La Habitación 107 parecía diferente de la habitación donde estaba detenido el gángster.
Parecía una sala de interrogatorio de una estación de policía, con una mesa en el medio y cuatro sillas enfrentadas entre sí. Una lámpara amarilla colgaba sobre la mesa.
La dominante pared de color azul marino hacía que la atmósfera de la habitación pareciera lúgubre.
Robert, el gerente de Laura Kiels, se levantó instantáneamente de su asiento cuando vio la puerta abrirse de golpe y vio entrar a un hombre con gafas.
Su furia se encendió. Después de unas horas aislado en esta sala, sentía que su paciencia se adelgazaba como el papel.
Detenido en esta sala, Robert se sentía como un sospechoso a punto de ser interrogado. Sin embargo, los investigadores lo dejaron solo para estresarle. Cuando ya no pudo contener su paciencia, alguien entró en la habitación, provocando que su rostro se tornara rojo mientras toda su sangre parecía afluir a su cara.
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