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03.- Ender 03 Ender el Xenocida 15.-VIDA Y MUERTE (01)

− Ender va a venir a vernos.

− Viene y me habla constantemente.

− Nosorros podemos hablar directamente con su mente. Pero insiste en venir. No siente que está hablando con nosotros a menos que nos vea. Cuando conversamos a distancia, le resulta más difícil distinguir entre sus propios pensamientos y los que ponemos en su mente. Por eso viene.

− ¿Y no os gusta?

− Quiere que le demos respuestas y nosotros no conocemos ninguna.

− Sabéis todo lo que saben los humanos. Salisteis al espacio, ¿no? Ni siquiera necesitáis sus ansibles para hablar de un mundo a otro.

− Estos humanos están tan ansiosos de respuestas... Tienen tantas preguntas...

− También nosotros tenemos preguntas.

− Ellos quieren saber por qué, por qué, por qué. O cómo. Todo está ligado en un bonito fardo compacto como una crisálida. Nosotros sólo hacemos eso cuando nos metamorfoseamos en reino.

− Les gusta entenderlo todo. Pero ya sabes que lo mismo nos sucede a nosotros.

− Sí, os gusta considerar que sois igual que los humanos, ¿verdad? Pero no sois como Ender. Ni como los humanos. Él tieneque conocer la causa de todo, tiene que hacer uno historia acerca de todo y nosotros no conocemos ninguna historio. Conocemos recuerdos. Sabemos cosas que ocurren. Pero no sabemos por qué pasan, no de la forma que él quiere.

− Por supuesto que lo sabéis.

− Ni siquiera nos importa el porqué, como les sucede a esos humanos. Descubrimos cuanto, necesitamos saber para conseguir algo, pero ellos siempre quieren averiguar más de lo que necesitan saber. Después de poner algo en funcionamiento, aún desean saber por qué funciona y por qué funciona la causa de su funcionamiento.

− ¿No somos nosotros así?

− Tal vez lo seréis cuando la descolado deje de afectoros.

− O tal vez seremos como vuestras obreras.

− Si lo sois, no os importará. Todas son muy felices. Lo inteligencia os hace desgraciados. Los obreros tienen hambre o no lo tienen. Experimentan dolor o no lo experimentan. Nunca sienten curiosidad, ni decepción, ni angustia, ni vergüenza. Y con respecto o esos sentimientos, los humanos hacen que vosotros y yo parezcamos obreras

− Creo que no nos conoces lo suficiente para comparar.

− Hemos estado dentro de vuestro cabeza y dentro de la de Ender, y también hemos estado dentro de nuestras propias cabezas durante mil generaciones. Esos humanos hacen que parezca que

estamos dormidos. Incluso cuando ellos están dormidos, no lo están. Los animales terrestres hacen esa cosa dentro de su cerebro, una especie de loca eclosión de sinopsis, controlado descabelladamente. Mientras duermen. La parte de su cerebro que registra la visión, o el sonido, se dispara cada par de horas mientras duermen: incluso cuando todos las visiones y sonidos son completos tonterías aleatorios, sus cerebros siguen intentando descifrarlos para convertirlas en

algo sensato. Intentan sacar historias de ello. Son tonterías aleatorias sin ninguna correlación posible con el mundo real, y sin embargo los convierten en locas historias. Luego las olvidan. Todo ese trabajo, elaborando historias, y cuando se despiertan los olvidan casi todos. Pero cuando los recuerdan, intentan formar historias sobre esas locuras, intentando encajarlos en sus vidas reales.

− Conocemos sus sueños.

− Tal vez sin la descolado vosotros también soñaréis.

− ¿Por qué íbamos a querer hacerlo? Como dices, es absurdo. Conexiones aleatorias de las sinopsis de las neuronos de sus cerebros.

− Están practicando. Lo hacen constantemente. Inventan historias. Hacen conexiones. Sacan un sentido a lo absurdo.

− ¿De qué sirve, si no significa nada?

− Es así, sin más. Tienen un ansia que nosotros ignoramos por completo. El ansia de respuestas. El ansia de buscar sentidos. El ansia de historias.

− Nosotros tenemos historias.

− Recordáis hechos. Ellos los inventan. Cambian lo que significan las historias. Transforman las cosas para que el mismo recuerdo signifique mil cosas distintas. Incluso de sus sueños aleatorios obtienen a veces algo que lo ilumina todo. Ningún ser humano posee una mente como la vuestra. Ni como la nuestra. Nada tan poderoso. Y sus vidas son breves, y desaparecen rápidamente. Pero en

un siglo suyo encuentran diez mil significados por cada uno que descubrimos nosotras.

− La mayoría son equivocados.

− Aunque la vasta mayoría de ellos sea un error, aunque el noventa y nueve por ciento sea estúpido y equivocado, de diez mil ideas siguen teniendo cien buenas. Es así como compensan su estupidez,

la brevedad de su vida y el corto alcance de su memoria.

− Sueños y locura.

− Magia, misterio y filosofía.

− ¿Cómo puedes decir que nunca pensáis en historias? Acabas de contarme una

− Lo sé.

− ¿Ves? Los humanos no hacen nada que no podáis emular.

− ¿Acaso no comprendes? He sacado esta historia de lo mente de Ender. Es suya. Y él recibió la simiente de alguien más, de algo que leyó, y lo combinó con sus ideas hasta que todo cobró sentido. Todo está ahí, en su cabeza. En cambio, nosotras somos como vosotros. Tenemos una visión clara del mundo. No tengo ningún problema para abrirme paso en tu mente. Todo está ordenado, y es sensato y claro. Vosotros estaríais igual de cómodos en mi mente. Lo que hay en tu cabeza es la realidad, más o menos, como mejor la entiendes. Pero en la mente de Ender hay locura. Miles de visiones contradictorios, imposibles, en competencia, que carecen de sentido porque no pueden encajar, pero que al final encojan, él las hace encajar, hoy de esta forma, mañana de esto otra, según le convenga. Como si pudiera crear en su cabeza una nueva máquina−idea para cada nuevo problema al que se enfrente. Como si concibiera un nuevo universo donde vivir, uno nuevo a cada hora, a menudo equivocado sin remisión. Acabo cometiendo errores y malos juicios, pero a veces acierta de forma tan perfecto que descubre cosas como un milagro, y yo miro a través de sus ojos y veo el mundo en su nueva forma y todo cambia. Locura, y luego iluminación. Nosotras sabíamos todo lo que había que saber antes de conocer a esos humanos, antes de construir nuestra conexión con la mente de Ender. Ahora hemos descubierto que hay tantos formas de conocer las mismos cosas que nunca las encontraremos todos.

− A menos que los humanos os enseñen.

− ¿Ves? También somos carroñeros.

− Tú eres un carroñero. Nosotros somos suplicantes.

− Si fueran dignos de sus propias habilidades mentales...

− ¿No lo son?

− Pretenden destruiros, recuerda. Hay muchas posibilidades en su mente, pero siguen siendo, después de todo, individualmente estúpidos y cortos de entendimiento, medio ciegos y medio locos. El noventa y nueve por ciento de sus historias siguen estando equivocadas y los conducen a terribles errores. A veces deseamos poder domarlos, como a las obreras. Lo intentamos con Ender, ya sabes. Pero fue en vano. No logramos convertirlo en una obrera.

− ¿Por qué no?

− Demasiado estúpido. No puede prestar atención el tiempo suficiente. La mente humano carece de foco. Se aburren y se distraen. Tuvimos que construir un puente ante él, usando el ordenador con el que estaba más unido. Los ordenadores..., ésos sí pueden prestar atención. Y su memoria es limpio, ordenado, todo organizado y fácil de encontrar.

− Pero no sueñan.

− No hay en ellos locura. Lástima.

Valentine se presentó en casa de Olhado por la mañana temprano. Él no iba al trabajo hasta la tarde, pues era capataz del turno de noche en la pequeña fábrica de ladrillos. Pero ya estaba despierto, probablemente porque lo estaba su familia. Los niños salían en tropel por la puerta. "Yo solía ver esto por televisión en los viejos tiempos −pensó Valentine−. La familia saliendo de casa por la mañana, todos a la vez, y el padre el último, con su maletín. A su modo, mis padres fueron igual.

No importa lo extraños que fueran sus hijos. No importa que después de marcharnos al colegio por la mañana Peter y yo nos dedicáramos a escrutar las redes, intentando dominar el mundo sirviéndonos de seudónimos. No importa que Ender fuera apartado de la familia de pequeño y

nunca volviera a ver a ningún miembro, ni siquiera en su única visita a la Tierra, excepto a mí. Creo que mis padres seguían imaginando que lo hacían bien, porque ejecutaban un ritual que habían visto en televisión. Y aquí está de nuevo. Los niños saliendo por la puerta. Ese chiquillo debe de ser Nimbo, el que estaba con Grego en la confrontación con la muchedumbre. Pero aquí está, sólo un niño anónimo. Nadie sospecharía que intervino en esa terrible noche tan reciente."

La madre dio un beso a cada uno de sus hijos. Era todavía una mujer joven y hermosa, a pesar de haber tenido tantos niños. Tan corriente, tan normal, y sin embargo era una mujer notable, pues se había casado con Olhado, ¿no? Había visto más allá de la deformidad. Y el padre, sin marcharse todavía al trabajo, podía quedarse allí, observándolos, acariciándolos, besándolos, diciéndolesunas cuantas palabras. Tranquilo, listo, amoroso..., el padre típico. "Entonces, ¿qué es lo que no encaja en esta escena? El padre es Olhado. No tiene ojos. Sólo los orbes de metal plateado, recalcados con dos aberturas para lentes en un ojo, y el periférico de entrada/salida del ordenador en el otro. Los niños parecen no advertirlo. Yo todavía no estoy acostumbrada."

−Valentine −dijo Olhado cuando la vio.

−Tenemos que hablar.

Él la condujo al interior. Le presentó a su esposa, Jaqueline. Su piel era tan negra que casi parecía azul, los ojos risueños, una hermosa sonrisa en la que uno desearía zambullirse, tan placentera era. Trajo una limonada, helada y apetecible con el calor de la mañana, y luego se retiró discretamente.

−Puedes quedarte −dijo Valentine−. No es un asunto privado.

Pero ella prefirió irse. Afirmó que tenía trabajo que hacer. Y se marchó.

−Hace tiempo que quería verte −dijo Olhado.

−Estaba a tu alcance.

−Estabas ocupada.

−No tengo nada que hacer.

−Haces las cosas de Andrew.

−De todas formas, aquí estamos. Siento curiosidad hacia ti, 0l−hado. ¿O prefieres que te llame por tu nombre, Lauro?

−En Milagro tu nombre es el que te da la gente. Antes era Sule, de mi segundo nombre, Suleimáo.

−Salomón el Sabio.

−Pero después de perder los ojos, me convertí en Olhado, entonces y para siempre.

−"¿El observador?"

−Olhado puede significar eso, sí, el participio de olhar, pero en este caso significa "el de los ojos".

−Y ése es tu nombre.

−Mi esposa me llama Lauro. Y mis hijos me llaman padre.

−¿Y yo?

−Como quieras.

−Sule, entonces.

−Lauro, si lo prefieres. Sule me hace sentir como si tuviera seis años.

−Y te recuerda cuando podías ver. Él se echó a reír.

−Oh, puedo ver ahora, muchas gracias. Veo muy bien.

−Eso dice Andrew. Y por eso he venido. Para averiguar lo que ves.

−¿Quieres que te reproduzca una escena? ¿Un recorte del pasado? Tengo todos mis recuerdos favoritos almacenados en el ordenador. Puedo conectar y repetir lo que quieras. Tengo, por ejemplo, la primera visita que Andrew hizo a mi familia. También tengo algunas peleas familiares de primera fila. ¿O prefieres acontecimientos públicos? ¿La toma de posesión de todos los alcaldes desde que tengo estos ojos? La gente me consulta acerca de este tipo de cosas: qué vestían, qué se

dijo. A menudo tengo problemas para convencerlos de que mis ojos registran la visión, no el sonido, igual que sus ojos. Creen que debería ser un hológrafo y grabarlo todo para su diversión.

−No quiero ver lo que ves. Quiero saber lo que piensas.

−¿De veras?

−Sí, de veras.

−No tengo opiniones. Al menos no sobre nada que te interese. Me mantengo al margen de las disputas familiares. Lo he hecho siempre.

−También fuera de los asuntos de la familia. Eres el único hijo de Novinha que no se ha dedicado a la ciencia.

−La ciencia ha producido a los demás tanta felicidad, que es difícil imaginar por qué yo no me he dedicado a ella.

−No es tan difícil −dijo Valentine. Y entonces, porque sabía que la gente de aspecto frágil habla con más comodidad cuando se bromea con ellos, añadió un pequeño comentario mordaz−. Imagino que simplemente no tenías cerebro suficiente para mantener el nivel.

−Absolutamente cierto −convino Olhado−. Sólo tengo inteligencia para hacer ladrillos.

−¿De verdad? Pero si tú no haces ladrillos.

−Al contrario. Hago cientos de ladrillos al día. Y ahora que todo el mundo abre agujeros en sus casas para construir la nueva capilla, preveo un auge en el negocio en el futuro inmediato.

−Lauro, tú no haces ladrillos. Lo hacen los obreros de tu fábrica.

−¿Y yo, como capataz, no formo parte de eso?

−Los obreros hacen ladrillos. Tú haces a los obreros.

−Supongo. Normalmente hago obreros cansados.

−También haces otras cosas −apuntó Valentine−. Por ejemplo, niños.

−Sí −rió Olhado, y por primera vez en la conversación se relajó−. Hago eso. Por supuesto, tengo una compañera.

−Una mujer hermosa y simpática.

−Buscaba la perfección, y encontré algo mejor. −No era sólo un comentario al uso. Lo decía en serio. Y ahora la fragilidad había desaparecido, y el cansancio también−. Tú también tienes hijos. Un marido.

−Una buena familia. Tal vez casi tan buena como la tuya. La nuestra sólo carece de la madre perfecta, pero los hijos se recuperarán de eso.

−Por lo que Andrew dice de ti, eres el mejor ser humano que ha vivido jamás.

−Andrew es muy cariñoso. También pudo decir esas cosas porque yo no estaba aquí.

−Ahora lo estás −dijo Olhado−. ¿Por qué?

−Sucede que los mundos y las especies de raman están en un momento decisivo, y tal como se están desarrollando los acontecimientos, su futuro depende en gran parte de tu familia. No tengo tiempo

de descubrir nada como entretenimiento, no tengo tiempo para comprender la dinámica de la familia; por qué Grego puede pasar de monstruo a héroe en una sola noche, cómo Miro puede ser a la vez suicida y ambicioso, por qué Quara está dispuesta a dejar morir a los pequeninos en favor de la descolada...

−Pregúntaselo a Andrew. Él los comprende a todos. Yo nunca lo conseguí.

−Andrew tiene su propio infierno ahora. Se siente responsable de todo. Ha hecho todo lo que ha podido, pero Quim ha muerto. Ahora tu madre y él sólo están de acuerdo en que de algún modo fue culpa de Andrew. La marcha de tu madre lo ha destrozado.

−Lo sé.

−Ni siquiera sé cómo consolarlo. O qué esperar, que vuelva a su vida o lo deje para siempre. Olhado se encogió de hombros. Toda la fragilidad volvió.

−¿De verdad que no te importa? −le preguntó Valentine−. ¿0 has decidido que no te importa?

−Tal vez lo decidí hace mucho tiempo, y ahora no me importa realmente.

Parte de ser una buena entrevistadora consistía en saber cuándo guardar silencio. Valentine esperó. Pero Olhado también sabía esperar. Valentine casi se rindió y estuvo a punto de decir algo. Incluso

jugueteó con la idea de confesar su fracaso y marcharse. Entonces él habló.

−Cuando sustituyeron mis ojos, también quitaron los lacrimales. Las lágrimas naturales interferirían con los lubricantes industriales que pusieron en mis ojos.

−¿Industriales?

−Mi chiste privado −explicó Olhado−. Suelo parecer muy desapasionado porque mis ojos nunca se inundan de lágrimas. Además, la gente no sabe interpretar mis expresiones. Es curioso, ¿sabes? Los globos oculares no tienen ninguna habilidad para cambiar de forma y mostrar expresión. Simplemente están ahí. Sí, tus ojos se mueven, miran fijamente o rehúyen, pero también mis ojos lo hacen. Se mueven con perfecta simetría. Apuntan en la dirección en que estoy mirando. Pero la gente no puede soportar mirarlos. Así que apartan la vista. No leen las expresiones de mi

cara y por tanto piensan que no hay expresiones. Mis ojos todavía pican, enrojecen y se hinchan un poco en las ocasiones en que habría llorado, si aún tuviera lágrimas.

−En otras palabras −dijo Valentine−, sí te preocupas.

−Siempre me ha preocupado. En ocasiones he pensado que era el único en comprender, aunque la mitad de las veces no sabía qué era lo que comprendía. Me retiraba y contemplaba, y como no tenía ego personal en las peleas familiares, entendía la situación más claramente que ellos. Veía las líneas de poder: el dominio absoluto de madre a pesar de que Marcáo la golpeaba cuando estaba furioso o borracho. A Miro, pensando que se rebelaba contra Marcáo, cuando siempre era contra madre. La saña de Grego, su forma de enfrentarse al miedo. Quara, absolutamente a la contra por naturaleza, haciendo lo que a su entender la gente que le importaba no quería que hiciera. Ela, la noble mártir,

¿qué demonios sería, si no pudiera sufrir? El santo y digno Quim, que consideraba a Dios su padre, con la premisa de que el mejor padre es del tipo invisible que nunca alza la voz.

−¿Viste todo esto de niño?

−Soy hábil viendo cosas. Los observadores distanciados y pasivos siempre vemos mejor. ¿No crees?

Valentine se echó a reír.

−Sí, es verdad. ¿Piensas que tenemos el mismo papel, entonces? ¿Tú y yo, ambos historiadores?

−Hasta que llegó tu hermano. Desde el momento en que entró por la puerta, quedó claro que lo veía y lo comprendía todo, igual que lo veía yo. Fue gracioso. Porque, por supuesto, en realidad yo

nunca había creído en mis propias conclusiones acerca de la familia. Nunca confié en mis propias interpretaciones. Obviamente, nadie veía las cosas igual que yo, así que debía de estar equivocado. Incluso pensé que veía las cosas de forma tan peculiar por culpa de mis ojos. Que si tuviera ojos de verdad, vería las cosas como las veía Miro. O madre.

−Así que Andrew confirmó tus juicios.

−Más que eso. Actuó sobre ellos. Hizo algo al respecto.

−¿Sí?

−Vino como portavoz de los muertos. Pero desde el momento en que entró por la puerta, tomó... tomó...

−¿El mando?

−Tomó la responsabilidad. Para cambiar. Vio todo el mal que yo veía, pero empezó a sanarlo lo mejor que pudo. Vi cómo se comportó con Grego, firme pero amable. Con Quara, respondiendo a

lo que realmente deseaba en vez de a lo que afirmaba querer. Con Quim, respetando la distancia que quería mantener. Con Miro, con Ela, con madre, con todo el mundo.

−¿Contigo?

−Haciéndome partícipe de su vida. Conectando conmigo. Viéndome enchufarme a mi ojo y aún así hablándome como si fuera una persona. ¿Sabes lo que eso significó para mí?

−Lo supongo.

−No en lo referente a mí solo. Yo era un niñito ansioso, lo que admito: cualquiera habría podido engañarme, no cabe duda. Es lo que hizo con todos nosotros. Nos trató a todos de forma diferente, y sin embargo continuó siendo él mismo. Tienes que considerar los hombres que había en mi vida. Marcáo, a quien creíamos nuestro padre..., yo no tenía ni idea de quién era. Todo lo que veía era el licor al que apestaba cuando venía borracho, y la sed cuando estaba sobrio. Sed de alcohol pero también sed de respeto, que nunca consiguió. Y entonces se murió. Las cosas mejoraron de inmediato. Seguían sin ir bien, pero mejoraron. Pensé que el mejor padre era el que no estaba presente. Sólo que eso no era cierto. Porque mi padre auténtico, Libo, el gran científico, el mártir, el héroe investigador, el amor de la vida de mi madre..., había engendrado todos aquellos hijos maravillosos, podía ver a la familia atormentada, pero no tomó cartas en el asunto.

−Andrew dijo que tu madre no se lo permitió.

−Eso es..., y siempre hay que hacer lo que dice mi madre, ¿verdad?

−Novinha es una mujer impresionante.

−Piensa que es la única persona en el mundo que ha sufrido −dijo Olhado−. Lo digo sin rencor. Simplemente he observado que está tan llena de dolor, que es incapaz de aceptar en serio el dolor de los demás.

−Intenta decir algo rencoroso la próxima vez. Quizá sea más agradable. Olhado pareció sorprendido.

−Oh, ¿me estás juzgando? ¿Se trata de maternidad solidaria o algo parecido? ¿Hay que castigar a los hijos que hablan mal de sus madres? Pero te aseguro, Valentine, que lo he dicho en serio. Sin rencor. Sin ojeriza. Conozco a mi madre, eso es todo. Me has pedido que te contara lo que veía..., eso es lo que veo. Eso es lo que vio Andrew también. Todo es dolor. Se siente atraído por él. El dolor lo absorbe como un imán. Y madre tenía tanto dolor que casi lo secó. Excepto que tal vez no se pueda secar a Andrew. Tal vez el pozo de la compasión en su interior no tiene fondo.

Aquel apasionado discurso acerca de Andrew sorprendió a Valentine. También la complació.

−Dices que Quim se volvió hacia Dios en busca del padre invisible perfecto. ¿A quién te volviste tú? Creo que no a alguien invisible.

−No, no a alguien invisible.

Valentine estudió su cara en silencio.

−Lo veo todo en bajorrelieve −dijo Olhado−. Mi percepción de producción es muy escasa. Si pusiéramos una lente en cada ojo en vez de ambas en uno, la binocularidad mejoraría mucho. Pero quería tener el enchufe para el enlace con el ordenador. Quería grabar las imágenes, para poder compartirlas. Por eso veo en bajorrelieve. Como si la realidad fuera un recortable de cartón levemente redondeado, moviéndose contra un fondo plano pintado. En cierto sentido, eso hace que todo el mundo parezca más cercano. Se deslizan unos sobre otros como hojas de papel, frotándose al pasar.

Ella escuchó, pero no dijo nada más durante un rato.

−No a alguien invisible −repitió él, recordando−. Es verdad. Vi lo que hizo Andrew en nuestra familia. Vi que entró y escuchó y contempló y comprendió quiénes éramos, cada individuo de nosotros. Intentó descubrir nuestra necesidad y cubrirla. Aceptó responsabilidad por otras personas y no pareció importarle cuánto le costaría. Y al final, aunque nunca logró normalizar a la familia

Ribeira, nos dio paz, orgullo e identidad. Estabilidad. Se casó con madre y fue amable con ella. Nos amó a todos. Siempre estuvo presente cuando lo necesitamos, y no pareció dolerse cuando no lo quisimos. Se mostró firme con nosotros en lo referente a mostrar una conducta civilizada, pero nunca se permitió caprichos a expensas nuestras. Y yo pensé: esto es mucho más importante que la ciencia. O que la política. O que cualquier profesión concreta o logro o meta que puedas conseguir. Pensé: si pudiera crear una buena familia, si lograra aprender a ser para otros niños, para sus vidas enteras, lo que fue Andrew, que llegó tan tarde a la nuestra, entonces eso sería más importante a la larga, sería un logro mejor que nada que pudiera hacer con mi mente o mis manos.

−Así que eres un padre atento −concluyó Valentine.

−Que trabaja en una fábrica de ladrillos para alimentar y vestir a la familia. No un fabricante de ladrillos que tiene también niños. Lini piensa lo mismo.

−¿Lini?

−Jaqueline. Mi esposa. Siguió su propio camino hasta el mismo sitio. Cumplimos con nuestro deber para ganarnos un puesto en la comunidad, pero vivimos para las horas que pasamos en casa. Para el otro, para los niños. Es algo que nunca me otorgará una cita en los libros de historia.

−Te sorprenderías −dijo Valentine.

−Es una vida demasiado aburrida para leer acerca de ella. Pero no para vivirla.

−Entonces el secreto que proteges de tus atormentados hermanos es... la felicidad.

−Paz. Belleza. Amor. Todas las grandes abstracciones. Tal vez veo en bajorrelieve, pero las veo muy cerca.

−Y lo aprendiste de Andrew. ¿Lo sabe él?

−Creo que sí. ¿Quieres saber mi secreto mejor guardado? Cuando estamos solos, únicamente él y yo, o los dos con Lini, cuando estamos solos, lo llamó papá y él me llama hijo.

Valentine no hizo ningún esfuerzo por contener sus lágrimas, como si se derramaran la mitad por él y la mitad por ella.

−Entonces Ender tiene hijos, después de todo −suspiró.

−Aprendí de él a ser padre, y soy muy competente en eso.

Valentine se inclinó hacia delante. Había llegado la hora de hablar de otros asuntos.

−Eso significa que tú, más que ninguno de los demás, perderás algo verdaderamente hermoso si fracasamos en nuestras empresas.

−Lo sé −dijo Olhado−. A la larga, creo que mi elección fue egoísta. Soy feliz, pero no puedo hacer nada para ayudar a salvar a Lusitania.

−Te equivocas. Pero todavía lo ignoras.

−¿Qué puedo hacer?

−Hablemos un poco más, y veamos si podemos averiguarlo. Y si te parece bien, Lauro, tu Jaqueline puede dejar de llorar a escondidas en la cocina, y venir a reunirse con nosotros.

Avergonzada, Jaqueline entró y se sentó junto a su marido. A Valentine le gustó la forma en que se cogieron de la mano. Después de tantos hijos... le recordó la forma en que Jakt y ella se cogían también de la mano, y lo feliz que se sentía al hacerlo.

−Lauro −dijo−, Andrew me ha dicho que cuando eras más joven eras el más inteligente de todos los Ribeira. Que le hablabas de especulaciones filosóficas descabelladas. Ahora mismo, Lauro, mi sobrino adoptivo, lo que necesitamos es filosofía descabellada. ¿Se ha paralizado tu cerebro desde que eras niño? ¿O sigues teniendo pensamientos de gran profundidad?

−Tengo mis pensamientos −declaró Olhado−. Pero ni yo mismo los creo.

−Estamos trabajando en el vuelo más rápido que la luz, Lauro. Estamos trabajando para descubrir el alma de una entidad informática. Estamos intentando reconstruir un virus artificial que tiene insertadas habilidades autodefensivas. Estamos trabajando con magia y milagros. Así que te agradecería cualquier reflexión acerca de la naturaleza de la vida y la realidad.

−Ni siquiera sé de qué ideas hablaba Andrew −dijo Olhado−. Dejé de estudiar física, yo...

−Si quisiera estudios, leería libros. Me gustaría contarte lo que nos dijo una brillante criada china del mundo de Sendero. Déjame conocer tus pensamientos, y yo decidiré qué es útil y qué no lo es.

−¿Cómo? Tú tampoco eres físico.

Valentine se acercó al ordenador que esperaba silenciosamente en el rincón.

−¿Puedo encenderlo?

−Pois náo −ofreció él−. Por supuesto.

−Cuando se conecte, Jane estará con nosotros.

−El programa personal de Ender.

−La entidad informática cuya alma estamos intentando localizar.

−Ah. Tal vez tú deberías intentar decirme cosas.

−Yo ya sé lo que sé. Así que empieza a hablar acerca de esas ideas que tuviste de niño, y lo que ha sido de ellas desde entonces.

Quara se mostró resentida desde el momento en que Miro entró en la habitación.

−No te molestes −gruñó.

−¿Que no me moleste en qué?

−No te molestes en decirme mi deber hacia la humanidad o la familia..., dos grupos separados y sin relación, por cierto.

−¿He venido para eso? −preguntó Miro.

−Ela te ha enviado para persuadirme de que le diga cómo castrar a la descolada. Miro intentó bromear.

−No soy biólogo. ¿Es posible hacer eso?

−No te las des de listo. Si se corta su habilidad para transmitir información de un virus a otro, será como cortarles la lengua y la memoria y todo lo que los hace inteligentes. Si Ela quiere saber esas cosas, puede estudiar lo que yo estudié. Sólo me costó cinco años de trabajo.

−Una flota está en camino.

−Así que eres un emisario.

−Y la descolada puede averiguar cómo... Ella lo interrumpió y terminó la frase.

−Sortear todas nuestras estrategias de controlarla, lo sé.

Miro se sintió molesto, pero estaba acostumbrado a que la gente se impacientara con su lentitud para hablar y lo interrumpiera. Al menos ella había adivinado lo que quería decir.

−Puede suceder cualquier día −dijo−. Ela siente la presión del tiempo.

−Entonces debería ayudarme a aprender a hablar con el virus para persuadirlo de que nos deje en paz. Para hacer un tratado, como el que hizo Andrew con los cerdis. En cambio, me ha echado del laboratorio. Bueno, yo también puedo participar en ese juego. Ella me corta el camino, yo se lo corto a ella.

−Estabas revelando secretos a los pequeninos.

−¡Oh, sí, madre y Ela, las guardianas de la verdad! Ellas son las que deciden quién sabe y el qué. Bien, Miro, voy a decirte un secreto. No se protege la verdad impidiendo que otra gente la sepa.

−Lo sé.

−Madre jodió por completo a nuestra familia a causa de sus malditos secretos. Ni siquiera quiso casarse con Libo porque ella estaba decidida a guardar un estúpido secreto, que a él le habría salvado la vida si lo hubiera sabido.

−Lo sé.

Esta vez, habló con tanta vehemencia que tomó a Quara por sorpresa.

−Oh, bien, supongo que ése es un secreto que te molestó más a ti que a mí. Pero entonces deberías estar de mi parte en esto, Miro. Tu vida habría sido mucho mejor, todas nuestras vidas lo habrían sido, si madre se hubiera casado con Libo y le hubiera contado todos sus secretos. Probablemente, él todavía estaría vivo.

Hermosas soluciones. Lindas suposiciones. Pero también falsas como el infierno. Si Libo se hubiera casado con Novinha, no se habría casado con Bruxinha, la madre de Ouanda, y así Miro nunca se habría enamorado sin saberlo de su propia media hermana, porque ella nunca habría existido. Sin embargo, era demasiado para decirlo con su media lengua. Así que se contentó con decir "Ouanda no habría nacido", y esperó que ella sacara las conclusiones.

Quara lo consideró durante un momento y comprendió a Miro.

−Tienes razón −admitió−. Y lo siento. Entonces sólo era una niña.

−Todo ha pasado ya.

−No ha pasado nada −dijo Quara−. Seguimos repitiendo lo mismo, una y otra vez. Los mismos errores, constantemente. Madre sigue pensando que se mantiene a la gente a salvo guardándoles secretos.

−Y tú también −dijo Miro.

Quara pensó en eso durante un instante.

−Ela intentaba impedir que los pequeninos supieran que trabajaba para destruir la descolada. Ése es un secreto que podría haber destruido a toda la sociedad pequenina, y ni siquiera se les consultó. Impedían que los pequeninos se protegieran. Pero lo que yo estoy manteniendo en secreto es..., tal vez, una forma de castrar intelectualmente a la descolada, para hacerla semiviva.

−Para salvar a la humanidad sin destruir a los pequeninos.

−¡Humanos y pequeninos, unidos para comprometerse en cómo anular a una tercera especie indefensa!

−No exactamente indefensa. Ella lo ignoró.

−Igual que España y Portugal consiguieron que el papa dividiera el mundo entre sus Católicas

Majestades en los días después del Descubrimiento. Una línea en el mapa y zas, allí está Brasil, hablando en portugués en vez de en español. No importa que nueve de cada diez indios tuvieran que morir, y que los demás perdieran sus derechos y su poder durante siglos, incluso sus lenguajes...

Ahora le tocó a Miro el turno de impacientarse.

−La descolada no son los indios.

−Es una especie inteligente.

−No lo es.

−¿No? ¿Y cómo estás tan seguro? ¿Dónde está tu título en microbiología y xenogenética? Creía que tus estudios eran de xenología. Y que estaban treinta años anticuados.

Miro no respondió. Sabía que ella era perfectamente consciente de lo mucho que había trabajado para ponerse al día desde su regreso. Era un ataque ad hominem y una estúpida demostración de autoridad. No merecía la pena responder. Así que permaneció allí sentado y estudió su rostro. Esperó a que volviera al reino de la discusión razonable.

−Muy bien −dijo ella−. Ha sido un golpe bajo. Pero enviarte a intentar abrir mis archivos también lo es. Intentar ganarte mi compasión.

−¿Compasión? −preguntó Miro.

−Porque eres un..., porque eres un...

−Lisiado −completó Miro.

No había pensado que la piedad lo fuera a complicar todo. Pero ¿cómo podía evitarlo? Hiciera lo que hiciera, era el acto de un lisiado.

−Bueno, sí.

−Ela no me ha enviado −dijo Miro.

−Madre, entonces.

−Ni madre tampoco.

−Oh, ¿eres entonces un intermediario independiente? ¿0 vas a decirme que te ha enviado toda la humanidad? ¿0 eres un delegado de un valor abstracto?

"Me envió la decencia..."

−Si lo hizo, me envió al lugar equivocado.

Ella retrocedió como si hubiera recibido una bofetada.

−Oh, ¿ahora soy yo la indecente?

−Me envió Andrew.

−Otro manipulador.

−Habría querido venir en persona.

−Pero estaba muy ocupado, haciendo sus propias mediaciones. Nossa Senhora, es un ministro, mezclándose en asuntos científicos que están tan por encima de su capacidad que...

−Cállate −ordenó Miro.

Habló con tanta autoridad que ella guardó silencio, aunque no se sintió feliz por hacerlo.

−Sabes lo que es Andrew. Escribió la Reina Colmena y...

−La Reina Colmena y el Hegemón y la Vida de Humano.

−No me digas que no sabe nada.

−No. Sé que no es cierto −convino Quara−. Es que me enfado y pienso que todo el mundo está contra mí.

−Contra lo que haces, sí.

−¿Por qué no ve nadie las cosas a mi modo?

−Yo las veo.

−Entonces, ¿cómo puedes...?

−También veo las cosas a su modo.

−Sí, señor imparcial. Hazme creer que me comprendes. El enfoque piadoso.

−Plantador se está muriendo para intentar conseguir una información que tú probablemente ya conoces.

−No es cierto. No sé si la inteligencia pequenina viene del virus o no.

−Se podría probar con un virus truncado sin matarlo.

−Truncado..., ¿es ésa la palabra elegida? Muy bien. Mejor que castrado. Cortar todas las extremidades. Y la cabeza, también. No queda nada más que el tronco. Sin poder. Sin mente. Un corazón latiendo, sin ningún propósito.

−Plantador está...

−Plantador está enamorado de la idea de ser un mártir. Quiere morir.

−Plantador te pide que vayas a hablar con él.

−No.

−¿Por qué no?

−Vamos, Miro. Me envían a un lisiado. Quieren que vaya a hablar con un pequenino moribundo. Como si fuera a traicionar a toda una especie porque un amigo doliente, y además voluntario, me llamara con su último suspiro.

−Quara.

−Sí. Te escucho.

−¿De verdad?

−Disse que sim! −replicó ella−. He dicho que sí.

−Puede que tengas razón en todo esto.

−Qué considerado por tu parte.

−Pero puede que también la tengan ellos.

−Sí que eres imparcial.

−Afirmas que se equivocaron al tomar una decisión que podría matar a los pequeninos sin consultarlos. ¿No estás...?

−¿Haciendo lo mismo? ¿Qué crees que debería hacer? ¿Explicar mi punto de vista y someterlo a votación? Unos cuantos miles de humanos, millones de pequeninos de vuestro lado..., pero hay trillones de virus de la descolada. La mayoría manda. Caso cerrado.

−La descolada no es inteligente −insistió Miro.

−Para tu información, estoy enterada de todo este último plan. Ela me envió las transcripciones. A una muchacha china de un planetoide perdido que no sabe nada de xenogenética se le ocurre una hipótesis descabellada, y todos vosotros actuáis como si ya estuviera demostrada.

−Bien..., demuestra que es falsa.

−No puedo. Me han prohibido el acceso al laboratorio. Demostrad vosotros que es cierto.

−La cuchilla de Occam demuestra que es cierto. La explicación más sencilla que encaja con los hechos.

−Occam era un medieval de mierda. La explicación más sencilla que encaja con los hechos es siempre "Dios lo hizo". O tal vez... esa vieja del camino es una bruja. Ella lo hizo. Es lo que pasa con esta hipótesis, sólo que no sabéis ni siquiera dónde está la bruja.

−La descolada es demasiado repentina.

−No evolucionó, lo sé. Tuvo que venir de algún otro lugar. Bien. Aunque sea artificial, eso no significa que ahora no tenga inteligencia.

−Está intentando matarnos. Es varelse, no raman.

−Oh, sí, la jerarquía de Valentine. Bien, ¿cómo sé yo que la descolada es varelse y nosotros raman? A mi entender, la inteligencia es la inteligencia. Varelse es s��lo el término que inventó Valentine para que significara Inteligencia−que−hemos−decidido−matar, y raman significa Inteligencia−que−hemos−decidido−no−matar−to−

davía.

−Es un enemigo irracional e inmisericorde.

−¿Los hay de otra clase?

−La descolada no respeta ninguna otra vida. Quiere matarnos. Ya gobierna a los pequeninos. Tanto, que puede regular este planeta y extenderse a otros mundos.

Por una vez, ella le dejó terminar un parlamento largo. ¿Significaba que lo estaba escuchando?

−Acepto parte de la hipótesis de Wang−mu −dijo Quara−. Parece lógico que la descolada esté regulando la gaialogía de Lusitania. De hecho, ahora que lo pienso, es obvio. Explica la mayoría de las conversaciones que he observado: el paso de información de un virus a otro. Calculo que un mensaje tardaría sólo unos pocos meses en llegar a todos los virus del planeta. Funcionaría. Pero sólo porque la descolada esté gobernando la gaialogía no significa que hayáis demostrado que no es inteligente. De hecho, podría ser al revés: la descolada, al aceptar la responsabilidad de regular la gaialogía de todo un mundo, está demostrando altruismo. Y también protección: si viéramos a una madre leona atacando a un intruso para proteger a sus crías, la admiraríamos. Eso es lo que está haciendo la descolada: lanzarse contra los humanos para proteger su preciosa responsabilidad. Un planeta vivo.

−Una madre leona protegiendo a sus cachorros.

−Eso creo.

−O un perro rabioso devorando a nuestros bebés.

Quara hizo una pausa. Reflexionó durante un momento.

−O ambas cosas. ¿Por qué no puede ser ambas cosas? La descolada está intentando regular un planeta. Pero los humanos se vuelven más y más peligrosos. Para ella, nosotros somos el perro rabioso. Desenraizamos las plantas que forman parte de su sistema de control, y plantamos las nuestras, que no le responden. Hacemos que algunos de los pequeninos se comporten de forma extraña y la desobedezcan. Quemamos un bosque en un momento en que ella intenta crear más.

¡Claro que quiere deshacerse de nosotros!

−Entonces está decidida a destruirnos.

−¡Está en su derecho! ¿Cuándo verás que la descolada tiene derechos?

−¿No los tenemos nosotros? ¿No los tienen los pequeninos?

Ella guardó silencio de nuevo. No hubo ningún argumento inmediato en contra. Eso le dio a Miro esperanzas de que tal vez pudiera estar escuchándolo realmente.

−¿Sabes una cosa, Miro?

−¿Qué?

−Tuvieron razón al enviarte.

−¿Sí?

−Porque no eres uno de ellos.

"Eso es muy cierto −pensó Miro−. Nunca seré "uno de" nada nunca más."

−Tal vez no podarnos hablar con la descolada. Y tal vez sea sólo un artefacto. Un robot biológico que ejecuta su programación. Pero a lo mejor no lo es. Y me están impidiendo averiguarlo.

−¿Y si te permiten el acceso al laboratorio?

−No lo harán −dijo Quara−. Si crees lo contrario, no conoces a Ela y a madre. Han decidido que no soy de fiar, y eso es todo. Bien, yo también he decidido que tampoco ellas lo son.

−Así que todas las especies mueren por el orgullo familiar.

−¿Eso es lo que tú piensas, Miro? ¿Orgullo? ¿Estoy resistiendo simplemente por una causa tan poco noble como una pequeña disputa?

−Nuestra familia tiene mucho orgullo.

−Bien, no importa lo que opines, hago esto según mi conciencia, no importa si lo llamas orgullo, obcecación o como prefieras.

−Te creo.

−¿Pero te creo yo cuando dices que me crees? Estamos en un buen lío. −Se volvió hacia su terminal−. Vete ahora, Miro. Te prometí que lo pensaría, y lo haré.

−Ve a ver a Plantador.

−También pensaré en eso. −Sus dedos gravitaron sobre el teclado−. Es mi amigo, lo sabes. No soy inhumana. Iré a verlo, puedes estar seguro de eso.

−Bien.

Miro se encaminó hacia la puerta.

−Miro −lo llamó ella. Se volvió, esperó.

−Gracias por no amenazarme con que ese programa vuestro abra mis archivos si no lo hago yo.

−Por supuesto que no −dijo él.

−Andrew me habría amenazado con eso, ya sabes. Todo el mundo piensa que es un santo, pero siempre amenaza a la gente que no le obedece.

−Él no me amenaza.

−Lo he visto hacerlo.

−Advierte.

−Oh, perdóname. ¿Existe alguna diferencia?

−Sí −dijo Miro.

−La única diferencia entre una advertencia y una amenaza consiste en si tú eres la persona que la hace o la que la recibe.

−No. La diferencia consiste en lo que pretende esa persona.

−Márchate. Tengo trabajo que hacer, aunque esté pensando. Márchate. Miro abrió la puerta.

−Pero gracias−dijo ella. −

Él cerró la puerta a su espalda.

Mientras se alejaba, lane conectó inmediatamente con él.

−Veo que decidiste no decirle que entré en sus archivos incluso antes de que vinieras.

−Sí, bueno. Me siento como un hipócrita −suspiró Miro−. Me agradeció algo que ya había hecho.

−Lo hice yo.

−Fuimos nosotros. Tú, Ender y yo. Vaya grupo.

−¿Lo pensará de verdad?

−Tal vez. O quizá ya lo haya pensado y haya decidido cooperar y esté solamente buscando una excusa. O tal vez ya ha decidido no hacerlo y dijo unas palabras amables porque me tiene lástima.

−¿Qué crees que hará?

−No lo sé. Pero sí sé lo que haré yo. Me avergonzaré de mí mismo cada vez que piense en cómo la dejé creer que respeté su intimidad, cuando ya habíamos saqueado sus archivos. A veces creo que no soy una buena persona.

−Te darás cuenta de que no te dijo que tiene guardados sus verdaderos hallazgos fuera del sistema informático, así que los únicos archivos a los que pude acceder son basura sin valor. Tampoco ella ha sido sincera contigo.

−Sí, pero es una fanática sin ningún sentido del equilibrio ni la proporción.

−Eso lo explica todo.

−Tendencias de la familia −dijo Miro.

La reina colmena estaba sola esta vez. Tal vez agotada después de... ¿Aparearse? ¿Poner huevos? Parecía que ahora se pasaba todo el tiempo haciéndolo. No tenía elección. Ahora que las obreras tenían que patrullar el perímetro de la colonia humana, debía producir−aún más de lo que había previsto. Sus retoños no necesitaban ser educados: entraban rápidamente en la edad adulta, disponiendo de todo el conocimiento que tenían los demás especímenes maduros. Pero el proceso de concepción, puesta de huevos, salida y crisálida requería tiempo. Semanas para cada adulto. Comparada con un solo humano, la reina producía una prodigiosa cantidad de jóvenes. Pero comparada con la ciudad de Milagro, con más de un millar de mujeres en edad de procrear, la colonia insectora únicamente contaba con una hembra productora.

Aquello siempre había preocupado a Ender. Le inquietaba saber que sólo había una reina colmena.

¿Y si le sucedía algo? Pero claro, también le inquietaba a la reina pensar que los seres humanos tenían sólo un puñado de niños..., ¿y si les sucedía algo a ellos? Ambas especies practicaban una combinación de cría y sobrexcedencia para proteger su herencia genética. Los humanos tenían un sobrexcedente de padres, y luego nutrían a los pocos retoños. La reina colmena tenía un sobrexcedente de retoños, luego criaban a los padres. Cada especie había encontrado su equilibrio de estrategia.

<¿Por qué nos molestas con esto?>

−Porque estamos en un callejón sin salida. Porque todo el mundo lo está intentando, y vosotros os jugáis tanto como nosotros.

<¿Sí?>

−La descolada os amenaza igual que a nosotros. Algún día, probablemente no podrás controlarla, y entonces desapareceréis.

<Pero no vienes a consultarme acerca de la descolada.>

−No.

Era el problema del vuelo más rápido que la luz. Grego se había estado devanando los sesos. En la

cárcel no tenía nada más que hacer. La última vez que Ender habló con él, lloró, tanto de cansancio como de frustración. Había cubierto montones de papeles con ecuaciones, esparciéndolos por toda la habitación que se usaba como celda.

−¿No te importa viajar más rápido que la luz?

<Sería muy bonito.>

La suavidad de la respuesta casi le dolió, de tanto como le decepcionó. "Así es la desesperación

−pensó−. Quara es una pared de ladrillo sobre la naturaleza de la inteligencia de la descolada. Plantador se muere por deprivación de descolada. Han Fei−tzu y Wang−mu se esfuerzan por duplicar años de estudios en varios campos, todos a la vez. Grego está agotado. Y ningún resultado."

Ella debió de oír tan claramente su angustia como si hubiera gritado.

<No.>

<No.>

−Lo habéis hecho −dijo él−. Tiene que ser posible.

<Nunca hemos viajado más rápido que la luz.>

−Proyectasteis una acción a través de años luz. Me encontrasteis.

<Tú nos encontraste a nosotras, Ender.>

−No del todo. Nunca supe siquiera que habíamos establecido contacto mental hasta que encontré el mensaje que habíais dejado para mí.

Fue el momento más extraño de su vida, al encontrarse en un mundo alienígena y ver un modelo, una réplica del paisaje que sólo existía en otro lugar: el ordenador en el que había jugado su versión personalizada del juego de Fantasía. "Fue como encontrarte a un perfecto desconocido que te dijera lo que has soñado la noche anterior." Los insectores habían estado dentro de su cabeza. Aquello lo asustó, pero también lo excitó. Por primera vez en su vida, se sintió conocido. No se trataba de popularidad: era famoso en toda la humanidad, y en aquellos días su fama era toda positiva, el mayor héroe de todos los tiempos. Otras personas sabían de él. Pero con el artefacto insector, descubrió por primera vez que se le conocía.

<Piensa, Ender. Sí, alcanzamos a nuestro enemigo, pero no te estábamos buscando. Buscábamos a alguien como nosotras. Una red de mentes unidas, con una mente central que lo controlara todo. Nosotras encontramos nuestras mentes sin intentarlo, porque reconocemos la pauta. Encontrar a una hermana es como encontrarte a ti misma.>

−¿Cómo me encontrasteis, entonces?

<Nunca pensamos en el cómo. Sólo lo hicimos. Encontramos una fuente caliente y brillante. Una red, pero muy extraña, con miembros variables. Y en el centro, no alguien como nosotras, sino otro... común. Tú. Pero con mucha intensidad. Enfocado en la cadena, hacia los otros humanos.

Enfocado hacia dentro de tu juego de ordenador. Y enfocado hacia fuera, más allá de todo, sobre nosotras. Buscándonos.>

−No os buscaba. Os estudiaba. −Estudiaba todos los vids que había en la Escuela de Batalla, intentando comprender la forma en que funcionaba una mente insectora−. Os estaba imaginando.

<Eso decimos nosotras. Buscándonos. Imaginándonos. Es así como nos encontramos. Por eso nos llamabas.>

−¿Y eso fue todo?

<No, no. Eras muy extraño. No sabíamos lo que eras. No pudimos leer nada en ti. Tu visión era

muy limitada. Tus ideas cambiaban rápidamente, y sólo pensabas en una cosa cada vez. Y la cadena a tu alrededor seguía cambiando constantemente, la conexión de cada miembro contigo se relajaba

y se perdía con el tiempo, a veces muy rápidamente...>

Ender tenía problemas para comprender lo que decía. ¿A qué tipo de cadena estaba conectado?

<A los otros soldados. A tu ordenador.>

−No estaba conectado. Eran mis soldados, nada más.

<¿Cómo crees que estamos conectadas nosotras? ¿Ves algún cable?>

−Pero los humanos son individuales, no como vuestras obreras.

<Muchas reinas, muchas obreras, cambiando constantemente, muy confuso. Una época terrible, aterradora. ¿Qué eran esos monstruos que habían destruido nuestra nave colonial? ¿Qué clase de criatura? Erais tan extraños que no alcanzábamos a imaginaros. Sólo pudimos sentirte cuando nos estabas buscando.>

No servía de nada. Ninguna relación con el vuelo más rápido que la luz. Todo sonaba a superstición, no a ciencia. Nada que Grego pudiera expresar matemáticamente.

<Sí, eso es. No hacemos esto como una ciencia ni como tecnología. Ningún número, ni siquiera pensamientos. Te descubrimos como se crea una nueva reina. Como se comienza una nueva colmena.>

Ender no comprendía cómo el hecho de establecer un enlace ansible con su cerebro podía compararse a la creación de una nueva reina.

−Explícamelo.

<No pensamos en ello. Sólo lo hacemos.>

−¿Pero qué hacéis cuando lo hacéis?

<Lo que siempre hacemos.>

−¿Y qué hacéis siempre?

<¿Cómo haces que tu pene se llene de sangre para aparearte, Ender? ¿Cómo haces que tu páncreas segregue enzimas? ¿Cómo llegas a la pubertad? ¿Cómo enfocas tus ojos?>

−Entonces recuerda lo que hacéis y muéstramelo.

‹Olvidas que no te gusta que te mostremos cosas a través de nuestros ojos.>

Era cierto. Lo había intentado un par de veces, cuando era muy joven y acababa de descubrir la crisálida. No podía soportarlo, no podía sacarle ningún sentido. Destellos, unos cuantos momentos claros, pero todo resultaba tan confuso que se dejó llevar por el pánico, y probablemente se desmayó, aunque se encontraba solo

y no pudo estar seguro de lo que había sucedido, desde un punto de vista clínico.

−Si no puedes decírmelo, tenemos que hacer algo.

<¿Eres como Plantador? ¿Intentas morir?>

−No. Te diré que pares. No me mató antes.

‹Intentaremos... algo intermedio. Algo más suave. Nosotras recordaremos, y te diremos lo que pasa. Te mostraremos fragmentos. Te protegeremos. A salvo.>

−Inténtalo, sí.

La reina colmena no le dio tiempo de reflexionar o prepararse. De inmediato, Ender sintió que veía a través de ojos compuestos, no muchas lentes con la misma visión, sino cada lente con su propia imagen. Experimentó la misma vertiginosa sensación de muchos años atrás. Pero esta vez comprendió un poco mejor, en parte porque ella lo hizo menos intenso que antes, y en parte porque ahora tenía más datos acerca de la reina y de lo que le estaba haciendo.

Las múltiples visiones diferentes era lo que veía cada una de las obreras, como si fueran un solo ojo conectado al mismo cerebro. No había ninguna esperanza de que Ender sacara sentido a tantas imágenes a la vez.

<Te mostraremos una. La que importa.>

La mayoría de las visiones desaparecieron casi inmediatamente. Entonces, una a una, las otras fueron clasificadas. Ender imaginó que ella debía de tener algún principio organizador para las obreras. Pudo descartar a las que no formaran parte del proceso creador de reinas. luego, por bien de Ender, tuvo que elegir incluso entre aquellas que sí lo eran, y eso fue más difícil porque

normalmente podía escoger mejor las visiones por tareas que por obreras individuales. Sin embargo, por fin fue capaz de mostrarle una imagen primaria y él logró enfocarse en ella, ignorando los destellos y parpadeos de las visiones periféricas.

La puesta de una reina. Ella se lo había mostrado antes, con una visión cuidadosamente planeada la primera vez que la vio, cuando intentaba explicarle cosas. Ahora, sin embargo, no se trataba de una presentación estilizada y cuidadosamente orquestada. La claridad había desaparecido. Era oscuro, distraído, real. Era memoria, no arte.

<Ves que tenemos el cuerpo−reina. Sabemos que es una reina porque empieza a buscar obreras, incluso como larva.>

−Entonces, ¿puede hablarle?

<Es una estúpida. Como una obrera.>

−¿No desarrolla la inteligencia hasta que está en la crisálida?

<No. Tiene su... igual que tu cerebro. La memoria−pensamiento. Está vacía.>

−Entonces tienes que enseñarle.

<¿De qué serviría enseñarle? El pensador no está allí. La cosa encontrada. El unidor>

−No sé de qué estás hablando.

<Deja de intentar mirar y piensa, entonces. Eso no se hace con los ojos.>

−Entonces deja de mostrarme cosas, si depende de otro sentido. Los ojos son demasiado importantes para los humanos. Si veo algo, la imagen enmascara todo menos el habla clara, y no creo que haya mucho de eso en la creación de una reina.

<¿Cómo va ahora?>

−Todavía veo algo.

<Tu cerebro lo convierte en visión.>

−Entonces explícalo. Ayúdame a encontrarle un sentido.

<Es la forma en que nos sentimos unas a otras. Localizamos el lugar de búsqueda en el cuerpo−reina. Todas las obreras lo tienen también, pero todo lo que busca es la reina y cuando la encuentra la búsqueda ha terminado. La reina nunca deja de buscar. De llamar.>

−¿Entonces la encuentras?

<Sabemos dónde está. El cuerpo−reina. El llamador−de−obreras. El contenedor−de−memoria.>

−¿Quieres decir que hay algo más? ¿Algo aparte del cuerpo de la reina?