Después de una hora de preparación y conversaciones que en su mayoría fueron intercambiar elogios y realizar invitaciones, la reunión de alianza entre Konoha y Kumogakure se llevó a cabo. Los asesores del raikage estaban a treinta metros por detrás de él, sentados sobre cojines y en posición de seiza. En su mayoría todos eran ancianos que venían de la Era de los Estados Combatientes, salvo Yamato y Jin, que destacaban por su piel morena, cabello rubio y gran construcción física. A su lado, los ancianos parecían niños escuálidos.
Del otro lado de la mesa estaba Tobirama, mirando al raikage Ryu con un rostro serio e inexpresivo mientras este último revisaba los documentos propuestos por ambas naciones en conjunto. Había algunas cosas que no le gustaban y otras a las que era indiferente, pero en general estaba de acuerdo con la mayoría de los puntos.
Por otro lado, los cinco discípulos de Tobirama estaban a treinta metros por detrás de él, sentados sobre cojines en posición de seiza. Danzo se mantenía atento a los movimientos de los alrededores, pero Hiruzen y Homura estaban cabeceando y bostezando del sueño. Koharu peleaba con ese sentimiento mientras que Torifu estaba atento a cada movimiento que pasaba a su alrededor.
Diez minutos después, el raikage tomo su timbre y lo estampo en el documento. Después tomo un pincel y escribió su nombre con una caligrafía que se podría considerar decente. Una vez eso listo, cedió el documento a Tobirama y este último lo reviso una última vez. Después de estar seguro de que todo estaba en orden, también estampo su timbre de hokage y escribió su nombre con una caligrafía que se podría considerar minuciosa.
—Bien, con esto nos hemos convertido en aliados— dijo el raikage rebosante de confianza, tratando de parecer lo más amigable posible. Sin embargo, Tobirama fue indiferente a sus palabras y solo se levantó de su silla.
—Con esto hemos finalizado el tratado— dijo Tobirama con voz potente, el raikage se levantó de su cojín y entendiendo que Tobirama no mostraría más cortesía de la necesaria, hizo una pequeña reverencia que Tobirama devolvió.
—¡Maldito traidor de la villa!— grito un hombre de mediana edad, saltando desde un árbol y cayendo en el pasto, a treinta metros de la mesa y entremedio de los dos grupos de consejeros.
—Ryutaro, ya conversamos esto te dije que era todo un malentendido— grito el raikage enfurecido, después miró a Tobirama con una expresión apologética y continuo —lo siento hokage-dono, esto es solo un problema menor—
—¡Mentiras!— grito Ryutaro en respuesta —maldigo el día en que tú y yo nacimos en el mismo clan. Maldigo el día en que tu padre nació y él mío lo considero su hermano—
—Cállate Ryutaro— grito de vuelta el raikage —guardias, guardias, llévenselo de aquí—
Al instante siguiente unos shinobis saltaron para capturar a Ryutaro, pero al mismo tiempo, otros shinobis lanzaron kunais contra el raikage. Eso rompió por completo la ceremonia y el raikage y Tobirama dieron un salto hacia atrás en direcciones opuestas.
Tobirama siguió saltando hasta quedar al lado de sus discípulos y ellos se pusieron de pie, listos para el combate.
—No intervengan— dijo Tobirama en un tono firme
—Pero sensei, son nuestros aliados— dijo Hiruzen
—Lo son si el raikage puede representar a su villa, de lo contrario, ese documento no significa nada. Si intervenimos y matamos a alguien, solo reactivara el conflicto entre Konoha y Kumo, lo cual no sería para nada útil—
Los cinco discípulos mantuvieron una postura defensiva, apoyandose espalda con espalda mientras vigilaban lo que pasaba a su alrededor. Poco a poco comenzaron a llegar más shinobis y Kumogakure se dividió en dos bandos. Los que estaban con el raikage y los que estaban en su contra. El problema era claro, los shinobis que estaban en contra del raikage lo tildaban de traidor. Le gritaron que sabían de su colaboración con el hokage para matar al anterior raikage. Además de que estaba realizando negociaciones ocultas que perjudicarían a la villa.
—Esto es malo— murmuro Tobirama —a mi señal, escaparemos de aquí. Esto no va a terminar bien—
—¿Por dónde sensei?— preguntó Danzo con una gota de sudor corriéndole por la frente. Ya podía contar más de cien shinobis de Kumo entre los dos bandos. Todavía lo podían manejar con la ayuda de los anbus, pero era como decía Tobirama. Si se metían en el conflicto, el problema crecería a un punto de no retorno.
—Hacia la costa, lo más lejos posible del templo. Créanme, no quieren enfrentar a los monjes—
—Sí— respondieron los cinco discípulos.
No obstante, antes de que Tobirama pudiera generar una apertura para que ellos pudieran escapar, se quedó congelado y después frunció el ceño.
Al instante siguiente dos shinobis saltaron desde los árboles y cayeron del lado de los que estaban en contra del raikage. Ambos shinobis vestían ropa purpura y la chaqueta táctica blanca de Kumogakure. De gran estatura y cuerpos musculares. Sin embargo, lo extraño eran unos cuernos que crecían en su cabeza y su cabello similar a una larga melena de león peinada hacia atrás. Llevaban la bandana de Kumogakure, con la inscripción de dos nubes símbolo de la villa.
Ambos shinobis era hermanos gemelos y lo que los diferenciaba el uno del otro, eran el color de su cabello y arma. El rubio tenía un gran abanico con plumas blancas y rojas, mientras que el otro tenía el cabello plateado y portaba una especie de espadón rectangular y una gran cantimplora de calaza tan grande como el torso de un adulto.
—¿Qué hacen ustedes aquí?— preguntó el raikage frunciendo su rostro, lo cual agrado a los hermanos de Oro y Plata
—¿Por qué lo preguntas raikage?— preguntó Oro
—Tú tienes tus planes para la villa— añadió Plata —nosotros también tenemos los nuestros—
—¡Esto no es un juego!— grito el raikage de vuelta, realizo una seguidilla de sellos y dijo —kuchiyose no jutsu—. Al instante siguiente apareció una enorme pantera negra, rugiendo y mirando a los hermanos con ferocidad.
—Ríndete, hermano, también eres de Kumo. Te trataremos con respeto por todos tus años de servicio— dijo Oro perdiendo su sonrisa
—Yo hago esto por la villa y mi familia, ustedes no tienen ni lo uno ni lo otro. No me hagan reír, putos mercenarios—
Ambos hermanos y el raikage, seguidos por sus facciones se iban a lanzar al combate, pero antes de que siquiera dieran un paso, escucharon la fría voz de Tobirama —Kokuangyo no jutsu—
Al instante siguiente todo se volvió oscuro, como si estuvieran en un mar de tinieblas. Sus cuerpos se sintieron sueltos como si flotaran en el aire. Todos se preocuparon, salvo los hermanos de Oro y Plata, quienes tenían grandes reservas de chakra.
—¿De qué se ríen idiotas?— grito el raikage al ver sus repugnantes sonrisas
—No estamos solos— respondieron los hermanos, ambos juntaron sus manos y manifestaron un tenebroso chakra naranja. El genjutsu del mundo oscuro se rompió como si fuera una pared de vidrio y al instante siguiente volvieron al bosque de árboles de hojas amarillas. No obstante, Tobirama y su equipo había desaparecido.
—Maldito hokage— murmuro el raikage molesto por no poder escapar junto con él.
—No te preocupes, él también tendrá su merecido— dijo Oro
—Por otro lado— añadió el hermano de plata, dejo la cantimplora de calabaza en el suelo, levantó la mano y chasqueo los dedos. Al instante siguiente saltaron cincuenta shinobis más a su lado, pero lo diferente que tenían estos, era que todas las placas metálicas de sus villas tenían el emblema tachado —te dijimos que no estamos solos—
Al mismo tiempo, Tobirama y sus discípulos corrían atravesando el bosque de árboles de hojas amarillas. Por delante solo se veía más vegetación mientras que a su derecha se veía el gran árbol del templo.
—Muévanse treinta metros más a la izquierda— dijo Tobirama —hay que alejarse del templo, no queremos que los monjes piensen que somos hostiles—
—Sí— respondieron los cinco discípulos. Poco a poco fueron avanzando y la pagoda que estaba siendo ocultada por el gran árbol, fue visible a la distancia. Sin embargo, un temblor puso al grupo en un estado de alerta.
—¡Aquí viene, atentos!— grito Tobirama.
El movimiento telúrico se hizo más fuerte y unos veinte metros por delante, apareció un enorme ciempiés destrozando los árboles que había a su paso. Tenía la cabeza y patas de color naranja mientras su cuerpo alargado era de un azul oscuro. Por otro lado, un hombre adulto estaba parado sobre la cabeza del cien piel. Tenía el cabello rojo y el rostro y brazos cubiertos de vendas.
Tobirama lo reconoció de inmediato y frunció el ceño, esperando que esto fuera una broma. Podía matarlo, pero requeriría tiempo y si se demoraba mucho llegarían esos dos monstruos de Oro y Plata.
—Ryoma Uzumaki ¿Qué quieres?— preguntó Tobirama, lo cual llamo la atención del resto de sus discípulos.
—Vengo a devolverte el favor por presentarme ese negocio tan lucrativo, Tobirama Senju— dijo Ryoma mientras el ciempiés elevaba su cabeza y se erguía sobre su cuerpo como una serpiente —gracias a tu ayuda, todo mi cuerpo esta quemado y mis días de vida están contados ¡Espero que te lleves este rencor a la tumba!—
Entonces Ryoma realizo una seguidilla de sellos y grito —kuchiyose no jutsu—. Al instante siguiente ocurrieron una veintena de explosiones de humo en el suelo alrededor del ciempiés, y de las nubes comenzaron a reptar un sinfín de serpientes.
—Tengan cuidado con el veneno— le grito Tobirama a sus discípulos, después se largó a correr, saco su kunai de tridente y lo lanzó a la parte posterior del mar de serpientes. Su cuerpo parpadeo y apareció por detrás de las serpientes. El ciempiés sintió su presencia y giro su cuerpo para lanzarse de cabeza contra él. No obstante, Tobirama lo evadió al mismo tiempo que realizaba sellos de mano a una gran velocidad. Una vez que cayó al suelo, junto aire en sus pulmones y grito —suiton, suidanha—. Entonces escupió un largo chorro de agua con una presión tan poderosa que decapito al ciempiés en un solo movimiento.
El ciempiés desapareció generando una gran nube de humo y Ryoma cayó desde cinco metros de altura, pero se pudo equilibrar en el aire y caer sobre sus pies. Al instante siguiente confecciono más sellos de mano y grito golpeando el suelo otra vez —Kuchiyose no jutsu—
Tobirama quería matarlo lo más rápido posible, pero cuando lo escucho, dio dos largos saltos hacia atrás y se impulsó para pararse en la copa de un árbol. Hubo dos enormes explosiones de humo blanco y de ellas emergieron serpientes de más de cien metros de largo. Ellas se pararon sobre su cuerpo, irguiendo sus cabezas y mirando a Tobirama con esas pupilas reptilianas.
—Maldito Uzumaki— murmuro Tobirama con una expresión molesta mientras ocurría una tercera invocación y otro ciempiés de color rojo se elevaba por sobre el bosque. Diferente del anterior que solo era enorme, este tenía una especie de veneno en la punta de sus patas que podría todo lo que tocaba. Lo cual asusto a las serpientes gigantes e hizo que ellas sisearan en señal de amenaza.
—Katon, Karyu Endan— se escuchó un grito y una terrible llamarada golpeo a una de las serpientes, devastando todo a diez metros a la derecha de Tobirama. Este último miró a lo lejos y vio a Hiruzen con un rostro magullado por los golpes. El resto de los discípulos no se veían por ningún lado, pero por la sonrisa en los labios de Hiruzen, Tobirama supuso que estaban bien.
—Es hora de acabar con esto— dijo Tobirama, tomo una vez más su kunai con forma de tridente y miró a Ryoma —¿Sabes qué es lo importante al momento de lanzar un kunai?—
—¿A quién rayos le importan esas cosas?— grito Ryoma y echo a correr a su ciempiés, pudriendo y arrasando con todo lo que estuviera a su paso. Al mismo tiempo, Tobirama lanzó su kunai, atravesando más de treinta metros de distancia. Ryoma vio la hoja volar directamente a su cabeza, así que dio un paso a un lado y evito el peligro. Sin embargo, cuando pensó que el peligro había pasado, Tobirama apareció detrás de su espalda y dijo —el ángulo, Ryoma, eso lo más importante—
Ryoma se dio la vuelta lo más rápido que pudo lanzando un manotazo hacia atrás. No obstante, Tobirama pudo leer el movimiento, se agacho y desde abajo, apuñalo a Ryoma en la garganta.