Es cierto que Dominic trataba de olvidar esa parte del pasado mientras crecía. Había días en los que el incidente ni siquiera le pasaba por la mente. Sin embargo, no importaba cuánto se esforzara, había ciertas cosas que nunca olvidaría.
Por ejemplo, el sabor de ese trozo de pan que la niña le dio.
No es que pensara que el pan era especial en sabor o que valiera la pena volar desde una isla solo para comerlo. Pero el sabor se le quedó grabado porque era lo único que tenía en una situación tan peligrosa. De alguna manera, le ayudó a sobrevivir ese incidente.
—¿Dónde lo compraste? —preguntó Dominic después de un minuto de silencio.
Cielo ya estaba sentada en el suelo con Sebastián. Volvió la cabeza hacia él y sonrió.
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