—¿Sabes? He oído que el Gran Maestro Caldero de la Píldora no tiene ningún ser querido —dijo Meng Hao bromeando mientras miraba a Hanxue Shan—. ¡Nunca se sabe, podrías tener una oportunidad!
Hanxue Shan volvió la cabeza para mirar a Meng Hao. Tenía una leve sonrisa en su joven rostro, que rápidamente cubrió.
—Mira, estoy muy cerca con el Gran Maestro Caldero de la Píldora —continuó, sonriendo mientras se agachaba junto a ella—. Si hago la presentación para ti, probablemente te ayude un poco.
El viento frío le sopló en la cara y le hizo levantar el pelo, revelando su perfil distintivo. Debajo de la luna como esta, la leve oscuridad de su piel no era visible. Había algo claramente hermoso en él, y también algo extrañamente raro.
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