Lana sostenía con fuerza la mano de Zane. Resultó que entre ellos había muchos malentendidos.
No podía imaginar qué hubiera ocurrido si no se hubiera mudado de apartamento. Tal vez, se habrían perdido el uno al otro para siempre...
Esa noche, Lana lloró durante mucho tiempo. Cuando se durmió, ya había salido el sol.
Como de costumbre, Zane le ayudó a preparar un poco de agua para lavarse la cara. Pero no pasó mucho tiempo antes de que se armara un alboroto fuera de la habitación. Zane miró afuera y vio que los Qian habían llegado al hospital y estaban exigiendo ver a Lana.
En la memoria de Zane, esta familia tenía un favoritismo extremo por los ricos y controlaban a su hija como sanguijuelas.
Antes, cuando el Padre Qian era el alcalde, esto era bastante obvio. Pero, ahora que habían sido bajados de su pedestal, tenían que mantener un perfil bajo.
Zane no sabía si los demás habían cambiado, pero la Madre Qian seguro que sí.
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