webnovel

Ojos de mar

¿La vida de una chica es marginalmente manejada por el destino y todo puede deberse al barranco por el cual cae su país? ¡No! - Se dijo Amelia entre dientes. Me niego a culparlos a todos de amarlo. Me niego a culpar a mi inocente positivismo. Me niego a sentir que una traición puede traer tantas consecuencias. Esta isla del Caribe no tiene ya el mismo ron, ni el mismo sabor a caña, luego de probar sus besos. Conocí algo más que el amor, conocí una libertad perturbadora, que me hace incapaz de usar mi razocinio. Sin sus besos soy incapaz de probar bocado y sin sus caricias ya el insomnio me embrutece. ¿Pero que es esto?- se dijo Amelia- ¿Por qué sigo escribiendo tonterías y no lanzo este amor por la ventana? Edward, Elio, Elton o Emilio ¿Es mi indecisión la culpable acaso? Luego de pasarme la vida soñando finalmente tenía un trabajo. Nada que ver con lo que había soñado, pero era un trabajo digno. Podía ayudar a mi madre y guardar para el incierto futuro. Mi novio, era un cable a tierra. Guapo y atento, me sentía dichosa. Luego la inconformidad me hizo llegar a mi trabajo:Una empresa internacional de intérpretes. Todo iba bien hasta que un alto ejecutivo me eligió para ir a Japón y trabajar de intérprete por un tiempo. No me pude negar, pero mi vida cambió tanto que no sabía cómo manejar mi destino. Japón era un país tan distinto a todo lo que hasta ahora conocía. No sabría para quién trabajaría hasta llegar a mi destino. Lo más intrigante es que en mi currículum decía nivel básico de japonés. No era apta para ese trabajo y así todo fui elegida. No era apta para ese trabajo, pero fui prepotente y decidí ir a lo desconocido.

Kentana91 · perkotaan
Peringkat tidak cukup
15 Chs

Capítulo 10. Un nosotros

Por Edward:

Ayer estábamos Amelia y yo frente a un castillo muy famoso de este país.

Lo menos que pensé al conocerla fue llegar a traerla a mi país. Profesores de español, intérpretes latinos y asesores de negocios hay muchos aquí.

Quise que fuera ella el puente con Latinoamérica luego de verla cerrar un trato muy ambicioso con un pintor de su país. Se veía tan serena, segura de sí misma que me atrajo profundamente.

Traerla a mi país a trabajar, que conociera algo diferente, que se creciera como mujer ya era una esperanza para mí. Si mis sospechas eran ciertas, ella podría adaptarse a vivir a un país industrializado. Mi corazonada tenía que ser cierta, esta mujer iba a ser la dueña de todos mis bienes.

Ayer, la besé y su boca me invitó a seguir. Mi erección casi rompe mi pantalón. Tan inteligente y seductora que es, supo pararme en seco. Me apretó un glúteo. No supe cómo reaccionar. Me tiene con esta sonrisa de tonto desde anoche. Me idiotiza, me hipnotiza esta mujer.

Quiero que termine el proyecto con mi padre y después voy a disfrutar de ella en Okinawa.

Sí. Eso haré.

Tomo el teléfono y le escribo:

-Buenos días señorita. Tenemos una reunión esta noche en Tokio con mi padre. Será una cena. Me pregunta lo que te gusta cenar.

- Buenos días. ¿A qué hora es la cena?Dile a tu padre que llevamos Umeshu, que me cocine algo que les guste a ti y a tu madre.

Mencionó a mi mamá y me sentí algo triste. Mami lleva un año trabajando en Barcelona. Hizo su propia empresa. Me prometió que vendría para no irse más cuando encuentre un buen reemplazo allá. ¿Qué sucedió realmente entre mis padres? La prima de mamá la invitó a pasarse unos meses allá y terminó por enamorarse del sitio. Papá fue con ella y regresó.

Nunca nos habíamos separado tanto tiempo. No creo que mi padre le haya sido infiel. ¿Por qué se dan ese tiempo?¿Cómo pueden vivir en países diferentes después de más de 40 años de matrimonio?

Mi madre es alta, hermosa. Levanta suspiros a sus más de 60 años. Dice que su autoestima se la debe a mi abuela porque mi padre no sabe decir piropos. Mi abuelita hermosa vive aquí en Japón hace mucho tiempo. Se casó aquí.

Mi teléfono volvió a vibrar, era ella otra vez.

-Ya preparamos todo. Estamos llegando a la estación de Shinosaka para tomar el tren bala de regreso a Tokio. Nos vemos allá.

Miré la hora, estuve pensando en mi familia por un largo tiempo ya.

Llegué casi sin aire a Shinosaka y me subí al

mismo tren que ella. Entonces le respondí:

- Perfecto, ven al siguiente vagón.

Vino enseguida con esa sonrisa amplia que tanto me recuerda a mi madre.

-Hola señor

Se sienta a mi lado me da un beso mojado en la mejilla.¿Cómo puede excitarme con solo un beso en la mejilla? No lo logro entender. Me siento intimidado por esta jovencita.

Lleva un vestido azul claro con dibujos, que sus escandalosas curvas no me permiten querer saber qué son. Su pelo ondulado recogido en un coqueto moño. No tiene maquillaje, no lo necesita.

Puedo imaginar lo que hay debajo de su vestido y mi mano nerviosa quiere tocar.

Aclaro la garganta y le hablo de su primera misión.

Estará una semana dándole un curso de español a los 10 trabajadores de los dos restaurantes que mi padre abrirá en Distrito Federal.

Allá en DF hay unos amigos de toda la vida que se han encargado de todo, pero antes teníamos solo un pequeño restaurante de ramen. Ahora papá abrirá uno de Zushi en Chetumal y va a cambiar de locación del de ramen, va a ser el doble o más de lo que era antes.

Me sonríe y creo que me equivoqué en alguna frase de español porque me mira fijo. Me siento tímido. La haría mía aquí mismo si no estuviéramos en el tren.

-¿Lista para conocer a mi padre?- le digo al oído en voz baja.

—————por Amelia—————

Estaba alistándome para ir a desayunar cuando me dijo que íbamos a cenar con su padre. Me sorprendí muchísimo. No sabía que teníamos algo tan serio como para conocer a su padre. No sabía qué pensar. Eso sí, quería que me besara otra vez. Me inquietaba la idea de tener dos horas para pensar en el tren sobre mi relación con Elio. Hoy no quería pensar en él.

Me estaba quedando dormida cuando recibí instrucciones de cambiarme de asiento.

Ahí estaba él con una camisa blanca y un pantalón beige. Quise besarlo en la boca pero no me atreví. En Japón no se besan en público o al menos no es muy común.

Me dijo algo sobre mi trabajo en Tokío por una semana, pero yo solo estaba pensando en sus labios como motivo de pecado.

Sonreí como tonta y le dije:

-Gracias.

-¿Por qué?

- Por tu confianza. Daré lo mejor de mí.

Esto último lo dije en japonés.(Ganbarimasu)

Parece que no le gustó mi acento porque se puso serio. Tengo que seguir trabajando en mi pronunciación.

Llegamos a Tokio. Fuimos directo a Asakusa solos él y yo. Mina y Nori se fueron a la oficina.

Llegamos al apartamento. Era pequeño pero acogedor. No tenía muchos lujos, como me imaginé. Estábamos solos.

-¿Cuándo viene tu padre?

- Viene en 10 minutos. Fue a buscar pescado.

Me respondió mientras se acercaba a mí con un vaso de Umeshu.

- Creo que si voy a conocer a tu padre mejor no tomo.

En eso sonaron las llaves en la puerta. Pensé que era su padre, pero entró una mujer hermosa por la puerta. Edward se paró y la abrazó con fuerza. Gritó:

-Mami¿por qué no me dijiste nada, mija?

-¿Y perderme la oportunidad de verte sorprendido ?¿Qué va? Preséntame a tu novia.

Era la señora Anaís Yamamoto. Tan alta, hermosa, elegante y coqueta. Su hermoso pero sencillo vestido rojo le llegaba a media pierna y dejaba salir solo un poco de su pecho. Así como su personalidad, su vestimenta era muy inverosímil.

-Mucho gusto. Soy Amelia. Voy a trabajar con su familia los próximos 6 meses.

- Mucho gusto, mi niña. Espero que mi hijo se comporte a tu altura.

Me dio un beso en la mejilla y se fue a la cocina, dijo algo así como que quería sorprender a su esposo, quien no tardó en llegar con algunas golosinas del súper.

-Hola, ¿qué tal?

Me dijo con un acento cubanísimo. A pesar de su edad mantenía muy buena figura. Edward se le parecía mucho en lo discreto al hablar.

-¿Ya conociste a Anaís?

Iba a responder, pero Edward se adelantó y dijo:

-Estoy muy feliz por ustedes papá. Pensé que no se entendían.

-Nosotros nos casamos cuando tu madre no hablaba japonés ni yo español. Así y todo llevamos 40 años tratando de entendernos .

Todos nos reímos a carcajadas mientras la señora trajo una paella de la cocina.

-¡Increíble!Tuve que ir a España a aprender a cocinar para luego regresar a Japón y volver a pedir comida a domicilio.

El señor se puso serio y dijo:

- Mamá, ¿hoy tampoco cocinaste?-dirigiéndose a su esposa como la madre de la familia, algo que me pareció muy tierno. Ella contestó:

-Papá, mañana hago sopa de miso.

Los dos se rieron con una complicidad que todavía voy a necesitar 40 años para experimentar.

En ese instante miré a Edward y lo amé, pero también lo envidié porque a pesar de no tener a sus padres demostrando amor físico, se les ve enamorados. Eso es algo que no pude ver en mi familia.

Me dije a mí misma:

Lo siento Elio.