—¿No estabas ansioso por luchar? —al ver a los osos avanzar hacia su gente y acercarse a las murallas—, baja ahí y mátalos.
—Sí, patriarca —todos tenían una expresión ardiente en sus rostros—. Querían ir con todo y matar a estos osos.
—Recuerda —aún antes de que cualquiera de ellos moviera un músculo, el viejo patriarca advirtió—, no te excedas y no reveles todo.
—Lo entendemos, patriarca.
La advertencia era simple, pero llevaba un gran peso de verdad.
El anciano trataba de recordarles a los que los observaban. Eran sus enemigos y no era sabio exponer las técnicas más fuertes de uno frente a sus enemigos.
Al observar a las espadas más afiladas de su clan entrar en escena, el anciano finalmente tuvo un momento de paz.
—Patriarca...
—¡Mierda! ¿Por qué no bajaste allí con los demás?
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