El día esperado llegó más rápido de lo que me gustaría admitir, sólo era cuestión de minutos encontrarme con Naomi y, por mi parte, estaba tan emocionado que a duras penas logré dormir unas horas la noche anterior. En unos minutos vería a Naomi y ella se vendría conmigo, y finalmente la conocería como quiero hacerlo, sin ningún filtro, sin ninguna mentira.
Sólo conocer a Naomi, la Naomi que nadie ha visto.
Fue muy inocente de mí parte.
•|| Naomi Benet ||•
Junio 14
7:00
—Ah... —La sangre gotea sobre las servilletas que descuidadamente amontoné en mis manos y bajo mi nariz para evitar manchar mi blusa blanca. Excelente manera de comenzar mi primer día clases. Viendo el lado positivo, ésto es algo por lo que ya no tendré que pasar otra vez.
—Sabes que lo hago por tu bien, porque te quiero. —Dice papá pasando sus manos sobre mis hombros en una muestra de cariño.
—Deja de quererme, por favor. —Comento apartando las servilletas de mi nariz, tan manchadas de sangre que gotean un poco.
—Eres mi única hija, debo quererte. Tu madre piensa igual.
—Te doy dos segundos para salir de aquí. —Advierto tomando una toalla húmeda para quitar la sangre seca de los alrededores de mi nariz y labios.
—Bien, me iré, me iré. —Avisa dejando la habitación y cerrando la puerta detrás de si mismo con esa castrante aura de pacifísmo fingido. Con la cara limpia; un par de mudas de ropa y el dinero en la mochila, tomo mi último accesorio: una carpeta roja que contiene algunos papeles importantes como mi acta de nacimiento y mis documentos de identidad.
Salgo de la casa en total tranquilidad, como un día normal. Uno como los muchos otros en los que iba a la secundaria y volvía, la única diferencia es que no voy a volver. Cada paso lejos de esa casa, hace que deje de sentir ese tremendo peso sobre los hombros y la sensación de asfixia que me seguía a dónde quiera que fuera.
La parada del autobús está en la siguente calle, y una más allá debe de estar Dominick esperándome.
El día está soleado y la mañana, ésta en particular, es bastante fresca. No hay muchas personas, a estas horas la mayoría ya debe de encontrarse en su trabajo o en la escuela, los únicos en casa y las calles son: o niños muy pequeños o señores de la tercera edad practicando jardinería.
Paso por alto la parada de autobús y continúo mi camino con total serenidad, nadie me sigue, sólo soy yo, Naomi, caminando a la universidad. Veo el auto de Dominick, un Ford, si no me equivoco. Realmente no sé de autos, no es algo que llame mi atención en lo más mínimo. Finjo revisar mi libreta en lo que pasan unas personas que vienen de frente a mí, cuánto giraron en la esquina me subí al auto de Dominick y cerré la puerta.
—Hey —Le saludo sonriéndole, pero su cara es de total seriedad. —. ¿Pasa algo?
—¿Eso es sangre? —Su pregunta me obligó a detallar mi ropa, en efecto, hay sangre sobre la tela blanca de mi blusa. Una pequeña salpicadura.
—Supongo que lo es —Respondo mientras lanzo mi mochila a la parte trasera del auto junto con la carpeta. —, pero estoy bien, no debes preocuparte por eso.
Sus manos apretan el volante con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos, tiene una mirada de reproche clavada justo al frente, puedo ver la rabia que siente.
Y me gusta.
—¿Molesto, Grossman? —Cuestiono con una amplia sonrisa tocando su mano. Mi expresión parece haberlo calmado, pero no del todo. Su expresión se relajó, pero su cuerpo sigue tenso.
—Parece que te fascina la atención. —Comenta burlesco arrancando el motor y poniéndonos en marcha.
—Me encanta.
Su risa acompañó la mía unos momentos mientras nos alejamos cada vez más de mi antigua casa, ni siquiera miraré atrás. No vale la pena.
—Necesitaré que me dejes a una calle de la universidad —Pido mirando por la ventana. —. Dejaré unas cosas en tu auto.
—¿No era sólo llevarte a mi casa? —Cuestiona siguiendo recto por la avenida central.
—Si alguien nos vió, vas a necesitar una coartada por si a caso. Mínimo, algunas personas deben verme en la universidad. —Respondo alcanzado mi mochila y soltando su contenido en mis piernas.
Lanzo la ropa al asiento trasero, están empacadas de manera que cada cambio de ropa ocupa lo mínimo que puede. Dentro de una prenda hay otras y de esa manera ocupa menos espacio que doblarlas todas individualmente.
Saco el dinero que sigue en su caja, dejaré lo más importante que tengo con éste imbécil, pero no tengo de otra. Corro más probabilidades de perderlo en una universidad pública que con él.
—Cuida ésto con tu vida y no lo toques. —Pido dejando la caja en el tablero del auto.
—Está bien, ¿a qué hora paso a recogerte?
—Dentro de dos horas —Respondo. —. Aquí a la derecha y detente.
—Sé dónde queda la universidad, Naomi.
—Ajá. —Meto mis manos en la mochila vacía para toparme con una libreta y un con un lápiz. Él se detiene y yo me bajo para confundirme entre los cientos de estudiantes que, cómo yo, llegan tarde.
Sólo necesito que algunas personas me vean, nada más que eso.
•|| Dominick Grossman ||•
Voy camino a la "vieja avenida" una calle llena de baches y dónde casi nadie va, no es un lugar demasiado transitado. Aquí podría esperar un par de horas. Miro la caja en el tablero y la abro por mera curiosidad, lo que veo es una exorbitante cantidad de dinero.
—Parece que va en serio... —Dejo la caja en su sitio y miro la ropa en el asiento trasero. Tomo uno de los cilindros de ropa, una extraña forma de doblar ropa siendo sincero.
Desenrollo las prendas, consiste en un pantalón de pijama y, lo que parece su respectiva camisa, ambas de color rojo, al desdoblar la camisa de tirantes para verla mejor cae sobre mi regazo un prenda de ropa interior. La tomo, parece de algodón, es de color violeta y tiene un estampado de círculos negros.
No debería tener ésto entre mis manos, ni siquiera debería husmear entre sus cosas; Sin embargo, la latente morbosidad de que ésta prenda ha estado en contacto director con la inexplorada intimidad de Naomi, me hace difícil hacer lo correcto. Deberia dejarla en su sitio y olvidar el asunto, pero me es complicado acatar una única órden de mi moral.
Acerco la prenda a mi nariz para degustar su olor, está limpia, huele a suavizante de ropa y jabón, pero hay otro olor, sútil, pero diferenciable del resto: El olor de Naomi. Inhalo profundamente diferenciando cada olor posible en la prenda y exhalo lentamente cuando mis pulmones ya no pueden sostener más aire.
—No, no, no... ésto sigue estando mal. —Me reprocho a mi mismo, dejando de lado la prenda. Mis latidos retumban contra mi pecho, lógico, de algún lado debe de llegar la sangre que mantiene mi erección. Suspiro lentamente volviendo a doblar las cosas como estaban en un inicio y dejándolas en su sitio.
Coloco algo de música en el estéreo del auto para calmarme y estar en mis cabales nuevamente. El tiempo transcurrió escuchando música clásica, raro, pero relajante. De entre todas las Beethoven son mis favoritas.
Me alarma que la puerta se abra, es Naomi, volvió.
—Imposible, no han pasado dos horas —Apago la música y miro mi celular, en efecto, ha pasado, a penas, media hora. —. ¿Y cómo sabías que estaba aquí?
—Nos hicieron ésta mierda —Me muestra una identificación estudiantil. —Se quedará en el sistema de la universidad, eso válida mi asistencia a la misma y tu coartada de que sólo me acercaste a la universidad porque iba muy tarde. Y respondiendo a tu pregunta, intuición.
—Piensas en todo. —Enciendo el auto, ésto está demasiado elaborado para ser por un capricho, ella pensó en todo. ¿Durante cuánto tiempo lo ha estado planeando?
—Nada debe quedar al azar —Comenta lanzando su mochila a la parte de atrás. —. Supongo que ya podemos irnos a casa.
—Bien, vamos.
Cada vez era mas común escucharla decir «nuestro» «vamos» «nosotros» palabras pequeñas cuyo significado era grande para mí, ella me incluía cada vez más en sus planes. Y eso me fascina.
El trayecto fue un poco largo, más que por lo baches de la vieja avenida, por la lejanía de la universidad con mi casa. Están casi a cada extremo del pueblo.
—¿Tienes hambre?, podemos comprar algo de comer, lo que quieras. —Pregunto girando en la calle central, donde se encuentran la mayoría de tiendas.
—Sí, ¿podría ser pizza? Hace mucho no como de eso. —Responde radiante, parece estar verdaderamente feliz.
—Ésta bien, pararé aquí, espérame. —Digo estacionado. —¿Alguna en particular?
—Ninguna en particular, sólo que tenga maíz y que sea picante.
—Bien, ya vuelvo. —Digo saliendo del auto y cerrando la puerta para mezclarme con la multitud.
Parece que le gusta el picante, no sabía eso de ella. Hay tantas cosas que estoy por descubrir, una Naomi completamente inexplorada, tal vez mucho más compleja que la de ahora o, tal vez, una tan simple como una adolescente común.
Entro al establecimiento y veo a una morena conocida y bastante desconocida. Es la mujer de aquella noche en el bar o prostíbulo, no estoy seguro de lo que sea. Sólo sé que se llama Dolly. Simplemente Dolly.
—Hola, bienvenido. ¿Qué deseas ordenar? —Su mirada es seductora al igual que su voz, justo como la recuerdo.
—Hola, me gustaría una pizza de pepperoni y ponle maíz. —Pido sonriéndole con timidez. Claro, no estamos en el prostíbulo donde soy más confiado, fuera de él soy alguien increíblemente tímido.
—Estará lista en viente minutos. —Dice introduciendo unos datos en la computadora de en frente suyo.
—¿Efectivo o tarjeta?
—Tarjeta. —acerca a mí el pequeño aparato donde introduzco la tarjeta y lleno los datos correspondientes.
—¿Cómo te llamas? —Pregunta con una encantadora sonrisa.
—Dominick, ¿y tú?
—Sofía, no pensé que fueras tan tímido. Aquella noche «tímido», no era una palabra que te describiera.
Me avergüenzo un poco tomando algo de color en la cara. Seguramente un rojo intenso de vergüenza.
—Digamos que soy un poco reservado.
—Te ves lindo sonrojado, ¿estás nervioso? —Cuestiona vivaz. —Vamos, hombre. Yo no muerdo a menos que quieras.
Odio ser así, no creo que pueda llegar más sangre a mi rostro.
—Sofía, ¿revisaste instagram? —Cuestiona un hombre desde la cocina.
—No, ¿por qué? —Su sonrisa fue nerviosa por un momento.
—Deberías. Busca a Dolly_whore.
Ella saca su teléfono del delantal blanco con el logotipo de la pizzería y comienza a buscar en el mismo. Su cara se torno de un tono grisáceo por la palidez sobre su piel morena, sus ojos comienzan a lagrimear y su boca semiabierta en un expresión de incredulidad.
—Oye, ¿estás bien? —Pregunto al ver tal reacción.
—Debo ir a la comisaría. —Sale de la parte trasera del mostrador apresuradamente.
—¿Por qué? ¿Pasó algo? —Me muestra su teléfono, la cuenta es de Dolly_whore. Y han subió un vídeo hace 30 segundos donde se ve como Sofía tiene sexo con un hombre fornido, centrando las tomas prácticamente en su rostro y cuerpo desnudo.
—Dios mío... ¿quién haría algo así? —No hay que ser un genio, dos más dos son cuatro. Naomi comenzó con Dolly, lógicamente tendrá todo tipo de registros allí, incluso los míos.
—No lo sé, pero lo denunciaré a la policía. —Dice yéndose rápidamente dando un portazo al salir.
—Pizza de Pepperoni con maíz extra. —Mencionan en la barra, me acerco a recogerla y miro el auto, tiene una vista perfecta hacia mi conversación con Sofía.
¿Una mala interpretación y una rabieta de celos?
Celos, Naomi siente celos de Sofía o, quizá de cualquier mujer que se me acerque. Eso me hace sentir asustado y bastante emocionado. No estoy seguro si los celos son muestra de inseguridad o afecto, pero definitivamente estoy seguro que se trata de emociones hacía la otra persona, emociones fuertes que llegan a obligarlos a actuar.
•||•||•
Dios mío, ese episodio de celos no sabía ni como interpretarlo de lo emocionado que estaba. El acto de haber hecho enojarla sin haber querido provocarlo, me encantaba. Me hacían pensar que era mucho más para ella que una herramienta, y lo era. Ella me consideraba mucho más que eso para haber provocado un episodio así sin haber tenido alguna provocación verdadera.
Era una niña después de todo, las rabietas eran parte de su vida.
Y lo serían también de la mía.