Ariel entró sigilosamente a la cabaña mientras Rúdeus dormía en el piso, babeando en la almohada y con un pie fuera de la manta. Tenía cansancio en su rostro y el pelo blanco. Ariel se sentó muy despacio a su lado y empezó a acariciarle el pelo.
— Tuve mucho miedo, mi amor. Pensé que habías muerto, cuando supe que el Dios del norte, el Dios del filo y el Dios de la lucha eran los enemigos, estaba desesperada, estoy tan feliz de que estés bien —le dijo casi en un susurro, mientras sus mano acariciaba la mejilla del padre de su hijo .
De pronto, Rúdeus la tomó de un brazo y violentamente la tiró sobre el suelo, poniéndole una daga en su cuello.
— Dios mio, ¿Ariel?
— Hola, Rudy. Si quieres hacerme tuya, no necesitas usar esa daga. Sabes que puedes usar esta daga qué me gusta mucho más , —dijo, agarrándome el muñeco que tengo entre las piernas.
— ¡Santo Dios, mi amor! Casi me matas del susto. No hagas eso. Aún estoy paranoico desde que Orsted reclutó al demente de Kalman III. Lo siento, déjame curarte, —le dije, lanzándole magia básica de curación. Apenas lo hice, Ariel me dio un fuerte beso mientras me abrazaba muy fuerte.
— Te extrañé mucho, Rudy. Recé todos los días por ti. No sabes el miedo que sentí cuando se desconectó la tablilla y supe que Kalman III, el Dios del Filo y el Dios de la Lucha querían matarte, —dijo, mientras lloraba en mi pecho.
— Ya, tranquila. Ya todo pasó. Ahora tenemos el camino libre para preparar el mundo para cuando llegue Laplace, perdóname por tirare al piso, ¿te duele mucho la cabeza, amor ? .
— No, tu magia me sano, ademas sabes que me mojo mucho cuando me tratas así tan rudo jejeje.
¿Sabes mi amor? Fui varias veces a tu casa a ver si habían noticias. No sabes lo alterada que estaba, mientras trataba de mantener mi cara de templanza, Rudy.
— No te preocupes. Estoy bien le dije mientras la abrazaba y hundida mi cara en su cuello, ella siempre huele tan rico, a flores y frutas.
— Por cierto Rudy, me encanta tu pelo blanco. Pareces de la raza dragón.
— Sí, lo sé ya me lo han dicho, jaja. Espera un momento. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Dónde está Edward? ¿Lo dejaste solo?, —le dije, con algo de molestia.
— Tranquilo, él está bien. Por cierto, lo llevaremos a bautizar.
— Sí, el próximo mes, lo prometo,—le dije mientras volvía a besarla y a acariciarle su cabello. — ¿Pero el bebé está bien, cierto?
— Sí, Está con Kleene y Elmore, en el palacio de Perugius. Tranquilo, nada le pasará ahí.
— Dios, no debiste venir, Ariel. Aquí es peligroso hay monstruos invicibles más allá del abismo.
— Lo sé. No te preocupes. Le pedí a Perugius que me mandara aquí, y Orsted me recibió. Está cuidando cerca del abismo.
— Ya veo.
— Oye, Rudy. Supe algo de ti. ¿Es cierto que eres el Dios del Cauce?, la Séptima Potencia Mundial y derrotaste a Kalman III y al Dios de la lucha —me dijo mordiéndose El labio inferior de una manera muy sexy.
— ¿Quién te dijo eso, Ariel?
— Perugius.
— Maldito viejo chismoso. Se supone que esto era un secreto, maldita sea, fue lo que más les pedí, que nadie dijera y es lo primero que hacen, maldito Perugius, deberían decirle el rey dragón del chisme . Escucha, Ariel, nadie debe saber de esto, quería mantenerlo en secreto, lo último que necesito son idiotas retandome por el titulo.
— No te preocupes, pero, sabes, imaginarte derrotando al Dios del Norte Hizo que me mojara mis sábanas por las noches de solo pensarlo, —dijo besándome el cuello.
— Ya, basta, Ariel. No es buen momento, estoy hace dos meses sin hacerlo y (...) .
— Sabes Rudy, creo que necesitas relajarte un poco. Has estado muy estresado y estas muy tenso, amor, deja todo en mis manos, —dijo cerrandome un ojo mientras empezaba a desnudarse.
— Y ¿cómo me vas a relajar, así ? (...) ¿Qué haces? Espera, Ariel. Uuuuf, qué rico. Sí, así. Auch, menos dientes amor. Sí, así. Uuuuf, chica Traviesa, jejeje eres muy Traviesa Ariel.
Terminamos haciendo el amor con Ariel casi toda la noche, le pedí el pspspspfufufu, pero se negó, dijo que necesitaba toda mi energía en (...), bueno ya saben donde (|) .
Cúando terminamos la última Ronda caimos exhaustos, Dios ella esta como loquita esta noche, pensé.
— Ufff, estaba necesitando esto, mí amor —dijo Ariel.
— Uff yo también. Espera ¿Solo viniste a verme por sexo?, me siento utilizado— dije abrazándome a mi mismo de manera dramática .
— Jejeje deja de bromear amor, y Claro que no quería verte solo por sexo. Vine porque te extrañaba. Te amo y quería estar contigo , Rudy. Apenas tenemos tiempo para nosotros, yo con mis responsabilidades de ser reina, y tú con tu misión con el Dios Dragón.
— Pero tienes un harém de chicas, que satisfacen tus deseos Ariel, —le dije.
— Lo sé, pero no es lo mismo, disfruto acostare con mujeres, pero hacerlo contigo es diferente ¿sabes?, y eso es porque te amo. Ellas calman mi fuego, pero aún así te necesito. Además, me gusta nuestra relación así. Tú no te entrometes en mi política, ni yo en tus matrimonios.
— No pretendo ser político, Ariel.
— Lo sé, y por eso eres mi pareja perfecta, amor— me dijo acurrucadose en mi pecho mientras me acariciaba la barriga.
— Claro, y aún así te acostaste con otro tipo, —le dije .
Ariel no dijo nada, se sentó en la cama dejándome ver sus hermosos senos y su espalda desnuda cubierta por su pelo dorado y desordenado. De entre ropas saco un labial y se pintó los labios de un color rosa.
— Perdí mi virginidad contigo Rudy, y tú eres el único hombre con el que he estado siempre vas a ser el único, y el amor de mi vida .
— Jaja, mentirosa. ¿Y qué hay del padre de Edward?.
Ella se sentó en mi regazo y me miró a los ojos muy seriamente mientras acariciaba mi mejilla.
— Espera un maldito segundo. ¿Edward es mi hijo?, ¿ el es mi niño? , ¿de verdad es mio?
Ella no dijo nada, y me besó.
— Escucha Rudy. Estoy en mis días más fértiles. Espero que me crezca la pancita pronto, amor.
— ¿Qué? ¿Un segundo viniste a embarazarte? ¡Oh mierda, Sariel!
— ¿Cómo supiste que la llamaría Sariel si tenemos una niña?
— Eeeeeeeh este, eeeh, Tú me lo dijiste.
— JEJE, te amo, Rudy, escucha lamento haber tenido que mentirte, pero si, tu eres el padre de Edward.
— ¿En serio? Pero, ¿cómo lo hiciste?, —dije aun impactado por la confirmación de mis sospechas.
— Lo siento. Te ponía borracho y me metía en tu cama, me acuesto contigo cada vez que puedo, tu solo te as dado cuenta 2 veces de ello, aunque la última vez fuiste tu quien me llevó a la cama.
— Pero recordaría la otras veces, solo recuerdo las dos últimas .
— Te amo, Rudy, pero será mejor que no sepas que eres el padre de nuestros hijos. Sé que eres tan leal, que le dirías la verdad a Silphy, y realmente no quiero perder a mi amiga, ademas será bueno que nuestros bebés no le teman al Dios dragon, eso será bueno para el futuro de la alianza . Por lo mismo, no recordarás esta noche, —dijo, besándome.
— ¿Me drogas? ¿Te embarazas de mi solo para que nuestros hijos no le teman a Orsted?
—Bueno eso es un plus, pero me embarazo de ti porque te amo, Rudy. Te prometo que la próxima vez que hagamos el amor, lo recordarás. Pero, si esta noche quedo embarazada, tú no puedes saberlo. Sin embargo, siempre nuestros hijos estarán contigo, mi amor y me encargaré de que siempre te amen como el padre que eres.
— Ariel, espera, —dije, mientras perdía la conciencia.
Ariel se vistió y se despidió de Rudeus con un beso.
Y así, salió de la cabaña. Tristina llegó rápidamente con ella.
— Qué bueno que no hay casas cerca, Majestad. Gimes muy fuerte.
— Jajaja, bueno, fueron dos meses sin verlo Tris, estaba un poquito fogosa. Por cierto ¿Dónde está el Dios Dragón?
— Aquí estoy, —dijo Orsted, apareciendo de pronto.
—AAAHG, Santo Dios, Lord Orsted, no aparezca así.
— Lo siento, Ariel Anemoi Asúra . Pero, es hora que te vayas. Ruidjerd despertará pronto, o Alex, y siempre vienen a despertar a Rudeus para entrenar.
— Bien, vamos, —le dijo Ariel.
Mientras cruzaban el puente y llegaban al círculo, Ariel le preguntó algo a Orsted.
— Lord Orsted, ¿Rudy debería saber que es el padre de mis hijos?
— Tu destino con él es fuerte, lo mismo que el que comparte con Roxy Migurdia, Silphiette Dragonroad, Eris Boreas Greyrat, seguro se molestaría, pero no lo abandonará, con Nanahoshi no estoy seguro cómo reaccionaría ella al ser de otro mundo.
— Ya veo. Será mejor seguir como hasta ahora. Por cierto, ¿qué le parece el nombre Sariel?
Ariel no pudo verlo por el casco, pero Orsted estaba sonriendo.
— Me parece un muy buen nombre.
— Lo sé. Bien, Dios Dragón. Lo veré pronto. Rudy no sabrá que lo visité, por favor No le diga nada.
— No lo haré. Pero recuerda Ariel Anemoi Asúra , sus hijos deben saber la verdad antes de ser adultos.
— Lo sé. No te preocupes. Adiós, Dios Dragón, y muchas gracias, —dijo Ariel, mientras se teletransportaba al palacio de Perugius donde la esperaba Elmore y Kleene quienes cuidaban del príncipe y de ahí al Palacio de Plata.
Una vez llegaron, Tristina acompañó a Ariel hasta sus aposentos.
— Bien, Majestad. La veré pronto.
— Tris, ¿ese potenciador de la fertilidad es bueno?
— Claro que sí. Yo ya tengo dos semanas de embarazo, Alteza.
— Jejeje, me alegro por ustedes. ¿Luke ya lo sabe?
— Aún no. Le diré la noticia esta noche en la cena.
— Me alegro por ti. Puedes retirarte. Creo que dormiré con mi hijo un ratito, —dijo Ariel, mientras se acurrucaba con Edward en su gran cama.
Mientras en la Aldea Superd.
— Rúdeus , Rúdeus , despierta. Te dormiste, hermano, —me dijo Norm, quien me traía el desayuno.
— Oh, lo siento, Norm. Gracias por traerme comida. ¿Ya empezaron con los trabajos ?.
— Hace poco, no te preocupes. Aisha tiene trabajando a los mercenarios y reclutó a Kalman III.
— ¿Qué? ¿Ese loco? Dile a Aisha que se aleje de ese demente. Podrían arrancarsele los enanos al bosque y hacerle algo.
— Creo que exageras, hermano. Ese chico es muy servicial.
— Eso lo dices porque no trató de matarte, Norm(…) ¡tres veces!
— Ya come, hermano. Jejeje, estás exagerando. Ni que se pongan de novios, solo porque Kalman III está ayudando a fabricar casas, jajajajajaja.
— Jajajajaja, claro que no. A ese lunático no le interesan las mujeres, solo quiere ser un héroe. Solo que me da miedo que golpee o ataque a Aisha.
— Ya, comete los huevos y tu carne. Oye, ¿no le pasaste a Nanahoshi esa salsa negra y esa pasta que compraste?
— Maldita sea, lo olvidé. Cuando estuvo aquí, estaba tan feliz de verla que olvidé dárselos. Maldición. Bueno, se los daré cuando regrese. Eso me dará puntos con ella en la cama, jejeje.
— Uuuugh, qué vulgar eres. Estoy aquí, idiota, no quería saber eso.
— Lo siento, Norm… (…), oye, ¿cocinaste tú? Esto está muy rico.
— No, fue Aisha. Vine contigo porque está molesta conmigo. Dice que me llevo todo el día con Ruidjerd.
— Jajaja, bueno, es cierto, hermana. Ya no debes cuidarlo, ya se recuperó de la plaga. Ayuda a Aisha. Terminaremos pronto y regresaremos a casa.
— ¿Y no veremos más a Ruidjerd?
— Él irá a casa. Está invitado. Además, quiero dejar un círculo y a alguien que viaje regularmente aquí para hacer de enlace con esta aldea.
— Ya veo. Cuando tengas eso listo, me avisas. Me gustaría ser esa persona de enlace.
— No sé, Norm, es algo complicado y tiene mucho que ver con temas de la futura guerra y de representación.
— No soy tonta. Puedo hacerlo, —me dijo con mucha confianza.
— Mmm, no sé. Preferiría que busques trabajo en otra cosa, hermana.
— Oye, Aisha es la comandante de los mercenarios, ¿o no confías en mí?
— Es que tú eres más delicada, hermana. Aisha es más ruda.
— ¡Patrañas ! Derrotó a esa pelirroja engreída dos de cada cinco combates, no soy una débil, hermano.
— Bien, dejemos esta conversación para unos meses más, ¿te parece?
— Bien, —dijo Norm, con una sonrisa.
— Por cierto, qué bien hueles, Norm a flores y fruta, ¿Usaste el perfume que te regalo Ariel?
— No. De hecho te iba a preguntar lo mismo, tu cabaña huele así, Rudy.
— Qué raro. Por lo general, cuando estoy solo y nadie limpia mi habitación, huele a culo.
— ¡Hay, por favor, Rudy!, —dijo Norm, cruzándose de brazos e inflando las mejillas.
Continuamos esos días con la construcción. Hicimos caminos empedrados, un campo para cultivos, una gran sala para reuniones y un círculo conectado a la Sharia. A Ruidjerd le dimos la misión de vigilar el abismo y evitar que alguien baje. Ruidjerd ordenó lo mismo a los guerreros, aunque solo Ruidjerd sabía el porqué. Ellos serían los guardianes del sello.
Esas últimas semana, ya cuando todo estaba terminando, Norm decidió regresar a casa. Aisha seguía encargándose de la reconstrucción, pero a medida que solo quedaban detalles, varios mercenarios regresaron para encargarse de la reconstrucción de la cabaña, quedando solo Aisha, Rinia, Purcena y algunos mercenarios.
Así estaba una tarde, sentado, mientras Orsted se acercó a mí.
— Ha quedado fantástico, Rúdeus . Un buen hogar para los Superd.
— Así es. Ahora solo hay que juntar a Ruidjerd con la chica humana.
— Con respecto a eso, bueno, yo(…) verás, eh, faltan unos años para que nazca aún.
— Ya veo. Oye, Norm me pidió ser el oficial de enlace con la aldea Superd. ¿Eso le acarrea algún peligro?
— ¿En serio? Claro que no. La apruebo. Tu hermana es la mejor opción.
— ¿Estás seguro? Ella me preocupa. Es algo frágil.
— No lo es. Es la indicada. Lo apruebo. Además, estará protegida por Ruidjerd.
— Bien, si tú lo dices, le encargaré esa misión, —dije.
Orsted tenía una gran sonrisa cuando dije esto.
— Oye, Orsted, con respecto a tu maná(…).
— Tardará décadas en recuperarse del todo, pero no te preocupes. Contigo y Aleksander ocupándose de las misiones, no gastaré maná.
— Mmm, no confío en ese estúpido. Orsted, ¿estás seguro que fue buena idea dejarlo vivo?
— Claro que sí. No te preocupes. No te va a apuñalar por la espalda.
— Eso espero. Escucha. Estaré muerto para cuando renazca Laplace, pero te dejaré un legado.
— ¿Cuál?
— Enseñaré magia sin recitar a las personas que tú digas. Crearemos un ejército y los armaremos con armaduras, fusiles, pistolas y armas basadas en mi mundo. Pero tengo una condición.
— ¿Cuál?
— Cuando mates a Laplace y Hitogami, destrúye todas las armas y armaduras , y elimina los planos para siempre. No quiero que este mundo, después de ganar la guerra, caiga en guerras estúpidas entre países , ni menos con esas armas.
— Te lo juro por mis padres, —dijo Orsted.
— Bien. Cuando todo termine, dejaremos algún círculo conectado para que todas esas armas y armaduras se vuelvan polvo.
— Así es. Será, —me dijo el Dios Dragón.— Te noto callado, Rúdeus . ¿Pasa algo?
— Nada. Extraño a mis esposas y a mis niños.
— Nunca supe que es esa sensación.
— Lo sabrás después de la guerra, cuando al fin cumplas tu misión y ya salgas del bucle. Debes ser feliz, Orsted, con la hija de Ruidjerd. Jajaja. Por cierto, ¿cómo se llama?
— Lucelia Superdia.
— Seguramente, cuando al fin todo esto acabe, yo estaré viviendo mi nueva vida y habré olvidado todo esto.
— Los destinos fuertes tal vez trascienden de mundos, Rúdeus .
— ¿Eso es cierto o lo supones?
— Lo supongo.
— No lo creo. Mi destino en el otro mundo era débil. Nunca hice nada importante. No tenía novia, hijos, nada.
— Tal vez eso es porque tu destino siempre fue acá, en este mundo.
— Jaja, puede que sí. Hablando de destinos fuertes, también extraño a Ariel y Edward. Es raro, ya que el bebé no es de mi sangre, pero los extraño. Sabes, el otro día, sentí el aroma de Ariel en mi cabaña. Creo que debo visitarla. Me estoy volviendo loco, sabes.
Orsted no dijo nada bajo su casco.
— Así que sentiste el aroma de la reina. ¿No, hermano? . Y casualmente, te has encariñado con tu ahijado, —¿me dijo de pronto Aisha, que estaba tras nosotros con Alek?
— Aaaagh, ¿qué demonios haces ahí escuchando las conversaciones de los demás? —le grite.
— Tranquilo. Es normal que extrañes a Edward y Ariel. Es tu ahijado y tu amiga, ¿no?.
— Sí, bueno, sí. Eso estaba diciendo.
— Entonces, ¿por qué te pones así, hermano?
— Porque apareces de pronto, Aisha. ¿Y qué haces con este lunático? —dije, apuntando a Alek.
— Nada. Solo me estaba enseñando técnicas del Dios del Norte. Después de todo, es Kalman III.
— Aléjate de este sociopata, Aisha. Es peligroso, —le dije.
— Tranquilo Reidar Amigo. Yo jamás dañaría a tu familia, —me dijo Alek.
— ¡NO ME LLAMES AMIGO! ¡NO SOY TU AMIGO!, —le dije, con los ojos inyectados en sangre.
— Uff, exageras, hermano. Alek es un buen maestro.
— ¿Buen maestro? , ¡mis pelotas! Ten cuidado, Aisha. Lo digo por tu bien.
— Huuy, ya soy una adulta. Deja de tratarme como a una niña, hermano. Norm se la pasa con Ruidjerd, y no le dices nada.
— Ruidjerd no es un loco como este. Él jamás dañaría a nadie.
— Te equivocas. Él fue un asesino, ¿o lo olvidaste? Claro, se reformó, y ahora es una buena persona. ¿Por qué Alek no puede redimirse también? ¿Por qué lo juzgas por su pasado y a Ruidjerd no?
— Porque él me salvó la vida y me cuidó, y este trató de matarme, Aisha.
— Uuuuf, hermano, qué complicado eres. Orsted también trató de matarte y ahora son amigos. Cliff te odiaba y ahora es tu mejor amigo. Odiabas a la abuela Claire y ahora eres el nieto del que más siente orgullo. Eris te odiaba y ahora es tu esposa. Odiabas a Luc, y ahora siempre se visitan y beben juntos. Ya verás que pronto serás amigo de Alek.
— ¡Tocas a mi hermana, y te mato, loco de mierda!, —le dije a Alek.
— Tranquilo, Reidar. No soy un maestro rudo, —me dijo Alek, con una sonrisa.
— Eso espero, —le dije.
— Bien, vamos a comer algo, —dijo Aisha, y salió caminando con Aleksander, donde estaba el caldero con la comida, mientras hablaban.
— Tu hermano sí que te cuida, niña.
— Así es. Así que ya sabes. Si te descubre espiándome, te pateará el culo.
— Yo no te espío, niña.
— Claro que sí. Me estabas espiando cuando me fui a bañar al arroyo con Rinia y Purcena.
— No fue por eso. Pensé que esas mujeres feráles te iban a atacar.
— Jajaja, mentiroso. Eres un pervertido.
— Grrr, no lo soy, —dijo Alek, rojo de vergüenza.
Finalmente, la aldea Superd estaba reconstruida, y cuando terminamos, Alex, Doga, Ghislaine e Isolte llegaron a mi lado.
— Bueno, Rúdeus, creo que es hora de regresar, —me dijo Ghislaine.
— Bien, maestra. Los llevaré al círculo que lleva a la Sharia, y de ahí se teletransportarán a la ruina que está a las afueras de Ars.
— Dales mis saludos a Eris, —dijo la gata.
— Lo haré.
— Mi señor, —dijo Isolte.
— Deja de llamarme así, Isolte.
— Lo siento. Pero debes ir al santuario del Dios del Cauce. Es solo una presentación, y ahí veremos cómo sigue la administración del Dojo, —dijo.
— Iré pronto. Debo visitar a la reina por el bautizo del príncipe y llevarles nuevas tablillas de contacto.
— Bien, te veré pronto, entonces, Dios del Agua, —me dijo Isolte, haciendo una reverencia.
— Adiós, Doga.
— Aha, —me dijo Doga.
— Oye, recuerda, —le dije, susurrándole. — Haré una fiesta en mi casa y haz tu jugada. Te llevaré chocolates y averigua qué flores le gustan.
— Sí, lo haré, —dijo Doga, muy rojo.
— Bien, Reidar, volveremos. Su Majestad nos necesita ahí, pero nos veremos pronto, —dijo Alex.
— Sí. Gracias, Kalman, y bueno, te debo mucho.
— Wuajajajaja, claro que no. Visita a la reina. Debe extrañarte mucho.
— Cof cof cof. Ya cállate, no digas eso, —le dije.
— Wuajajajaja, cuida a Alek. Sé que contigo y Orsted aprenderá mucho sobre ser un héroe.
— Ummm, no me causa gracia estar con alguien que trató de matarme, Alex.
— Wuajajajaja, Alek cambió, créeme. Jajaja. Vamos, acompañémonos al círculo.
— Los veré pronto, chicos.
— Sí, nos veremos. Seguramente la reina estará feliz de que estés bien, —dijo Alex, antes de desaparecer en el círculo.
— Maldito bocón, —dije.
Ese día también se fue Aisha, Cliff y Elinalise.
Cliff se llevó muestras para investigar la plaga, tal como los doctores de Asúra, aunque Cliff dice que posiblemente eso se debió a Vita .
—¿Ya te vas Cliff?.
—Si, pero estaré unos días en la Sharia para ver a Clive y bueno ya sabes, —dijo mirando a Elinalise.
—Lo entiendo.
—¿Puedes cuidar un tiempo más a Lize y Clive?, prometo que los llevaré a Milis pronto.
—Jaja por mi que regresaras amigo, y te viera todos los días como antes.
—Jaja nos veremos más seguido Rúdeus, lo prometo, cuida a mi familia mientras no estoy.
—Lo haré con mi vida, —le dije.
—Bien nos vemos, —me dijo Cliff que se marchó con Elinalise tomados de la mano.
—Te veo en casa hermano, me dijo Aisha.
Ya con todo listo, unos días después decidí que era el momento de regresar. Así que me despedí a Ruidjerd.
— Bien. De ahora en adelante, podrás ir cuando quieras a la Sharia. Y Norm será la oficial de enlace, así que la verás por aquí a menudo. Por favor, cuídala.
— No debes preocuparte. Iré a visitarte pronto. Quiero conocer a tus hijos, Rúdeus.
— Claro que sí. Eres bienvenido, hermano mío, —dije, dándole un abrazo. — Por cierto, Ruidjerd, deberías buscar una chica. Ya es hora de que seas feliz, amigo.
— Eso lo dirá el tiempo, pero ya soy feliz, amigo. Ya me reconcilié con mi pasado.
— Ya veo. Me alegra escuchar eso.
— Estás muy grande, Rúdeus . Nunca me imaginé que serías una de las siete grandes potencias.
— Pues te basta solo un puñetazo, y el título será tuyo.
— Jajaja, así no funciona, Rúdeus. Debería derrotarte, contigo usando el Máximo Poder. No perderás el título por un puñetazo o una práctica.
— Jajaja, te veré pronto, amigo mío.
Y así, nos despedimos de la aldea Superd. Miré hacia atrás mientras nos íbamos, y todos los aldeanos habían salido a despedirnos.
— Antes de irnos, —dijo Orsted, — debemos hacer algo, —, y nos llevó al fondo del abismo
Ahí, donde estaba la cueva y la ruina de la tribu dragón, estaba encerrado en un círculo de nivel divino, Badigadi, junto con Kajakut y el Dios de la Lucha, es decir, la armadura.
— Vaya, vaya. Pero si es el gran Dios Dragón, el pequeño Aleksander y el Dios del Cauce, Rúdeus . Wuajajajaja, ¿a qué han venido? No creo que a beber conmigo y disfrutar de mi encanto seductor mientras miramos a unas cariñosas bailar, Wuajajajaja.
Nadie se rió con esa broma.
— Vaya, vaya, público serio, No, Wuajajajaja. Oye, este lugar es incómodo. Podrían darme más espacio, nos pidió Badigadi.
— Cállate. Fuera por mí, te hubiera lanzado a una bola de plasma hasta que no quedara una célula con la cual pudieras regenerarte, bastardo, —le dije.
— Qué mal carácter, chico. Eras más alegre cuando te conocí y eras novio de esa chica de pelo negro y la elfa.
— ¿Y qué querías? Te consideraba mi amigo, y trataste de matarme, maldito.
— Mmm, entiendo.
— Así que quédate donde estás. Agradece que el Dios Dragón no quiere matarte, y además, le prometí a Kishirika que no te mataría. Estoy en deuda con ella, y le debía este favor.
— Ya veo. Te lo agradezco, Rúdeus , pero ¿para qué han venido?
— El Dios Dragón quiere hablar contigo, —le dije.
— ¿Qué quiere el Dios Dragón con este servidor?
— Te tengo una oferta. Traiciona a Hitogami y únete a mí. Si lo haces, te sacaré de aquí y enfrentaremos juntos a Laplace. Alex, Aleksander y Atofe están aliados conmigo.
Badigadi se quedó mirando perplejo.
— Wuajajajaja, jajajajaja, jajaja. Es una buena oferta, pero temo que no puedo aceptarla.
— No entiendo, tío, —dijo Alek. — Cuando un rey demonio es derrotado, le debe lealtad al héroe que lo derrotó.
— Con todo respeto, pequeño Aleksander, esa es una ley de tu abuela Atofe, y no es obligatoria para los otros reyes demonio.
— Entonces, te vas a quedar encerrado aquí, —le dije.
— ¿Hasta cuándo me tendrás aquí? —le preguntó Orsted.
— 60 o 100 años, —dijo Orsted.
— Ya veo. Prefiero quedarme aquí, entonces.
— ¿En serio? ¿Prefieres a ese hijo de puta del hombre dios ? —le dije.
— No, claro que no. Sabes, Rúdeus, a mí me gusta beber, reír, tener sexo con mujeres hermosas , acostarme con una novia y después recibir una paliza del prometido, beber, ir a bares, prostíbulos, conocer gente interesante, vivir aventuras y vivir la vida. Siempre he odiado la violencia. Pero un día, vino el Hombre Dios a mí y dijo, "mata al Dios Dragón y a Rúdeus Greyrat, y tu deuda conmigo está saldada". Recuerda que gracias a mí estás viviendo con Kishirika en la misma época, y gracias a mí, aún están vivos. Yo no quería pelear, pero hace 4200 años estaba desesperado, pensando que el Dios Dragón mataría a la mujer que amo, y logré salvarla. Así que mi deuda con él era muy grande, niño. ¿Tú qué hubieras hecho?
— Yo lo traicioné cuando quiso matar a Roxy, Silphy, Eris y Nana. Y ahora, hago todo lo posible para matarlo.
— Wuajajajaja, maravilloso, chico. Eso quiere decir que tienes unos huevos gigantes, y eres más listo de lo que pensaba. Mmm, oye, Dios Dragón. ¿Estás seguro que este chico no tiene sangre de alguien de la tribu Dragón?
— No, creo que no, —dijo Orsted.
— Wuajajajaja, como sea. Mi deuda con el Hombre Dios está saldada. Peleé por él, y fui derrotado. Felicitaciones, Rúdeus . Has ganado. Y déjame decirte que el Hombre Dios está aterrado y se siente derrotado perdió las ganas de seguir intenadolo. Ya no verás ataques como este hacia ti. Si intenta algo, será pan comido para ustedes tres. Ya nadie lo ayudará. Wuajajajaja, le diste un golpe letal. La última vez que lo vi, estaba llorando y temblaba de miedo por él, —dijo, apuntando a Orsted.
— ¿Estás seguro de ello? —pregunté.
— Pues quítate eso y velo tú mismo, —me dijo Badigadi.
— No, prefiero que no. No me dan ganas de ver a ese infeliz bastardo. Espero que disfrute el terror de los próximos 100 años, mientras la muerte se acerca a él. Hitogami, en estos momentos, es un Dios muerto caminando.
— Wuajajajaja, ¡pero qué buena metáfora, niño! Me agradas. Siempre me agradaste. Te daré un consejo: vive tu vida. Los humanos tienen vidas cortas, así que disfrútala. Ve a casa, come tu comida favorita, bebe con tus amigos, hazle el amor a tus esposas, juega con tus hijos, hazle el amor a esa hermosa princesa de la universidad, y vive la vida sin arrepentimientos.
— Cof Cof, Lo de Ariel es un rumor, maldito idiota.
— ✌️Claro, un rumor✌️, —me dijo Badigadi, guiñando un ojo.
— Bien, supongo que eso es todo, Badigadi, —le dije.
— Bien, supongo que dormiré unos 100 años hasta que me saquen. ¿Me prometes que cuando mates al Dios Humano, me liberarás, Dios Dragón?
— Lo prometo, —dijo Orsted.
— Bien, los veré entonces. Hasta siempre, Rúdeus. Fuiste un buen amigo y gran rival, Wuajajajaja.
— Espera, tío, —dijo de pronto Alek, que corrió hacia él. — ¿Estás seguro de esto, tío abuelo? Te quedarás aquí.
— Escucha, pequeño Alek. ¿Quieres ser un héroe? Pues busca a tu verdadero enemigo. No un rival más grande que tú, sino tu enemigo. Y cuando lo derrotes , serás un héroe, como tu abuelo. Eso es algo que Alex nunca hizo, ¿entiendes?
— Gracias, tío abuelo, —dijo Alek, y se unió a nosotros.
— Rúdeus, sella la entrada, —me dijo Orsted, mientras creaba un gran muro con magia extra resistente.
— Deseo que tu maldición desaparezca algún día, joven Dios Dragón, —dijo Badigadi, antes de sellar la entrada.
— Bien, regresemos a la Sharia, —dijo Orsted.
— Espera, ¿y Aleksander va con nosotros? —dije.
— Así es, Dios del Cauce. De ahora en adelante, me quedaré en la Sharia y cumpliré misiones con usted, para el Dios Dragón.
— ¿Qué? ¿Por qué? Eso puedo hacerlo solo, —le dije a Orsted.
— Aleksander será un gran general, Rúdeus,—me dijo Orsted.
— Si te acercas a mi familia, te mato, ¿entendiste? —le dije.
— Había quedado de entrenar con Aisha. Ella me pidió enseñarle algunas técnicas, —dijo Alek.
— No confío en ti.
— Ya basta, Rúdeus. Seguirás siendo el comandante. Además, así podrá pasar más tiempo con tu familia, —me dijo Orsted.
— Uff, hablando de eso, debo bautizar a Edward. ¿Puedo ir, cierto?, pregunté.
— Claro que sí. Es muy importante que hagas eso con tu hij(…) ahijado, con Ariel.
— Bien, iré dentro de un mes, —dije.
— Descansaremos un tiempo antes de reorganizarnos, —dijo Orsted. — Si bien ganamos, aún hay misiones que hacer, para preparar todo cuando llegue Laplace. La idea es matarlo rápido, antes de que ataque el continente central y Milis. De hecho, quiero matarlo cuando recién esté uniendo su ejército en el continente demoníaco.
— Bien, lo haremos, —dijo Alek. Con una reverencia .
— Pffff, maldito cornetero, —pensé.
Una vez llegamos a la Sharia, era de madrugada, y varios mercenarios dormían, entre los que estaban Zanoba y papá, pero no los quize despertar. Cuando salimos del círculo, Aisha, Faria, Rinia y Purcena preparaban desayuno para los trabajadores.
— Hermano, regresaste, —dijo Aisha.
— Sí. Voy a casa. Además, traigo la soya y el miso para Nana, —dije.
— JEJE, eso te dará una buena noche, ¿no, hermano? —dijo Aisha, pegándome con el codo mientras se burlaba de mí.
— ¡Ya cállate, niña! . Iré a casa. Extraño a mis hijos.
— Bien, —dijo Aisha. — Oye, Aleksander, ¿quieres desayunar?.
— Claro, —dijo Alek, que se fue al lado de las chicas.
— Maldita sea, Orsted. Ese tipo no me agrada, —le dije.
— Ya ve a casa. Te esperan ahí, —me dijo Orsted. Y así, partí de regreso a ver a mi familia .
Ese mismo día en el palacio de plata
— ¿Cómo estás, Majestad? —dijo Tristina, que llegaba a la habitación de la reina para ayudarla a vestirse.
— Uuf, pésimo, Lady Tristina. Creo que me enfermé del estómago.
— ¿Por qué dices eso, Majestad?
— He tenido náuseas, mareos, me duele la espalda baja y mis senos están sensibles.
— Tranquila. Eso debe ser(…) Espera, Majestad, pasaron casi dos semanas desde que te acostaste con Rúdeus . ¿Ya te llegó el periodo?
— Debería llegarme estos días. Tristina, ¿tú crees que(…) ?, dijo Ariel abriendo sus ojos.
— Llamaré a un médico.
Esa tarde, Ariel era examinada por el médico real.
— Y bien, doctor, ¿qué tengo? —dijo Ariel, luego de que le escucharan el corazón y el vientre.
— Nada malo, Majestad. En su vientre se escucha un pequeño latido. Felicitaciones. Está usted embarazada. Tiene cerca de dos semanas.
— ¿Encerio?, dijo Ariel emocionada, Muchas gracias, doctor. Daremos la noticia en unas semanas. Por favor, esto es confidencial,
—Así será Majestad, con su permiso, — dijo el médico mientras se retiraba.
— Felicitaciones, Majestad, —le dijeron Kleene, Elmore y Tristina.
Ariel fue hacia la cuna del príncipe y lo tomó en brazos.
— Ya es tiempo de que tengas una habitación propia, hijo. Además, vas a tener un hermanito, jejeje.
— ¿Le dirás a Reidar , Majestad?— Le dijo Elmore.
— No. Él no sabrá que es el padre, pero les diré la noticia después de que bauticemos a Edward, —dijo Ariel, sosteniendo a su heredero en sus brazos.