webnovel

Reencarnado en Banshee Town

En el vasto universo de series y películas icónicas, los casos policiales y las tramas de gánsteres se conectan en un entramado más amplio. Desde Banshee Town, surge una historia en la que lo imposible se convierte en parte del día a día. Personajes de dramas como Chicago P.D., Walker, Texas Ranger, Jack Reacher, Hunter, Person of Interest, y Bones ven sus destinos entrelazados con el de Ethan Morgan, el protagonista. En un mundo donde las historias cruzadas desafían las expectativas, Ethan tiene una misión clara: romper con la narrativa predeterminada, salvar a aquellos personajes destinados a desaparecer y, lo más importante, sobrevivir en medio del caos.

TemporalPhantom · perkotaan
Peringkat tidak cukup
86 Chs

Wrong Turn 3/3

—Parecen militares, tal vez estén en algún tipo de entrenamiento —exclamó Ethan, observando al equipo uniformado que se acercaba a la torre desde la distancia. Llevaban equipo táctico completo, moviéndose con precisión y coordinación, lo que hacía evidente su entrenamiento profesional. Seguramente ellos tendrían equipo de comunicación funcional, pensó. Esa sería su salvación.

—¿Y qué esperamos? Ellos deben tener una radio, podemos pedir ayuda —dijo Jessie, su voz emocionada, casi desesperada al ver la oportunidad de escapar de aquella pesadilla.

Ethan, manteniendo la calma, la miró un momento y luego respondió con firmeza:

—Voy a ir yo. Ustedes quédense aquí, no sabemos quiénes son o qué están haciendo.

Jessie abrió la boca para protestar, pero la mirada decidida de Ethan la hizo callar. Él ya había tomado la decisión. Carly, que estaba sentada en el suelo con el rostro pálido y la mirada perdida, no dijo nada. Solo asintió levemente, sabiendo que su energía estaba demasiado agotada para discutir.

Ethan se ajustó la camisa manchada de tierra y sangre, se pasó una mano por el rostro, intentando despejarse, y comenzó a descender la larga escalera metálica que crujía bajo su peso. Cada paso resonaba en la estructura vacía, acompañado por el sonido del viento que silbaba entre los barrotes oxidados. 

 Finalmente, después de unos minutos, sintió el suelo firme bajo sus botas. El aire en la base de la torre era más denso, cargado con el olor a tierra húmeda y pino.

Cuando sus pies tocaron el suelo, los soldados ya lo habían visto. Ethan levantó una mano en señal de saludo, pero apenas dio un par de pasos hacia ellos cuando, en un movimiento sincronizado, los militares levantaron sus armas y lo apuntaron directamente al pecho. Los láseres rojos danzaban sobre su torso, el reflejo de la amenaza evidente.

—¡Identifícate! —gritó el que parecía ser el líder del equipo. Su voz resonó autoritaria, como si no aceptara vacilaciones.

El corazón de Ethan se aceleró. Manteniendo las manos en alto, intentó controlar su respiración mientras hablaba con calma, sin hacer movimientos bruscos.

—¡Soy Ethan Morgan! Oficial de Policía de Banshee, Pensilvania. —Tomó aire rápidamente antes de continuar—. Mis amigas y yo fuimos atacados por una... —vaciló un momento, buscando las palabras correctas para describir lo que habían visto sin sonar como un loco—. Una tribu de caníbales, una especie de grupo salvaje que vive en estas montañas. Apenas logramos escapar. Nos refugiamos en la torre, pero estamos atrapados aquí. No tenemos forma de comunicarnos con el exterior.

Los militares mantuvieron las armas en alto, sin bajar la guardia. El hombre al frente a el era idéntico al actor David Boreanaz de Bones aunque un poco mas mayor, con un rostro endurecido, lo observó detenidamente. Había algo en su mirada que indicaba que no estaba dispuesto a confiar fácilmente en extraños.

—¿Dónde están las personas de las que hablas? —preguntó con dureza, sin apartar la mirada de los ojos de Ethan.

—Arriba en la torre —respondió Ethan, con una ligera inclinación de cabeza hacia la estructura metálica a sus espaldas.

El líder no apartó la vista de él, y después de un tenso silencio, hizo un gesto con la mano.

—Alpha 2 y Alpha 3, suban a la torre y corroboren la historia —ordenó con voz firme.

Dos de los soldados se movieron rápidamente, manteniendo sus armas en alto mientras se dirigían hacia la base de la escalera. Ethan los vio comenzar a subir con eficiencia militar, cada uno cubriendo el avance del otro. Sus pasos eran firmes y precisos, y pronto desaparecieron entre las sombras de los niveles superiores de la torre.

El líder del equipo mantuvo su mirada fija en Ethan, estudiándolo como si pudiera leer cada mentira o verdad en sus palabras. El tiempo pasaba lentamente, el silencio solo roto por el viento y el ocasional crujido de la torre. Ethan se mantuvo inmóvil, las manos todavía en alto, con la esperanza de que Jessie, Carly y Daria estuvieran bien y no hicieran ningún movimiento precipitado.

El aire se sentía más frío, como si la tensión lo congelara todo a su alrededor. Ethan sabía que cualquier movimiento en falso podría ser interpretado como una amenaza. Su única opción era mantenerse calmo y esperar que los soldados corroboraran su historia.

Los minutos pasaron como horas, hasta que finalmente, las radios de los militares crepitaron con estática.

—Alpha 1, aquí Alpha 3. Confirmamos tres civiles en la torre. Parecen en shock, pero están vivos. La historia concuerda —se escuchó la voz metálica del soldado desde el auricular del líder.

El hombre frente a Ethan asintió ligeramente, aunque no bajó del todo la guardia. Bajó un poco su arma, pero seguía en una posición lista para reaccionar ante cualquier amenaza.

—Bien, señor Morgan —dijo el líder— Tienen suerte de haberse cruzado con nosotros. Llamare a la base para pedir instrucciones no te muevas.

Ethan asintió, sintiendo cómo el peso de la situación seguía presionando sobre sus hombros. Aunque los militares ya no lo apuntaban directamente, la tensión no disminuía. No había margen para el error.

El líder del equipo, cuya placa en el chaleco táctico decía "Sargento Hayes", retrocedió un par de pasos, manteniéndose a una distancia segura. Sacó su radio de largo alcance y ajustó la frecuencia antes de hablar.

—Aquí Sargento Hayes, Alpha 1. Situación en el perímetro noreste de la montaña. Hemos encontrado a un civil. Repito, un civil, que afirma haber sido atacado por un grupo de caníbales hostiles. Solicito instrucciones para proceder. Dos de nuestros hombres están verificando la información con otros civiles en una torre cercana.

La radio emitió unos segundos de estática, el ruido sordo del viento llenando el vacío mientras Hayes esperaba la respuesta. Ethan podía sentir cómo los ojos de los demás soldados aún estaban sobre él, listos para actuar si la situación se torcía.

Finalmente, una voz resonó desde el otro extremo de la línea, clara y autoritaria.

—Aquí Base Central. Recibido, Alpha 1. Proceda con precaución. Si los reportes del civil son correctos y el grupo hostil representa una amenaza, tiene luz verde para neutralizarlos. Repito, si la amenaza es real, eliminen cualquier fuerza hostil. Prioricen la seguridad de los civiles.

Ethan sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Aunque se sentía aliviado de que al menos lo estaban tomando en serio, la orden de "neutralizar" no dejaba lugar a dudas: estaban preparados para acabar con cualquier cosa que los militares consideraran una amenaza. 

El sargento Hayes bajó la radio y volvió a mirarlo, sus ojos escudriñando a Ethan, como si intentara medir si realmente podía confiar en lo que decía.

—Morgan, la situación es clara. —El tono del sargento era directo, sin rodeos—. Vamos a investigar lo que está sucediendo en estas montañas. Si lo que dices sobre los caníbales es cierto, acabaremos con ellos. Pero te advierto, si hay algún intento de engañarnos o si resulta que esto es alguna clase de trampa, no dudaremos en actuar.

—Lo que les dije es verdad —replicó Ethan con calma, pero con un aire de urgencia—. Esos... esas personas no son normales. Son violentos, salvajes debería haber mas de veinte de ellos, puedo llevarlos hasta su campamento sin problema.

Hayes lo miró un segundo más, luego se giró hacia su equipo.

—Muy bien, señores. Cambiamos de objetivo. Tenemos la orden de investigar y, si la amenaza es real, eliminar a los hostiles. Alpha 5 asegura a los civiles en este lugar.

Ethan sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Al menos, Daria, Jessie y Carly estarían a salvo bajo la protección de los militares, pero él sabía que lo peor estaba por venir. No había terminado. Esos caníbales seguían allá afuera, esperando su próxima oportunidad de atacar.

El sargento Hayes, con su mirada fría y calculada, se acercó un paso más hacia Ethan.

—Tú vienes con nosotros. Si conoces estas montañas y a esos... caníbales, nos serás útil. Pero te advierto: si intentas algo raro, no dudaré en dejarte atrás.

Ethan asintió, sabiendo que no tenía otra opción. Estaba atrapado entre dos fuerzas, y la única salida era seguir adelante con los militares.

—Entendido 

El equipo se preparó rápidamente, ajustando sus armas y revisando el equipo. 

Los militares comenzaron a replegarse, aún cautelosos, y Ethan los siguió con la mirada mientras se preparaban para lo que viniera después.

— Llámame Jason, toma esto es para ti.

Jason no dijo mucho más y se quitó una mochila multifuncional de los hombros para entregársela a Ethan. En ella había un rifle modelo HK417 con un cañón de 16 pulgadas insertado y un chaleco antibalas colgado afuera. En el interior había un conjunto completo de accesorios tácticos y municiones, un casco táctico Fast con auriculares Comtac-I.

—Bien tenemos trabajo que hacer equipo muévanse. —dijo uno de los soldados que se encontraba al lado de Hayes, un hombre de compleción media y fuerte, su etiqueta del chaleco colocaba el apellido "Perry".

—Alpha 5 se quedara con ellas. Los superiores exigen que si la amenaza es real, todos sean neutralizados. Tenemos que preparar una emboscada.

Jason continuó hablando con tono firme y luego hizo un gesto hacia atrás. Los dos miembros de su equipo asintieron, corrieron colina abajo y comenzaron a prepararse.

Ethan asintió rápidamente para demostrar que comprendía. Se guardo su pistola en la cintura y guardo sus pertenencias en la bolsa de senderismo, y se la entregó a Daria. Ella la colgó en su espalda.

—¡Ten cuidado, te estaré esperando! —gritó Daria antes de besarlo con fuerza.

Bajo la guía del último SEAL, Ethan acompañó a Daria, Jessie y Carly hasta la escalera de la torre. Las chicas subieron primero, dándole un gesto de despedida y agradecimiento a Ethan, quien había hecho lo imposible por mantenerlas a salvo. Sus miradas decían más que las palabras; sabían que le debían la vida.

Una vez que ellas estuvieron seguras en sus asientos, Alpha 5 subió junto a ellas. Un lugar como este era el mas fácil para defender de amenazas.

Ethan rápidamente se puso su equipo, ajustó la mochila e instaló una mira de punto rojo en su HK417. Tras revisar nuevamente, miró a Jason y asintió, indicando que estaba listo.

Jason, al ver la rapidez de sus movimientos, asintió con satisfacción.

—Parece que tienes bastante experiencia, ¿has tenido entrenamiento militar? —preguntó con calma, observando las hábiles manos de Ethan mientras ajustaba su equipo.

Ethan lo miró de reojo, sin responder de inmediato, concentrado en verificar su arma, pero el SEAL no esperaba una respuesta.

—Solo quiero advertirte algo —continuó el soldado, su tono serio y directo—. A partir de ahora, estás bajo mi mando. Acatarás todo lo que yo te ordene, ¿entendido?

Ethan levantó la vista, encontrándose con los ojos del líder, que no dejaban lugar para la duda. Asintió firmemente.

—Entendido.

Ethan asintió una vez más, con firmeza. No tenía el más mínimo interés en intentar impresionar a los SEAL. Sabía perfectamente quiénes eran: soldados de élite, expertos forjados en los combates más brutales, hombres que habían sobrevivido a situaciones peligrosas juntos. Era hora de ponerse en marcha con Ethan dirigiendo el camino.

Ethan se encontraba al frente, guiando al equipo a través de un sendero estrecho y serpenteante que conducía de regreso a la aldea de los caníbales. La densa vegetación lo rodeaba, pero sus ojos no dejaban de ver los alrededores.

—Estamos cerca —murmuró Ethan, su voz grave resonando en el silencio del grupo. Se detuvo por un momento, escuchando atentamente. La naturaleza parecía callarse ante su presencia, como si todo estuviera al tanto del peligro inminente.

A medida que avanzaban, Ethan notó algunas marcas en el suelo: huellas de pisadas grandes y desiguales que indicaban la presencia reciente de los caníbales.

—Estamos cerca —susurró—. Vamos a seguir.

Al poco tiempo, llegaron a una colina que les permitió ver la aldea. La imagen era inquietante: cabañas hechas de madera y ramas, rodeadas por un ambiente denso y oscuro. En el centro, una fogata humeante iluminaba las sombras de las figuras que danzaban alrededor, riendo y celebrando.

Ethan sintió que el tiempo se detuvo por un momento. La adrenalina corría por sus venas mientras planeaba su próximo movimiento. No había margen de error.

—Estén listos —dijo, su voz firme y decidida—. Es hora de actuar.

Según las órdenes de Jason, los cuatro SEAL se dispersaron y se ocultaron: dos junto al río a la izquierda y dos mas el bosque a la derecha. Ethan se quedó con Jason, y ambos se escondieron detrás de las rocas en la colina.

El aire estaba cargado de un hedor acre que se mezclaba con el humo que salía de la fogata en el centro de la aldea. Ethan, Jason y los otros SEAL se escondían tras un espeso matorral, observando con cautela lo que sucedía en la escena frente a ellos. La luz del fuego proyectaba sombras danzantes que iluminaban el rostro de los caníbales, cuyos rasgos eran tan salvajes como sus acciones.

Alrededor del fuego, varios caníbales se encontraban en un estado de frenesí, riendo y gritando, mientras otros manipulaban lo que parecía ser carne humana sobre un espeto. La carne, cruda y sangrienta, chisporroteaba en las llamas, lanzando chispas al aire y llenando el ambiente de un aroma repugnante que hacía que Ethan se retorciera.

—Alpha 3, ¿tienes confirmación visual de la historia que nos dio el oficial Morgan? —preguntó Jason a través del auricular, su voz fría y calculadora.

—Confirmado —respondió uno de los SEAL, su voz grave apenas un susurro. Ethan pudo sentir la tensión entre ellos. —Los informes eran ciertos.... están cocinando carne humana —dijo Jason, su mirada incisiva fija en la fogata. Había un aire de determinación en su tono—

—¿Cuál es el plan? —preguntó Ethan, su voz firme a pesar del horror que presenciaba.

Jason miró a su alrededor, asegurándose de que todos estuvieran listos. —Primero, necesitamos distraerlos. Alpha 2 y Alpha 3, ocupen las posiciones de fuego. Una vez que estén en su lugar, vamos a atacar.

Ethan y el resto del equipo asintieron, sabiendo que tenían que hacer su parte. Con un último vistazo a la escena horrible frente a ellos, el equipo se preparó para entrar en acción, su entrenamiento militar tomando el control de la situación, mientras el fuego seguía crepitando, testigo de la oscuridad que los rodeaba.

Poco después, se escuchó el sonido de un motor en el bosque, tan ruidoso como el de un tractor. Pronto aparecieron dos camionetas Toyota, tan dañadas como las de la guerra en Siria, casi tan destartaladas como el remolque que Ethan había encontrado en la gasolinera.

Un total de ocho caníbales viajaban en las dos camionetas, junto con dos conductores, diez en total, en cuanto bajaron de los de los vehículos.

—Fuego —ordenó Jason a través del auricular.

Con la explosión de dos disparos, todos salieron de sus escondites y apretaron el gatillo al unísono.

En cuestión de segundos, Ethan disparó dos ráfagas cortas y se dio cuenta de que no había ningún objetivo en movimiento.

—Avancen.

A la orden del capitán, los tres SEAL avanzaron hacia el centro. Cada vez que pasaban junto a un cadáver, remataban con un disparo en la cabeza.

Ethan siguió a Jason, impresionado en secreto por la eficiencia. Era digno de una máquina de matar profesional. Sin embargo, se había desempeñado bastante bien, logrando abatir al conductor de la primera camioneta.

—¿Qué diablos es esto? —preguntó uno de los SEAL, visiblemente disgustado. Se bajó la máscara, escupió al suelo y se quejó en voz alta.

Otro miembro del equipo, más joven, estaba aturdido. Se tocó la herida en su hombro izquierdo, arañada por una flecha de ballesta, y murmuró:

—Le disparé al menos tres veces en el pecho.

Aunque la batalla había terminado rápido, varios de esos ogros, ajenos al dolor, lograron defenderse antes de morir. Al menos cuatro de ellos dispararon o atacaron justo antes de ser eliminados. Incluso una flecha fue disparada, aunque sin causar daño.

Jason los fulminó con la mirada, pero no dijo nada, probablemente porque había extraños presentes.

Ethan señaló su propia cabeza.

—Intenta darles en la cabeza tanto como sea posible. Son como zombis, no sienten dolor.

Mientras la escena de horror se desarrollaba frente a ellos, revisaron las casas de los alrededores pero no encontraron a mas montañeses, debían estar en otro lugar, ya que según Ethan había mas de una veintena de ellos, Jason tomó una decisión rápida. Se volvió hacia el resto del equipo, su rostro reflejando la seriedad de la situación.

—Necesitamos apoyo desde la base, no podemos dejar ninguno con vida. —dijo Jason, ajustándose el auricular y llamando a la sala de operaciones. La radio chisporroteó mientras se conectaba.

—Base, aquí Alpha Team, sobre —dijo Jason, su voz firme y clara.

—Alpha Team, aquí Base. ¿Cuál es la situación? —respondió la voz del capitán, resonando a través del auricular.

—Hemos encontrado confirmación visual de caníbales. Necesitamos un UAV para localizar a otros montañeses que puedan estar escondidos. Hay indicios de que están utilizando cabañas en la zona. Necesitamos saber dónde están —explicó Jason, apretando los dientes mientras esperaba la respuesta.

—Recibido, Alpha Team. Vamos a enviar un UAV al área. Ten en cuenta que tomará unos minutos. ¿Qué más necesitas? —preguntó el capitán, la preocupación palpable en su voz.

—Solo asegúrense de que el UAV pueda transmitir en tiempo real —respondió Jason, manteniendo el enfoque.

—Entendido. UAV en camino. Regresaré en unos minutos con información sobre la ubicación de los montañeses. Base fuera —dijo el capitán, cortando la comunicación.

Mientras esperaban la llegada del UAV, el equipo se reagrupó, analizando el terreno a su alrededor. La atmósfera se volvía tensa, y todos sabían que el tiempo se estaba acabando.

Poco después, el zumbido característico del UAV llegó a sus oídos. Jason lo observó elevarse en el cielo y empezar a moverse con precisión, buscando a los montañeses ocultos en la vasta extensión de árboles.

—Base, aquí Alpha 1, informen cualquier cosa que encuentren —pidió Jason, sintiendo la urgencia en cada palabra.

Después de unos minutos de silencio, la radio chisporroteó de nuevo.

—Alpha 1, hemos localizado a un grupo de montañeses. Están en una mina a aproximadamente a dos kilómetros rio arriba de su ubicación actual, junto a varias cabañas —informó la voz desde la base.

—¿Tienen visual de su condición? —preguntó Ray, la preocupación haciendo eco en su voz.

—Aún no, pero vamos a mantener el UAV en la zona para monitorear. Preparados para que se muevan rápidamente. Necesitarán su apoyo pronto. Base fuera —respondió la voz, cortando la conexión.

Ethan avanzaba a paso firme, rodeado por el equipo Alpha del SEAL, Jason, al frente, mantenía la vista atenta mientras el dron enviaba imágenes de vigilancia a su tableta. El equipo estaba en alerta máxima; sabían que los caníbales esperaban en la mina, listos para atacar.

Cuando llegaron los cinco miembros del SEAL formaron un semicírculo mientras rodeaban la vasta área abierta que rodeaba la entrada de la mina. Jason, Ray, Clay, Sonny y Trent estaban listos para la batalla. Ethan, aunque nuevo en la operación con ellos, había sido rápidamente integrado.

—Nos dividimos en posiciones, como habíamos discutido —ordenó Jason— Ray, encárgate de la retaguardia. Clay, Ethan y Sonny, avancen por los flancos. Trent, tú conmigo al centro.

Cada uno asumió su rol de inmediato. Ethan camino por uno de los flancos una vista clara con su rifle, tratando de ocultar su posición. La mina estaba cerca y las casas de madera, que servían de refugio a los caníbales, no estaban lejos.

La voz de los SEAL llegaron uno por uno a través de los auriculares, indicando que todos estaban en posición. El ambiente se llenó de tensión mientras esperaban la orden final. Jason observó un momento más las imágenes en la tableta antes de dar la orden.

— Equipo Alpha, ¡permiso para atacar!

El equipo actuó con precisión letal. Ethan disparó al primer caníbal que vio, un hombre corpulento que intentaba salir de la mina. Cayó al suelo antes de poder reaccionar. Los demás SEAL movían sus cuerpos con agilidad, como sombras en la noche, eliminando a los objetivos uno por uno.

Desde las casas de madera, los caníbales asustados salían tambaleándose, algunos tratando de defenderse con escopetas y ballestas rudimentarias, pero no tenían oportunidad ante la letalidad del equipo SEAL. Los disparos de Ethan retumbaban, derribando a dos caníbales que intentaban escapar hacia el bosque.

El caos reinaba. Los caníbales gritaban mientras las balas cruzaban el aire. Jason lideraba el asalto, moviéndose con una eficiencia brutal, eliminando cualquier resistencia con disparos precisos.

—Avancen hacia la mina —ordenó Jason, mientras Ethan y Sonny cubrían los flancos del equipo.

El combate era rápido y letal. En pocos minutos, las casas de madera estaban rodeadas, y los caníbales que quedaban intentaban en vano resistir. Uno tras otro, caían bajo el fuego de los SEAL. 

Ethan, desde su posición, divisó al último caníbal escondido en una de las casas. Solo su cabeza sobresalía por detrás de una puerta medio rota, era el anciano que les había dado todos las indicaciones erróneas para enviarlo a su familia para comérselos. Tomó aire, ajustó la mira y apretó el gatillo. La cabeza desapareció en una explosión de sangre, la deuda de sangre había sido pagada.

Los SEAL se movieron con fluidez, limpiando las casas de madera una a una. No necesitaban muchas palabras, su coordinación era impecable, producto de años de entrenamiento y confianza mutua. Finalmente, cuando las últimas casas fueron despejadas, todos salieron con expresiones sombrías.

—Esto es... —murmuró Ray, con voz contenida, mientras observaba los cadáveres desmembrados de las víctimas que los caníbales habían colgado dentro de las casas.

Jason maldijo por lo bajo y dio la orden de recoger los cuerpos y quemar las casas. Ethan guardó su rifle, uniéndose al equipo mientras rociaban gasolina por el interior de las casas.

—Quémalo todo —dijo Jason, su voz llena de rabia contenida.

Las llamas comenzaron a consumir los cuerpos y las casas, una purga necesaria después del horror que habían presenciado. Justo cuando iban incendiar la ultima casa Ethan se movió deteniendo a Clay de prenderle fuego, y entro al lugar. Todos miraron confundido a Ethan asi que lo siguieron con curiosidad.

—Entonces, ¿qué estas buscando? No hay nada aquí —Jason pregunto mirando a Ethan 

El viejo de la gasolinera había escondido oro, lo que despertó las sospechas de Ethan. Si esa cantidad de oro provenía de algún lugar, debía proceder de la mina cercana. Rápidamente conectó las ideas: esta casa, la más grande del lugar, pertenecía al líder de los caníbales, y seguramente tendría una reserva personal oculta. Al revisar el pequeño compartimento escondido bajo el suelo de la sala, su corazón comenzó a latir más rápido.

Ethan extendió la mano y levantó la tapa de la caja. En el momento en que lo hizo, su respiración se volvió más agitada.

Dentro, una pequeña pila de lingotes de metal rectangulares, más pequeños que una palma, se encontraba cuidadosamente acomodada. El brillo dorado se reflejó en sus ojos, que se iluminaron con el encantador resplandor del oro.

—!Mierda¡ —exclamó Ray, en voz alta.

Jason y su equipo observaron el montón de oro, incapaces de apartar la vista. Los ojos de varios de ellos reflejaban el brillo de las piezas doradas. Ray, que estaba de pie junto a Jason, tragó saliva, tomó uno de los lingotes y lo inspeccionó de cerca. Su voz salió tensa.

—Cada pieza pesa alrededor de 50 onzas. Aunque no sea de la máxima pureza, cada una vale unos 75,000 dólares. Hay 39 piezas en total, Jason aquí hay una pequeña fortuna.

Ethan no dijo nada más, simplemente sacó cinco placas de oro, y se las repartió entre ellos el equipo Alpha se componía de 6 personas, asi que las puso sobre una mesa y las dividió en cinco para cada miembro. 

El equipo SEAL observaba el montón de lingotes en la mesa, y al principio, nadie decía nada. La tensión era palpable en el aire. Jason, el líder del equipo Alpha, cruzó los brazos, sus ojos fijos en el oro.

—No es una misión oficial —dijo Jason, con una mezcla de duda y precaución— No deberíamos tocarlo.

Ethan, consciente de la naturaleza de lo que estaban discutiendo, se acercó y, con calma, lanzó su argumento.

—Lo entiendo, pero piénsenlo. No estamos en territorio de misión oficial, esto es terreno fuera de los límites. Nos lo hemos ganado. Si no lo hacemos nosotros, vendrán otros a tomarlo.

Jason frunció el ceño, todavía inseguro. Los otros miembros del equipo miraban con cierta reticencia, pero el brillo del oro comenzaba a ganarse su atención. Ethan dio un paso adelante y dejó caer la última carta.

—Escuchen, nadie va a pedir informes sobre esto. No hay papeles, no hay superiores detrás de nosotros. Si quieren, les puedo hacer llegar su parte a casa, de manera discreta. No habrá preguntas. Lo que hemos pasado aquí... lo hemos ganado con sudor y sangre.

La sala quedó en silencio unos segundos. Jason suspiró y finalmente asintió, como si aceptara una realidad inevitable. Uno a uno, los miembros del equipo Alpha empezaron a asentir también.

Ethan no dijo nada más. Caminó hacia la mesa y comenzó a sacar las placas de oro, una por una, dividiéndolas en pilas para cada miembro del equipo. El equipo Alpha se componía de seis personas, pero Ethan dejó claro que había algo más que números fríos en juego.

—Cada uno de nosotros tendrá cuatro piezas —dijo Ethan, mientras colocaba cinco pequeñas pilas sobre la mesa—. Sin mí, no habrían llegado hasta aquí. Así que la pieza extra es mía.

Jason no discutió. Los otros cinco asintieron repetidamente, sin ánimos de debate. Ray, feliz y con los ojos brillando, tomó cuatro lingotes de oro y los guardó en su bolso.

—Mi esposa siempre siempre ha querido cambiarse a una casa más grande —dijo Ray, emocionado— Ahora finalmente puede cumplir su deseo.

Sonny, el más joven del equipo, estaba tan contento que no podía dejar de sonreír. Alargó la mano para tomar su parte, pero Jason lo detuvo con un gesto firme.

—Deja tu parte a Ray para que la guarde —dijo Jason, con una media sonrisa—. No quiero que gastes todo el dinero en una stripper.

Ray se rio mientras guardaba su parte con cuidado.

—No te preocupes, Sonny —dijo Ray, con una sonrisa burlona— Te la devolveré después de que te cases... y prometo no decirle a tu esposa dónde ha estado.

—Maldita sea, entonces nunca podré recuperarlo —Sonny frunció el ceño, pero no pudo ocultar su emoción.

Ethan, habiendo hecho lo que tenía que hacer, les devolvió todo su equipo táctico y les indicó que podían llevarse la mochila con el oro. Jason, que había observado toda la escena en silencio, finalmente asintió a Ethan.

—Es justo —dijo Jason, y luego añadió con una sonrisa amarga—. No te imaginas cuántas veces nos hemos jugado la vida por menos que esto.

Ethan simplemente asintió. Sabía que el dinero era un tema delicado, pero en ese momento no importaba. Las reglas se habían roto, y todos lo sabían.

Los SEAL y Ethan regresaron a la torre del guardabosques, donde un helicóptero militar BlackHawk los esperaba, Daria, Carly y Jessie suspiraron de alivio al ver a Ethan sano y salvo y corrieron para abrazarlo.

Después de un rato el equipo Alpha abordaron su helicóptero llevando a Ethan y las chicas al campamento principal de los caníbales, para que salieran de aquí por sus propios medios ya que al ser un equipo de la marina no tenían autorización para operar, ellos debían llamar a las autoridades, y dar aviso de lo que sucedió.

Jason le aseguró a Ethan que su Capitán se encargaría de manejar la situación y de notificar a las autoridades en cuanto fuera necesario. Aunque al principio los SEAL habían sido fríos y cautelosos, con el tiempo su actitud hacia Ethan cambió visiblemente. Había algo en él que ganaba respeto, y al final, el ambiente se tornó más relajado.

Después de intercambiar despedidas calurosas, el equipo SEAL abordó el helicóptero Black Hawk. El ruido de las aspas cortando el aire llenó el ambiente por un momento, hasta que la nave se elevó y desapareció en el horizonte. Poco después, los soldados se retiraron, y el silencio volvió a reinar en la zona.

Después de un rato buscando en las casas Ethan encontró el volante perteneciente a la camioneta de Francine, ya que la SUV de Daria había quedado arruinada, después de instalar el volante salieron de ahi. 

.