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02: Un pacto no deseado

—¿Qué demonios?

Asombrado, su voz se filtró.

—Desde ahora en adelante… ¿todo de mí te pertenece? —Nico repitió con incredulidad.

La chica llamada Helel soltó un suspiro exasperado, sus ojos centelleando con un brillo desconcertante.

—No tolero que mis sirvientes tengan ese tipo de cara de idiota. Será mejor que me sigas el ritmo.

Nico la miró con una mezcla de confusión, irritación y asombro. «¿Quién diablos se cree que es esta chica?», pensó, dirigiéndole una mirada irritada.

La chica entrecerró los ojos de inmediato, erizándole instintivamente su piel. No hizo falta que dijera nada. Su postura era la de una bestia proclamando su dominio ante el mundo, o la de un tirano a punto de cortar la cabeza de un insubordinado.

Su corazón latió con fuerza, una mezcla de temor y curiosidad burbujeando en su interior. ¿Qué clase de ser era esta mujer, que exudaba tanto poder y confianza?

—Parece que he subestimado el intelecto de los humanos de esta época… —murmuró.

Y a continuación, una serie de rayos cayeron sobre ella.

—¡Cuida…!

Alarmado, Nico empezó a gritarle; después de todo, era por su culpa que ella se había distraído del Top Game en el que estaba participando. Pero a medio camino, su grito murió en su garganta.

Los rayos cayeron sobre la chica, pero no lograron hacerle nada. Ella alzó una mano, y los pilares de energía se detuvieron a mitad de su trayecto en el aire, como si temieran atreverse a tocarla.

—El precio de su idiotez serán sus vidas —dijo Helel, desviando la mirada con desdén.

Nico se encontró siguiendo involuntariamente su mirada, topándose con las figuras enmascaradas que, ahora que las detallaban, parecían más alienígenas que humanos. Supo que solo no los notó por una razón: había sido hechizado por la belleza de la chica llamada Helel. Solo la belleza irreal de aquella chica podría, al fin y al cabo, hacerlo ignorar algo tan raro como la apariencia de aquellas personas. Con una capa y una túnica negra que cubría por completo el cuerpo y una máscara blanca que parecía imitar la cara de un cabrío ocultando su rostro, eran acosadores totalmente bizarros que parecía salido de alguna clase de manicomio.

—Mueran —ordenó Helel con autoridad, mientras los rayos se tambaleaban en el aire ante ella y se dirigían hacia sus enemigos enmascarados.

Los rayos parecieron impactar, y una especie de impacto hizo estremecer el pequeño callejón y elevar una cortina de polvo que dificultó brevemente la visión. La mayoría no habría podido decir con claridad lo que había sucedido con las personas enmascaradas y los rayos, pero para Nico no fue tan difícil. Pudo observar con claridad como las personas de mascara blanca levantaban un domo de energía para protegerse, sufriendo así ninguna daño.

Helel pareció ser capaz de ver lo mismo.

—Hmp —bufó con desprecio.

No pareció hacer algo más allá de eso, pero el aire pareció distorsionarse y solidificarse ante su murmullo, dirigiéndose como un proyectil en contra de la barrera que protegía a los enmascarados, rompiéndola instantáneamente. Los enmascarados entonces agarraron cada una lo que parecía ser una especie de cruz con forma de «T», de cuyos bordees superiores surgieron hojas de luces, transformándose en algo parecido a espadas láseres, para luego digerirse hacia ellos.

—Parece que ya no me queda energía… —murmuró Helel casualmente, para luego mirar a Nico con ojos de mando—. Lacayo, ven aquí. Defiéndeme.

—¿Se puede saber a quién se supone que estás llamando lacayo? —murmuró Nico con irritación.

Sin embargo, igual se movió hacia adelante.

No estaba seguro de lo que estaba pasando, pero el Top Game en el que Helel y esos tipos estaban participando parecía ser bastante flexible, algún tipo de «batalla donde todo el que venga pueda participar». O quizás había una regla más específica, como tomar a alguien bajo el mando. No importaba, fuera lo que fuera. Había ido a detener lo que sea que pasara antes de que hicieran daño a la edificación de Arcanville.

Que todavía estuviera rememorando el beso de Helel no tenía nada que ver.

Se concentró. En un solo segundo, llenó su cuerpo, desde la parte más superficial a la más profunda, de energía mágica. Convertido en el equivalente biológico de una maquina llena de energía, se movió entonces a un paso con el que recorría más de diez veces la distancia que recorría normalmente en apenas la tercera parte del tiempo que normalmente le tomaba. Era como un automóvil último modelo disfrazado de humano.

Apareció ante la primera persona enmascarada más cercana. Controlando su postura, en un estallido visual lanzó un jab con dirección al área de su abdomen. Su puño alcanzó a uno de los enmascarados, y…

Un estremecimiento recorrió su ser.

«¡CONFLICTO PROHIBIDO¡», retumbó en su mente, una verdad compartida pero no dicha que alteró la realidad misma y que, casi como si una película en reversa se dibujara hizo, que Nico se encontra retrocediendo mientras veía a los enmascarados hacer lo mismo.

«¿Qué acaba de pasar?», se preguntó Nico, confuso.

Hace cuatro mil años todos habían jurado resolver todo con Top Games y desde ese entonces los conflictos estaban prohibidos: eso era algo que tenía claro. Lo que había sucedido solo debía haber sido una sub-consecuencia del pacto antiguo hecho con el poder de los dioses.

Pero entonces, eso quería decir que no estaba ocurriendo un Top Game.

«¿Y entonces cómo ella estaba combatiendo contra ellos?», se preguntó viendo de reojo a Helel.

—No dejes que tus ojos se desvíen, lacayo.

Nico sintió uno de sus ojos temblar con irritación. «¿Va a seguir con lo de "lacayo"?», se cuestionó. Y solo por ese detalle, se distrajo de las acciones de los enmascarados.

—Retirada —fue lo único que escuchó decir a uno, antes de que todos alzaran sus espadas láseres y estas resplandecieran al mismo tiempo, creando un gran destello de luz que encegueció sus sentidos.

—Gah —murmuró Nico. Sus lentes le habían protegido un poco, pero de igual manera el resplandor lo encegueció brevemente. Se recuperó en cuestión de segundos, pero cuando sus sentidos volvieron a estar activos los enmascarados habían desparecido.

—Tu desatención facilitó su escape —concluyó Helel con un deje de desdén. —. Da haber hecho algo como eso en el pasado, tal negligencia te habría costado tu vida.

—No era como si pudieran herirme —le respondió Nico, algo molesto, aunque sus palabras tuviesen razón. No debió haberles dejado escapar.

La respuesta de Helel fue un simple bufido.

—Sera en otra ocasión cuando castigue tu falta. Por ahora… Lacayo, ven y cárgame.

Nico frunció el ceño y la miró con incredulidad.

—Dime, ¿por qué se supone que tendría que hacer eso? ¿Y por qué demonios sigues llamándome lacayo?

Helel bufó otra vez.

—Es sorprendente, tu especie se ha vuelto más ignorante de lo que pensaba. ¿No has notado, lacayo, el lazo que ahora existe entre nosotros? ¿Creíste que alguien de mi nivel haría algo como lo que hice sin consecuencias?

—¡¿Es esto una forma muy despectiva de decir «asume la responsabilidad»?! —gritó Nico sin poder evitarlo.

—¡Lacayo Idiota! Observa con atención

Al gritar eso mientras hacia un gesto sutil, Helel llevó a Nico a examinarse detenidamente. Así, conteniéndose de gritar molesto en respuesta ante el insistente uso de «lacayo», Nico se «observó» de una forma que los mejores ojos no podrían al cerrar los ojos y desperdigar la energía mágica en el interior de su cuerpo.

De inmediato, frunció el ceño y abrió los ojos. Se arremangó la manga izquierda de su camisa y miró su brazo. Una sensación extraña repentinamente cruzó por su extremidad y entonces una especie de quemadura apareció en su piel, imprimiendo una especie de tatuaje de un cráneo.

—¿Qué significa esto?

Nico miró a Helel con agudeza.

«Ella hizo esto al besarme», se dio cuenta.

—Es la marca de nuestro pacto —respondió ella con una sonrisa arrogante—. Te he dado el honor de ser mi lacayo mientras recupero fuerzas. Agradécelo. Muchos matarían por ese honor.

—¿Honor? —Nico la miró con molestia—. ¡¿Estás diciéndome que usaste algún tipo de magia sobre mí para obligarme a servirte, y lo llamas honor?!

—Lacayo idiota —Helel lo miró como si viera a un gusano—. ¿Los de tu clase no te lo han contado? Ni siquiera yo podría conjurar un pacto sin que la otra persona estuviese de acuerdo con ello. Lo sentí cuando mis labios se posaron sobre los tuyos: ese deseo por el que luchas. Le pregunté a lo más profundo de ti que harías para obtenerlo, y la respuesta me permitió conjurar lo que tus ojos ven.

—Yo no acepté nada.

—Lo hubieras hecho. Tu deseo ardió tanto que me llamó la atención

—Eso es una estupidez. No pienso ser tu lacayo.

—Tu anhelo te ha condenado. No tienes de otra.

Al decir eso, Helel hizo una especie de mímica como de apretar algo, y Nico sintió que la marca en su brazo repentinamente ardía, palpitando como si estuviera viva. Se mordió los labios, evitando gritar para no darle satisfacción a la bruja en frente de él, y esta respondió dejando de hacer la mímica de apretar algo con su brazo.

—¿Qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó, acariciando su brazo disimuladamente.

—Las condiciones son simples —Ella lo miró de una forma que le reveló que no tenía derecho a discutir lo que estaba a punto decir—: sírveme mientras me recupero y mientras tanto todos tus sueños se harán realidad. Cúmplelo y la fortuna te sonreirá. Trata de ir en contra y encontraras un camino hacia el dolor supremo. ¿Qué harás entonces, lacayo?

A regañadientes, Nico se acercó a Helel y se preparó para cargarla.

—Es bueno saber que posees un mínimo sentido de auto-supervivencia.

Diciendo eso, Helel lo ayudó a cargarla, de modo que se encontró sosteniéndola al estilo de una princesa, sus manos en la parte baja de su espalda y las de ella en su cuello.

Su pulso se aceleró. Ella podría haberlo marcado con magia y, por lo poco que había demostrado, tener un carácter de basura; pero seguía siendo hermosa en una medida inhumana. En esa postura, en donde su torso estaba pegado al suyo, donde sus brazos tocaban un área cercana a la de su retaguardia y en donde sus rostros estaban peligrosamente cerca, era terriblemente consciente de ese hecho. Podía sentir su aliento en su cuello con cada respiración, acelerando el suyo.

—¿A-a donde se supone que te lleve? —preguntó, maldiciéndose por tartamudear.

Ella no pareció darle importancia a su notorio nerviosismo.

—Llévame a tu morada.

—¿Mi departamento? Pero está casi a un kilómetro de aquí.

—¿Y qué? ¿No eres lo suficientemente fuerte como para llevar a tu ama a esa distancia?

Nico se mordió el labio, conteniendo su irritación. Podía llevar a Helel cargada toda esa distancia sin dificultad, pero… No creía poder aguantar en esa posición durante mucho tiempo.

—Si la distancia es lo que te molesta, entonces usa magia para teletransportarte—dijo ella como si fuera obvio—. Tengo entendido que es un truco común en esta época.

Nico se mordió el labio otra vez, esta vez por una razón diferente.

—Yo no conozco ese tipo de magia… —susurró con vergüenza.

Helel gimió con frustración.

—¡Que lacayo tan inúti! No queda de otra. Cierra los ojos, lacayo, y piensa en el lugar donde quieres estar.

—Pero pensé que habías dicho que no tenías energía…

—¡Hazlo de una vez!

Nico dudó, cerró sus ojos e imaginó su departamento.

Sintió un movimiento, unos labios suaves sobre los suyos, una sensación que lo hizo flotar…

Duró apenas un instante, siendo interrumpida por la voz altiva de Helel:

—Prepárate. Lo siguiente puede no ser placentero.

Y con un sonido de explosión y ruptura, semejante al de un «CRACK», desaparecieron en un destello.