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Capítulo 1

14 años después...

Maya.

—¡Ya, detente es suficiente! —El eco me causaba escalofrío, aunque sinceramente, lo tomaba poca importancia a eso, pero este cuarto siempre me causaba miedo.

—¿Cuándo aprenderás a ser más fuerte? ¡¿Cuándo!?—El frenético golpe del cuero sobre mi piel era intenso. Ni siquiera podía describir el dolor y mis pensamientos de odio hacia el hombre detrás de mi.

Por muchas ocasiones pasaron todas las formas posibles de por haber de cómo asesinarlo, escenas en mi mente de como yo perdía el control y lo descuartizaba demostrándole lo fuerte que era; ver su sangre, su cuerpo sin vida y sus ojos abiertos y suplicante. Tantas formas de matarlo y ninguna era real.

—Prometo serlo, pero por favor ya, detente. —Lloraba de dolor, las heridas que anteriormente me había hecho mi padre mucho antes de estas volvieron a abrirse. —Kang...papá

—¡Cierra la boca! —Dejó de golpearme, se dirigió a un hombre esbelto y muy alto, le dijo algo que no comprendí y aquel hombre se acercó a mí y me levantó.

Sus manos tomaron mi brazo con dureza y rápidamente sentí el jaloneo y como mi cuerpo golpeo al bajar de un escalón algo. Me llevaba a rastras por el pasillo sin importar las miradas de los sirvientes o de mis hermanos, solo era yo siendo arrastrada por un hombre que me dobla mi tamaño y el piso dejando un rastro de sangre.

Me llevó a mi habitación y me dejó caer en el piso, justó después salió de mi cuarto. Me arrastré por el piso hacia el baño, abrí el grifo de la bañera y me desprendí de mi ropa, me levanté cuidadosamente y me metí en la bañera.

—Mierda...—Susurré mientras recargaba mi cabeza hacia atrás.

El agua se tornó de un tono carmesí gracias a la sangre que tenía en mis piernas. Lavé cuidadosamente mis heridas para que no se infectaran. Aún dolían, pero a este punto el dolor ya era una costumbre.

Después de que mamá murió cuando yo tenía 6 años, mi padre Kang se volvió la principal persona de estos abusos físicos y emocionales a lo largo de mi vida, aunque fuera su hija, en cada entrenamiento siempre ocurría lo mismo.

Mi padre es un Alfa, su manada es lo bastante poderosa para enfrentarse enemigos con mayor rango, además de que la sangre de cazador corre por sus venas. En cambio, yo no pertenezco a ningún tipo de especie o linaje, mamá era la típica humana que se enamoró de un lobo con aires de superioridad.

Mis hermanos son lobos, ellos tienen un entrenamiento "digno de un alfa" según las palabras de mi padre. Entre ellos siempre fui la última y jamás fui tomada en cuenta. Eso no me molesta, pero a veces deseo tener el cariño o el apoyo de mis hermanos, al menos deseo eso.

Desde que tengo memoria siempre tuve una gran admiración por lo que se encontraba fuera de estas paredes, entre esos grandes árboles y flores alrededor.

Algo que me dio el poder de amar lo que sea.

Aunque de ninguna forma se me permitía salir, las pocas veces que salía de esta inmensa casa era cuando mi madre aún vivía. Papá en aquel tiempo no era tan estricto o al menos mi madre no lo permitía, aunque cuando ella no veía mi papá no dudaba en hacer de las suyas conmigo. En ocasiones mamá y yo escapabamos de casa e íbamos al bosque a buscar flores o plantas y aveces lograbamos ver animales salvajes, aunque un día dejamos de hacerlo y fue con la excusa de que papá se entero.

Y no mentiré, en una ocasión, después de que mamá murió, intente salir sin que nadie lo supiera pero uno de mis hermanos logró verme y me acuso con mi padre, aquello me llevó a obtener un castigo.

Ni siquiera quiero recordar ese momento.

La puerta se abrió delicadamente y por esta se asomo mi hermana menor, su rostro emitía preocupación. Me alegre al verla ya que sabía que no tenía el tiempo suficiente para poder estar cerca y charlar, su entrenamiento es igual de duro solamente que ella si puede soportarlo, en cambio, yo no. Melina es una de mis hermanas y a pesar de que dije que no tenía una buena relación con ellos, ella es la única capaz de acercarse a mi y no poner una mala cara ante mi presencia, agradezco eso ya que es la única que puede alegrar mis días junto con mi abuela. En cambio con mis otros hermanos en su mayoría hombres, no es muy agradable permanecer en un lugar donde están ellos, nunca sabes de que humor están.

—¿Estas bien? Escuché tus gritos desde la otra habitación, los guardias te trajeron arrastrando.

—¿Puedes verme bien? Evidentemente estoy hecha un desastre.

—Papá sólo quiere ayudar, eres la única humana aquí, él solo…

—Trata de hacerme más fuerte, ya lo sé. Solo que sus métodos no son los mejores. —Escondí más mi cuerpo en la bañera tratando de esconder las marcas que estaban en él.

—Trataré de hablar con él. Tengo que volver si no seré regañada. —Asentí sin darle mucha importancia y esperé a que se marchara para poder respirar con libertad.

A pesar de ser tan buena conmigo, ella sigue siguiendo las órdenes de papá, los lobos nunca me han traído cosas buenas en mi vida.

Miré hacia la pequeña ventana por encima de mi en el cuarto de baño, estaba comenzando a anochecer y me sentía tan cansada. E pasado toda mi vida en este lugar, pensando que tal vez aprendería algo de lo que me han enseñado.

Incluso llegué a pensar y a tener la esperanza de que algún día me convertiría en lobo y así mi padre me aceptaría un poco más.

Jamas sucedió, incluso cuando le rogué a la Diosa Luna, jamás sucedió.

Mi madre y mi abuela no tenían prejuicios hacia mí, a alguien perteneciente a la raza humana, pero ellas no son nada comparado con un mundo lleno de licantropos con sed de poder.

Y entre ellos estoy yo.