago del Equilibrio), nació como un semi dios. Sin embargo, con una derrota y la incapacidad de esforzarse por un objetivo en la vida, es enviado a entrenar con un furioso maestro. Acompaña a Viggo en su camino para convertirse en dios. "No te disculpes, se mejor" Este fanfic nace como un Spin-Off del fanfic Original "Suerte y Perseverancia" también escrito por mí y en emisión actualmente. Aclaraciones: Me han acusado de sádico con mis lectores, pero desmentiré ese tipo de observaciones. Lo que pasa es que no le doy todas las cosas en bandeja de plata a mis protagonistas; cada cosa se gana. Por otro lado, a veces solo pasa que las situaciones no salen como uno quiere. Sin embargo, ahí es donde radica la magia de un protagonista, en saber moverse dentro de los parámetros y buscar soluciones con las herramientas que ya posee. Créanme, jamás joderé a mis protagonistas si no es para hacerlos mejores y más poderosos. PD: LA IMAGEN ES SOLO REFERENCIAL.

AOoBeligerante · Komik
Peringkat tidak cukup
332 Chs

Midgar y el templo de Tyr 2.277

Ivaldi estaba obsesionado con su trabajo, pero aun así seguía pensando en sus hijos. Por eso tres grietas del reino, por eso tres tesoros y por eso tres grupos de poderosos protectores. Dentro de cada grieta había un tipo diferente de herencia. La grieta del centro era una armadura, la más hermosa, vistosa y elegante armadura que Viggo hubiera visto en su vida. Los enanos en sus escritos la llamaban Dvegraeoikr, pero en lenguaje común sería "armadura real enana". La armadura estaba construida de tal manera que se consideraba la más resistente entre todas. Dicha armadura estaba constituida por una coraza, guanteletes, un cinturón y botas, todo de un color turquesa con grabados y bordes dorados. Por supuesto, estaba hecha para un enano, pero la herrería enana no era tan simple ni limitada. Al igual que la armadura de Tyr que tuvo Viggo con anterioridad, canalizo energía divina y la armadura se expandió a su tamaño para que él la pudiera utilizar.

Ahora Viggo parecía un rey guerrero, con una hermosa armadura, su hacha y la bella Rosewisse a su lado como la diosa de la fortuna.

El segundo tesoro de Ivaldi era un libro grueso con todo su conocimiento donde depuraba conceptos de la herrería, la creación de talismanes, armas y armaduras. Incluso tenía objetos de su propia invención, como lo que mantenía el taller de Ivaldi fuera de la influencia de la niebla mortal.

Por último, un bolso de cuero, pero como todas las cosas enanas, nada era tan simple. Era un bolso que podía almacenar infinita cantidad de cosas. Viggo lo supo al meter su mano y darse cuenta de que se sentía muy parecido a la bolsa de la abundancia que le había regalado Kiara hace años, pero sin los límites de espacio. Realmente se sentía como un agujero sin fondo.

—Te la cambió— fue lo primero que dijo Rosewisse al notar la gran utilidad del bolso de cuero, pero Viggo negó con la cabeza.

—Mujer— dijo Viggo con expresión seria —te he dado todo lo que tengo y he hecho todo lo posible por darte todo lo que te gusta. Esto es mío, no lo regalare a nadie—

Rosewisse frunció el ceño y se enfurruño. Ella apuntó con el índice a Viggo y le dijo —pobre de ti que se lo regales a las demás, jamás te lo perdonare Viggo Dragonroad—

Viggo torno los ojos al cielo nublado y negó con la cabeza.

Volviendo al bolso de cuero que Viggo se cruzó al pecho, dentro estaban las memorias de Ivaldi, donde hablaba de como producir y trabajar la niebla mortal, además de una máscara blanca para poder soportar el veneno de la niebla. Sin embargo, la máscara tenía otras funciones y además iba acompañada de una joya con la forma de un ojo de color turquesa. Dentro tenía intrincados grabados rúnicos dorados.

Viggo abrió el bolso de cuero y fue echando todo lo que encontró adentro. Ya tendría tiempo de revisar lo que había encontrado.

—¿No lo vas a probar?— preguntó Rosewisse llena de curiosidad. Ella se apegó a Viggo y lo miró a los ojos con un gesto coqueto.

Viggo soltó una risita y le dio un beso en la frente —vamos adentro, aquí no es muy agradable— dijo y miró hacia adelante. Solo se veía el suelo cubierto de pasto hasta una pendiente que descendía y se sumergía en la niebla mortal. Más allá se veía la parte superior del laberinto de Ivaldi y mucho, mucho más allá, se veía el enorme portal de piedra obsidiana que marcaba el comienzo de la tierra maldita. Claro, sin contar con los montículos de cadáveres destrozados.

Rosewisse miró hacia donde miraba Viggo y asintió —sí, este lugar es bastante deprimente— dijo

Viggo asintió, le tomo la mano y la llevo al interior. Ellos avanzaron por los pasillos hasta el cuarto subterráneo donde estaba la habitación de Ivaldi, un lugar conservado gracias a la magia dimensional. No es como si el tiempo avanzara a un ritmo diferente, solo pasaba que el deterioro no afectaba a las cosas en su interior.

Ahí Viggo y Rosewisse se desnudaron, se sentaron en la cama y se pusieron a leer los libros que encontraron. Todo en total calma mientras comían algunos alimentos y probaban vinos de todo tipo. Algunos se conservaban tan bien que parecía que recién habían exprimido la uva y la habían embotellado.

Volviendo a Viggo, la joya de color turquesa con intrincados grabados rúnicos se llamaba "mente de Ivaldi". Una especie de mente en todo el sentido de la palabra que almacenaba el conocimiento y lo proyectaba como una imagen hecha de energía azulada, similar a la energía que ocupa el templo de Tyr para formar las pasarelas y viajar a través de los reinos, pero esto se alimentaba de simple mana. El proceso de uso es bastante simple, te concentras en la "mente de Ivaldi", canalizas mana y al instante se muestra la imagen.

Viggo proyecto la imagen de Rosewisse como primer intento. La propia Rosewisse quedó asombrada y comenzó a dar vueltas por la cama observando todos los detalles de su cuerpo.

—Tengo un bonito cuerpo— dijo Rosewisse con una sonrisa rebosante de orgullo

Viggo soltó una risita, cerró los ojos y la volvió a proyectar, pero está vez desnuda.

—Oye, eso es ilegal— protesto Rosewisse

—Solo somos los dos, ve y mira tu propio cuerpo—

Rosewisse frunció el ceño, pero asintió y comenzó a mirarse a sí misma —me gustaría tener caderas más pronunciadas como las de Scheherezade ¿No crees que se vería bien?—

—Me gusta como está todo, te ves bonita—

Rosewisse lo miró a los ojos, miró hacia otro lado y se ruborizo —gracias, yo también te encuentro atractivo— dijo con timidez

—¿Qué parte?— preguntó Viggo con una sonrisa

—El culo— dijo Rosewisse en voz baja

—¡¿Qué cosa?!—

—Me gusta tu trasero— dijo Rosewisse con la cara roja como un tomate, miró a Viggo con resentimiento y continuo —es ilegal, es demasiado redondo y duro, me dan ganas de morderlo—

Viggo abrió la boca sin saber que responder ante tal declaración —ok, gracias— dijo

Viggo proyecto otra cosa y Rosewisse lo quedó mirando durante un momento, pero él no decía nada. El silencio fue incomodo, así que Rosewisse tomo un libro para tratar de leer, pero siguió siendo incomodo.

—¿Comemos algo?— preguntó Rosewisse para romper el hielo

—¿Como un poco de trasero?— preguntó Viggo en broma, Rosewisse lo miró y Viggo no pudo evitar estallar en carcajadas. Rosewisse también se rio y se lanzó sobre él. Viggo se protegió con los antebrazos, pero ella le daba leves, pero firme puñetazos en las costillas.

—Ya, me rindo— dijo Viggo entre risas —por favor, en serio, no me reiré nunca más—

Rosewisse acostada encima de él lo miró a la cara y le dijo —no te creo— y lo mordió en el cuello. Viggo se dejó porque era más un cariño, pero en algún momento se transformó en caricias y lamidas.

—¿Estamos en modo?— preguntó Viggo con una amplia sonrisa

—Cállate, tonto— respondió Rosewisse y lo beso en los labios.

Esa mañana fue una completa pérdida de tiempo, pero a su vez un tiempo de calidad entre los dos. Ya por la tarde Viggo fue a la bodega al fondo del pasillo y metió todas las increíbles riquezas de Ivaldi en el interior del bolso de cuero. Él estaba desnudo y Rosewisse también, pero ella solo lo miraba desde el dintel de la puerta.

—¿Vas a darle todas estas cosas a Semiramis?— pregunto Rosewisse

—Pensé que tú las querías— dijo Viggo mientras iba con el bolso de cuero abierto y guardando las cosas

—Sí, pero como siempre le das todo para que ella se ocupe de las finanzas—

Viggo se puso de pie, camino hasta ella y la miró a los ojos —¿Qué te parece esto?— pregunto con una sonrisa —nos quedamos con lo que nos guste y lo demás se lo damos a Semiramis para que ella lo refine y lo transforme en oro o simplemente lo venda. Tú conservas las cosas que te gustan y yo me quedó con algo de dinero de bolsillo—

—¿Algo de dinero de bolsillo?— preguntó Rosewisse con una sonrisa divertida

Viggo asintió, le dio un pequeño beso y volvió al lugar donde estaba recogiendo los tesoros —verás, todavía pienso en ser rey de los dioses—

—Lo dices como si fuera algo absoluto—

—Bueno, es un chiste— respondió Viggo —la verdad, yo y Ottar somos la primera generación de semidioses en mucho, mucho tiempo. Mi divinidad es la más fuerte, por eso no puedo recibir falna como Ottar, así que eso me convierte en el único candidato. Por otro lado, digo que es un chiste porque Orario quedara sin dioses y yo seré el rey de los dioses sin dioses a los que gobernar, jajajajaja, parece una burla, pero es la realidad—

—Viggo— dijo Rosewisse con voz suave

—No estoy triste— dijo Viggo —es solo que el futuro se viene lleno de desafíos, pero pienso afrontarlo y no tratar de evadirlo como Odín. Tomare todos los talentos, todas las riquezas y prepare al mundo para la lucha, pero eso solo es el principio. Una vez que pase esa etapa molesta, gobernare durante unos mil años y ayudare a la humanidad a evolucionar, no tan solo en formas de tecnología, si no que en cuando a la educación y el arte, sobre todo el arte…—

Rosewisse sonrió al escuchar a Viggo hablar de sus planes futuros, muchos de ellos incluían a su familia, pero en general, todos estaban pensados para que transcendieran en el tiempo, para que ayudaran a la humanidad a llegar al siguiente nivel y que pudieran prosperar sin la ayuda de un soberano. Entonces, al transcurrirse los mil años, el imperio sería disuelto y solo sería la humanidad valiéndose por sí misma.

—¿No crees que haya alguno de nuestros hijos que les gustaría ser emperador o algo así?— preguntó Rosewisse

Viggo guardo los últimos lingotes de acero asgardiano y se levantó. Él se dio la vuelta y miró a Rosewisse —puede ser, pero yo seré el imperio y ninguno de mis hijos estará atado a esta labor. Si te soy sincero, me sentiría decepcionado si alguno de mis hijos quisiera seguir mi camino y perpetuar el imperio. Lo que espero de ellos es que tengan vidas llenas de alegría y significado, no que me imiten—

—Los hijos imitan a los padres—

—Puede ser, pero los hijos también queremos ser mejores que nuestros padres. Yo no quiero vivir a la sombra de mi padre y madre, por eso estoy empecinado en aprender la herrería de los enanos de este mundo—

—Entiendo, te acompañare— dijo Rosewisse apoyada en el dintel de la puerta —¿Eso está bien? Mil años será mucho tiempo para estar solo—

—Yo, te lo agradecería eternamente— respondió Viggo con los ojos acuosos

Rosewisse sonrió, camino hasta él y lo abrazo. A pesar de todo lo que dijo Viggo este plan era demasiado ambicioso, grande y a largo plazo. Él necesitaría de alguien para cumplirlo y por lo menos ahora, Rosewisse quería acompañarlo para siempre.

—¿Seguro que no me quieres dar el bolso?— preguntó Rosewisse con una voz astuta —sería un gran incentivo—

—No, el bolso es mío— dijo Viggo con los ojos acuosos, pero con una sonrisa en los labios

—Tacaño— respondió Rosewisse y soltó una risita.

Viggo y Rosewisse dejaron la habitación vacía, caminaron a la habitación de Ivaldi y ahí se ocultaron del mundo, donde solo eran los dos amándose, durmiendo y acompañándose.

A la mañana siguiente Viggo se levantó temprano, salió del taller de Ivaldi y saco el trono del soberano. La gran pieza de mármol blanco destacaba sobre el suelo cubierto de pasto oscuro y la maleza con hojas de color rojo con forma de estrella. Los cadaveres seguían adornando el paisaje, pero gracias a la niebla mortal se descomponían a una velocidad abrumadora.

Viggo se sentó en el trono del soberano y ordeno todas sus ideas en un minuto, lo equivalente a dos meses de trabajo. Al levantarse del trono del soberano, Viggo se tambaleo y sintió fuertes dolores de cabeza, pero negó con su cabeza y busco dentro del bolso de cuero la botella de estus. Tomo un largo sorbo y se sintió mucho mejor de inmediato.

Rosewisse también salió del taller de Ivaldi, ahora no quedaba nada dentro. Ella miró a Viggo vestido con la armadura real enana y lo vio llevando su dedo índice y medio a la frente. Al instante siguiente desapareció el trono del soberano y Viggo volvió a tener el punto rojo entre las cejas. A ella no le gustaba mucho, ella era vanir, los de su raza bendecían a sus hijos y maridos con tatuajes que le deseaban lo mejor.

—Oye Viggo…— dijo Rosewisse acercándose a él con una sonrisa astuta