27 de enero, 2019.
Un año, seis meses y catorce días antes del Incidente en el Parque.
«Desde hace años atrás, existen dos Clanes de Defensa que se han encargado de proteger la humanidad. Manteniendo la tranquilidad y parte del equilibrio en la vida...
Pero, claro, es algo que ya nadie recuerda...».
Los Clanes Defensores son los que más han dejado alucinados a aquellos que no pudieron ser llamados por el Sol y la Luna, su historia inclusive deja con emoción a un pequeño guerrero que apenas aprende a usar el poder de su Clan.
Tanto controlar el fuego como poder manejar el hielo y la nieve son de gran beneficencia a la hora en que una sombra quiera controlar a alguien incluso por mal genio que tenga, es algo que siempre se les ha agradecido. Sin embargo, había algo que desde la niñez se les debía enseñar tanto a defensores como a los normales en cuando a esos dones y la confianza que se le tenga al Clan Hogo-sa.
Un recordatorio constante del pasado: «Un guardián del Clan Hogo-sa puede volverse en un ser oscuro y despiadado si no maneja sus emociones negativas».
De niños se adquiría el afán de no confiar demasiado en un guardián, y si es posible, ni siquiera acercarse, pero sobre todo no molestar a uno.
Este hecho muchas veces causaba conflictos internacionales, e incluso escolares hasta el punto de que una guardiana tuviera que trasladarse de prefectura cuando no hizo nada malo a los demás, sino al revés.
Los mismo pasaba cuando se inculpaba a alguien del Clan Hogo-sa por algo no bien justificado y dándole el crédito a alguien del Clan Senshi cuando éste incluso es consciente de que no tuvo nada que ver con desvanecer a la Kage.
Los guerreros del Clan Senshi recibían más respeto, y aunque muchos nos les molestaba, habían otros que decían que los el Clan contrario merecían reconocimiento para que dejaran el remordimiento que se tenían con su propia existencia.
Muchas veces, los conflictos y decisiones del pasado dejaban problemas en secuelas.
Todo esto lo tenía bien claro la guardiana que ya llevaba horas aburrida en el auto hasta el punto de dormirse:
—¡Sotsuyo! —El grito fue de campeonato.
Sin contar el de la pobre chica de cabello castaño que quedó completamente aturdida, y congeló accidentalmente parte de su cinturón de seguridad.
—¡Tadashi! ¡Karin! A ver, pero… ¡¿Qué les pasa?! —exclamó como reproche la joven, tratando de zafar sus manos del hielo que creó y queriendo descongelarlo.
De fondo seguía escuchando las risas de la pequeña y el pelinegro mayor.
—Alguien como que se despertó de malas —dijo con sorna una mujer joven muy similar al hermano que la llamó, Saori.
Respondiendo a su melliza y queriendo mantener el buen ambiente en el auto, Tadashi siguió haciendo reír a Karin.
—Ya déjala, no hay que hacerla enojar apenas llegando.
Con su manos libres del hielo, Sotsuyo resopló un mechón de cabello de su cara.
—Ya, qué graciosos, en serio —murmuró con sarcasmo, dejando escapar un nuevo bostezo—. Tadashi, Saori, ustedes para tener veinte años a decir verdad, son muy infantiles en varias situaciones.
Se frotó sus ojos castaños grisáceos para ver mejor y alejar el sueño, pensando que sus mellizos mayores no consideraban el sueño de una guardiana.
—¿Y yo qué?
—Tú tienes diez apenas, Karin, contigo es pasable —contestó y añadió—: Además, no es mi culpa que me canse por estar en el auto durante nueve horas desde la madrugada.
Fue en ese momento, cuando la mujer rubia de ojos miel intervino desde el asiento del copiloto, o mejor dicho su madre, Chun-Li.
Ya con solo escucharla, Sotsuyo se enderezó al saber por donde iba, y tener que recordar esas cosas no le agradaba para nada.
—Para empezar —habló Chun-Li—, no estaríamos así si no hubieras congelado la fuente principal de la secundaria en Hiroshima.
—P-pero… ¡Mamá! Ya te dije que no fue mi culpa asustarme con la serpiente —replicó la joven, encogiéndose de hombros.
Chun-Li suspiró, con un tick en su ojo ante tan mala defensa de su parte.
—Una serpiente… de hule, Sotsuyo —corrigió y de fondo escuchó como Saori y Tadashi intentaban soportar las risitas.
Karin por su parte, miraba a su hermana comprensiva y algo preocupaba, ya ella también sabía lo que se sentía congelar cosas "sin querer".
—Y no creas que tú te salvas, Karin —continuó la rubia llamando su atención—, todavía tenemos que arreglar el asunto de la nieve en el salón.
—Ya déjalas, Chun-Li. —Ahora fue el padre de los chicos, Akihiro, quien salió en ayuda las dos menores—. No es la culpa de ninguna de ellas lo que pasó. Ya se estaban pasando con las burlas —aclaró con formalidad—, sin mencionar que por eso Sotsu tuvo que dejar las clases de música.
—Claro, por supuesto, aunque el silencio no me incómoda en lo absoluto…
Aunque lo decía de forma relajada por aprecio al silencio, supo distinguir el desprecio e incomodidad en Akihiro, y lo mismo se reflejaba de su parte en el último tiempo con impaciencia.
—Puede seguir ensayando en casa —murmuró la pelicastaña cruzándose de brazos, viendo las casas a través de la ventana.
—La verdad, estoy de acuerdo con Sotsuyo esta vez —apoyó Saori a su hermana.
Sotsuyo alzó una ceja. «¿"Esta vez"? ¡¿Y para el proyecto de Biología no?!», pensó. Pero su mente se apaciguó cuando sus hermanos dieron la misma razón.
—Sí, lo mismo digo —Tadashi alzó una mano.
—También tienes mi voto, Sotsu.
—Ya somos cuatro —añadió Akihiro sin apartar la vista del camino con las manos al volante, echando más leña al fuego del disgusto de la rubia.
Tadashi tuvo que contenerse al notar la tensión entre ambos, y por ello quiso seguir argumentando sobre el tema de música, pero eso no le salió muy bien al tocar sin querer otro tema:
—Cierto, y puede que Sotsuyo y Karin sean las únicas guardianas entre nosotros…
Saori desvió la mirada y tragó saliva nerviosa, Akihiro apretó los dientes y las manos al volante con la ansiedad jugando en su estómago, Chun-Li por su parte solo mantuvo los ojos cerrados con su típico semblante serio. Un silencio incómodo se abrió paso en el auto unos segundos, a lo que ninguna de las jovenes guardianas supo cómo reaccionar cuando era algo que se conocía desde sus nacimientos, pero que no sabían cómo explicarlo genéticamente a los que preguntaban. Otro motivo por lo que la gente también atacaban con burlas.
Consciente de lo que dijo y que pronto Sotsuyo y Karin volverían a preguntar sobre ello, el pelinegro ojiceleste prosiguió desviando el tema al inicial para intentar calmar la tensión.
—Eh, bueno, es que hace tiempo que no se escucha una nota, pero si insistes por lo que pasó, está bien, creo —terminó teniendo que concordar con la rubia.
En ese aspecto, ya Tadashi no podía discutir contra Chun-Li, pues para la mala concordancia que tenían, él también seguía sin olvidar los malos ratos que sus hermanas menores tuvieron que pasar por parte incluso del sistema educativo, lo mismo que le ocasionó problemas al renunciar.
Aún cuando quería calmar todo, no evitó una mirada decaída cuando Sotsuyo volvió a hablar.
—Descuiden, igual el ser guardiana no me ayudaba mucho en las clases de música.
Sotsuyo suspiró para sus adentros asomándose a la ventana. No tenía caso seguir discutiendo. «Pero… Tengo un mal presentimiento de esto», pensó para sí misma ante el sueño intranquilo que tuvo.
—¿Cuánto falta para llegar?
—Se nota que todavía estás dormida, hermanita —contestó Karin, con una pequeña sonrisa relajada—. Te hemos dicho que llegamos cuando despertaste.
—¿A sí?
—Sí, aunque eso podría considerarse más como un susto —comentó el hombre de lentes para traer la calma habitual devuelta, haciendo que Karin y los mellizos reprimieran una risita al recordarlo—. Además, acabamos de llegar en sí a nuestro destino.
El automóvil se detuvo frente una casa de dos pisos, que tenía toda la pinta de un hogar agradable y acogedor, muy a pesar de la temporada de invierno, sin mencionar que la zona donde se encontraba mostraba tener la atmósfera de un lugar tranquilo. La joven pelicastaña bajó del auto para estirar completamente su cuerpo, abrigándose más con su suéter, que iba a juego con el pequeño bolso plateado que llevaba de costado, sintiendo el frío rozar sus mejillas.
Luego de darle una vista a la casa cubierta de nieve, ayudó a su hermana menor a bajarse, evitando que resbalara en el suelo.
Chun-Li se acercó a Akihiro, sin dejar de mirar la casa.
―Ver esto me trae recuerdos... ―mencionó, siendo ignorada por él de mala gana.
La comunicación no era su mejor fuente, pensó.
—Bueno, ya pueden ir llevando sus cosas adentro y elegir sus habitaciones. Yo me encargaré de los últimos detalles para los muebles —indicó Akihiro, cerrando la puerta del conductor para enseguida dirigirse al camión de mudanza.
Sotsuyo tomó una de las cajas con sus cosas y se dirigió hacia la casa, al abrir la puerta y estar dentro, puedo sentir cierto ambiente reconfortante y agradable, con el vaho saliendo de su boca, aquella sensación acogedora de un buen hogar consiguieron dibujarle una nueva sonrisa en el rostro, pensando en que quizás, y solo quizás, sí podría empezar desde cero su vida en la ciudad de Takaoka, dejar los malos ratos anteriores de lado. Dejó escapar un suspiro y se dispuso a subir por las escaleras a la segunda planta para escoger su habitación.
Y claro, nunca faltaba la típica pelea entre sus hermanos…
Para cuando ella cruzó a la derecha en dirección a las habitaciones, Karin pasó por su lado técnicamente corriendo, atravesándose entre la puerta de la habitación que estaba antes de la oficina al final del pasillo; aquella era la más grande del lugar después de la principal.
—¡La más grande es para mí! —anunció la pequeña con una sonrisa victoriosa.
—¡Claro que no, Karin! —intervino Tadashi, intentando hacerla a un lado—. ¡Recuerda que yo tengo más cosas! —Hizo una pausa, y añadió en susurro—: Y soy mayor que tú.
—Siento mucho decepcionarlos… —Saori llegó con todo el porte elegante de una dama de primera clase, deteniéndose junto a su hermano—, pero esta habitación ya me pertenece.
—¡¿Qué?! —La niña quedó algo indignada y confundida con una ceja alzada, después de todo ella fue la primera en llegar a la habitación.
Pero fue su hermano quien lanzó la pregunta clave.
—¡¿Qué te hace pensar eso?!
—Pues… —Su melliza se llevó una mano al mentón divertida y pensativa, hasta que finalmente dijo con sorna señalándolo—. Soy mayor que Karin, y que tú.
—¿Mayor que yo? —musitó el pelinegro confundido hasta que dio en el clavo—. ¡Solo por cinco minutos, Saori!
Sotsuyo suspiró, divertida ante la escena. Nuevo hogar, pero habían cosas que nunca cambiaban. A diferencia de sus hermanos, ella seleccionó la habitación que estaba antes que esa y, aunque no fuera tan grande, disponía del espacio suficiente para todas sus cosas, ¡y una buena ventana con el alfeizar amoblado!
El resto de la tarde la familia se la pasó desempacando y reacomodando el lugar entero. Para cuando llegó la noche, ya todo estaba listo, con la luna menguante acompañando las estrellas en el gran firmamento nocturno y que era apreciada por la joven guardiana de la familia Azuma desde su ventana, apoyando su mentón y mejilla en la palma de su mano.
A pesar de ser invierno, esa noche el cielo estaría despejado, pensó.
Mientras tanto, a una esquina de la nueva residencia Azuma, cierto joven se encontraba en su habitación con el ceño fruncido, sentado frente a su escritorio lidiando una batalla con los libros delante de él.
El joven de nombre Takeshi Miyamoto había terminado la tarea de matemáticas que tanto le tenía dando vueltas la cabeza por todo el fin de semana y de la que por fin logró librarse. Cerró el libro dejando escapar un suspiro y se recostó con ambas manos en la nuca al espaldar de su silla giratoria. Para ser el semestre final antes de entrar a su último año, los deberes seguían siendo fastidiosos para él, y ni siquiera con eso harían que las evaluaciones bajaran su nivel.
A los pocos minutos de estar así, una idea le iluminó la mente, aunque fuera la más común entre defensores, sí que le serviría para despejarse y volver a activar su mente.
Abrió los ojos y dirigió su mirada castaño oscuro a un cajón cerca del escritorio, aunque haya sido de manera inconsciente el hacerlo lo hizo meditar el sacarlo y usarlo o no, pues a pesar de todo el pasado provocaba que se quedara emergido en sus pensamientos.
Fue en ese momento cuando su padre, Atsushi Miyamoto, lo llamó desde la planta baja:
—¡Takeshi! ¡Hora de cenar!
El hombre era una versión exacta de su hijo, solo que de mayor edad, y si incluso ambos compartían el característico carisma de los Miyamoto, era claro quien aprovechaba más las oportunidades de burla. Por eso al no escuchar respuesta inmediata de su hijo, decidió usar una vieja pero infalible frase:
—Si no vienes ahora, yo me comeré tu comida —finalizó sonriendo con sorna.
No pasaron ni tres segundos cuando la voz del chico se escuchó por el pasillo de la parte de arriba desde su habitación.
—¡Enseguida bajo! Hasta entonces... ¡Ni se te ocurra tocar mi cena!
—Está bien, pero date prisa que se enfría la cena —contestó por lo bajo Atsushi para luego dirigirse a la cocina.
El joven Miyamoto decidió dejar de mirar el mueble, se levantó rápidamente y tomó su móvil para enviar un mensaje a su grupo de amigos de los cuáles contestó su compañero y mejor amigo, Hideki, conservando todavía su semblante serio.
«¿Patrulla hoy a las doce?», escribió y a los pocos segundos recibió la respuesta.
«Hideki: De acuerdo. Apuesto a que atrapo más Kages que tú, ¿hecho?».
«Eso lo veremos. Hecho», contestó finalizando la conversación y guardando el móvil.
Al momento en que los demás empezaron a escribir excusas, supo que ninguno de ellos tenía las intenciones de realizar una patrulla (ya fuera por estar ocupados o por simple vagancia).
El chico se dirigió a la ventana de su habitación, observando la resplandeciente luna en el cielo nocturno mientras que su mirada se tornaba de un brillante verde esmeralda durante un instante al darse cuenta cómo las criaturas sombrías comenzaban a aparecer con más frecuencia.
Takeshi sonrió para sus adentros. ¿Quería distracción y acción? Pues distracción y acción tendría.
—¡Takeshi, a comer! —Atsushi lo volvió a llamar con voz firme y autoritaria, como todo un general de la milicia, logrando que el joven se irguiera de golpe contestando ahora sí enseguida.
—¡S-sí, señor!
Takeshi Miyamoto volvió a mirar la luna, una vez más, y luego se apartó de la ventana para salir de su habitación.
«Diamantes pequeños brillan,
acompañando al astro de luz
plateada y blanquecina.
Iluminando el cielo,
de aquel noble guerrero...»
Devuelta con la joven Azuma, la cena le había caído muy bien, de hecho, ahora se encontraba terminando de preparar algunas cosas en el escritorio de su habitación, entre eso: los libros y cuadernos que necesitaría al día siguiente en su nuevo Instituto.
Estaba nerviosa, podía sentir su corazón latir con rapidez.
En parte, se sentía bien por el hecho de empezar desde cero y mejor, que nadie la reconocería como guardiana y quizás hasta podría encajar.
Pero... ¿Y qué tal si no era así?
Ya desde la primaria le costaba ser aceptada en Hiroshima, y el hecho de que no controlara al cien por cien su poder no la ayudaba mucho, se lo complicaba. Desde el día en que congeló la fuente del centro de la ciudad, todo se le había venido abajo mucho más. No es que ese fuera un lugar donde repudiaban al Clan Hogo-sa, más que todo de su población la mayoría eran guerreros y guerreras; sin embargo, fuera cual fuera el lugar, era lo mismo de siempre: «Los Senshi son mejores».
«¿Quién puede confiar en una guardiana como tú?».
O un: «Los guardianes son un peligro» hasta llegar a los insultos.
La misma historia, una y otra vez. La consideraban una amenaza cuando no lo era. Todo eso, hasta que al final su padre no lo soportó más y se terminaron mudando.
Los mismos comentarios que se repetían en su mente, temía que se repitieran en la realidad otra vez.
¿Tan difícil era que intentaran conocerla?
¿O simplemente ella misma se estaba haciendo la ilusión de que el mundo podría ser más amable?
No podía negar su origen, eso era lo único que tenía seguro.
Guardó el último cuaderno en su mochila con detalles plateados y pegatinas de gatos y cachorros, se sentó en la silla giratoria de su escritorio suspirando resignada contra sí misma ante aquellos recuerdos que tanto la atormentaban.
Tan emergida estaba en sus pensamientos, que ni siquiera se dio cuenta cuando su padre llegó junto al marco de la puerta y se dio cuenta de su incertidumbre.
Akihiro carraspeó para llamar su atención, con una sonrisa que pretendía ser serena.
—¿Nerviosa para mañana? —preguntó entrando a la habitación.
La chica lo escuchó apenas, pero al darse la vuelta no le mantuvo mucho la mirada y terminó por apartarla débilmente.
Akihiro se llevó una mano a la nuca e inspiró profundo mientras avanzaba, buscando las palabras correctas para animarla.
—Oye... Sé que estás así por lo de ahora en el auto —continuó sentándose en la cama frente a ella, acomodándose los lentes—, pero no tienes que hacer caso a lo que dijo tu... t-tu madre... —Sintió una puntada de culpa en su pecho, con un amargo sabor en la boca—. Ella solo está así por todo esto de la mudanza, y sabes que solo quiere lo mejor para ti. Aunque si estás así porque tienes miedo de lo que pase mañana, está bien. —Posó una mano sobre su hombro y la chica finalmente lo miró—. Cualquiera se puede asustar por eso, pero te hace muy valiente querer esmerarte de nuevo. Solo recuerda ser tú misma sin hacer caso a lo que digan los demás sobre ti. ¿Está bien?
Como apoyo, le dedicó una sonrisa comprensiva, con sinceridad en sus ojos castaños claros, como los de ella.
Su hija le devolvió la misma sonrisa, agradeciendo interiormente que pudiera contar con su apoyo paterno de verdad.
—Está bien, muchas gracias... —Su tono de voz ahora también era más sereno.
—Y también recuerda que, al igual que conmigo, tu extraordinario padre —añadió divertido y bonachón, acomodándose los lentes—, también puedes contar con Saori, Tadashi y...
En cuanto nombró al par de ojicelestes, todo lo contrario al afecto de hermanos se hizo escuchar por los pasillos callándolo de golpe.
—¡Saori! —gritó Tadashi—. Maldita sea... ¡¿Acaso tú tomaste mi teléfono?! ¡Sabes que estoy esperando una llamada importante?!
—Pues disculpa, pero yo estaba terminando de preparar mis cosas para llevar al hospital... ¡¿O acaso se te olvida que tengo turno matutino?!
—¡¿Entonces dónde se supone que...?! —En eso hubo un momento de silencio—. Oh... ¡Olvídalo, aquí está!
—Serás idiota, Tadashi...
Sotsuyo tuvo que contener una carcajada al escuchar la escena, recuperando completamente el control de sí misma mientras que su progenitor se sentía con un palmo de narices al escucharlo todo.
—A veces llego a pensar que Karin es más madura que ellos —murmuró, luego abrió más los ojos al recordar algo—. Por cierto, estaba pensando en que quizás necesitarías un poco de distracción y aire fresco después de este largo día, así que... ¿Por qué no sales y das una vuelta por la ciudad? —Rodó los ojos señalando la ventana.
—¿Qué? —Enarcó una ceja, intentando comprenderlo mejor.
Su padre se inclinó un poco, como si le fuera a contar un secreto, pero solo lo hacía con la esperanza de que Chun-Li no lo escuchara.
—Bueno, ya que tienes tu capucha podrías pasar desapercibida fácilmente, y podrías entrenar un poco si ves alguna Kage, ya sabes, ¡como lo hacían los primeros defensores! —explicó con cierto entusiasmo. Se enderezó y mantuvo su sonrisa—. Solo patrullar.
—Oh, bueno... De acuerdo, lo pensaré —contestó con una sonrisa casi segura.
Él palmó sus rodillas, mucho más tranquilo ante esa respuesta.
—De acuerdo. Si decides ir no vayas a tardar tanto, sigues teniendo clases mañana —Se empezó a levantar, jocoso—. Y si quieres llévate un mapa de la ciudad, no vaya a ser que te pierdas.
—¡Já!, qué gracioso papá, en serio —respondió con sarcasmo notable.
—Nunca se sabe. —Akihiro se encogió de hombros al estar en el marco de la puerta, saliendo de la habitación—. En fin, hasta mañana, hija.
—Hasta mañana, papá.
Al momento en que su padre salió, se levantó de la silla para dejar de lado su bolso, y tras ponerse el pijama y apagar la luz, se acostó totalmente dispuesta a descansar.
Aunque la tarea de dormir se le complicó más de lo que pensaba.
Quizás se debía a los mismos nervios, pues no logró pegar el ojo durante dos horas seguidas, y ya se comenzaba a fastidiar un poco. Miró la hora en el reloj de la mesita de noche solo para darse cuenta de que apenas eran las 11:30 de la noche. Hundió la cara en su almohada reprimiendo un grito de frustración. ¿Acaso la hora pasaba más lento de lo usual?
A su mente acudió la propuesta de su padre, después de meditarlo un rato supuso que quizás sí debía salir a dar una vuelta para distraerse un poco. Aunque fuera una hora. Sin más, se levantó rápido y se dirigió a su armario para buscar un cambio de ropa más adecuada. Una blusa blanca con una chaqueta azul con bordes dorados y un pantalón negro a juego con unas zapatillas negras; un atuendo que le iba perfecto con su coleta alta.
Tomó su capa marrón claro en sus manos, mirándola detenidamente mientras pensaba si era bien salir o no, su madre no siempre estaba de acuerdo con que los jóvenes salieran de patrulla por las noches.
Al final, se la puso dejando que la capa le cubriera la espalda entera hasta un poco después de las rodillas y que la capucha le cubriera la cabeza, preservando con un poco de vista a su rostro. Mantendría su consciencia tranquila al recordar que su padre le dió el permiso.
Abrió la ventana para salir de allí y comenzar a saltar de tejado en tejado, sintiendo la frescura de la brisa nocturna chocar en su rostro, deteniéndose un minuto para apreciar la luz de la brillante luna en el firmamento, agradeciendo que el ser una guardiana le permitiera soportar mejor las bajas temperaturas invernales, sin poder evitar que su mirada pasara un segundo a un precioso azul cielo. Sonrió y volvió a retomar su camino creando una plataforma suspendida en el aire por cada paso que daba, dispuesta a distraerse un poco bajo la claridad del astro nocturno y... ¿Quién sabe? Quizás hasta cazar alguna Kage.
Justamente cuando ella salió bajo las estrellas en la ciudad, el reloj en la mesita de noche de su habitación marcó las 12:02 de la madrugada.
«Un pequeño lucero,
deslumbra hoy en el cielo.
Una justa guardiana,
dispuesta a descubrir su verdadero sendero.»
El paisaje nocturno era uno digno de admiración. La luna brillante en el cielo con las estrellas esparcidas por todo el firmamento como millones de diamantes resplandecientes era un plus durante el invierno en la ciudad. Un paisaje que traería paz y tranquilidad a la noche. Aunque para cualquier guerrero, era el escenario perfecto para desvanecer, o mejor aún, hacer cenizas a las criaturas sombrías que acechaban con poseer a personas inocentes.
O simplemente, para hacer apuestas.
—¡Yuuujuuuuu!
Los gritos se escuchaban como ecos por toda el área del centro, delatando el entusiasmo de ambos jóvenes guerreros que saltaban de techo en techo buscando alguna que otra Kage.
—¡Vamos, Hideki! No me digas que ya te das por vencido. ¡Ni siquiera has atrapado una! —le reprochó Takeshi a su amigo que se había quedado varios tejados atrás.
—¡Qué gracioso, Takeshi! —respondió el moreno apurando el paso hasta quedar a la par de él—. Además, tú tampoco has atrapado una.
—Cierto —dijo mientras paraba en la terraza de un edificio que daba una vista amplia de la ciudad—, pero no falta mucho para hacer cenizas una te gane la apuesta y me pagues —añadió burlón.
Se quitó la capucha dejando ver su enmarañado cabello marrón mientras posaba su pie derecho sobre el pequeño muro del borde, mirando el paisaje con los sentidos alertas pero sin apagar su sonrisa.
—Claro, claro, lo que tú digas —contestó sarcástico el moreno, llegando al sitio y suspiró agotado—. Oye, tenía tiempo que no se te veía así tan entusiasta y decidido —Se acercó a su lado mirando con una sonrisa serena el entorno—, y dudo mucho que se trate de ganar una simple apuesta de atrapar Kages —añadió en susurro—. Ya dime Takeshi, ¿por qué estás así?
Lo miró sin recibir respuesta alguna, pero dándose cuando que continuaba viendo el horizonte mientras sonreía todavía, como si lo estuviese ignorando. Solo pudo imaginarse una cosa:
—Aaah... Ya me di cuenta, compadre —dijo dándole un par de codazos con una mirada y sonriendo cómplice.
El pobre guerrero lo miró sin entenderlo.
—¿Eh? ¿De qué estás hablando, Hideki?
—Ya dime, amigo... —continuó sin apagar su sonrisa—. ¿Quién es la afortunada?
—¿Qué? —Al paso de dos segundos captó el mensaje—. Ay, por favor Hideki, no vayas a empezar de nuevo —pidió apartándose del borde con una mano en la nuca.
—Vamos, Takeshi. No me digas que todavía no hay una. —Hideki también se apartó del borde para volver a mirar a su compañero—. Tiene que haber alguna que te llame la atención.
Takeshi negó con la cabeza y una mano en la nuca, con una pequeña sonrisa. Hideki suspiró.
—Amigo por favor, ya ha pasado un año desde que me dijiste que te llamó la "atención" una, y SIETE MESES desde que la IGNORASTE... Lo mejor, diría yo... —añadió en susurro para sí mismo para evitar que su compañero lo escuchara—. Pero de verdad, Takeshi —Volvió a fijar su atención en él, gesticulando con las manos—, aún no hay una chica, ¿de verdad?
—Pues disculpa... —contestó con sorna llevando las manos a sus bolsillos, alargando la palabra—. Pero no es mi culpa que la indicada no encuentre ni aparezca todavía —finalizó encogiéndose de hombros.
—No, no, no, vamos a ver. -Se negó a esa idea acercándose a su lado y posando una mano en su hombro izquierdo—. Ya debe haber una... ¿Jun?
—Buena amiga, pero no. No quiero ser su maniquí para los trajes —contestó divertido.
—De acuerdo, y... ¿Junko, su gemela?
—Muy entusiasta.
—¡Y tú cuando ganas en las apuestas y persigues Kages ¿qué?!
—Soy, pero ni tanto —lo contradijo Takeshi, medio aturdido—. Además, estoy seguro que me usaría como modelo para sus peinados. Y como su hermana, es solo mi amiga.
—Buen punto, ¿y Emi?
—Casi no le hablo.
—¿Noriko? —preguntó el moreno pelinegro, en sus ojos celeste la pura chispa de diversión.
Takeshi abrió los ojos asustado.
—¿Estás loco, Hideki? Es mi amiga pero a veces es mandona —replicó mientas su compañero estallaba entre risas.
—Ya, era un chiste, y lo de mandona es solo cuando no queremos ensayar, ¿eh?
—Sí, pero igual.
—Si sigues dejando como amigas a todas ya cómprate un gato... —murmuró para sí mismo hasta que recordó un detalle—: Hey, ¿qué me dices de Sai?
Takeshi miró la ciudad, meditando un poco.
—¿La guerrera de la otra clase? Las pocas veces que la he visto es manipulando a los demás —comentó como respuesta en seriedad.
—Cierto, me lo dicen también —concordó de la misma manera—. Oye... ¿Y su hermana?
—¿Sadashi?
—¡Claro! —Le dio un pequeño golpe en el costado para animarlo—. Solo piénsalo: bonita, inteligente... ¡Y me dijeron que está loca por ti! Imagínalo ahora: tú un guerrero, y ella una guerrera —dijo alzando una mano mirando al cielo con un tono soñador—. Nada mal, ¿eh? Sería como tu "alma gemela" —terminó divertido con un tono convincente.
Takeshi se rió.
—Claro, si con "alma gemela" te refieres a la chica que le falta un tornillo cuando me ve —contestó sarcástico, alejándose del moreno y volviendo al borde del tejado.
«Sin mencionar que Jun y Junko me matarían si voy con ella», pensó.
—Nunca se sabe si cambia. ¡Pero ya! —Alargó los brazos a un lado, como si alejara algo de él, dándose por vencido—. ¡Me rindo! Si no estás así por una chica, ¿entonces qué te pasa?
Los profundos ojos de Takeshi tomaron cierto toque de melancolía, reflejándose en ellos el paisaje nocturno mientras su sonrisa se esfumaba poco a poco. Su mente, siendo opacada por los recuerdos.
—¿Takeshi?
El rostro de Hideki pasó de tener regodeo a un semblante preocupado ante el cambio de actitud de su amigo, acercándose a su lado en el límite de la terraza.
—Amigo, ¿pasó algo?
Cuando Takeshi desvió la mirada al broche con el símbolo del Clan Senshi con la letra 'M' en el centro, entiendo ocultarlo bajo la caperuza oscura, para luego apartarla de nuevo a la ciudad, entendió con exactitud lo que sucedía.
Su rostro también obtuvo cierto tono de pesar y pena.
—Con que... —suspiró con pesadez—, sacaste su broche...
La voz de Takeshi tomó entonces cierto tono entristecido, dolido.
—Sí...
—Recuerdas que todo el grupo te ha dicho que trates de calmarte, ¿verdad?
Cuando su mente se iba a desbordar en los recuerdos, Takeshi añadió con voz queda:
—Solo quería... conservar algo de ella presente en estas fechas.
—Siento mucho lo que pasó, Takeshi. —Posó una mano en su hombro como apoyo moral—. Pero estoy seguro que tu madre querrá verte bien —dijo intentando calmarlo—. Intenta calmarte más este año para que no incineres todo.
Su amigo hizo una mueca débil y triste.
—Lo sé...
—Y puede que también esté seguro de que necesitas una chica... Y pronto —prosiguió el moreno con una sonrisa intentando dejar la melancolía de lado.
Aquella ironía hizo que Takeshi, que permanecía con los ojos cerrados, sonriera. Le parecía irónico aquello de su parte.
—¿Sabes? Es extraño que reciba "consejos" del chico que no se atreve a declararse a cierta chica baterista —atacó burlón, logrando que a su amigo se le borrara la sonrisa y se le subieran los colores ligeramente.
—¡Ya! —articuló propinándole un codazo mientras él controlaba la risa—. Te he dicho que lo mío con Noa es diferente.
Recordó inevitablemente a su amiga de color, sonriendo al tocar la batería, emergiéndose en su burbuja de ensoñación.
Takeshi le esfumó la burbuja de ensueño en la que estaba mientras seguía mirando la ciudad, buscando alguna Kage.
—Claro, si tú lo dices —musitó—. Pero la verdad es que estaba así porque la estaba recordando, los mejores momentos —explicó con algo de melancolía, apoyó el pie en el muro del tejado para luego retomar el porte añadiendo—: Y sobre lo de encontrar una chica, la indicada ya aparecerá pronto. Tengo una corazonada.
—Como digas, Romeo. Ya se te pegó lo William Shakespeare —musitó divertido para sus adentros—. Oye, ¿seguimos patrullando?
Takeshi miró la ciudad sin apagar la sonrisa.
—Sí.
Justo en el momento en que iban a retomar su curso una alarma sonó a al menos cinco cuadras más adelante y una Kage tomaba dirección al lugar del incidente. Al ambos guerreros ver a la criatura sombría, sus ojos se tornaron a verde esmeralda por un segundo.
—¿Te parecen dos de tres?
—Hecho.
Retomaron el paso entre los tejados a toda marcha. Takeshi declarando que volvería a ganar, y Hideki negándose a reproches.
Una apuesta es una apuesta y se negaban a perderla por su orgullo de guerreros.
El lugar del incidente resultó ser una pequeña tienda de 24 horas, aunque su aspecto en ese preciso instante no era el más esperado: el ventanal de cristal estaba roto al igual que la puerta, los productos estaban dispersos por el suelo, y los aspersores debido al fuego que fue ocasionado apenas cesaban. Todo parecía desolado por en mal estado.
Lo peor de allí era el silencio.
Cuando ambos guerreros llegaron al recinto, se dirigieron una mirada ceñuda entendiendo que debían estar alertas.
Takeshi tomó su espada a la mano, entrando seguido de Hideki, evitando pisar los cristales más grandes en el suelo.
—Oye, ¿y qué me dices de Amaya?
El guerrero Miyamoto enarcó una ceja al escuchar la pregunta.
—¿Te parece un buen momento para hablar de eso? —contestó con el mismo tono de voz bajo sin dejar de inspeccionar.
—¿Y Marcy?
—¿Por qué todas son chicas de nuestra clase? —Takeshi se abofeteó la mente—. ¡Ya te dije! Mejor ve a ver si sigue alguien aquí.
—Claro, señor portador del don.
El moreno le refunfuñó para luego obedecer la orden, guardando su espada en la vaina que llevaba a la cintura. «Al menos esperemos que tu ansiedad no nos juegue en contra», pensó; avanzó por uno de los pasillos mientras que el otro se dirigió por el lado contrario dándole la vuelta al lugar.
Se fijó en la recepción cuando escuchó un ruido proveniente de allí, la caja registradora estaba abierta, al avanzar con sigilo tomando la empuñadura se asomó por uno de los lados para encintrar a un delincuente apuntando con un arma a la recepcionista. Ambos igual de pálidos. El hombre sintió que la sangre se le congeló al sentir la punta de una espada en su cuello, lamentándose cuando al girarse se encontró con el joven de piel morena encapuchado con ojos esmeraldas, negándole sus acciones, hizo una mala para soltar el arma y dejar libre a la dama; el chico arrastró el fusil con un pie para luego lanzarla lejos de su alcance.
Hideki rodó los ojos con ironía. «Ladrones».
—Takeshi —llamó a su amigo que ya llegaba de su ronda—, ya relájate. Solo fue falsa alar...
Hideki se quedó mudo, volviendo a tomar su arma con cuidado.
El de cabello marrón suspiró.
—Sí, tal vez tengas razón —musitó decepcionado—. No hay ninguna Ka... —No terminó de decir cuando al ver a su amigo, éste le dirigió una mirada de alerta, haciéndole señas sigiloso.
Y fue entonces cuando por instinto sintió un escalofrío en la espalda.
Una Kage lo estaba observando a sus espaldas. La criatura hecha de sombra sólida era pequeña, deforme, con ciertos picos en lo que parecía su espalda, le mantuvo la vista amenazante, y cuando notó la marca del sol en la muñeca de ambos jóvenes, su reacción fue la más evidente.
Takeshi tornó rápidamente su mirada a verde esmeralda con todos los sentidos alertas al presentir la criatura en sus espaldas. Apretó los dientes y se dio la vuelta con velocidad a la vez que desenvainaba su espada para defenderse de la Kage cuando ésta se fue hacia él de golpe, evadió el primer roce, pero corrió riesgo cuando el guerrero intentó darle una estocada con intención de desvanecerla al ubicarse frente a sus piernas, aunque pudo hacer de las suyas para que el sable tocara el piso de cerámica.
Hideki se emocionó dando un salto con espada a la mano.
—¡Ganaré la apuesta! —El moreno se fue hacia la Kage con intención de ayudar a su amigo.
O mejor dicho, recuperar la apuesta que perdió la última vez.
Ambos guerreros acorralaron la sombra, manteniendo la guardia en alto cuando se les fue encima una vez más. El joven Miyamoto resplandeció por un instante su mirar para alejarla, teniendo que calmarse cuando Hideki le dijo que sea lo que fuera que le pasó por la mente, no era la mejor opción. La Kage les bufó cuando intentaron desvanecerla con las espadas de nuevo, librándose para enseguida subir a uno de los estantes.
—¿De cuál categoría crees que sea? —preguntó el moreno al verla en lo alto.
El ladrón se asomó desde la recepción para localizar su arma.
—¿Y yo cómo lo voy a saber? —murmuró Takeshi, haciendo que su sable comenzara a arder en fuego como el de su amigo sin fijarse cuando el criminal intentaba alcanzar el arma—. Sabes que quienes se encargan de eso son Daiko y...
El guerrero se lamentó cuando vio que la Kage localizó al hombre, queriendo detenerla con el fuego a tiempo, pero se le terminó escapando cuando la sombra se fue hacia el ladrón para rodearlo y así desesperarlo más mientras se levantaba, luego de eso se le abalanzó encima y empezó a fusionarse con él.
El hombre cayó de rodillas al suelo, desesperados mientras se sostenía la cabeza y tiraba de su cabello mientras la Kage lo poseía, siendo rodeado por un aura de mal augurio.
Nuestro pelimarrón encapuchado retomó su espada a la mano al ver que el sujeto intentaba zafarse de la criatura, hasta que finalmente dejó de forcejear.
La mujer que estaba allí aprovechó para salir corriendo a un lugar seguro.
—¡Genial! Esto se va a poner peor —concluyó Hideki rezagado.
Takeshi tragó saliva, viendo como el tipejo retomaba la postura con una sonrisa que desde su punto de vista parecía maniática. «Qué mala broma...».
El poseído por la Kage dejó que un par de extremidades sombrías salieran de su espalda, para después irse hacia ellos sacándolos de la tienda.
El joven Miyamoto lo miró desafiante al estar afuera. «¡Qué comience el juego!».
Por otra parte con nuestra guardiana, su recorrido no iba tan mal.
Se había tomado la molestia de visitar el Museo de Arte Popular; pasó por varias calles ilustres y el reconocido castillo de Takaoka, incluso visitó el nuevo Instituto en el que empezaría sus clases por la mañana. Todo esto sin dejar de fijarse vez en cuando en su ubicación en el teléfono, para evitar perderse.
Se hizo de pucheros para luego retomar su camino por los tejados.
«¡Peligro inminente!»
Se tomó de los brazos con la intención de acomodarse la capa y resguardarse mejor del clima, aunque lo que más frío le ocasionaba eran los recuerdos, quizás se debía a eso el hecho de que no pudiera encontrar el suelo.
Para más, no había visto una Kage, y comenzaba a creer que su padre había escogido la región con menor cantidad de esas criaturas en Japón.
En ese momento, su intento de "serenidad" se vió interrumpido por un estruendo a sus espaldas.
—¡¿Te parecen mil yenes y una cita con Ai al que lo venza?! ¡AH!
—¡¿Cómo puedes pensar en eso ahora, imbécil?! ¡Te he dicho que no!
Sotsuyo pestañeó un par de veces al escuchar aquellos gritos, enarcando una ceja cuando le pareció ver que alguien fue lanzado en el aire.
Cuando su mirada se tornó por instinto en azul cielo brevemente, no dudó en dirigirse hacia el lugar de donde provenía el escándalo.
El dúo de guerreros intentaba manejar la situación cuando Hideki volvió al suelo luego de su recorrido en el aire, junto con Takeshi iniciando un duelo de espadas contra la criatura al ésta tomar un tubo de cobre de la tienda antes de salir. Los estruendos se escuchaban como eco, ya no quedaban muchos peatones por allí, lo cual también podría ayudarlos ya que nadie más que ellos corrían riesgo.
«Llamas de oro».
Takeshi se fue hacia un lado de barrida para evitar ser atrapado.
«Luna blanquecina".
Entretanto, nuestra encapuchada ya había llegado a un tejado cercano mientras tornaba su cabello color blanco.
«Desde el inicio los Clanes Defensores luchan contra las Kages».
Hideki volvió a ir contra el adversario, espada contra espada hasta que finalmente hizo que perdiera su arma improvisada, pero provocando que una de las "extremidades" lo tomara del torso para alzarlo y golpearlo contra una pared. Su amigo fue hacia el poseído y le dió una patada en el cuello para que centrara la atención en él.
«Y así es cómo ha continuado hasta la actualidad».
El joven Miyamoto finalizó sus pensamientos al momento en que el hombre soltó a su mejor amigo, lanzándolo contra un muro para que cayera un carro, dejándolo fuera del juego, por lo que él se dispuso rodear a la criatura que le seguía los pasos.
Takeshi tenía por pasatiempo entrenar y conocer la historia de los Clanes Defensores, en su grupo de amigos era el que más sabía sobre el tema.
Quedó frente a frente a su contrincante para retomar el duelo, pero perdió su arma cuando uno de los "brazos extras" la lanzó lejos de su alcance, aunque eso no le impidió que el chico hiciera arder en fuego sus puños para empezar un combate cuerpo a cuerpo.
Cuando el hombre poseído volvió a despistarlo, le propinó una barrida de pies de vuelta para tirarlo contra el suelo, comenzando a avanzar a él.
Takeshi retrocedió de espaldas en el suelo hasta que chocó con uno de los faroles mientras la Kage seguía avanzando hacia él. Estaba entre la espada y la pared. Su mejor amigo lastimado y sin su espada a la mano. Cuando creyó que la criatura le lanzaría un ataque en defensa, quiso hacer que su mirada se iluminara un poco más de lo habitual, pero su atención se vio desviada de la sombra para ahora fijarla, como la Kage, sobre el farol a su izquierda al escuchar como si algo aterrizara sobre él, encontrándose en la cima con la imagen de una chica encapuchada a la luz de la luna.
Sus ojos, aún esmeraldas, se iluminaron al verla, distinguiendo bajo la capucha su cabello albino tan peculiar.
Lo que más la delataba de ser una guardiana, es que estaba acunclillada en el aire, sobre una plataforma fina son el símbolo de la Luna.
La encapuchada recién llegada le dirigió una breve mirada enarcando una ceja al chico que seguía en el suelo de espaldas al postal. Cuando el poseído por la criatura dejó escapar un sonido de queja, como si le gruñera, tomó impulso para enseguida saltar a tierra firme con cuidado y hacerle frente, manteniéndole la mirada fija para que desviara su atención del muchacho a la vez que caminaba dándole la vuelta por sus espaldas con firmeza y elegancia. Sus ojos se habían tornado azul cielo, resplandeciendo un poco, pero lo suficiente como para que la sombra la reconociera como su adversaria.
«¡Que comience el duelo!», se dijo ella mentalmente para enseguida irse al ataque.
Agilidad y fragilidad.
Esas eran las palabras con las que el guerrero Miyamoto podía describirla al verla en combate. Más mudo que un mimo.
Quizás se debía a su tamaño, porque veía que era más baja que él, y por su delicadeza al congelar las extremidades falsas de la Kage y la nieve que creaba, que fácilmente podía distinguir de la del clima.
Para cuando se dio cuenta que estaba actuando como un idiota al dejarse caer así, intentó alcanzar su espada para ir y ayudarla, aunque para su mala suerte el poseído se dio cuenta de ello por lo que con una extremidad sombría lo tomó del brazo con fuerza chocándolo contra el poste una vez más.
La chica al ver el agarre al que el joven encapuchado fue forzado, localizó la espada para enseguida tomarla y cortar la elongación, desvaneciéndola y liberando al chico que volvió a quedarse lelo al verla.
Ella se fue nuevamente hacia la criatura con la espada a la mano, haciéndola cubrir de escarcha, así los ataques le afectarían más a la Kage mientras cortaba las elongaciones; cuando estuvo más cerca del contrincante, hizo brillar su mirada azul cielo, cambió el arma de mano y con la izquierda creo una especie de campo circular con el símbolo del Clan Hogo-sa, golpeando a su vez el abdomen del hombre para así entonces sacar a la Kage de su cuerpo y liberarlo.
Apenas vio que la sombra lo dejó y reconoció la pinta de malhechor que tenía, desvaneció el símbolo para golpearle la cara con el puño, rematando la jugada con un rodillazo en su abdomen para desorientarlo y seguidamente tirarlo con fuerza hacia un móvil junto a un muro, provocando que la alarma sonara y comenzara a despertar al moreno adolorido.
La Kage le bufó una vez más, aunque ella no se giró a verla. Cuando la criatura se le quiso ir encima la encapuchada se dio la vuelta con la espada para darle una estocada y, extendiendo el hielo, congelarla hasta que finalmente se partió en trozos y la desvaneció.
Sotsuyo sintió el temblor de su mano, tenía tiempo sin batallar así.
Dejó caer la espada al suelo, intentando recuperar el aliento notando el vaho con cada respiración.
Agilidad y fragilidad, ella había resplandecido al defenderlo muy a pesar de algunos pequeños tropiezos al manejar la espada, eso era lo único que podía pensar Takeshi al verla con la boca abierta por la impresión.
La chica sintió un escalofrío cuando se dió cuenta que él la estaba observando, por lo que volteó sobre su hombro para encararlo con aquellos ojazos azul cielo entre las llamas del fuego y la nieve, capaces de reflejar la luz de la luna.
El guerrero apretó las manos contra el suelo, queriendo controlarse.
«Y sobre lo de encontrar una chica, la indicada ya aparecerá.»
Sus propias palabras resonaron en su mente.
Takeshi sintió una extraña sensación cálidas en el pecho cuando la desconocida le sonrió amablemente, para que luego con una dulce y suave voz le preguntara solo una cosa:
—¿Estás bien?
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Quiero hacer una pequeña aclaración, y es que las Kages no tienen forma específica, puede imaginarlas como gustes de la forma más acertada posible, aunque por lo general se asocian con formas de animales como felinos y reptiles, ¡o una fusión de ambos! Los picos es su espalda sí son algo constante.
—E.M.