webnovel

Cap. XIV

ʚ Entre mentiras y verdades ɞ

 

 

—Cariño, ¿me ayudas? —Preguntó Nicolás dulcemente. Intentaba levantar un balde con agua bastante pesado.

—Sí, por supuesto —respondió sorprendido.

—¿Sucede algo? Tu mirada está clara, así cuando estás asombrado —explicó al reconocer muy fácilmente sus emociones a través de su mirada—. ¿Acaso no te gusta que te llame cariño?

—No, no, no es eso; sino que... es la primera vez que usted se refiere a mí con ese apodo —contestó con ternura, esbozando una pequeña sonrisa.

—¡Ah! —Nicolás respondió con una amplia sonrisa, antes de limpiarse el sudor—. Pensé que te gustaría. Ayer estaba escribiéndole a Dylan, uno de mis compañeros, y él me estaba comentando de sus antiguas parejas. Se trataban muy lindo con apodos tiernos. Quise uno para ti también y como me gusta cuando los ingleses dicen "darling" decidí que te llamaría cariño; después de todo, eres mitad inglés.

—Me gusta como suena de sus labios. —Se inclinó para besarlo en la frente—. Ahora quiero encontrar un apodo dulce para usted.

—Cualquiera que me des, sé que será muy especial y lo voy a adorar.

Nicolás caminó por el jardín marchito al lado de James. A pesar de que las plantas estaban muy mal, él podía salvarlas y su objetivo fue ese. Regó cada una de ellas con ayuda del contrario que le cargaba el balde por donde fuera. Estuvo caminando en cuclillas por la tierra, arrancando la maleza y ayudando algunas flores a no crecer torcidas.

James observaba que Nicolás necesitaba un sombrero por los calurosos rayos del sol, un par de guantes para no lastimarse al arrancar la mala hierba y algunos accesorios para su cabello. Apuntó en una pequeña agenda las cosas que eran necesarias para él, así como también lo que Nicolás comentaba acerca del cuidado de las plantas. James también quería participar en el jardín, al menos, en la ausencia de su padre.

Los dos se recostaron en el césped luego de terminar. Nicolás estaba sumamente cansado; su cuerpo se estremecía por el gran esfuerzo al tratarse de un gran terreno, transpiraba bastante, su frente se encontraba caliente y tosía reseco. Las enfermeras de James estuvieron por ser llamadas cuando Nicolás se negó a la ayuda, excusándose con una gripe por el cambio tan brusco del clima.

—Noté que adentro de tu casa todo es blanco —comentó Nicolás, manteniendo entrecerrados los ojos y divisando las esponjosas nubes del cielo.

—Mi padre dice que un hombre solo necesita paz. —James se giró quedando de costado, sostuvo su mejilla con la mano y observaba a Nicolás en la espera de que su gripe mejorase—. Lo creí en su momento hasta que le conocí a usted. Ahora pienso que un hombre, a parte de necesitar paz, también requiere de otros colores y de amor. Tengo mucha suerte de que encuentro ambas cosas en usted.

—¿En mí? —Se llevó las manos contra el pecho.

—Sus mejillas y orejas rojas; algunos cabellos pelirrojos de su cabeza que se asemejan al naranja, al igual que los pocos rubios similar al amarillo que aparecen por su cejas; añadiendo el hecho de que usted siempre utiliza alguna prenda verde, azul o morado. —Con dulzura extendió su mano sobre la mejilla de Nicolás, acariciándolo con lentitud—. En usted, están todos los colores que necesito y también el amor.

—Estoy muy feliz. —Lo tomó de la mano cerrando los ojos y ampliando una sonrisa—. Nunca pensé que alguien me llegase a amar, si todos dicen que soy raro; pero tú me amas siendo así y no parece incomodarte nada.

—Algún día espero que logre amarse a sí mismo tanto como lo amo ahora; incluso, mucho más de lo que alguna vez pueda amarlo.

—Estoy seguro de que ahora puedo empezar a amarme; porque si tú puedes, ¿por qué yo no?

—Eso me alegra muchísimo. No hay nada mejor que el amor propio y poder amar a otro con la misma fuerza... —Su expresión cambió repentinamente a una preocupación. Llevó su mano hasta la frente del contrario—. Está ardiendo.

—No te preocupes mucho, por favor. —Abrió los ojos brotando de ellos unas lágrimas. Se aferró de la mano que volvió a llevarse a la mejilla—. Los dos nos enfermamos mucho, así que, no hay nada de qué preocuparse... Confía en mí y sonríe por favor, que quiero verte sonriendo... Me encanta cuando estás feliz.

—Estaré contento cuando sepa que usted está fuera de peligro. —James no se demoró mucho en reincorporarse para cargarlo en brazos, lo que resultó sencillo—. ¿Hace cuánto que no come? —Interrogó ante el hecho que lo antecedió—. ¡Está muy liviano, no pesa casi nada!

—Paul me quita la comida siempre —murmuró débil, limitándose solo a responder sin pensar detenidamente en sus palabras—. En las vacaciones... no como nada, solo bebo agua.

Nicolás estaba delirando por la fiebre, a su vez siendo completamente sincero con cada pregunta. James comprendió el porqué Nicolás adelgaza tanto al principio de los años escolares y su voraz hambre durante las clases; si su única oportunidad de alimentarse solo era durante la jornada escolar.

James llevó a Nicolás a su habitación. No le importó ensuciar las sábanas blancas con la tierra, quería ayudarlo inmediatamente. Llamó nuevamente a la enfermera aprovechando que Nicolás no podría negarse ante la ayuda; sin embargo, cuando fue revisado la enfermera se alarmó al ver la elevada temperatura y lo pálido que se encontraba el menor. Con algunas pastillas, un poco de suero y la cama sumamente cómoda Nicolás estaba dormido, por fortuna, fuera de algún peligro que requería un examen médico.

—Lo siento. —James se disculpó con una de las sirvientas que entró con agua y comida—. Me encargaré de levar las sábanas.

—Yo lo haré —informó calmada, dejando a un lado todo lo que se le encomendó—. No tiene que preocuparse por ello.

—En verdad quisiera hacerlo...

—Amo James, es muy amable de su parte, pero... me pagan por esto. No se preocupe, este es mi trabajo.

James ocupó un lugar al lado de Nicolás poco después de encargarse que estuviese tranquilo; se quedó dormido a su lado abrazándolo y acariciándole la cabeza, sabiendo que eso relajaba a Nicolás. En el transcurso de la tarde James fue el primero en despertar; su única opción ahora era esperar a que despertara para darle de comer. Si Nicolás continuaba con esa mala alimentación podría afectarle en el futuro, lo que James esperaba evitar al verse a sí mismo atado a un grupo médico por su salud.

Se preguntó si el temblor en el cuerpo de Nicolás era producto de alguna otra complicación que tuviese en su hogar; recordando que su excusa por simple estrés en sus clases. James jamás se imaginó que Nicolás pudiese llegar a ser muy frágil, incluso tan bueno para mentirle con respecto a su salud.

James sintió una extraña sensación en su nuca, como si alguien estuviese respirándole encima. No estaba tan lejos de la verdad pues al abrir los ojos se asustó en cuanto vio a Tiberius, esbozando una amplia y nerviosa sonrisa.

—¿Oh, te asusté? —Preguntó en voz baja, tratando de no hacer tanto ruido.

—Señor Black —James se mantuvo asustado al saber que Nicolás continuaba a su lado—. Puedo explicarlo...

—¿El qué? —Su preocupación recayó en el tartamudeo del contrario—. No me digas que me ves como la clase de persona que delataría a otra. —Ante el silencio de James, su sonrisa volvió—. No, no, tesoro, por supuesto que no le diría a Salomón de tu pareja.

—¿Cómo...?

—No es tan importante el cómo lo sé, sino el que hagas una buena elección en tu futuro si realmente quieres ser feliz. —Tiberius suspiró, divagando entre sus pensamientos con la mirada perdida en algún punto especial de la cama—. Ya llegamos a ese momento que te decía, donde le hagas caso a tu papá aunque no quieras; solo manten tu actitud de siempre y sé el buen niño que tanto quiere.

—Señor Black, no...

—James, lamento estar interrumpiendo tanto, pero ya sé todo lo que quieres decirme, conozco tus dudas y lo que vas a desayunar el día de mañana... Lo sé todo, absolutamente, todo; es por lo mismo que te estoy advirtiendo, porque... —Una vez más, permaneció en un lejano trance dentro de su mente y, con una inaudible voz para James, susurró—. Un día, Salomón me hará perder la paciencia con él.

 

[. . .]

 

Catarina regresaba de comprar algunos ingredientes para los cocineros. Llevaba en las manos dos cajas y en los brazos colgaban unas cinco bolsas. Simplemente, ella no iba a lograr llegar a la puerta sin que algo se le cayera; por fortuna Nicolás estaba saliendo, mucho más aliviado, de la casa luego de despedirse. Al ver a la mujer en apuros decidió ayudarla cargando las cajas junto a las bolsas.

—Oh no —exclamó apenada—. No tienes que ayudarme, estás temblando por el peso.

—No, señorita —confesó con una suave risa—. Es un problema que tengo, nada preocupante. Vamos, yo la ayudaré.

—Eres muy amable.

—No hay de qué. Usted me trajo con James, estoy feliz por eso y se lo agradezco.

La joven mujer notó como se le iluminaban los ojos a Nicolás con hablar de James. En el trayecto a la cocina el menor estaba comentando el excelente trabajo que ella hacia por mantener el orden en la casa; la estaba halagando de su gran potencial como líder y que era una maravilla ver una mujer tan empoderada. Catarina jamás había sido reconocida por su trabajo, ella solo lo hacía. Por primera vez, aparte de los agradecimientos de su joven amo, alguien estaba haciéndole sentir importante y merecida de unas palabras amables; no como su amo quien solo le lanzaba las órdenes que ella debía ejecutar en su ausencia. En el momento que Nicolás se marchó luego de ayudarla, Catarina sintió un extraño vacío en su pecho.

Nicolás estaba pasando por los pasillos para salir y poder irse a casa; cuando notó que algunas sirvientas estaban botando papel, cartón, desperdicios y toda la basura. Nicolás se apresuró inmediatamente a detenerlas.

Las horas fueron pasando hasta que cayó la noche. James estaba saliendo de sus clases con sus profesores particulares, quienes eran asignados en las vacaciones para enseñarle un nuevo idioma al joven amo. James estaba yendo a su alcoba cuando reconoció una voz familiar, que se encontraba a unas cuantas habitaciones de la suya.

—Y luego giran aquí para amarrar muy bien. —Nicolás estaba dando instrucciones finales—. ¡Listo! Ahora tienen una corona de flores con papel reciclado. Está muy bonita, ¿no?

—Creí que se había ido a casa —murmuró James anonadado.

—¡Cariño! Adelante. Estaba enseñándoles a hacer flores de papel. Toma, esta es tuya. —Se colocó de puntillas intentando alcanzar la cabeza de James, este se tuvo que agachar para ello—. Tú serás mi rey.

Todas las sirvientas estaban maravilladas con lo que podían hacer con papel de revistas. Nicolás las detuvo de botar todo lo que podían reciclar. Tardaron unas horas en separar por papel, plásticos, cartón, entre otros; sin embargo, con las coronas del flores más algunas otras manualidades se dieron cuenta de las ventajas que podían sacar de la basura diaria. Nicolás se dispuso a mostrarles que con un buen color en las páginas de algunas revistas, podían hacer maravillas en el reciclaje. Lo que no se esperaba, era que demoraría tanto en ello y se le haría de noche.

James le pidió al chófer que llevase a Nicolás hasta su casa luego de que este se despidiera de las nuevas admiradoras que hizo. Las sirvientes ya lo veían como un gurú de las manualidades y el reciclaje. Debían aprender más de este nuevo método.

—Hasta mañana, cariño —se despidió con ternura, recibiendo un corto beso en sus labios.

—Lo estaré esperando ansioso.

Nicolás llegó a su casa agotado, con el deseo de querer dormir toda la noche. Por desgracia, al entrar, su madre volvió a retomar la discusión por el celular, asegurando que Paul lo necesitaba mucho más. Esa noche, Nicolás tuvo que dormir afuera de la casa en cuanto se negó, nuevamente, a ceder su única comunicación con James. Procuró abrigarse muy bien para no amanecer más enfermo de lo que ya se encontraba. James había sido muy amable con pedirle ayuda a una de las enfermeras, no deseaba seguir preocupándolo más.

James, en cambio, estaba sentado en su cama viéndose en el espejo. Los sirvientes estaban preparando todo para darle las buenas noches. Cerraron las cortinas, lo vistieron y le dieron sus medicamentos de la noche. James no podía dejar de sonreír al ver su corona, Nicolás era muy habilidoso y le gustaba el resultado final; solo esperaba que Salomón se diese unas largas vacaciones, sin volverlo a ver pronto o nunca más. Ser el nuevo amo de la mansión resultaba tentador; al fin que los sirvientes actuales respetaban su relación con Nicolás y todos ayudaban mutuamente, aunque no fuese responsabilidad de James el hacerlo.

Dejó su corona en la mesa de noche adjunta a la cama, se acomodó en su colchón con las sábanas cambiadas y observó a todos los presentes con una sonrisa pequeña.

—Buenas noches.

—Buenas noches, amo James.

En fila se retiraron apagando las luces. James quedó profundamente dormido poco después, feliz con saber que vería a Nicolás mucho más ahora.

 

[. . .]

 

A la mañana siguiente, Paul fue a despertar a Nicolás tirándosele encima. El mayor quería que su hermano lo acompañara a hacer algunas compras, porque estaba bastante claro que necesitaba a alguien que cargara con el peso. Nicolás trataba de terminar de despertar para entender todo lo que le decía Paulo, pero lo último que escuchó fue:

—¡Vete a bañar!

El menor se reincorporó bostezando. Le dolía mucho la espalda por la pésima posición en la que se tuvo que adaptar para caber en el sofá. Fue al baño a tomar una ducha fría, al principio se le hizo difícil hasta que se acostumbró y ya no quería salirse. Al salir se encontraba más despierto, pero la cara de Paul mostraba cierto descontento.

Nicolás escuchó la voz de su papá hablando muy contento. Una mujer joven estaba respondiéndole, logrando que el menor sonriera. Fue a recibirla con un abrazo siendo correspondido. La tomó por sorpresa, pero era una que valía totalmente la pena. En un sofá la madre del menor observaba igual de descontenta la escena y a la mujer de piel achocolatada.

—¡Nico! —Exclamó alegre—. Te quedarás conmigo en las vacaciones.

—¡¿En serio?! —Nicolás sonrió más ampliamente—. ¡Qué emoción! Iré a empacar mis cosas —anunció retirándose.

—No te lo puedes llevar así como si nada —refunfuñó la señora—. Iba a irse con mi hijo. Lo necesitaba.

—Confío en que Paul tiene muy buenos brazos. —Torció una sonrisa maliciosa.

—Ya, ya —detuvó el señor—. No vayan a pelear enfrente de Nico. Suficiente. Él se irá con Esmeralda y ya pasó todo.

—Sabes bien que lo necesitó aquí —objetó enfadada.

—Es tu hijo, no un sirviente. Tiene todos los derechos de estar con su hermana como...

—Media hermana —intervino Paul—. Yo sí soy su hermano completo y quiero que se quede en la casa.

—Al menos alguien en esta casa sí me apoya. Nicolás se queda. Por culpa de ustedes dos solo duerme, no hace nada y es un completo vago. Paul y yo lo educamos bien para que aprenda a ser más rápido, ágil y habilidoso. ¿Sabían ustedes que hace manualidades? ¡Qué pérdida de tiempo! Bien podría estar ayudándome con el aseo.

—Por tu culpa —señaló a Esmeralda—. Ese jardín va a quedar descuidado. Es obligación de Nicolás cuidar de nuestro jardín. Si se mete una serpiente por el monte, va a ser tu culpa.

—¡Ah! Nicolás no puede irse ahora que lo recuerdo. —Sonrió—. Tiene trabajo, está cuidando el jardín de una familia. Se va a quedar.

—No hay problema —exclamó su marido—. Llamaré para decirles que cambiará de casa unos días. Además, le quedará mucho más cerca porque Esmeralda también vive en esa residencial.

—¡Yo soy tu esposa! ¡Te tienes que poner de mi lado, no el de ella!

—¿Están peleando de nuevo? —Preguntó Nicolás con tristeza. Agachó la cabeza.

—Vámonos, Nico —habló con calma atrayéndolo a ella—. Adiós papá, te veré en tu cumpleaños.

—Hasta más tarde —se despidió el menor de su progenitor.

—Que les vaya bien. —A los dos les dio un beso en la frente antes de que se marcharan.

Esmeralda es la hija de otro matrimonio que terminó con la muerte de su madre. Nunca fue del agrado de la nueva familia que formó su padre, pero Nicolás cambió todo al ser el primero que la aceptaba como su hermana. Los dos eran inseparables. Cosa que no le gustaba a la madre del menor intentando de cualquier forma deshacer esa unión. Esmeralda se graduó como ingeniera mecánica, le estaba yendo bastante bien y podía vivir en la residencial más segura de la ciudad. Lo único que estaba mal para ella, era dejar a su hermano en esa casa y por ello, intentaba llevárselo el tiempo que pudiera.

Nicolás amaba estar con su hermana, porque aprendía muchas cosas con ella. Esmeralda siempre tenía tiempo para él, cuando estaban juntos. Ellos no tenían secretos.

—Esa es la historia —concluyó el menor tomando un vaso de jugo.

—No me sorprende que seas gay, siempre lo supe —comentó con una pequeña sonrisa—. Nico, eres un niño diferente y especial; pero no tiene nada de malo serlo. Nada.

—Siento que si le digo a mamá, ella me odiaría muchísimo.

—No tienes que decirle, pero si quieres hacerlo deberías esperar un poco. Todo a su tiempo.

—Lo único que quisiera es que me dijera que está orgullosa de mí. Al menos, una vez.

—Yo estoy completamente orgullosa de quien eres. —Le acarició la mejilla—. Siempre vas a ser mi hermano.

—Me está dando sueño —exclamó risueño—. James siempre me acaricia cuando quiero dormir.

—Tengo que conocerlo. Soy la inspectora de novios y tengo que chequear que el tuyo sea un buen sujeto. No dejaré que salgas con patanes.

—Te darás cuenta que él no es malo. —Sonrió—. Me tengo que alistar para ir a trabajar. Ven conmigo para que lo conozcas.

—Esa es una estupenda idea.

Ciertamente le quedaba mucho más cerca la mansión, que quedándose en su casa. Caminaron hasta ella encontrándose con que Catarina ya iba a traerlo en el auto. Las dos mujeres se presentaron mientras Nicolás saludaba y se marchaba al jardín.

James estaba terminando de desayunar cuando observó a Nicolás recorriendo por el patio. Inmediatamente se apresuró a terminar para regresarse a su habitación, ya tenía las cosas que necesitaba su novio. No demoró mucho en encontrarlo una vez saliendo al jardín. Nicolás corrió hacia él dando un pequeño salto para rodearle los brazos por el cuello, fue bien recibido con un beso hasta que James se sentó en el césped para mayor comodidad.

—¿Qué hay aquí? —Preguntó curioso tocando la bolsa de papel.

—Una sorpresa para usted... —Le dio la vuelta—. que no puede ver hasta que termine.

Esmeralda logró unirse con ellos luego de hablar con Catarina y decirle que Nicolás vendría caminando por la cercanía. La mayor se encontró con una bella escena que le daba la total confianza de que su hermano había conseguido un buen novio.

James estaba cepillándole el cabello con cuidado, para luego trenzarlo. Sacó de la bolsa unos pequeños ganchos con un girasol pegado; se los colocó por los mechones rebeldes que no se quedaron en la trenza. Le puso un sombrero de paja adornado de flores blancas y girasoles.

—Puede darse la vuelta.

Nicolás se giró para encontrar en las manos de James unos guantes de jardinero de colores azules y un espejo, donde se observó asombrado por el regalo. Lo abrazó comentando lo mucho que le gustaba la sorpresa.

—¡Mira soy un girasol! —Se inclinó hacia él—. Y a donde apunte el sol, yo me dirijo.

James sonrió al darse cuenta que él era ese Sol, porque no habría manera de que Nicolás se confundiera si el verdadero le estaba dando en la espalda. Amaba ver lo feliz que era el menor con el regalo, este ya estaba trabajando con las plantas mucho más cómodo.

Por personas como Nicolás, James hacia juramentos para encontrarlos en sus siguientes vidas. Hasta el momento, solo él encabezaba la lista.