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VIGGO

Viggo, hijo de Hephaestus (Diosa de la Forja en Orario) y Kain (Antiguo Vástago del Equilibrio), nació como un semi dios. Sin embargo, con una derrota y la incapacidad de esforzarse por un objetivo en la vida, es enviado a entrenar con un furioso maestro. Acompaña a Viggo en su camino para convertirse en dios. "No te disculpes, se mejor" Este fanfic nace como un Spin-Off del fanfic Original "Suerte y Perseverancia" también escrito por mí y en emisión actualmente. Aclaraciones: Me han acusado de sádico con mis lectores, pero desmentiré ese tipo de observaciones. Lo que pasa es que no le doy todas las cosas en bandeja de plata a mis protagonistas; cada cosa se gana. Por otro lado, a veces solo pasa que las situaciones no salen como uno quiere. Sin embargo, ahí es donde radica la magia de un protagonista, en saber moverse dentro de los parámetros y buscar soluciones con las herramientas que ya posee. Créanme, jamás joderé a mis protagonistas si no es para hacerlos mejores y más poderosos. PD: LA IMAGEN ES SOLO REFERENCIAL.

AOoBeligerante · Komik
Peringkat tidak cukup
332 Chs

Guerra y Fortuna 2.253

Viggo estaba sentado en su habitación, solo y rodeado de sus cuadros que hablaban de todas las cosas que han dejado una profunda impresión en él. Ya sea los monstruos, los mundos, las situaciones, sus amadas esposas, hijos, conocimiento, revelaciones o misterios que le quedan por descubrir. Hoy estaba trabajando en el cuadro de Caenis, pequeña, morena, de cabello blanco y orejas de conejo, grandes ojos azules y expresión inocente; sin duda adorable.

Al mismo tiempo, y sin darse cuenta, Viggo comenzó a cantar una de las tantas canciones de altamar que aprendió en sus años como misthios en Grecia. Su voz sonaba potente y majestuosa llenando el espacio y filtrándose al pasillo. La paleta colores en su mano izquierda tenía los colores y el pincel en su mano derecha le daba los últimos toques a la pintura.

De repente la puerta se abrió, pero Viggo no la escucho, estaba concentrado pintando de buen humor. La puerta se cerró y alguien avanzó por la habitación, pasando por entre medio de las pinturas que poblaban el treinta por ciento de todo el espacio hasta que la persona llego al lado de Viggo. Aquella persona era Semiramis, vestida con un quitón blanco con bordes dorados. Ella miró como Viggo pintaba a la pequeña amazona. Tenía un rostro inocente lleno de la ternura de los primeros años de vida.

—Veo que estás de muy buen humor— dijo Semiramis, se cruzó de brazos y espero a que su marido le pusiera atención.

Viggo se quedó congelado por un momento, pero de forma inconsciente retiro el pincel para no dañar la pintura en un descuido. Después miró al lado y vio a Semiramis, cabello oscuro como la noche, rostro hermoso, ojos con un iris amarillo y mirada lánguida que la hacía ver sofisticada.

—Pensé que estarías despidiendo a nuestro amigo, enviándolo con las cosas que encargo la familia Schtauffen para que después continue su viaje en barco—

—¿Hablas de Edgar? No es mi amigo y tú lo sabes, no te pongas celoso—

—Nadie se ha puesto celoso— dijo Viggo con una sonrisa burlesca —es solo una forma de referirse a un posible peón. Alguien que nos será de utilidad en el futuro—

—Todavía no me dices lo que le dijiste a Edgar para que se transformara en nuestro sirviente—

—No es necesario que lo sepas. Kiara lo dijo, no es necesario que sepas del futuro. Los mortales no son muy inteligentes con respecto a esta información y Edgar no es la diferencia. Se cree más listo que nosotros, por su amor nos traicionara y tratara de vendernos a su emperador. Sin embargo, cuando le cuente a su emperador lo que sabe de nosotros será tomado por loco y expulsado de la corte. Su amada Virginia hará lo necesario para quitarle todo lo que tiene y que se hunda solo en la miseria. No es una buena persona, no como mi amada— dijo con una sonrisa cómplice que hizo derretir la firme expresión de Semiramis y mostrar una sonrisa, pero que, a los pocos segundos, trato de esconder y colocar de nuevo su expresión seria. Viggo sonrió complacido al ver que podía cambiar tan fácilmente el estado de ánimo de su esposa. Su seducción seguía funcionando en ella. Cosa peligrosa y triste sería el día en que Viggo no tuviera poder sobre Semiramis. Ella a lo mejor lo dejaría y lo consideraría alguien aburrido y sin gracia. Por eso, Viggo tenía que seguir enamorándola, mezclando un tanto de lujuria y crueldad en sus tratos. Ambas cosas iban de la mano.

Viggo miró al cuadro de Caenis, sonrió y volvió a llevar el pincel al sector de las mejillas de color canela. La sombra que había logrado para darle profundidad al espacio entre la mejilla y la nariz no lo terminaba de convencer. Parece que este cuadro necesitaría algunos retoques, pensó.

—Como te iba diciendo, Edgar no es muy inteligente, pero cuando llegue al estado de que lo ha perdido todo, se dará cuenta de algo. Yo se lo dije. Y como se lo dije, en su mente se creará la imagen de un dios. No uno como los que hay en Orario, pero uno mágico que todo lo ve. Entonces volverá a Orario y tendremos un fiel sirviente que hará cuanto le pidamos. Alguien que conocerá la agenda del emperador, conocerá a otros nobles, sus secretos, lugares especiales y personas importantes. Eso nos abrirá a un nuevo mundo de información y podremos meternos en el mercado del imperio. Asociándonos con las personas correctas como los Schtauffen y otros, no podremos ser apartados y nos habremos hecho con un lugar en el Imperio—

—Así que al final, lo engañaste—

—No, vi su futuro y solo le dije lo que pasaría. Me di cuenta de que pasara lo que pasara, él haría todo lo que esté a su paso para evitar dicho futuro. Así que, él ayudo a cumplir la profecía. En lugar de hacer su mejor esfuerzo para cambiar su destino, busco el camino más corto y solo lo conducirá a su destino. Él cree que tiene el control sobre su vida, sobre el imperio, sobre lo que piensen los demás. Su amada Virginia y el emperador. Idiota, puede tener algo de control sobre su vida, pero no sobre otras personas a menos que tenga algo que ellos quieren. Bueno, como verás, no he hecho nada malo—

Semiramis soltó un suspiro y dijo —esto suena a como lo que Rosewisse dijo de Odín—

—Odín mato a todos sus súbditos— dijo Viggo sin molestarse, mantuvo la calma y siguió moviendo el pincel sobre el lienzo —yo estoy tomando a aquellos que pueden morir y darles una segunda oportunidad. Edgar podía morir como el perro que es, pero al viajar en un barco de la familia Schtauffen, la duquesa sabrá de su existencia y pondrá un ojo en las futuras reuniones que tenga el emperador. Ella también duda de nosotros, lo que es sabio, pero no se cree mejor que nosotros. Sin embargo, lo importante es que la vigilancia de la duquesa ayudara a Edgar a evitar la muerte—

—No sé si pensar en si eres cruel o bueno—

—Un poco de ambos, creo yo— dijo Viggo —pero solo contra nuestros enemigos, mujer—

Semiramis soltó un suspiro, abrazo por detrás a Viggo y este último aparto el pincel del lienzo para no dañarlo —solo, no quiero que te vuelvas como aquel dios, prométemelo. Esa mujer que visita a Bell, siempre que me ve tiene miedo y anda preocupada mirando los pasillos, como si temiera a alguien—

—¿Alfia?— preguntó Viggo recordando a la mujer con el cabello de plata —hace bien en temerme. Ella es demasiado estúpida, lanzándose a la muerte sin pensar las cosas. También cambie su destino. Ella debía morir junto con el otro guerrero, pero lo cambie. No me arrepiento, su insípida vida servirá para que Bell crezca fuerte. Ya se le pasará el miedo, de ser necesario, haré que se le pase el miedo. No te preocupes, nada dañara a nuestros hijos—

—Viggo, me das miedo— susurro Semiramis

Viggo tomo una profunda respiración, se levantó del taburete y Semiramis lo soltó. Él se dio la vuelta, dejo la paleta de colores sobre el taburete junto con el pincel. Tenía una mancha café clara en la nariz, cosa que hizo reír a Semiramis. Viggo no se preocupó, rodeo el taburete y se puso delante de Semiramis. La miró a los ojos, hermosa, cabello oscuro, rostro con forma de corazón y ojos almendrados con un iris amarillo. Diferente de la mirada inicial, Semiramis sonreía, pero en su mirada también se ocultaba la preocupación. Viggo podía entender, ella no sabía, pero si él le decía todas las cosas que había visto, el futuro de Orario, el futuro de Bell y los otros, no estaría tranquila.

Viggo le tomo las manos a Semiramis y las elevo a la altura del mentón. El beso en el dorso como quien besa lo más hermoso del mundo. Pequeñas manos que construían un imperio, que contaban el oro y trazaban planes para multiplicarlo. Demasiado hermosa, demasiado inteligente, admirable, bella. Viggo bajo sus manos, pero no soltó las de Semiramis. La miró a los ojos durante veinte segundo —te amo— le susurro. Semiramis sonrió y se sonrojo, pero trato de mantenerse seria, aunque sus labios la traicionaban volviendo a formar una sonrisa involuntaria. Viggo acercó su rostro manteniendo el contacto de los ojos hasta que la beso. Entonces se besaron lentamente, explorando la boca del otro hasta que el sentimiento de amor se empezó a transformar en lujuria. Semiramis se apartó jadeando, sabiendo que no debía continuar. Necesitaba arreglar un centenar de reuniones, ya sea con nobles de otros países, sus trabajadores, dioses y comerciantes. Su horario ya estaba desordenado y con esta visita lo estaba aún peor. Sin embargo, cuando miró a Viggo a los ojos, no se pudo negar. Esos ojos azules que la miraba con tanta pasión eran irresistible. Ella sabía lo que venía. Viggo tomaría todo de ella, la despojaría, le quitaría hasta la cordura. Después exploraría cada parte de su cuerpo, trazando un nuevo recorrido de sensaciones y provocando que las emociones explotaran en su cuerpo.

—Te maldigo por quitármelo tomo, Viggo Dragonroad— dijo Semiramis mirándolo a los ojos como queriéndolo dejar, pero sin ser dueña de sus propias emociones que nublaban su mente.

—Acepto tu rencor, pero a cambio me quedare con todo. Eres mía, hasta la última parte de tu ser— respondió Viggo, la beso y de forma pausada la llevo a la cama donde todo se volvió un completo desastre. La habitación de Viggo se llenó de sonidos, pero ya no eran las canciones de altamar que aprendió hace tantos años y que se colaban hasta el pasillo exterior. Ahora eran los gemidos del deseo carnal que lo consumía todo.

Eran las cuatro de la tarde cuando todo se calmó, Viggo estaba en la cama y Semiramis lo abrazaba por el costado izquierdo. Ella pasaba su mano por el pecho de Viggo en un movimiento lánguido mientras Viggo pasaba su mano izquierda por la espalda de Semiramis hasta llegar al hombro.

—Viggo— dijo Semiramis con los ojos medio cerrados —te puedo pedir algo—

—Mientras este dentro de mis posibilidades, sí— dijo Viggo

—No sigas ocupando los cuadros pintados—

—¿Por qué? Sabes que son un recurso valioso que me permite tener tiempo para ustedes y poder cumplir con mis obligaciones. Sin lo cuadros pintados, perdería mucho tiempo, mi día no alcanzaría para todo lo que tengo que hacer—

—Dentro de este año ¿Cuántos años has envejecido?—

Viggo se quedó en silencio durante unos segundos y respondió —dos años—

—Y si ocupas los cuadros pintados la cantidad de veces que lo tenías planeado ¿Cuánto envejecerás este año?—

—Cinco— susurro Viggo

—No creo que necesite más razones que esa— dijo Semiramis —cada vez que te has metido a uno de los cuadros pintados sales con un trauma, un miedo o emitiendo una sensación diferente. A veces te desconozco. Sé que sigues siendo mi Viggo, pero tengo miedo de que algún día ya no te pueda reconocer—

—Yo…no te puedo prometer que los dejare de ocupar— susurro Viggo, se dio la vuelta y se posó encima de Semiramis. Ambos se miraron a los ojos, los cuerpos cálidos tocándose entre sí —pero haré lo que me dijiste la vez anterior y espaciare su uso en el tiempo—

—¿Cuánto?—

—¿Una vez cada dos veces?—

—Una vez cada cuatro meses— dijo Semiramis —con eso solo envejecerás tres años por cada año vivido—

Viggo soltó un suspiro, se bajó de Semiramis y se quedó tendido en la cama, pero ella no lo dejo y se subió encima de él. Viggo miró hacia otro lado tratando de ignorarla, pero ella le tomo la cara y lo obligo a mirarla.

—Prométemelo, Viggo— dijo Semiramis

Viggo quedó mirando a Semiramis y viendo como los ojos se ponían acuosos al punto de que una lágrima bajo por su mejilla. Viggo asintió sin más, vencido por el amor que sentía por esta mujer. Él también era prisionero de ella, no podía solo ignorarla y hacerla triste. Para bien o para mal, ella tenía su corazón entre sus manos.