Cuando Cielo se enteró de la existencia de la grabación y tuvo un vislumbro de lo que era, supo en lo más profundo de su corazón que los mataría. No podía permitir que estas personas vivieran por lo que le habían hecho a Axel.
Sin piedad.
Justo como en aquellos viejos y oscuros días.
Nadie más aparte de ella podía tocar a su familia.
—... así que no tenga que escuchar tu zumbido nunca más. —El hombre contuvo la respiración en cuanto sintió el frío metal presionando contra su frente. Ni siquiera pestañeó, mirando fijamente aquel par de ojos apáticos. Al ver en sus ojos la insignificancia que tenía su vida para ella, el hombre sintió caer sobre su hombro esta invisible roca.
—¿Eh? —Cielo arqueó una ceja, bajando la mirada a las rodillas del hombre—. Te orinaste.
Cuando alzó la mirada de nuevo, añadió:
—Patético.
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