Después de ese pequeño incidente, vinieron muchos más. Por supuesto, Cristina nunca se rindió. Podría haber ido detrás de algún acaudalado socio comercial. Alguno de esos agraciados hombres que le ofrecían bonitos regalos, pero sus ojos y su deseos estaban puesto en el elfo. Un hombre que ostentaba más de un poder. Así que ella siguió presionando, tentando y demostrando sus deseos. Por su parte, Kain tentado y debilitado detrás de tanto ataque, un buen día, cedió. A sus ojos era como si te pusieran una exquisita comida y todos los días te preguntaran ¿quiere?. En un principio te podías negar, pero después de tanta insistencia, te daba curiosidad. Así que no lo vio con malos ojos, sería como probar un bocado, si te gustaba seguirías, de lo contrario, dejarías la comida de lado, así de fácil.
Aprovechando que era un día demasiado ajetreado en la oficina. Cristina hizo lo usual, preparo una taza de café y camino hasta la oficina de lord Dragonroad. Hoy vestía un vestido amarillo y lizo que remarcaba su esbelta figura y apretaba sus senos haciéndolos ver más prominentes. Imitando a las señoras de la casa Dragonroad, se ató el pelo lacio en una coleta. Avanzaba a un ritmo suave pero seguro, haciendo que el sonido de sus tacones anunciara su presencia. Llego a la puerta de la oficina y golpeo dos veces. Desde el otro lado se escuchó una voz grave "adelante". Cristina utilizó su mano izquierda para girar la manecilla, abrió la puerta y vio al elfo sentado en su escritorio. Su largo cabello blanco estaba peinado hacia atrás dándole un carácter más frio y severo. Sus ojos de un azul intenso estaban enfocados en los documentos que sostenía en su mano derecha mientras se reclinaba en su silla de cuero. Cristina asintió y camino haciendo sonar sus tacones. Kain le dio una mirada de soslayo y volvió a sus documentos. Después pudo escuchar como sonido del planillo al hacer contacto con su escritorio. Como otras veces, vio sin mirar directamente como Cristina se lo quedaba mirando. Parecía que esperaba algunas palabras de elogio, alguna señal para que se desnudara y lo hicieran. Kain siempre estuvo en contra.
A diferencia de Reida y Barbara, Cristina tenía una niña pequeña, además de que solo hace unos pocos años estaba casada. No era como que podía hacer su vida así nada más. Sin contar que esta mujer poseía unos fuertes deseos de venganza. Gracias a su hija y su trabajo, se ha mantenido ocupada, pero Kain no sabe por cuánto tiempo durara esto. Ahora, su preocupación es Tristina. Cristina es una mujer adulta y sabe lo que es bueno para ella, así que si se mata buscando la venganza, es cosa suya. El problema viene con la niña, que puede convertirse en la siguiente vengadora o peor aún, en parte de la venganza.
Kain paso a la siguiente hoja que tenía que revisar y vio que Cristina aún no se iba. Dejo los papeles sobre la mesa, estirando sus largos brazos y alcanzo la taza en una esquina de su escritorio. Para cualquiera sería un problema, pero para Kain con un metro noventa de estatura, muchas cosas estaban al alcance de su mano. Kain acerco la taza de café, miró a Cristina que estaba expectante y se dedicó a revolver el café.
-¿En qué puedo ayudarte?- le pregunto Kain en un tono amable
-Bueno, vera- dijo Cristina -usted me dijo que si no encontraba a alguien, podía confiar en usted-
Kain levantó las ceñas mientras hacía sonar la cuchara rosando el fondo de la taza. Miró al techo como si hiciera memoria y respondió -eso lo dijiste tu por tu cuenta. Cristina, no sé qué te propones, pero por tu hija, no pienses en estupideces-
Cristina se mantuvo al otro lado del escritorio, sin ceder ni un milímetro, junto sus manos a la altura de su estómago y respondió -mi hija no tiene nada que ver en esto, señor. Son solo las necesidades de una mujer. Igual que su esposas, yo soy una mujer y tengo mis necesidades. Si hubiera alguien de confianza, lo buscaría, pero solo lo tengo a usted-
Kain termino de revolver el café, lo probo y lo hayo bueno. Una cucharada llena de café, por una de azúcar, como le gusta. Por lo usual, solo Victoria se lo prepara así. Queda un poco amargo, pero para la oficina es perfecto. Te permite sentir la tensión y la seriedad del lugar. Dejo de lado el café y se dedicó a mirar a la mujer al otro lado del escritorio. La miró de arriba hacia abajo y lo pensó detenidamente. Podía ayudarla, pero no tenía que llegar a tanto como para hacerla su mujer. Estaría bien si solo fuera un poco.
-Cierra la puerta y después siéntate acá- dijo Kain mientras se palmeaba el muslo. Cristina reacciono sonriendo y asintiendo. Con el repiqueteo de sus tacos, marco un ritmo acelerado y de una forma que ni ella se dio cuenta, en unos segundos ya estaba sentada en la pierna derecha de lord Dragonroad. Con un firme agarre, Kain estiro su mano derecha y le apretaba nalga derecha. Por otro lado, con su mano izquierda le tomaba la mano derecha. Eran dos mundos aparte, en la mano del alto elfo podían caer las dos manos de Cristina. Era una sensación fascinante, pensó Cristina. Podía oler el aroma refrescante de la naranja, pero ella lo sabe, conoce todos los perfumes que la señora Victoria le compra. Junto con madame Dragonroad, es la que más se preocupa por su forma de vestir. Siempre le está recordando que como te ven, te tratan. Saliendo de sus pensamiento, Cristina tenía su cara a unos centímetros de la de Kain. Ella elevo un poco los labios esperando a que él la consienta y le corresponda. Por otro lado, Kain sonrió y agachando sus labios, le dio un pequeño y tierno beso. Se separo por unos centímetros y la quedo mirando a los ojos sin nunca perder la sonrisa. Cristina también sonrió, por alguna razón se sentía emocionada. Volvió a acercar sus labios, casi topando con los del lord. Kain ni tonto ni perezoso, iba masajeando esas contorneadas nalgas con su mano derecha mientras correspondía el gesto con un beso. Subía por esas finas caderas, hasta acariciarle la espalda y bajaba de nuevo hasta las nalgas. Era un cuerpo delicado y lindo, similar al de Victoria, pero le faltaban tetas. Al menos, eso echo de menos. No obstante, no lo dijo, porque aunque fueran pequeñas, Cristina tenía su encanto. Mientras entrelazaban sus lenguas, Kain podía escuchar a Cristina respirar con dificultad y sentir que se estaba excitando. La temperatura en el cuerpo de Cristina había subido varios niveles y sus ojos llenos de anticipación, le decían que podía continuar incursionando en otras partes. Kain poco a poco fue pasando de los labios al mentón, siguiendo por el cuello hasta llegar a la clavícula. Le daba firmes y tiernos besos, hasta volver a subir y llegar una vez más a los labios.
Por su parte, Cristina condujo la mano derecha de Kain a su entrepierna. Como las otras veces, no llevaba nada, así que el sentimiento áspero fue instantáneo. Muy diferente de su difunto marido. Lord Dragonroad tenía las manos suaves pero duras. Seguramente por la combinación de las callosidades y la crema que le aplicaban sus esposas. Él paso sus enormes dedos por el pubis, masajeando los muslos, pero nunca llegando a la meta. Algo que de por si molestaba a Cristina. Pero lo dejaba ser. Le dejaba que disfrutara de su piel y poco a poco, contribuyera a su humedad. Podía sentir como las gotas, de algo que no era sudor, escurrían por su entrepierna. Era un sentimiento tan diferente a lo que probo en aquella época. ¿Acaso ella era inmoral? Se pregunto. ¡Claro que lo era!, se dijo. Pero que importaba la religión. Podía obtener su venganza en el futuro, disfrutar del momento y con un hombre de en sueño. Que importaban las normas, que importaban las reglas, que importaba la religión y dios. Este sentimiento sucio, lascivo y opresivo era más vivido, que todas esas cosas. Cristina sintió como esos enormes dedos se deslizaban por sus muslos, pasaban jugando con su pubis y descendían hasta a donde ella quería. Pudo sentir como algo tocaba su humedad y poco a poco escarbaba en su sexo.
Kain introdujo aún más sus dedos y con su mano izquierda trataba de apoyar a Cristina mientras la besaba. Todo en uno, todo en simultaneo, como si fuera un malabarista. La continuo besando, acariciando y estimulando. Sobre todo utilizo su pulgar para hacer pequeños círculos sobre el clítoris. Al parecer, Cristina subestimo su tiempo a solas, porque no pasaron ni dos minutos y estallo. Cerro sus ojos y se afirmó de Kain mientras sus caderas convulsionaban. Por su parte, Kain no aflojo y la siguió estimulado y prolongando la oleada de placer. Podía sentir como Cristina con cada convulsión, se aferraba con mayor fuerzas hasta perder todo dominio de sí misma y quedar como una marioneta a la que le cortaron los hilos. Miraba a Kain con ojos emborrachados de lujuria, pero su fuego poco a poco se fue apagando y se durmió.
-o-
Como a eso de las once de la mañana, llego Lilia como siempre para pasar a buscar a Kain. Al abrir la puerta de la oficina, se encontró con un espectáculo inusual. Su marido tenía a Cristina sentada en sus piernas, pero más que hacer algo, parecía que la mujer estaba durmiendo. Bueno, no se extrañaría, después de varias esposas, estaba más o menos anestesiada contra el comportamiento de su marido. Así que en ningún momento perdió la compostura y cerró la puerta de la oficina.
-¿Qué sucede aquí Kain?- pregunto Lilia mientras avanzaba por la oficina
-Bueno- dijo Kain algo incomodo, ya que Cristina se había dormido y en el proceso había derramado mucho de sí misma. Cuando Lilia llego frente al escritorio pudo sentirlo, y no era orina -¿te acuerdas lo que te comente la otra vez?-
Lilia frunció la nariz y abanico su mano para despejar el lascivo aroma -si me acuerdo- respondió
-Bueno, el hecho es que esta mujer es muy insistente y yo, bueno, solo con mis manos le di alivio-
-¿Y se corrió y se durmió?-
-Así como puedes ver- dijo Kain algo incomodo
-¿Y ahora tienes problemas?-
-Varios problemas, uno es que la oficina quedo pasada a sexo y otro es que bueno, tú ya te lo imaginaras-
-Me lo imagino, bueno, déjame enviar un mensaje a la joyería, de esa manera proceden con normalidad. Toma a Cristina y acuéstala en el sofá. Después nos dedicamos a limpiar y solo, si me encuentro de buen ánimo- dijo Lilia con cierta picardía -puede que te ayude con eso- y apunto a la entrepierna.
Todo ocurrió como Lilia lo planeo y para eso de las una de tarde, ya habían devuelto a Cristina a su casa (que aún permanecía inconsciente). Como a eso de las dos de la tarde estaban almorzando en un restaurante que sirve comida de Asura y a las tres, estaban transpirando y gimiendo en una habitación de un hotel. Era el lugar que siempre ocupaban. Después de todo, la casa se estaba haciendo pequeña y los niños estaban estaba creciendo. Era un poco difícil tener intimidad. Así que esta habitación estaba reservada por Kain, para este tipo de ocasiones. Estaba en un sexto piso de uno de los mejores Hoteles de Millis y fácilmente podías ver el mar. Como esto es Millis, todo estaba pintado de blanco, los muebles de un café claro y los candelabros eran de oro. No cualquiera podía entrar aquí, así que para poder arrendar este lugar, Kain había tenido que recurrir al papa.
Dejando de lado eso, Kain y Lilia habían terminado su tercera ronda como a eso de las cinco de la tarde. Tiempo para descansar, ya que estaban agitados y sudorosos. Desde la cama miraban al techo mientras sus pulmones bajaban y subían después de haberlo hecho sin parar.
Una vez que sus respiraciones se calmaron, bebieron un poco de jugo y se volvieron a acostar en la cama. Se dedicaron a conversar y regalonear. No había apuro, al menos de momento. Así que en medio de las blancas sabanas, conversaron desnudos.
-¿Qué piensas hacer con esa mujer?- pregunto Lilia
-No lo sé- respondió Kain algo acomplejado -en realidad, no me preocupa ella. Me preocupa Tristina y a donde la vaya a llevar-
-Entiendo, es una niña adorable e inocente. A lo mejor si escucha a su madre, termine metida en un buen lio-
-Lo mismo piensó. Aunque se ha recuperado, no puedo ver que Cristina se olvide de su venganza. Al final, incluso si quisiera olvidarse y creer que toda su desgracia fue por pura casualidad, no podría. Mas de medio Asura sabe que el decaimiento de los Purplehorse, fue provocado por el primer ministro. Mas encima ese imbécil deja esparcir tales rumores como si fuera algo de lo que estar orgulloso-
-Es el poder, Kain. Para el primer ministro es como empuñar una espada. Es como si les gritara sin gritar, que si se colocan en su camino, terminaran igual-
-Puede ser-
-¿Qué opinas de Cristina?-
-Es, ¿bonita?. También es inteligente y trabajadora ¿adónde vas con esa pregunta?-
-Bueno, hay que colocarla en un lugar y no puedo pensar en otra cosa. Es un buen elemento, ya me lo dijo Victoria. Así que antes de que se pierda, hay que darle uso. Déjamelo a mi-
-¿Qué planeas, bebé?- pregunto Kain con una sonrisa mientras la abrazaba y quedaban cara a cara
-Algo para ti, pero tienes que prometerme que eres mío- le respondió Lilia en un tono mimado
-Siempre he sido tuyo y tú siempre has sido mía. No te dejare Lilia, al menos, no en esta vida. Te amo-
-También te amo- respondió Lilia con una hermosa sonrisa