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—Lin Yu fue echado por Su Wan.
Su Wan perdió el control de sus emociones. No era alguien que se dejara controlar por ellas. En el pasado, era suficientemente fuerte para enfrentar la vida sola con un hijo. Ahora, era en realidad una escena así.
Lin Yu no podía aceptarlo, pero aún así perturbaba a la enfermera y al médico.
Al ver esto, todos persuadían a Lin Yu para que se fuera rápido. El paciente necesitaba descansar.
Pero la voz ronca gritó:
—¡Llamen a Jing Chen! ¡Que venga!
Lin Yu nunca lo olvidaría.
El cuarto del hospital estaba en caos, y la gente fuera del cuarto tenía expresiones solemnes.
La situación no era buena.
El doctor temía que la herida que había recuperado con tanto esfuerzo se desgarrara una vez más. Si esta vez ocurría, tomaría mucho tiempo recuperarse.
Ninguna herida podía resistir desgarros repetidos.
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