Lorgar se ralentizó cuando vio el primer bosque en su viaje.
Por primera vez, puso un pie en el dominio de un reino del norte. Había escuchado a muchas personas que describían los bosques siempre verdes, las praderas florecientes y el agua que fluía constantemente en este lugar. Según ellos, uno sentiría cuán suave y húmedo estaba el suelo simplemente insertando una mano en él, y nunca tendría que preocuparse por ser mordido por un gusano de arena oculto al buscar agua. Se decía que el norte era un lugar lleno de vida y vitalidad, como lo era la región más austral en el pasado.
Sin embargo, ella no sentía lo mismo por este lugar.
Pensó que tal vez aún eran los Meses de los Demonios, por lo que este dominio no parecía más verde que el gran oasis de Ciudad Hierroarena. Los árboles aquí no tenían nada más que ramas rígidas, y el suelo estaba cubierto por malezas marchitas. Sólo el suelo marrón oscuro bajo sus pies le recordó que este lugar no era un desierto.
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