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Capítulo 21: Telepatía

Editor: Nyoi-Bo Studio

Yun Shishi le susurró al oído: —Lo siento… Youyou…

Youyou abrió su pequeña boca para hablar, pero vaciló. Lo que realmente quería preguntar era: ¿A su papá de verdad no le gustaba él, no lo quería, así que lo desechó y no se preocupó más por él?

¿Realmente él era lo que decían esos adultos? "Nacido de un padre, ¿pero no reconocido por ninguno?"

Estas preguntas estuvieron a punto de surgir de sus labios, pero las retuvo con fuerza.

Youyou volteó su mano y sostuvo los delicados dedos de Yun Shishi. Levantó su pequeño rostro y miró hacia el cielo nocturno, y habló en voz baja: —Mamá, incluso si papá no quiere a Youyou, ¡Youyou todavía tiene a mamá! ¡Youyou a quien más ama es a mami, así que no estés triste! ¡Es debido a papá que mamá está triste! Cuando Youyou crezca, ¡Youyou definitivamente protegerá a mamá!

Yun Shishi elevó sus ojos, siguió su mirada y también miró hacia afuera. Finalmente dio un suspiro y lo abrazó aún más fuerte.

—Youyou es tan buen niño…

La residencia Mu.

Mu Yichen, quien estaba en el sofá de la sala de estar, de repente sintió un extraño dolor en su corazón, el cual fue insoportable.

Con el ceño ligeramente fruncido, acarició suavemente el área donde se encontraba su corazón y colocó su palma sobre él, donde sintió rápidos latidos.

Su corazón dolía y el dolor era casi asfixiante.

Una criada que estaba arreglando sus juguetes vio sus manos sobre su pecho, con su cara contorsionándose de dolor. Ella se arrodilló frenéticamente enfrente de él y le preguntó: —Joven Maestro, ¿cuál es el problema?

—Corazón… Adolorido…

Mu Yichen estaba cubierto en sudor frío y hablaba entrecortado.

—Así como… Una aguja me pinchara… Incómodo.

El joven maestro siempre había experimentado estas dolencias al corazón. Su corazón repentinamente latía con rapidez y le dolía. Sin embargo, cada vez que era llevado al hospital, no lograban encontrar la causa del dolor. Él estaba saludable.

Incluso los mejores doctores no podían decir que estaba mal con él.

Mu Yichen se acurrucó en el sofá y tomó una profunda bocanada de aire frío de manera silenciosa.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Mu Sheng.

Mu Sheng bajó lentamente las escaleras apoyado de su bastón. El anciano llevaba puesto un conjunto de prendas tradicionales chinas sin arrugas. A pesar de su edad avanzada, todavía parecía enérgico. Bajo la sombra de sus cejas, no era difícil darse cuenta de que durante su juventud había sido un hombre encantador y elegante.

—Bisabuelo…

Mu Yichen lo miró y lo llamó suavemente.

Nadie podía cuestionar la posición de Mu Sheng dentro de la familia Mu. Él había interactuado con muchas figuras poderosas a lo largo de su vida, con cada una de sus palabras y gestos hacían que las personas temblaran de miedo o se sintieran impresionados.

Por lo tanto, a pesar de ser el hijo de un hombre rico como Mu Yichen, también le temía a su bisabuelo.

Por su parte, Mu Sheng estaba encantado con este pequeño con todo su corazón y alma.

Mu Yazhe era su nieto favorito y Mu Yichen era su carne y sangre, por lo que era natural que lo quisiera tanto.

Su expresión cambió al ver a su amado bisnieto sufriendo.

—¿Tu cuerpo no se siente bien de nuevo? ¿Te duele el corazón otra vez? —se apresuró en preguntar.

A pesar de que su bisabuelo mostró preocupación por él, Mu Yichen lo evitó instintivamente. Estaba claramente asustado de él, le tenía miedo a su cara, que siempre era severa y taciturna.

 —¡Nada! —respondió.

—¡Tonterías! ¡Mírate! ¡Te duele tanto que estás sudando frío!

Mu Sheng estaba extremadamente desconsolado.

—¡Bisabuelo, yo… subiré a leer libros!

Mu Yichen saltó del sofá y se apresuró a subir las escalares.

Mu Sheng miró la espalda de su bisnieto y suspiró lentamente.

La noche avanzaba.

Por el camino, un Bugatti Veyron negro corría con el viento. Las luces de neón se proyectaban en la carrocería aerodinámica del automóvil y las luces del túnel pasaban de la luz a la oscuridad sucesivamente. Mu Yazhe, quien tenía el control del volante, tenía sus ojos fijos llenos de una intensa rabia. La fría luz de la luna reflejaba un brillo plateado en su rostro perfectamente tallado.

Pisó el acelerador con fuerza. El motor aceleró y ahogó todos los demás ruidos.

Por alguna razón, esta noche no tenía el control de sus emociones.