—¿Esto se supone que es un conejito?
—¿Cómo puede la mamá de Basti hacer uno de estos? Le pedí a mi mami que hiciera un pan de conejito. ¡Ella dijo que era imposible!
—Esta flor aquí —¿puedo tomarla? ¿Esto es un huevo?
—No puedes —respondió Sebastián manteniendo una cara de póquer mientras más compañeros se agolpaban alrededor de su escritorio—. Mi mamá dijo que me lo comiera todo. No puedo compartir.
—Awww... —la otra niña con coletas puso morritos—. ¿Qué tal un intercambio?
—Un intercambio se supone que tiene un valor igual. No me gusta el tuyo —replicó Sebastián con desdén.
—Basti, ¿puedo pedirle a tu mamá que también me haga un huevo-flor? —otra niña se unió, incapaz de apartar la mirada de las bonitas meriendas de Sebastián—. Si no quieres, me gusta este de Sunny.
—Pídele a tu madre que te haga uno —se quejó Sebastián, frunciendo el ceño, descontento porque estos niños de repente acudían en masa a su escritorio con sus 'feas' meriendas—. Dejen de molestarme.
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