—¿Qué es lo que acabas de decir? —creo que asusté a Rafael con mi conclusión precipitada sobre Salvador, sus ojos están a punto de salirse de sus cavidades oculares.
—Posiblemente tenga pruebas que lo incriminan —aun seguíamos parados al otro lado de la calle de donde Salvador y el jefe de policía Hernández se encontraban.
—¿De qué hablas?, ¿qué pruebas? —decidí no quedarme a observar las muestras de afecto y respeto de aquellos dos, y sin contestar a las preguntas de Rafael crucé la calle, me paré enfrente del jefe Hernández y Salvador.
—Jefe Hernández —confianza era lo que necesitaba para apagar mi miedo, así que trate de no tartamudear y sonar madura.
—Necesito hablar con usted en privado ahora mismo.
Me miró de arriba abajo con sorpresa brotando de sus poros al ver mi desastrosa apariencia.
—¿Estas bien, Alexis? —le di a entender que no se preocupara por mi bienestar moviendo la cabeza y sonriendo.
Rafael ahora a mi lado observaba atentamente al jefe de policías y a Salvador quien no lograba entender lo que sucedía por cómo me miraba.
—Esta bien, sigueme Alexis —el jefe Hernández le lanzó una mirada a los dos jóvenes hombres parados a las puertas de la estación de policías.
El jefe daba pasos firmes, llenos de seguridad y autoridad, llegamos hasta una pequeña habitación con una mesa en el medio y dos sillas paralelas entre sí a los lados de la mesa. Parecía sacado de una película de detectives de bajo presupuesto.
—Sientate Alexis —le hice caso al jefe de policías, me senté enfrente de él esperando que se le escapara algo que pudiera darme pistas del asesinato de Kathe.
—Gracias, jefe Hernández —de verdad agradecía que no me hubiese dado una patada en el culo por pedir un poco de su tiempo, había muchos reporteros locales haciéndole preguntas a cada instante de la muerte de mi amiga, era extraño ver tipos con cámaras y trajes tratando de cubrir cada palabra que las autoridades dijesen del asesinato.
—Por nada, Alexis —dijo cruzando los brazos sobre su pecho, el Jefe no era un hombre robusto, pero podría decirse que no era la persona más esbelta del mundo, parecía un vikingo, si alguien me pidiera describirlo, así lo haría, el vikingo que cuida de la pequeña población en la que vivo.
—¿Quieres contarme por qué querías hablar en privado conmigo? —había perdido el hilo del porque estaba ahí cuando me había empezado a preguntar cómo se le verían las pieles de osos, tuve que regresar a mi cerebro al punto inicial de mi visita.
—Oh claro, quiero hablar con usted del asesinato de Kathe —el jefe Hernández rápidamente enderezó su postura y descruzo sus brazos, creo que mis palabras habían llamado su atención muy rápidamente.
—Quiero preguntarle algunas cosas que aún no me quedan muy claras del asesinato de mi amiga —la atención que me había prestado con mis anteriores palabras había desaparecido con la pronunciación de las más recientes.
—Alexis, no te puedo dar este tipo de información, es un caso abierto que está siendo llevado por mis superiores —al parecer el jefe Hernández no soltaría ni una sola palabra de lo que ocurría, solo me quedaba la opción de investigar por mi cuenta, alguien en la fiesta tenía que haber visto algo raro.
—Esta bien, no preguntaré —tenía que darle las fotos al jefe Hernández, pero no sin antes quedarme con algunas copias para después sacar mis propias conclusiones.
—¿Puedo pasar a su baño?, en un segundo vuelvo para hablarle de algo más —para que mi mentira del baño fuese creíble, me levanté de la silla y comencé a hacer un pequeño baile en mi lugar como si no pudiese aguantar las ganas de hacer pipí.
—Claro, saliendo de esta sala, dos puertas a la derecha hay un baño de chicas —avancé hasta la puerta y la abrí, cuando estuve afuera puse una mano sobre el bolsillo de mi sudadera, justo en donde estaban las fotos y el pequeño mensaje del posible asesino #1.
***
Entré en el baño, me aseguré de que no hubiese moros en la costa, y saque las fotografías de mi amiga besuqueando se con Erick, tomé varias fotos con mi teléfono a cada una de las fotos y a la nota. Mi acrobacia digna del agente 007 fue tan rápida por el miedo a que alguien entrase que casi tiro las fotos al suelo, por suerte no ocurrió, y pude cerciorarme de que las fotos se vieran bien después de ponerlas en mi bolsillo.
Salí del baño como si nada, y caminé hasta la sala en donde el jefe Hernandez me esperaba. Entré sin tocar la puerta, y encontré al señor jefe de policías riéndose con su teléfono en las manos, ¿qué haría mi pueblo sin la valentía y perseverancia de nuestro cuerpo de policías?
—Perdone por la interrupción —dije sarcástica, el jefe de policías me miró con una sonrisa en su rostro, seguía riéndose de lo que fuera que estaba observando en su teléfono.
—Está bien, Alexis —la sonrisa se había borrado, ahora había un gesto de comprensión total, la empatía lucia bien en su cara.
—Tengo que decirle algo que tal vez cambie el rumbo de la investigación del caso de Kathe —el jefe Hernández se enderezó en su silla y abriendo una pequeña libreta tomó su bolígrafo de la mesa.
—Hoy fui a la casa de Kathe —pasé saliva al recordarme parada en su habitación—. Quería ver cómo estaba su madre.
El jefe solo hacia ruidos de aceptación, todos parecían el mismo "Aja" que una persona le da a otra en una conversación telefónica donde se está contando un chisme.
—La señora Márquez de inmediato me ofreció entrar a la habitación de Kathe, después de unos minutos ahí recordé que Kathe solía guardar una pequeña caja de zapatos debajo de un azulejo suelto en su closet, miré en aquel rincón y me di cuenta de que la caja seguía en su lugar, la abrí, y encontré esto.
Sin más aviso de mi parte, saqué las fotos junto con la nota de la sudadera y los puse sobre la mesa.
Esta vez, el asombro del jefe no se fue como la última vez. Tomó las fotos entre sus grandes manos y luego pasó a la nota, sus ojos se llenaron de ira.
—Maldito bastardo —un susurro fueron sus palabras y sin duda, el Jefe estaba hablando del asesino— ¿Cómo es que no encontramos esto cuando buscamos en su casa?
—Usted y sus superiores no la conocían tanto como yo para saber en dónde escondía sus secretos —el jefe Hernández no dejaba de contemplar las fotos de mi amiga y Erick en plena pasión, parecía como si tratara de encontrar algo que a simple vista no podíamos ver.
—¿Tienes alguna idea de quien le hizo daño a Kathe? —ahí fue cuando todo se derrumbó, no sabía si era buena idea decirle que sospechaba de Salvador y esperar a que no le dijese nada para no ser asesinada por saber demasiado.
—¿Un sospechoso? —no pude decir nada más, no era tan valiente como para arriesgar mi majestuoso culo.
—Si, ¿de quien sospechas? —sus facciones se suavizaron y una sonrisa cálida me fue ofrecida a cambio de soltar la sopa—. Cualquier actitud sospechosa de la que hayas sido testigo podría servirnos para encontrar al asesino.
—Pensé que el más adecuado para enviar esa nota con las fotos y después acabar con Kathe es su novio —bajé la cabeza por un segundo para darme valor y terminar con lo que quería decir.
Cuando volví mi mirada al jefe de policías para seguir hablando pude ver algo extraño, no pude identificar qué era lo que andaba mal, pero algo no cuadraba con su reacción después de decirle de mis sospechas.
—¿Hablas de Salvador? —¿de quién más hablaría si no es de Salvador?
—Si, él es el único que podría estar enojado con Kathe por besar a otro chico —para mí era obvio, pero al parecer para el jefe no tenía lógica lo que le estaba contando, o quizás no quería que tuviera lógica.
—Puedo ver que Kathe no te contó muchas de las cosas que le estaban sucediendo —¿pero que estaba diciendo? ¿por qué Kathe no me contaría algo así?, no tenía sentido lo que el jefe Hernández me estaba contando. Tal vez Kathe no me dijera que alguien la había extorsionado con aquellas fotos, pero incluso la pudieron haber amenazado con eso también.
—Creo que no entiendo lo que me esta diciendo, jefe Hernández —mi confusión era evidente, por lo que el jefe Hernández se apresuró a darle respuestas a las preguntas que nunca dejaron mi boca.
—Salvador me contó que él y Kathe terminaron hace más de 3 meses —eso es imposible, Kathe nunca mencionó algo como eso, admito que no habíamos estado hablando tanto como lo hacíamos antes, pero eso no ponía un muro tan grande entre nosotras como para que no me contara algo como eso.
—No lo creo, Kathe me lo hubiese contado —había compasión en la mirada del jefe de policías, parecía como si estuviera tratando de lucir apacible, pero su mirar solo me hacía enojar—. Era su mejor amiga, y podría jurar que Salvador lo está inventando todo para que no se le culpe por el asesinato de Kathe.
Ni siquiera paré de hablar por un segundo para respirar, mucho menos pare para pensar lo que estaba a punto de decir. Sí Salvador era de verdad el asesino, tenía comprado un boleto VIP para mi asesinato ahora que había dicho lo que pensaba a uno de sus defensores número uno. No es que pensara que el jefe Hernández le diría sobre esto porque sabía que Salvador es el asesino, pero en algún momento saldría a la conversación a modo de broma, algo como: "Que locuras las cosas que Alexis dice, ayer me contó sobre su muy elaborada teoría de que asesinaste a Kathe". Y después de eso estaría muerta.
—Personas confiables han confirmado lo que nos dijo, además tiene una coartada que también hemos confirmado, no puede ser mentira lo que nos ha dicho —esto no podía estar pasando, ¿cómo podía mi amiga haberme ocultado algo como eso?. Tal vez ella tenía sus razones y por eso no me ha contado nada, ¿pero quienes eran las personas que confirman la coartada de Salvador la noche de la muerte de Kathe?, quizás solo están ayudando a encubrir el asesinato.
—Jefe Hernández, ¿está seguro de que no pude darme algunos detalles de la investigación?, ¿ni siquiera el nombre de las personas que dicen haber estado con Salvador esa noche? —la cara de seriedad del jefe de policías era la seriedad en su máximo esplendor.
—No, Alexis, no te lo puedo decir —changos, ahora tendría que indagar por cuenta propia.
—Bueno, ha sido encantador hablar con usted, señor Hernández, es hora de que me vaya —me levanté de la silla con el peso de nuestra conversación en mis hombros, las palabras que habían nadado hasta mis oídos en esa habitación retumbarían toda la noche en mi cabeza.
—Alexis.
El jefe Hernández seguía sentado, la cara de seriedad seguía ahí, parecía una roca firme que no se movería de su lugar aunque un tornado pasara sobre él. Pasé saliva, y lo mire con valentía a la cara.
—¿Si, jefe? —quería parecer toda una potra empoderada que manejaba a la perfección sus emociones, pero no creo que pudiera lograr mi objetivo.
—Quiero que no intervengas en la investigación, es muy peligroso que te involucres en el caso —un escalofrío recorrió mi espalda con tan solo pensar en el psicópata que había hecho daño a mi amiga—. Nadie sabe qué tan chiflada está la persona culpable del asesinato de Kathe.
Asentí pesadamente, y conteniendo las lágrimas salí de la habitación como alma que lleva el diablo. Un segundo más ahí me habría vuelto loca. Aún no me podía creer lo bien que lo había llevado la gran parte de la conversación con el jefe, pero no soy tan fuerte, y las lágrimas han terminado por inundar me al imaginar a un loco haciéndole daño a mi amiga.
***
En la puerta de la entrada estaba Rafael, me sorprendía que me hubiese esperado afuera. Sin tomarle mucha importancia, salí de la estación de policías ni siquiera parando un instante para hablar con Rafael.
—Alexis, ¿estas bien? —caminaba apresurado detrás de mí para alcanzarme, yo aún seguía perdida en mi limbo de emociones y deseos de venganza, por lo que seguí andando, en ese momento no podía pensar, solo quería llorar—. Alexis, detente quiero saber si estas bien.
Mi llanto comenzó a bajar por mis mejillas y mi garganta estaba hecha nudos, era imposible hablar con Rafael ahora, no quería ser una mala persona con él al traerlo hasta aquí y luego dejarlo tirado, pero no podía con mi mundo ahora mismo, todo estaba cayéndose a pedazos y ya había gastado toda mi energía al enfrentarme a todo lo que había hecho tan solo esta mañana.
—Alexis —al parecer Rafael tenía piernas largas, ahora estaba frente a mi tomándome de los brazos impidiéndome correr lejos de él—. No te ves para nada bien, deja me llevarte a casa, si no quieres hablar, no lo hagas.
Solo asentí y seguí llorando con la mirada perdida en sus ojos por unos segundos, estábamos a mitad de la acera impidiéndole a más gente que pasaba por ahí caminar por la banqueta con normalidad, habíamos montado toda una escena.
Y en un abrir y cerrar de ojos, Rafael me abrazaba lo suficientemente fuerte como para no hacerme daño, era agradable su calor rodeándome, y el subir y bajar de su pecho contra el mío me relajaba. Él se sentía como una inyección de morfina, el calor humano adormecía mi dolor.
—Escuché que mañana regresaras a la escuela —me tensé cuando susurró en mi oído—. Si quieres yo podría llevarte, seré tu hombro en el que llorar si eso te ayuda.
Su propuesta me dejó en shook, al parecer Rafael solo sabía sorprenderme con su presencia y palabras, él chico tenía un efecto tranquilizante en mí que en mucho tiempo no había tenido con nadie, ni siquiera desde hace un tiempo con el imbécil de mi ex.
—¿Hablas en serio? —me despegué de su pecho y miré a su rostro.
—Pues claro —una pequeña sonrisa cómplice apareció en su boca, y no es que hubiese estado mirando directamente a su boca, pero es que era imposible no ver sus labios carnosos—, si es necesario solo tienes que llamarme.
Rafael se despegó de mi totalmente y extendió una mano, al principio no entendí lo que estaba tratando de decirme con su gesto, hasta que el me lo dijo.
—Préstame tu teléfono —al instante la idea de que robaría mi teléfono salto en mi cabeza, mi desconfianza ante lo desconocido nunca tenia límites.
Saque mi teléfono y se lo entregué lentamente, después de tomarlo y teclear en él, su teléfono comenzó a sonar, me regresó mi teléfono. Para ser una persona que se desespera rápidamente, eso había sido rápido para mí.
—Listo, ahora puedes llamarme por la mañana si no te sientes preparada para ir la escuela tu sola —al final de su frase había una sonrisa que me llenaba de seguridad, sus dientes blancos y los hoyuelos en sus mejillas me cautivaron, al menos podía decir que me estaba distrayendo de mi dolor después de anestesiar lo con sus brazos.