—¡La cerveza corre por mi cuenta esta noche, Islinda! —anunció un cazador, levantando su jarra en el aire para que los demás se unieran y hubo una celebración estruendosa.
Islinda no tuvo más remedio que esbozar una sonrisa que no llegaba a sus ojos, levantando su vaso de cerveza, brindando con la gente y hubo más bebida.
Uno pensaría que después de un día tan estresante, a Islinda se le dejaría sola para lidiar con sus emociones, pero fue todo lo contrario. En cambio, fue exhibida por el pueblo como si fuera un trofeo. Islinda bien podría haberse convertido en una celebridad porque todos querían tocarla o confirmar que estaba viva.
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