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Capítulo 5: Tragedia

Por indestructible que quería parecer, mis manos temblaban y tenía un gusto desagradable en la boca que no me dejaba concentrarme. Mi madre permanecía firme, estaba claro de que estaba fingiendo. No podía respirar bien así que salí del vehículo con esa excusa.

—Necesito aire —me lo dije a mi mismo.

Mi madre lo entendió.

—No te quedes afuera por mucho, sube y pondré el aire acondicionado.

—Iré a ver qué pasa —avancé despreocupado de lo que pudiera ver.

¡Pum!

El sonido me petrificó.

Mi hermana no pudo evitar gritar por lo inesperado que fue. Yo también lo hice, solo que el mío fue ahogado.

Pensé que sentiría un escalofrío, este se disolvió por el miedo. Mi cuerpo comenzó a desestabilizarse como si el abrumador sonido hubiera golpeado el interior de mi odio.

El sonido se extendió por el eco que producían los cerros y quebradas que nos rodeaban, aun así, la procedencia del trueno era indiscutible, era de un disparo; que venía del interior.

Miré a mi madre, el terror en su rostro era excesivo, compartí el miedo de sus ojos y sentía como mis sentidos se nublaban. Me encontraba pasmado, sin querer saber el porqué del disparo. El razonamiento quería una respuesta, pero mi conciencia no me lo permitían y me redirigían a otro enfoque para que no lo pensara. Me encaminé hacia los arbustos bien cuidados que rodeaban las dos hectáreas del terreno. No sabía si mis movimientos eran involuntarios o si tenían algún significado que no percibía. Seguramente lo sé, solo no quiero reconocerlo por miedo. Me hallaba lejos, pero lo suficientemente cerca como para ver la habitación de mis abuelos, donde el ventanal yacía quebrado. No se podía distinguir mucho. Al entender que no veía mucho por mis estúpidos ojos llorosos, me los sequé con agresividad.

¡Pum!

—¡Mierda!

Lo repentino que fue me hizo sacar esas palabras, a la vez que advertía una presión en el pecho, que al llegar a su máximo bajó gradualmente. Ahora podía ver. Sin pensar mucho mis ojos se redirigieron a la habitación. Fue ahí cuando vi todo con claridad, entendí el disparo como si estuviera a centímetros de lo que pasaba. El disparo fue dirigido a alguien, mi visión se agudizó de manera molesta, concentrada en intentar percibir la escena.

¡Pum!

El momento se volvía horroroso cuando distinguí una gorra caer de una de las siluetas. Era demasiado obvio, era asquerosamente obvio. Me costó asimilar que ese cuerpo que cayó usaba la misma gorra que mi hermano siempre lleva. La presión en el pecho que había disminuido volvió a explotar. No podía respirar, no podía pensar bien y ahora tampoco podía ver, mis ojos agrandados por intentar ver solo se nublaban. No quería cerrar los ojos, sabía que si lo hacía todo iba a cambiar. Quería detener el tiempo, quería retrocederlo.

¿Por qué? ¿A qué le tengo tanto miedo?

Tengo que cerrar mis ojos, aunque sea un momento. Los tapé por completo. La tranquilidad que me dio esta acción era un poco incomoda. Entonces los volví a abrir, volviendo al mundo real. Quería llorar, llorar mucho, necesitaba ser protegido, no puedo con esto. El nudo en la garganta era demasiado doloroso. No tenían fuerza, me sentía débil. Me dirigí hacia el vehículo buscando consuelo. Un sonido particular crujió a mi lado. Giré la cabeza para ver de dónde provenía. No termine de voltearme, algo se detuvo en mi cuello. ¿Un mosquito? Que absurdo, este era helado y tenía el ancho de una pulgada. Sentí una presencia a mi lado. Tenía miedo de encontrarme con algo que no quería. Se me congeló la sangre, mi piel se erizó.

Voy a morir.

—¡Bang!

Cerré los ojos, esperando el dolor.

El tiempo se hizo eterno, pero no aconteció nada.

Comprendí entonces, alguien que me estaba apuntando con un arma cargada simuló que me dispararía. Estaba siendo amenazado de muerte. Lo observé de reojo, me apuntaba un sujeto con pasamontaña, que solo mostraba los ojos, en uno de sus parpados tenía una horrible cicatriz, me amenazó con la mirada, hipnotizado por el miedo lo seguí mirando fijo.

—Interesante —dijo con voz rasposa, sin quitarme el arma de encima. Observó hacia otro lado y me amenazó sonriendo con los ojos—. Si te quedas quieto puede que te deje ir.

No atine a nada, solo a obedecer la voz de alguien que no terminaba de conocer. No podía hacer nada que moleste al arma.

El sujeto caminó al auto.

—No… No, no vayas.

Casi como un susurro lo dije con miedo a que me llegue un disparo.

 El sujeto que tenía un pasamontaña, distinto al que acostumbraba ver. Llamaba la atención una estructura de goma resistente, sobre este se mostraba una desagradable sonrisa de diseño.

Por favor vete.

Esta vez no salieron las palabras, seguía absorto de todo, lo único que podía pensar era que no quería morir. El tipo siguió hasta encontrarse con la puerta de mi madre. Mi madre, recién me di cuenta de su figura. Ella se encontraba peor que yo, estaba pálida, sus ojos parecían desorbitarse. Nunca antes vi a mi madre con tal aspecto. Era aterrador, la impotencia de querer accionar sabiendo que no se puede hacer nada.

Miles de veces, soñé que, si algún día algo parecido sucedía, yo sería el héroe, los salvaría de cualquier peligro que se interpusiera en nuestras vidas. Ahora me doy cuenta, que no es nada similar a lo que imaginé. Pensaba que podía hacerle entender al ladrón que somos personas tal como él y que contra quien debería descargar su ira o sus necesidades no era con nosotros. También que si algún día mi familia se encontraba en peligro de muerte la rabia me permitiría ir contra todos y con mis propias manos me vengaría. Nada de eso me pareció tener sentido en este momento.

El sujeto intentó abrir la puerta.

—Abre —mandó detrás de la máscara.

Mi madre no era capaz de responder, estaba pasmada por el miedo. Sin pensarlo mucho apuntó su arma a mi madre por fuera del vidrio y disparó.

¡Bang!

El vidrio fue destrozado sin piedad.

Perdí mi equilibrio, la presión que ejercía la gravedad era a mayor a la que podía resistir. Caí, sujetándome apenas con mis rodillas. Acababa de ver como la cabeza de mi madre era sacrificada, el golpe fue tan fuerte que su cabeza quedó colgando de su cuello.

 Alguien gritaba, estaba perdido, en completo shock. El grito se escuchaba cada vez con mayor desgarro, un grito desesperado, me atormentaba. Yo también necesitaba gritar, mis sentimientos se mezclaban y el sabor en mi boca se hacía desagradable. Tenía mis sentidos chocando entre sí. En el cuello sentí un tirón, esta contracción me despertó. Estaba sufriendo, volví, pero hubiera preferido que no. El sentimiento era asqueroso lo quería regurgitar, me empecé a sentir mareado. Lo que vi frente mío era aún peor. El ladrón sacó a mi hermana quien seguía llorando y gritando desesperada, la arrastró y la arrojó en frente mío, tenerla así me destrozó. Tampoco pude aguantar, mis lagrimas estallaron. Comencé a llorar como si nunca lo hubiera hecho. Todo lo que había sucedido llegó a mí en demasiado poco para procesar. Solo pensé en seguir llorando, mi cuerpo adolorido y mi garganta contraída me dejaron sin respirar, no llegaba oxígeno a mi cerebro.

—¡Hermano! ¡Tengo miedo!

Las palabras llegaron a mi interior como si del alma se tratara y se quedaron grabadas, me afectó lo suficiente como para no olvidarlas nunca. Como consecuencia el llanto se agravó, ya no podía entender mucho, solo seguía y seguía llorando. Siento que voy a enloquecer. Nunca me había sentido tan mal.

—No sé cómo empezar —dijo el ladrón con una voz sarcástica. Se desprendió de la máscara y su cara quedó al descubierto. Era alguien de unos 30 años. Mostró la horrible cicatriz que comenzaba en el parpado superior y subía pasando la ceja. Sonreía como si fuera gracioso—. ¿Te acuerdas de mí?

—No señor —contestó mi hermana desesperada. Sin embargo, la pregunta iba dirigida a mí. Debió ser porque ella lo tenía en la espalda que no lo notó.

—¡Pregunté si te acuerdas de mí!

El sujeto cambió su forma de hablar como si se tratara de otra voz, esta última era amenazante y agresiva. Acompañado de esas palabras apuntó a mi hermana. Ella no se dio cuenta. Yo que lo veía, me abatí. No lograba reconocer lo que pasaba. Traté de calmarme un poco y secándome sin utilidad mis lagrimas hablé apenas:

—¡No sé quién mierda eres!

Lo dije enojado, aun con miedo de que me dispare, pero no tuvo ningún peso y al parecer no lo tomó como insulto. Esto me descolocó. Como podía estar tan tranquilo, quería matarlo, hacerlo sufrir, pero sé que no tengo la fuerza; sé que soy débil.

—Eso creía. La gente tiende a olvidar las cosas cuando no le favorecen. Siempre y cuando no sea un mal recuerdo que nos haya cambiado la vida, tendemos a fingir que no fue algo tan grave y lo ridiculizamos para negar el sufrir —suspiró mientras se interponía entre mi hermana y yo—. Supongo que no te afectó en lo más mínimo.

Diciendo esto, el tipo agarro el pelo de mi hermana para levantarla y reposó la boquilla del arma en ella.

—¡No, no, no por favor, no me mates por favor!

Tamar estaba sufriendo. Quería hacer algo para salvarla, pero, estoy paralizado.

—¡Por favor! —dije con timidez. Al parecer me escuchó por que se dio vuelta. Me miró con cara de disgusto.

—¿Así actúas por tu hermana?

Esas palabras me presionaron, entendía a que se refería. En verdad quiero salvarla, mataría para salvarla, pero yo también quiero vivir. Es egoísta, lo sé, mis contradicciones no ayudan, aunque quiera rescatarla sigo quieto.

Esperó un rato esperando algún movimiento, como no hice nada, se dio la vuelta. Le apuntó y aunque no se escuchó un disparo vi como el cuerpo de mi hermana se desvanecía. La golpeó con la culata de la pistola.

Todo se volvió silencioso unos segundos y como si ya hubiera decidido algo se agachó. Comenzó a bajar lentamente el cierre de la chaqueta de mi hermana.

La irritación, el enfado que me trajo tal escena hizo que la sangre me hirviera y eran tan extremos que de casualidad di un paso, el sujeto estaba tan inmerso en quitarle la ropa que no se percató, en el momento en el que comenzó a desabrocharle los botones de la blusa, perdí el miedo a ser asesinado y arremetí en contra de él

—¡¡Qué mierda estás haciendo!!

Él me apuntó. Me daba lo mismo.

¡Mentira! ¡Maldición! No quería morir, tenía miedo, pero esos pensamientos se quedaban atascados. Quería que me dirigían mis impulsos y estos pedían golpearlo, torturarlo y hacerle daño como nunca. Quería estar inconsciente.

—Patético.

Me quedé quieto, mirando el oscuro agujero del arma que apuntaba en mi dirección.

Justo antes de dispararme desvió un poco la dirección de la pistola.

¡Bang!

Volvió a sonar el tronido.

Al principio no sentí ningún dolor solo el impacto que me empujó. De manera súbita todas mis aflicciones se tornaron en contra.

—Agh---------h —me contraje. Desplomándome en la dirección en la que iba. Mi mano apretujaba el ardor. Creo que moriré, no quiero analizar que me pasará, el dolor comenzaba a picar como si fuera un infierno.

Tenía mi cabeza insertada en la tierra, estaba fría. No, puede que sea yo el que está sintiendo frío. No sé qué puedo hacer en estas circunstancias, nunca creí que algo así realmente podía pasar. Tengo tantos sentimientos encontrados.

—Tranquilo me aseguré de no darte en el corazón. Viéndolo así probemos tu suerte, todavía tienes una 80% de probabilidad de sobrevivir al disparo. Bueno, siempre y cuando alguien te ayude, ja —dijo para luego reírse.

Se estaba riendo, en esta situación. Intenté subir la cabeza, pero el ardor que tenía afectaba todo mi cuerpo, casi no podía respirar, pensé que quizás me dio en el pulmón, tenía miedo de no poder vivir. No sé si fue por exasperación, solo atiné a escupirle los zapatos, es un sinsentido, aun así, anhelaba hacerlo. Al ver mi acción dejó de reír y se mantuvo serio, intenté alcanzarlo para ver su reacción. Antes, me golpeó con el mismo zapato en la cara. El golpe fue duro, no me lo esperaba. Creo que ahora estoy sangrando tanto de la nariz como en la parte superior del pectoral. El choque con su zapato me hizo quedar boca arriba. Podía ver como se agachaba para decirme algo

—Seguramente no lo sabes, pero mi hermana se suicidó y tú, eres uno de los culpables.

No entendía a que se refería, pero sabía que si hablaba me dolería

—Ella lo hizo luego que quedara sola. Nuestra madre había muerto hace poco y ella se la pasaba triste hasta que encontró el amor. Me acuerdo que decía que un chico era lo único que la hacía feliz. ¿Cursi no? Así lo pensaba. No creía que sus palabras eran de verdad, pero cuando me dijo que terminaron comenzó a encerrarse y se la pasaba llorando. Para ella debió ser un golpe más duro, ya que perdió a nuestra madre y además sufrió por un imbécil como tú.

—No sé de quién hablas.

Todavía estoy aterrado y desesperado, quería salir de esta situación y el dolor no me dejaba hacer nada, así que dije lo justo. Era la verdad, no sabía a quién se refería, nunca antes tuve novia.

—Me lo imaginaba, yo sufro todos los días mientras tú vives tu vida tranquilamente ¿¡Te parece justo!? —esperó a que respondiera mientras se secaba unas lágrimas falsas. No quiero gastar energía, no creo que me quede mucha—. Bueno al menos no fuiste parte de esas personas que nos daban sus lamentables condolencias.

No lo podía entender, de que está hablando, no recuerdo nada parecido, no existe algo así en mi memoria. No puedo hacer uso de mí con claridad. Solo quiero echarme a llorar como un estúpido, es lo único en lo que puedo pensar ahora.

—La verdad no me gusta el término justo, pero en este momento se podría decir que estoy haciendo justicia —dijo para luego volver a reír. Su risa era espantosa.

Se levantó sin apuro, luego de analizarme se dio la vuelta y se dirigió donde mi hermana para dispararle tres veces seguidas.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Los estruendos llegaban a mi oído con eco y resonaron como si no tuvieran ningún peso.

Era asqueroso el sentir como algo tan simple podía quitar la vida de forma tan sencilla.

Mis lamentos ya no podían soportarlo y todos salieron a flote, comencé a gritar y llorar como un niño recién nacido.

¡¡¡Esto no debería estar ocurriendo!!!

El sonido del disparo volvía a mí una y otra vez mientras repasaba sin voluntad que todos en mi familia están muertos.

¿¡Por qué a mí!? ¿¡Por qué a nosotros!?

Al pensar esto, la desesperación en mis quejidos comenzó a aumentar.

Seguía inútil tirado y con un disparo en la parte superior del pectoral. Él se acercó a mí, esta vez su cara era demasiado seria. Que me dispare ya no parece tan malo. Prefiero desaparecer a seguir sufriendo, así que por favor:

—Solo mátame —dije apenas entremedio del lloriqueo.

—Jaja. Eres divertido. Esto… Bueno, veámoslo como que no es mi culpa, sino la tuya por estar acá. No me importa si esto es justo o no. No me sentiré mejor después de hacerte esto, pero créeme, me encanta la expresión que tienes —dijo disfrutándolo, esta demente.

Decía eso como si le diera lo mismo haber asesinado. Este tipo está mal de la cabeza, sus palabras solo hacen que el odio se agrande, era repugnante ver cómo podía disfrutar de algo así.

Un ruido de un auto derrapando se escuchó, seguido de eso, varios gritos resonaron. Intente voltear. Creo que estoy por desmayarme, la sangre que perdí no es poca y mi ojos se nublan incluso sin el llanto. La extrema tensión a la que fui sometido, está haciendo lo suyo. De unos vehículos llegaban los que debían ser amigos de mis padres, pues gritaron su nombre, mientras se dirigían al interior de la casa.

El asesino de mi familia se encontraba en frente mío demasiado tranquilo, mirando la escena despreocupada.

—Este… —dice volviendo a dirigirme la vista—. Es un recuerdo especial que tengo.

Sacó algo de su bolsillo, era un collar. La cuerda que lo sujetaba era negra y al final tenía una espiral que descendía en punta justo arriba del colgante había dos esferas que aparentaban ser de madera.

—Este collar es el que tenía cuando la encontré muerta, así que te lo dejo.

Lo tiró a un lado mío. Yo no lo quería, no me importaba su hermana, ni siquiera sé quién era.

Alcancé a maldecirlo en mi mente justo antes de que mis ojos se cerraran, mi conciencia se perdía.