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la noche D

**Salto temporal - 1 mes después**

Durante este tiempo, no tuvimos problemas ni aquí en Estados Unidos ni en Tokio. Lo único destacable fue que empezamos a ganar notoriedad en las calles. Si antes nadie sabía de nosotros, ahora comenzaban a tener una idea de nuestros negocios. A veces, la atención no es buena, pero en nuestro caso resultó favorable: conseguimos nuevos proveedores y clientes. Los negocios con Han estaban generando mucho dinero, aunque seguimos manteniendo a los compradores pequeños con los que empezamos.

Con mi familia, el mes tampoco fue tan malo. Mis padres dejaron de preocuparse tanto por mí. Creen que, gracias a mi trabajo en el taller, soy más responsable y maduro, lo que ha llevado a que confíen más en mí y dejen a mis hermanos a mi cuidado. Eso ya es un avance.

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**Tiempo actual**

—¡Reese, ven acá! —gritó Lois desde la cocina.

—¿Qué pasa, mamá? —respondí, aún medio dormido mientras me estiraba y salía de mi habitación.

—Iremos a la boda del primo del amigo de tu papá, así que estaremos fuera de la casa por unos días. Te voy a dar la oportunidad que siempre le daba a Francis: si cuando volvamos la casa sigue en pie, a partir de hoy te podrás quedar solo con tus hermanos, sin niñera. ¿Entiendes? —dijo Lois mientras agarraba su bolso y se dirigía al coche donde Hal ya estaba esperando.

—Sí, mamá, lo entiendo. No hay problema. Tranquila, todo estará bien, lo juro —respondí con confianza, tratando de calmar sus nervios.

—Bien. ¡Vámonos, Hal! —gritó Lois desde la puerta.

—Adiós, chicos. ¡Los amo! —dijo Hal antes de subir al auto.

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Habían pasado dos horas desde que mis padres se fueron. Dewey estaba viendo la televisión y Malcolm no paraba de quejarse de que era injusto que confiaran más en mí que en él.

**Ring, Ring, Ring.**

—¿Bueno? ¿Con quién hablo? —dije al contestar el teléfono.

—Oye, carnal, tenemos un problema —dijo Hector al otro lado de la línea, sonando preocupado—. El contenedor que debía llegar hoy fue detenido por aduanas.

—Mierda... ¿Qué teníamos ahí? Recuérdame —dije, tratando de hacer memoria mientras me masajeaba las sienes.

—Estéreos, sistemas de sonido, televisores, aires acondicionados, lavadoras... electrodomésticos en su mayoría, pero también había armas al fondo —explicó Hector, todavía preocupado.

—Dime que tienes una idea de qué hacer —le dije, empezando a pensar en soluciones.

—Mira, tenemos dos opciones: una, robamos el contenido esta misma noche. O dos, sobornamos a alguien de aduanas para que lo saque sin levantar sospechas en el futuro —sugirió Hector.

—Siendo honesto, prefiero la opción dos, pero por ahora vamos a ir con la opción uno. No quiero esperar demasiado. Después, quiero que pongas a alguien a vigilar el puerto, que encuentre a alguien a quien podamos sobornar. Pero esta noche vamos a ir por lo nuestro. Llama a unos cuantos chicos más, nos vemos en el almacén —dije antes de colgar el teléfono.

Luego grité desde la cocina:

—¡Malcolm, ven aquí!

—¿Qué pasa, Reese? —dijo Malcolm, llegando con cara de fastidio.

—Quiero que cuides a Dewey por el resto del día —le dije mientras sacaba un fajo de billetes y se los entregaba—. Pídanse unas pizzas, alquilen unas películas. Debajo de mi cama hay un reproductor de DVD y VHS, pueden usar lo que quieran. Solo asegúrate de cuidar a Dewey, ¿vale?

—Sí, sí, lo que digas —respondió Malcolm, con una mezcla de resignación y algo de entusiasmo por el dinero.

Antes de salir por la puerta, me volví hacia Dewey, que seguía inmerso en su programa de televisión.

—Nos vemos, chaparro —le dije mientras le revolvía el pelo. Dewey me miró con una sonrisa pequeña y siguió viendo la tele.

Salí de la casa con rumbo almacén

**6:00 pm – Asalto*

Reese y su equipo estaban en el almacén, preparando el plan para recuperar el contenedor detenido en la aduana. El ambiente estaba cargado de tensión y concentración. No podían permitirse fallar.

En el centro de la mesa había un mapa detallado del puerto, donde Reese y Hector estaban marcando puntos clave para la operación. Rodeados de herramientas, equipos de comunicación y armas ligeras, el grupo se estaba alistando para lo que sería una noche peligrosa.

—Hector, ¿cuál es la última información sobre las patrullas? —preguntó Reese, mirando a su amigo mientras señalaba un punto en el mapa.

—Las patrullas son más frecuentes desde que detuvieron el contenedor. No es una vigilancia común, algo les ha levantado sospechas —respondió Hector, mientras revisaba sus notas—. Normalmente, habría menos guardias en esta zona —señaló el área sur del puerto—, pero he notado que están cambiando las rutas de vigilancia con más frecuencia.

Reese observó el mapa en silencio, sopesando las opciones. Sabía que tenían dos alternativas: sobornar a alguien de aduanas o robar el contenedor. Decidieron que la primera opción era preferible, pero no podían permitirse esperar. El valor del cargamento —armas y tecnología— hacía que cualquier retraso fuera inaceptable.

—Lo tengo claro —dijo Reese, rompiendo el silencio—. Vamos a necesitar una distracción. Algo lo suficientemente grande para sacar a los guardias del área sur. Hector, ¿cuántos hombres puedes conseguir para eso?

—Unos cinco o seis. Lo justo para que creen suficiente caos sin levantar demasiadas alarmas —respondió Hector, cruzándose de brazos.

Reese asintió, satisfecho.

—Perfecto. Entonces vamos a dividirnos en dos equipos. El equipo uno, que se encargará de la distracción, se concentrará en la entrada principal del puerto. Sabotearán una grúa y causarán un accidente que atraiga a los guardias. Mientras tanto, el equipo dos —señaló a sí mismo, a Hector y a dos chicos más— se encargará de entrar por el lado sur. Tenemos una ventana de tiempo corta para localizar el contenedor, abrirlo y cargar lo más valioso en el camión.

—¿Cuánto tiempo vamos a tener? —preguntó uno de los chicos del equipo, nervioso pero concentrado.

—Treinta minutos, máximo —respondió Reese, sin dudar—. Si estamos dentro más tiempo, el riesgo de que nos descubran aumenta. Cargamos lo que podamos y nos largamos antes de que empiecen a revisar el área sur.

**6:30 pm – Preparativos finales**

El equipo comenzó a armarse y a prepararse para el asalto. El almacén estaba lleno de movimiento. Los chicos revisaban herramientas, linternas, armas y walkie-talkies, asegurándose de que todo estuviera listo. Nadie hablaba demasiado; el silencio era una mezcla de concentración y adrenalina.

Hector repasaba los detalles con Reese una vez más, afinando cada paso del plan.

—¿Qué pasa si algo sale mal? —preguntó Hector, siempre consciente de que hasta el mejor plan puede tener fallos.

—Si algo sale mal, salimos de inmediato. Ningún cargamento vale nuestras vidas —respondió Reese con firmeza, mirando a su amigo directamente a los ojos—. Pero esta noche, lo recuperamos todo. No podemos perder ese cargamento, especialmente las armas. Ya tengo a alguien en aduanas que podríamos sobornar para la próxima vez, pero por ahora, vamos a hacer esto a nuestra manera.

—De acuerdo, carnal. Lo tenemos controlado —dijo Hector, dándole una palmada en el hombro a Reese.

Reese miró al resto del equipo. Aunque algunos de los chicos estaban nerviosos, todos confiaban en el plan. Sabían lo que estaba en juego, y todos compartían la misma determinación.

—Vamos a hacerlo rápido y limpio, chicos —dijo Reese, mientras el equipo terminaba de alistarse.

**7:30 pm – En ruta hacia el puerto**

Con el plan definido y el equipo preparado, subieron a los vehículos que usarían para la operación. Hector iba en el camión, que más tarde usarían para cargar el botín, mientras Reese conducía su Mazda RX-7, encabezando el convoy. A lo lejos, las luces del puerto empezaban a hacerse visibles, recordándole que la acción estaba a solo minutos de comenzar.

El puerto era un monstruo de acero y concreto, con enormes grúas, contenedores apilados como torres y el constante movimiento de trabajadores. Pero a esa hora de la noche, el puerto se transformaba en un lugar frío, donde solo el personal de seguridad y las patrullas hacían su ronda.

—Llegamos en cinco minutos. Todos listos —anunció Reese por el walkie-talkie, su voz firme y tranquila.

Las respuestas llegaron de inmediato. Cada uno de los miembros del equipo estaba en su puesto, esperando la señal.

**8:00 pm – Iniciando la operación**

El equipo uno, que se encargaría de la distracción, ya estaba en posición. Desde su coche, Reese podía ver a lo lejos cómo se preparaban para sabotear una de las grúas. El puerto parecía tranquilo, pero todos sabían que, una vez que las cosas empezaran a moverse, no habría vuelta atrás.

—Equipo uno, listo para la distracción —se escuchó por el walkie-talkie.

—Adelante —respondió Reese.

Un par de minutos después, una explosión controlada resonó por todo el puerto. La enorme grúa tembló y varios contenedores cayeron al suelo con un estruendo ensordecedor. Las luces de emergencia se encendieron, y Reese pudo ver cómo los guardias comenzaban a correr hacia el área afectada.

—Es nuestro momento. ¡Vamos! —ordenó Reese mientras salía del coche y se dirigía hacia la entrada lateral.

**8:10 pm – Infiltración en el puerto**

La distracción había funcionado a la perfección. Los guardias estaban concentrados en el accidente, lo que dejaba el área sur más vulnerable. Reese y su equipo se movieron rápido y en silencio, usando las sombras para evitar las cámaras de seguridad. Sabían exactamente a dónde debían ir.

Al llegar al contenedor, Hector se agachó y comenzó a abrirlo con una palanca. Los minutos pasaban y la presión crecía, pero el equipo trabajaba como una máquina bien engrasada.

—Aquí está —dijo Hector finalmente, abriendo las puertas del contenedor.

Adentro, tal como esperaban, estaban los estéreos, televisores y electrodomésticos. Pero más al fondo, cubiertas con lonas, estaban las armas. Reese respiró aliviado.

—Rápido, empiecen a cargarlo todo —ordenó, mientras uno de los chicos estacionaba el camión cerca.

**8:20 pm – Carga bajo presión**

El equipo empezó a trabajar a toda velocidad, cargando primero las armas y luego los electrodomésticos. Sabían que el tiempo era limitado, pero la cantidad de mercancía era impresionante. Cada uno hacía su parte, moviendo cajas y cargando el camión con eficiencia.

Justo cuando pensaban que todo iba según lo planeado, uno de los chicos se acercó corriendo.

—Reese, tenemos un problema. Acabo de ver un grupo de agentes de aduanas acercándose por la entrada oeste. No son guardias normales. Creo que nos descubrieron.

El corazón de Reese se aceleró. No podían quedarse más tiempo.

—¡Hector, rápido! Terminen de cargar lo más valioso y nos vamos —ordenó, manteniendo la calma bajo presión.

El equipo trabajó aún más rápido, sabiendo que tenían solo minutos antes de que todo se viniera abajo.

**8:30 pm – Escapando por los pelos**

Con el camión cargado y el sonido de las patrullas acercándose, Reese dio la orden.

—¡Vámonos ya! —gritó, saltando al camión mientras Hector pisaba el acelerador.

El rugido del motor rompió el silencio mientras huían del puerto, con las luces de las patrullas siguiéndolos de cerca. Pero gracias a su conocimiento del terreno, lograron perder a los agentes en los callejones cercanos.

**9:00 pm – El regreso al almacén**

Cuando finalmente llegaron al almacén, el equipo dejó escapar un suspiro de alivio. Habían logrado salir con todo el cargamento. Aunque la tensión aún estaba en el aire, sabían que habían conseguido lo que necesitaban.

—Buen trabajo, chicos. Esto nos mantendrá en el juego por mucho tiempo —dijo Reese, revisando las armas que habían recuperado.

Pero mientras el equipo celebraba la victoria, el teléfono de Reese vibró. Un mensaje de Han.

**"¿Cómo fue el golpe? Necesitamos hablar, hay algo más grande en camino. Llámame cuando puedas."**

Reese suspiró, sabiendo que aunque habían salido victoriosos esta noche, el siguiente desafío ya estaba en camino.

Los mismo de siempre esta historia no tiene linea temporal y no tengo mada planeado para el futuro solo escribo lo que me venga a la mente gracias por el apoyo y gracias a 8Xaizen_samaX8 por recordarme la historia