Sonó el sexto golpe. La energía vibrante que se acumuló dentro del cuerpo de Wang Baole había alcanzado una cumbre inimaginable. Escupió una bocanada de sangre.
La sangre era negra, y parecía contener las toxinas que estuvieron dentro de su cuerpo. El cuerpo de Wang Baole se sentía como gelatina después de escupir la sangre. Las manchas negras crecieron en su campo de visión.
«Golpearé el tambor hasta que me desmaye…» La cabeza de Wang Baole zumbó, y la conciencia parecía estarse escapando de sus manos. Mientras ese pensamiento centelleaba a través de su mente, y sus piernas perdían toda fuerza, cayó de rodillas con un golpe sordo. Parecía que estaba a punto de perder el conocimiento. Fue entonces cuando escuchó el crujido de algo destrozándose en su interior.
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