El olor a tierra mojada y hierba recién cortada me daba una sensación de tranquilidad que para nada iba con las circunstancias en las que mi amiga y yo estábamos, a lo lejos podía ver el patio de la casa, en el un gran árbol rodeado de un cajete de cemento que ya se había comenzado a levantar gracias a las raíces gigantes del árbol que brotaban, era un árbol imponente en medio de la construcción de aquella finca.
Marceline tomó la delantera y pasando por las caballerizas lo mas rápido que pudo llegó hasta donde estaba aquel árbol, como buena oveja siguiendo el rebaño corrí detrás de ella, me paré a su lado y la miré esperando indicaciones.
Las dos estábamos dándole la espalda al tronco del árbol, si hubiese alguien paseándose por la casa sería muy fácil vernos desde una ventana ya que la casa estaba construida como un cuadrado sin un lado, dos alas nos rodeaban con arcos que recordaban la época colonial, incluso podría ser un museo si los padres de Erick no decidieran que prefieren mantenerla para festejos y uso propio.
Justo cuando sentíamos que estábamos a salvo protegidas por el árbol gigantesco a nuestras espaldas, una voz nos hizo saltar por los aires a ambas.
—¿Que carajos hacen aquí ustedes dos? —Fernando, el hermano de Erick estaba justo a lado de nosotras, nos miraba con cara de pocos amigos y parecía querer matarnos, Marceline y yo habíamos olvidado que Erick tenía un hermano al que no habíamos visto en mucho tiempo pero que aun así no era extraño que estuviera aquí, en la casa de sus padres.
—¡Fernando, hola!, hace mucho que no te veía, ¿como estas? —fue lo primero que salió de mi boca después del pequeño grito que hizo salir volando a un montón de pájaros que se escondían en los árboles mas cercanos.
—Les hice una pregunta, ¿por que están ustedes aquí?, ¿quien las dejó pasar? —mi silencio acompaño al de Marceline que miraba atemorizada a Fernando.
Por la expresión en su rostro, lo ultimo que quería era entablar una conversación con nosotras, y ahora estaba a punto de echarnos de su casa.
—Hay una explicación mas que razonable del por que estamos aquí sin el consentimiento de tu familia, dejanos explicártelo —repentinamente Marceline hablaba, justo ahora estaba tratando de salvarnos el pellejo y yo estaba muy agradecida de que ella tratara de sacarnos de este gran problema.
—¿Recuerdas la fiesta que tu hermano Erick hizo hace mas de una semana?, la fiesta donde murió Kathe —mis alarmas se encendieron enseguida, ¿qué estaba a punto de hacer esta estúpida? ¿a caso le va a contar todo a Fernando?
Iba a interrumpir lo que estaba comenzando a decir cuando ella se me adelantó y siguió con lo que estaba diciendo:
—Resulta que a Alexis se le cayó su celular entre todo el alboroto y vinimos a buscarlo, tratamos de hablar con Erick para que él lo buscara, pero creo que nos ha estado evitando sin aparente razón, y Alexis necesita con urgencia su teléfono —Marceline si que nos había salvado el pellejo, ni a mi se me hubiese ocurrido tal mentira tan rápido.
Fernando miró de arriba a abajo a Marceline y después puso una sonrisa coqueta en sus labios, ¿por que sonreía de esa manera? ¿algo le parecía gracioso o Marceline le había comenzado a simpatizar de un momento a otro?
—¿No se han encontrado con un teléfono por aquí? —continuó hablando sin notar siquiera la expresión picara en la cara de Fernando
¿De verdad, Marceline? ¿de verdad no notas cuando alguien a comenzado a fijarse en ti de la manera en que este tipo lo hace ahora mismo?
—Los empleados no han dicho nada de ningún teléfono, pero podría preguntar —la respuesta de Fernando solo había confirmado lo que segundos antes había comenzado a sospechar, le atraía Marceline.
Que Fernando no dijese nada sobre invadir su propiedad lo confirmaba, su actitud comenzó a ser cada vez mas atosigante con mi amiga ya que ahora mismo estaba mas cerca de ella y su tono de voz había cambiado por completo, la atención del macho en busca de su presa estaba totalmente sobre mi Marceline.
—Si, eso sería genial, después de lo que le sucedió a Kathe no quisimos decir nada del teléfono ya que nos parecía algo sin importancia, pero ahora mismo Alexis lo necesita —se apresuró a decir mientras daba un paso hacia atrás para quitarse de encima al intenso de Fernando.
—Que desagradable lo que le ocurrió a Kathe, no era una mala persona que se merecoera aquello, a veces era un poco... ya saben ... empalagosa con los hombres, pero no por eso se merecía lo que le ocurrió —las palabras de Fernando despertaron algo muy dentro de mi, él acababa de decir que Kathe era muy "empalagosa" con los hombres, ¿a que se refería con eso? ¿de que manera era "empalagosa" mi amiga?, ¿que tanto conocía a mi amiga para decir que era "empalagosa"?
—¿A que te refieres con empalagosa? —lo cuestioné poniéndome en medio de Marceline y Fernando, acción que para nada parecía gustarle al susodicho.
—Me refiero a que era la típica chica que no se conformaba con salir solo con un chico, de eso estoy seguro —¿como podía estar él seguro de que mi amiga cambiaba de hombre como de calzones? ¿a caso él era un calzón al que mi amiga le había dado vuelo?
—¿Y como es que estas tan seguro de eso? —volví a cuestionarlo dando un paso hacia él, él respondió dando un paso atrás, ahora el acorralado era él y no Marceline.
Soltó una carcajada que se mezcló con el viento que había comenzado a soplar con fuerza haciendo cantar las hojas de los árboles, el imbécil parado frente a mi ahora me miraba con diversión, tenía un aura de confianza que me enfurecía por completo.
—Alexis, Kathe coqueteó mas de una vez conmigo, y para ser sincero, yo nunca dejaría escapar al bombón que era Kathe, tu amiga era del tipo que todo el mundo podía tener fácilmente —las palabras de Fernando me hicieron ver todo de color rojo sangre, sangre que estaba a punto de drenar de su maldita cara de niño rico.
Mi puño se elevó por los aires y justo cuando estaba a punto de aterrizar en la cara del idiota de Fernando mi mano fue interceptada, Marceline había tomado mi brazo por detrás para que no golpeara al cerdo que tenía delante.
—¡Eres un idiota!, ¿como puedes hablar así de alguien con la que estuviste? —si Marceline no me estuviera deteniendo ahora mismo, Fernando estaría en el suelo llorando con su maldita nariz rota.
—Solo estoy siendo sincero con ustedes, la Kathe inocente y angelical que conocían no era mas que una mascara que se ponía para conseguir lo que quería —continuó hablando sin importarle que yo quisiera golpearlo en ese preciso momento—. La verdadera Kathe era una perra a la que solo le importaba ella misma.
Sin saber como me zafé del agarre de Marceline y con todas las fuerzas de mi huesudo brazo lo golpee en la cara, Fernando no se movió de donde estaba ni un centímetro, ahora solo se sostenía la mejilla donde había acertado mi puño.
Mi mano palpitaba y un dolor agudo comenzó a formarse en mis nudillos, Fernando abrió de mas los ojos color musgo tan parecidos a los de su hermano menor. Esto estaba a punto de ponerse feo, y si las conjeturas que había hecho en milisegundos eran ciertas, probablemente no saldríamos de una pieza de esta hacienda.
—¡Largo de aquí antes de que llame a la policía para que las encierren a las dos! —el grito de Fernando hizo desparecer la furia y trajo el miedo a mi.
Me di la vuelta para comenzar a caminar hacia las arboledas de las que habíamos venido pero nuestro enojado y golpeado anfitrión volvió a gritarme.
—¡Alexis, usa la maldita puerta de enfrente! —mi mirada fue hasta Marceline que nos miraba con ojos de corderito asustado.
Marceline y yo caminamos hasta la puerta principal mirando hacia el suelo por la culpa que sentíamos, pero siempre echando rápidos vistazos alrededor buscando el teléfono de Kathe a lo largo de nuestro camino. Nada. Ni una mínima pista de donde podría estar.
Cuando salimos de la casa de Fernando pudimos escuchar el portazo de despedida que nuestro buen amigo nos había dedicado, al llegar al portón principal Román se encontraba justo enfrente esperándonos en el auto, ¿en que momento Marceline lo había llamado?, ni siquiera me di cuenta.
Marceline subió adelante con su no oficial novio y yo me senté atrás como niña regañada, no me gustaba que me gritaran, y mucho menos ese idiota, ¿quien le había dado el derecho de hablar así de mi amiga cuando el probablemente era un peor ser humano?, claro, eso si no contamos las sospechas que crecían en mi sobre él siendo el asesino de Kathe, en ese caso no tenía siquiera el derecho de tener la libertad de estar en aquella casa disfrutando de la vida.
—¿Que pasó? ¿por que regresaron tan rápido? —le preguntó Román a Marceline que parecía traumatizada por la experiencia que habíamos vivido con aquel asno.
—Nos atraparon haciendo algo ilegal, de milagro no estamos en la cárcel —su mirada estaba perdida en la carretera delante nuestro, tal ves de verdad estaba muy arrepentida de haber ido ahí tan repentinamente. Me alegra que haya sido su idea, si no hubiera sido así ahora mismo ya me estaría reprochando.
—Relajate Marceline, ya estamos afuera, ya no tiene manera de hacernos daño o acusarnos de haber entrado sin permiso a la hacienda —me quede en silencio un minuto para reunir mis pensamientos dispersos y luego volví a hablar—. No nos haría daño, no a menos de que sea el asesino de Kathe.
Mi amiga salió de su trance y miró hacia atrás donde estaba yo tan rápido que probablemente se hizo daño en el cuello. Román miró a Marceline y luego a mi con la boca abierta y sin entender nada.
—¿De que están hablando?, ¿con quien se encontraron y que les dijo para que estén así las dos? —¿así como? ¿como locas hablando de asesinos y actividades ilegales? no lo se, probablemente el hecho de que te quiten a una persona a la que querías tanto te trastorna de tal manera que no piensas en otra cosa mas que en tener al o la infeliz que acabó con la luz de esa persona en las manos para mínimamente preguntarle, ¿por que lo hiciste? ¿por que a ella?
Por supuesto no podía decirle eso a Román, sabía que no quería una respuesta como esa, él quería saber lo que había ocurrido ahí dentro.
Le conté a detalle lo ocurrido en la hacienda mientras el manejaba hasta el pueblo con el sol metiéndose en el horizonte. Cuando llegamos a su casa el sol ya no estaba en nuestro cielo, y un color morado que terminaba en azul marino predominaba entre las nubes.
Entremos en su cueva, el chico tomó una hoja de su escritorio y escribió el nombre de Fernando junto con una pregunta debajo de este:
"¿Donde estaba a la hora del acontecimiento?"
—Entonces, Fernando tiene el motivo, pero no sabemos donde estaba exactamente la noche del asesinato, lo que lo hace un potencial candidato —Román hablaba del tema con tanta facilidad que parecía estar hablando de vídeo juegos y no de un asunto como en el que nos estábamos metiendo.
—Esperen, ¿que motivos tendría él para asesinar a Kathe?, él solo fue imbécil al decir que Kathe era una "perra", se nota que no tenía motivos de asesinarla por celos como las fotos que encontró Alexis indican —Marceline tenía un punto, pero aún así no podíamos descartar a Fernando, podría estar ocultando algo.
—Para mi que algo esconde, se notaba que estaba muy resentido con Kathe como para hablar así de ella frente a sus mejores amigas, si solo hubiese sido un ligue sin sentimientos él ni siquiera lo hubiera mencionado, además, el de las fotos era su hermano, tal ves por eso a Erick no le ocurrió nada y solo descargó su ira con Kathe, creo que el podría ser el loco al que buscamos.
Román pegó la hoja justo debajo de la de Sofía y Erick, era evidente que era necesaria la hora de muerte de Kathe para que las cuartadas de los sospechosos pudieran delatarlos, sin la hora solo teníamos un montón de conjeturas.
—Si queremos llegar a algo tenemos que conseguir la hora de muerte de Kathe —me leyó el pensamiento parada junto a mi mirando la pared llena de papeles con nombres y horas.
—De ninguna manera voy a seducir a nadie para obtener información, de milagro no necesité hacer eso con Salvador, así que me niego si quiera a intentarlo —les dejé claro con firmeza.
No pasó mucho hasta que una idea vino a mi, justo a tiempo para interrumpir a Marceline quien ya se preparaba para alegar algo con lo que estaba segura no me convencería de hacer lo que ella quería.
—¿Por que no seguimos a Fernando? —Román parecía estar analizando aquella posibilidad, y Marceline solo arqueó sus cejas perfectamente depiladas para después decir:
—Eso no servirá de nada, cualquier lugar al que vaya no lo delatará como asesino, recuerda que en su casa estaba la escena del crimen, la teoría que dice que el asesino regresa a la escena del crimen no servirá con él —Marceline tenía razón, como siempre, pero aun así no pensaba rendirme, debía encontrar una manera para no tener que coquetear con un policía que me diera información del caso de Kathe.
—Tienes razón, pero tal ves podamos saber con quienes suele hablar, o a donde va regularmente para preguntar sobre donde estaba ese día por la noche —Román parecía seguir meditando sobre cada una de nuestras palabras, no emitía ni un ruido, solo nos miraba a las dos y asentía de vez en cuando.
—Por favor no me hagas hacer mas cosas ilegales —dijo Marceline a modo de suplica.
—Tu fuiste la de la iniciativa esta vez, y además, seducir a un policía para obtener información sobre un caso de asesinato que aun no esta cerrado tampoco suena muy legal —le recriminé sintiéndome ofendida con mi amiga por el hecho de que quisiera mandarme al pabellón de fusilamiento sola.
—Esta bien, creo que será mas fácil seguir a Fernando, ustedes dicen cuando lo hacemos —dijo Román apuntándose en el plan de seguir a Fernando.
—¿Tu irás con nosotras? —le pregunté perpleja, Román nos había estado ayudando en todos nuestros descabellados planes, pero nunca se había puesto en la primera línea de esos planes, siempre había estado ayudando desde las sombras, ¿que le hacía querer entrar ahora mismo en acción con nosotras codo a codo?, ¿acaso era porque estaba preocupado por Marceline cuando le conté lo que sucedió en la hacienda?
—El tal Fernando es un imbécil, podría ser peligroso que vayan ustedes solas —si por supuesto, no podía poner en riesgo a su amorsito.
—Okay, como tu digas —no me opuse a que nos acompañara.
Miré a Marceline para escuchar su opinión sobre Román acompañándonos a seguir al imbécil que tenía por hermano Erick.
—Creo que será mejor si solo vamos Alexis y yo, es mejor que alguno de los tres permanezca fuera de esto por si necesitamos que aparezca de repente para sacarnos de algún problema —se justificó Marceline con tono frío.
Sería bueno tener un comodín que pudiera sacarnos de cualquier tipo de situación inesperada, pero aún así no podía entender a Marceline, ¿no se suponía que le gustaba Román? ¿por que esta tratando de mantenerlo alejado?, si te gusta alguien se supone que haces lo que sea para estar cerca de esa persona.
Román estaba tan desorientado por la respuesta de Marceline como yo, así que solo se limitó a decir "Esta bien" y comenzar a planear lo que haríamos y cuando lo haríamos como si nada de lo anterior hubiese ocurrido.
Marceline no miró a los ojos por un largo rato a Román, y yo solo intentaba no sentirme abrumada por la atmósfera tan extraña que se había formado, a pesar de eso llegamos a un acuerdo de como seguiríamos a Fernando para conocer a las personas que lo rodeaban, quien diría que dicho plan nos llevaría directo a la cárcel, justo el lugar que Marceline estaba intentando no pisar en calidad de detenida a toda costa.