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Capítulo uno

Nada volvió a ser lo mismo desde ese día...

—Cariño, es hora de ir al doctor—gritó mi mamá desde las escaleras, así que, para evitar un futuro regaño, me apresuré, tomé lo necesario y después bajé.

—Con cuidado sube al auto, no quiero que te vayas a lastimar—mi madre tomó mi brazo y con mucha delicadeza me colocó sobre el asiento del copiloto.

—Mamá, sabes que puedo hacerlo solo, no soy un niño pequeño—dije algo enfadado, odiaba el hecho de que mi madre me tratara así, ya tenía 19 años, yo era capaz de hacer las cosas por mí mismo.

—Sí hijo, lo sé, pero en el estado en que te encuentras me cuesta creer que puedes hacer las cosas.

No dije nada más, no quería que esta charla acabara como una gran discusión, tratándose de mi madre, obviamente no le ganaría, así que me recosté en el asiento, me puse mis audífonos y me dediqué a escuchar música, entré en un estado de relajación y cerré mis ojos. No sé cuánto tiempo pasaría, pero al parecer ya habíamos llegado, la voz de mi madre se escuchaba mientras me movía. Me levanté y nos dirigimos a la entrada del hospital, me senté en la sala de espera mientras mi madre arreglaba unas cosas con la recepcionista. Pasó aproximadamente media hora, mencionaron mi nombre, estaba listo para ver a la doctora, entramos al consultorio.

—Buenas tardes, señora Brown, tomen asiento por favor–habló la doctora señalando las sillas que se encontraban enfrente de su escritorio, nos sentamos y la doctora continuó.

—¿Qué los trae por aquí?

—Buenas tardes doctora, bueno el motivo de nuestra visita es urgente ya que...—mi madre hizo una pausa exageradamente dramática y después siguió hablando–hace unos meses mi hijo ha presentado unos síntomas de alguna enfermedad que desconozco, al principio creí que era algún trastorno alimenticio, ya que él se negaba a comer, y cuando lo hacía, se dirigía al baño a expulsar todo lo consumido, no está muy activo y...bueno, comencé a preocuparme. Hace dos semanas, lo obligaba a comer, pero pasaba lo mismo, hasta el punto de vomitar sangre, no pude verlo así, entonces decidimos acudir a usted para que lo revise–la doctora estaba sorprendida, tal vez pensaba que se trataba de algún resfriado o tos, pero al observar el cambio de su expresión tranquila por una de gran preocupación, pude deducir que era algo muy grave.

—Bien, dime Joel, ¿qué has sentido los últimos días?—me miró seriamente mientras agarraba una pluma y acercaba su libreta.

—Bueno, realmente, he sentido mucho dolor abdominal, todo lo que consumo me provoca náuseas, ya no puedo comer nada, me siento débil, cansado, sin ganas de hacer nada.

—Bien Joel, recuéstate en la camilla—dijo la doctora levantándose de su silla y dejando su libreta, para después colocarse su estetoscopio, me recosté suavemente y la doctora revisaba los latidos de mi corazón, después revisó mis ojos, y finalmente presionó mi abdomen, cabe destacar que grité, la presión que la doctora hizo en mi abdomen me había dolido tanto que no pude evitar gritar, así que la doctora preocupada me sentó, y tomando su libreta, le hizo un ademán a mi madre para que ella la siguiera, cerraron la puerta y sin más me quedé sólo, observando las blancas paredes de la habitación, podría jurar que transmitían tranquilidad, con el aire que entraba por las ventanas y el olor tan fresco que despedía el cuarto, me comencé a relajar, pero la doctora entró junto con mi madre.

—Joel, quiero que sepas que los síntomas que presentas no son una enfermedad común o solamente un dolor de estómago, necesito enviarte inmediatamente con mi compañero, él se llama Clover, es un gastroenterólogo, él te dejará en claro qué es lo que te pasa, hablé con tu mami y ella está de acuerdo, pero necesito saber si tú lo estás.

—Si así me voy más rápido a casa, entonces está bien—dije en un tono desesperado, realmente me estaba poniendo nervioso y quería irme a casa.

—De acuerdo, señora Brown por favor escuche con atención—la doctora le dio algunas indicaciones a mi madre, sobre cómo llegar al consultorio, ya que el hospital era demasiado grande y a decir verdad era la primera vez que estábamos ahí, mi madre se acercó a mí y me ayudó a levantarme, nos despedimos de la doctora y con una falsa sonrisa nos deseó suerte. Nos dirigimos al elevador, y después de recorrer una infinidad de pasillos y cuartos pudimos llegar al lugar indicado. Mi madre nuevamente habló con la recepcionista y esperamos otra hora más, realmente estaba cansado, y no quería desesperarme, la recepcionista mencionó mi nombre, y eso me daba una vaga esperanza de poder ir a casa, entramos al consultorio y tomamos asiento.

—Buenas tardes, soy el doctor Clover, ¿en....—mi madre interrumpió al doctor extendiéndole una nota, él la tomó, y de igual manera su semblante cambió muy drásticamente, se sentó en su escritorio y tecleó rápidamente.

—Joel, supongo que ya sabes que esto no es muy normal en personas de tu edad, así que necesito una ecografía endoscópica—habló finalmente el doctor y tomando su teléfono llamó unas cuántas veces, yo estaba verdaderamente confundido, no sabía del todo sobre qué me hablaba. Rápidamente unos enfermeros llegaron con una silla de ruedas y me llevaron a un cuarto, ¡Genial otro cuarto!, mi madre se veía muy afectada,¡¿Qué rayos sucedía?!, me quitaron la ropa y me pusieron una bata azul, después me indicaron que debía recostarme en la camilla, lo hice y comenzaron a sacar tubos, bolsas de sueros y después me pusieron un extraño artefacto en mi boca y después de la confusión comencé a ver todo borroso, mientras veía a mi madre llorar, quería preguntarle sobre lo que pasaba, pero mi cuerpo no me respondía, todo daba vueltas y luego todo estaba negro.