Nial no estaba seguro de cuántos días habían pasado desde que había derrotado al Heligav de Keltia y vinculado la habilidad del Remolino de Caos a su núcleo de mana.
Sin embargo, lo que sí podía decir era que su mente estaba mucho más clara que nunca. Su cuerpo rebosaba de vigor y no mostraba signos de somnolencia o cansancio al abrir sus ojos sin vida, blancos como la leche.
—También te has vuelto mucho más fuerte, ¿verdad? —dijo de repente Nial al visualizar los más mínimos detalles de todo dentro de su habitación.
Millones de cristales de Origen desmoronados estaban esparcidos por su cuarto, y Ryu descansaba su cabeza sobre su pecho, esperándolo a que despertara.
Los ojos negros del grifo se fijaron en el alma de Nial y este emitió un gorjeo de alegría.
—Pero, ¿por qué te ves tan pequeño...? —Nial ya no estaba cansado, pero su mente necesitó algunos segundos para digerir todos los cambios que habían ocurrido dentro de su cuerpo y a su alrededor.
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