Confundida por lo que había pasado, Bella se volvió para verificar cómo estaba Tristan. Se sorprendió aún más al ver a su esposo ahora durmiendo, apoyado en el cabecero, con la cabeza colgando y la barbilla casi tocando su clavícula.
—T-Tristan, ¿por qué... por qué duermes así? —preguntó Bella. Su garganta se sentía dolorida y su voz sonaba ronca, apenas audible.
Se sintió terrible al ver a su esposo durmiendo sentado; debía estar agotado de esperarla.
Bella puso su mano en la frente para comprobar su temperatura corporal. Después de sentir que su temperatura había vuelto a la normalidad, sonrió de nuevo al mirar a Tristan.
No quería despertarlo, así que intentó sentarse a su lado y colocó suavemente la cabeza de él en su hombro.
Sin embargo, Tristan abrió los ojos antes de que su cabeza se apoyara en el hombro de Bella. El pánico irradiaba de sus ojos enrojecidos al verla sentada a su lado.
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