Roland salió de su cama bajo el resplandor de la luz del día.
Se puso el abrigo y caminó hacia la ventana. La nieve que cubría los edificios en el exterior se había derretido parcialmente para revelar algunas áreas de techos rojos y paredes grises, que traían colores y vitalidad al paisaje. Dentro de la habitación, aún hacía frío, pero si te enfrentabas a la luz del sol, también podías sentir un poco de calor.
La nieve había empezado a derretirse.
Entró en su oficina y vio su desayuno arreglado cuidadosamente en su escritorio. Como de costumbre, había un huevo frito, dos panqueques y una taza de agua tibia. Ruiseñor lo había preparado para él como siempre.
—Gracias —dijo Roland al sofá vacío.
—¿Cómo sabes que estoy aquí? —Ruiseñor dijo desde el sofá mientras se revelaba gradualmente.
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