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Cap36: Examen De Graduación Ninja

En la noche más oscura del Bosque de la Muerte, Yasuke, exhausto y herido, descansa sobre el lomo del leopardo albino que lo ha guiado a través del intrincado laberinto de árboles y sombras. La confianza entre el joven ninja y la majestuosa bestia se ha forjado en el fragor de innumerables peligros, una alianza impensable bajo cualquier otra circunstancia.

El leopardo, con cada paso cauteloso, muestra signos de debilidad, su respiración es pesada y sus movimientos, usualmente gráciles y precisos, ahora son torpes y desesperados. Consciente de la gravedad de sus heridas, lleva a Yasuke a una cueva oculta, un refugio seguro que había descubierto en sus días solitarios en el bosque.

Al llegar, el animal colapso, su cuerpo ya no podía sostener el peso de la batalla y la responsabilidad que había llevado sobre sus hombros. Yasuke, aún aturdido por el dolor y la fatiga, se deslizo del lomo del leopardo y cayo al suelo frío de la cueva. El sonido sordo de su caída resonó en el silencio del bosque, un recordatorio cruel de la soledad y el peligro que los rodeaba.

El primer rayo de luz del amanecer se filtro tenuemente a través de la entrada de la cueva cuando Yasuke se despertó de su inquieto sueño. El dolor de sus heridas y la rigidez de su cuerpo le recordo las batallas del día anterior.

Mientras el leopardo yace inconsciente, Yasuke se arrastra hacia su compañero. Con manos temblorosas, revisa las heridas del animal, su corazón se contrae ante cada respiración entrecortada del leopardo. En la penumbra de la cueva, las heridas del felino parecen más graves de lo que Yasuke había temido. El silencio es absoluto, roto solo por la respiración trabajosa del leopardo y el zumbido ocasional de un insecto perdido.

Con la primera luz del amanecer filtrándose débilmente a través de la entrada de la cueva, Yasuke se sienta junto a su amigo, la desesperación se asoma en sus ojos jóvenes. La realidad de su situación se hace evidente; está solo, herido y con el tiempo en contra para completar su misión. Su mirada se pierde en la oscuridad de la cueva, cada sombra parece burlarse de sus posibilidades de éxito.

Pero entonces, algo cambia dentro del joven shinobi. Una determinación férrea toma forma en su espíritu. No está dispuesto a rendirse, no cuando tanto está en juego. Con un esfuerzo sobrehumano, se pone de pie, apoyándose en las frías paredes de la cueva. Sabe lo que debe hacer. Para salvar a su compañero, para cumplir su misión, debe enfrentarse a su objetivo con todo lo que tiene.

Y así, con la imagen del leopardo herido grabada en su mente, Yasuke se prepara para la batalla. La cueva se convierte en su santuario de último minuto, un lugar para recoger sus fuerzas, para planificar su próximo movimiento.

Preparándose para la batalla, Yasuke revisó sus pocas armas y herramientas ninja restantes. Cada kunai, cada shuriken debía contar. Ajustó sus vendajes, mitigando el dolor lo mejor que pudo, y tomó una profunda respiración, llenándose del frío aire matutino de la cueva.

Mientras afila sus armas y repasa mentalmente cada técnica aprendida estos últimos días en el bosque, el eco de su determinación llena la cueva.

—Por ti, amigo—, murmuró Yasuke, acariciando suavemente la cabeza del leopardo. El animal emitió un suave gruñido.

Con un último vistazo a su compañero caído, Yasuke se puso de pie y se dirigió hacia la salida de la cueva. La luz del amanecer bañaba el bosque, proyectando largas sombras que se entrecruzaban como presagios de la batalla que se avecinaba. Yasuke se adentró en el bosque, llevando consigo la esperanza y el peso de una promesa: salvar a su amigo, no importa el costo.

El bosque, en espera, indiferente al drama humano y animal que se desarrolla en su corazón. Pero para Yasuke, cada hoja, cada susurro del viento, es un recordatorio de lo que está en juego. Sintiendo el peso en sus hombros, el joven ninja está listo para luchar, no solo por su título de Genin, sino por la vida de su felino aliado.

A medida que Yasuke se adentraba más en el corazón del Bosque de la Muerte, su mente estaba tan alerta como su cuerpo adolorido podía permitirle. La urgencia de su misión pulsaba en cada paso que daba, resonando con el latido de su corazón herido. Cada hoja que pisaba, cada rama que quebraba bajo sus pies, parecía gritar en el silencio del amanecer.

No tardó en encontrar señales de su enemigo; marcas frescas y signos de un campamento apresurado. Haruki Takahashi había estado aquí, eso era seguro. Con la cautela grabada en cada movimiento, Yasuke se preparó para lo inevitable.

Cuando finalmente se encontró frente a Haruki, el aire entre ellos chispeaba con la tensión de un enfrentamiento esperado. Haruki, con una herida evidente que mermaba su movilidad pero no su peligrosidad, sonrió con desdén al ver a Yasuke tan mermado.

—¿Vienes a terminar lo que empezaste, niño? —la voz de Haruki era una mezcla de burla y desafío.

El bosque, con su penumbra matutina, se transformó en el anfiteatro la batalla. Yasuke, visiblemente herido y agitado, enfrentaba a Haruki, quien desplegaba una sonrisa burlona y confiada.

Yasuke, ajustando su agarre en el kunai que sostenía, asintió con determinación. La imagen del leopardo herido llenaba su mente, dándole la fuerza que necesitaba para enfrentar el dolor y el cansancio.

—Esto es por mi amigo —susurró, justo antes de lanzarse al combate.

El combate era feroz, cada movimiento cargado de desesperación y táctica. Haruki, astuto y experimentado, intentaba prever los movimientos de Yasuke, lanzando contragolpes que forzaban al joven a retroceder y reconsiderar su estrategia. Con cada esquive, Yasuke sentía cómo el suelo húmedo y el aire frío de la mañana intensificaban la tensión del encuentro.

Mientras Haruki se burlaba y atacaba, Yasuke se sentía cada vez más desesperado. Su cuerpo y su espíritu estaban al límite, y la imagen de su leopardo herido era lo único que lo mantenía en pie. Con cada golpe recibido, Yasuke sentía que se acercaba al final de sus fuerzas. Sabía que debía sobrevivir, debía ganar, por su amigo que lo había salvado y por la promesa que se había hecho a sí mismo.

—¿Eso es todo lo que tienes? Pensé que serías un desafío mayor —se mofó Haruki, esquivando con facilidad un ataque desesperado de Yasuke.

Cada movimiento de Yasuke estaba cargado de urgencia, pero la falta de precisión y la fatiga hacían que sus ataques fueran predecibles y fáciles de contrarrestar. Haruki, por su parte, jugaba con su presa, lanzando golpes que no buscaban acabar el encuentro, sino meramente prolongar la agonía de Yasuke.

—¡Concéntrate! —gritó Yasuke para sí mismo, intentando ignorar el dolor de sus heridas y la voz burlesca de su adversario

En un intento desesperado, Yasuke lanzó una serie de shurikens, pero Haruki los desvió con un movimiento de su kunai, riendo ante el esfuerzo inútil.

—Vamos, muchacho, ¿es eso lo mejor que puedes hacer? —provocó Haruki, mientras lanzaba un contraataque que Yasuke apenas logró bloquear.

La desventaja era clara y cada segundo en el combate solo añadía más cicatrices al cuerpo y al orgullo de Yasuke. La imagen de su compañero felino, herido y probablemente luchando por su vida, era la única llama que mantenía encendida su resolución.

A medida que la lucha avanzaba, la desesperación de Yasuke crecía. Sus movimientos, cada vez más erráticos y frenéticos, reflejaban su estado mental turbio y la urgencia de sus heridas. Haruki, en contraste, mantenía su compostura, tratando el enfrentamiento como un mero juego.

—Realmente esperaba más de ti—, comentó Haruki con desdén mientras paraba un golpe con facilidad y empujaba a Yasuke hacia atrás con un gesto teatral. —¿Es este el nivel de un aspirante a genin de Konoha?

Yasuke, respirando con dificultad, se apoyó en un árbol cercano. El cansancio y el dolor eran palpables en cada suspiro. Con la vista nublada por el sudor y la sangre que caía por su frente, buscó en su interior la fuerza para continuar.

—No... esto no ha terminado aún—, murmuró, levantando la vista para enfrentar a Haruki. Con un esfuerzo supremo, se lanzó hacia adelante en un último intento desesperado de ataque.

Haruki, esquivando con gracia, contratacó con un golpe certero que envió a Yasuke de vuelta al suelo. La burla en su voz era evidente mientras se acercaba al ninja caído.

—Deberías rendirte, muchacho. A veces, el valor es saber cuándo parar—, aconsejó, aunque su tono sugería que no esperaba que Yasuke tomara su consejo.

Tendido en el suelo, Yasuke sentía cada golpe como un eco de desesperación. Mientras se aferraba al dolor, una idea sombría se coló en su mente, temblorosa y urgente: "¿Y si me rindo?" Las palabras parecían absurdas, pero una parte de él comenzaba a aceptar esa posibilidad. No era ya el anhelo de ser genin lo que lo atormentaba; era la necesidad de salvar a su amigo. "Si rindiéndome puedo conseguir ayuda para él, lo haré", se penso, casi convencido.

Justo entonces, un puñetazo brutal de Haruki en el estómago lo devolvió a la cruda realidad del combate. Mientras se retorcía de dolor, escuchó la burla despiadada de Haruki:

—¿Pensando en darte por vencido, mocoso? ¡Eso te convertirá en un perfecto ninja de de Konoha!

Continuara...