Clara luchó con uñas y dientes mientras balanceaba su arco hacia la tan golpeable cara de Pinra. El engreído bastardo no dejaba de sonreírle, y de algún modo ella lograba esquivar cada manotazo con el que intentaba alcanzarla.
—¿Hay algo mal, señorita Clara? —Pinra la desafió burlonamente—. Seguramente puedes golpear a alguien justo frente a ti.
—¡Deja de moverte!
Era tanto frustrante como vergonzoso. Clara nunca fue la mejor en el combate cuerpo a cuerpo. Aunque podía desempeñarse decentemente cuando la situación lo requería, su verdadera habilidad siempre había estado en el tiro con arco.
A pesar de esto, no le importaba estar luchando contra alguien claramente más habilidoso que ella. Lo que más le importaba en este momento era golpear la cara de Pinra con cualquier arma que tuviera disponible. Ya fuera su arco o sus puños, no le importaba.
Realmente solo quería aplastarle la cabeza.
—¡Vamos! ¡Algún día tendrás que golpear a alguien! —Pinra se carcajeó.
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