Los cinco poblados que residen en el cordón montañoso "La Esperanza" se ven afectados por la plaga.
Los informes que llegan a manos de Maurice son alarmantes.
A veces, las fuentes cometen errores; un cero adicional puede convertir un simple cuarenta en cuatrocientos. Un pequeño desliz en la escritura o quizás una excusa injusta, solo la persona que lo hace podría saberlo.
Linxz se encarga de eliminar por completo esta información; esto nunca llega al emperador.
El supuesto examen nunca tiene lugar; la atención médica resulta ser una farsa.
Cuando Linxz llega, no lo hace solo. Los sacerdotes curativos que lo acompañan no son ingenuos; si el dueño ordena que giren hacia la izquierda, obedecen sin dudar.
Los habitantes son confinados en sus hogares y se recopila a todas las personas que se encuentran en los campos.
Sin embargo, aquel que piensa que todo lo puede también comete errores y en este caso, subestima a esos humildes campesinos.
No se requiere de una gran inteligencia para darse cuenta de que algo extraño está sucediendo. Cuando ven a un hombre con una túnica blanca, paseando como si fuera el dueño absoluto del mundo, saben que deben tomar medidas.
Antes de ser confinados, algunos padres instan a sus hijos a huir, como si fueran prófugos de crímenes atroces.
Estos cinco pueblos dependen de un intercambio constante; la gran mayoría son amigos o familiares entre sí.
Hay caminos secretos, diseñados para escapar en caso de invasiones enemigas y ahora, estos senderos son los que se utilizan para huir de aquellos que supuestamente deben protegerlos.
Markus, con apenas catorce años, carga en brazos a su hermanito de tres meses y lleva a su hermana de cuatro años en la espalda. Se integra a ellos un niño de once del mismo pueblo, pero no conoce su nombre y tampoco se lo pregunta.
A medida que avanzan, se les unen niños y niñas cada vez más pequeños. Algunos son bebés que van en brazos de los mayores; sin embargo, ninguno supera los ocho años de edad.
Caminan juntos durante unos cuatro días sin hacer ninguna pausa.
Los senderos que salen del cordón montañoso convergen en el río Zot.
Markus, el único que conoce el camino, ha sido instruido por su padre para descender por el río en busca de ese lugar donde los niños encuentran refugio en tiempos de guerra.
Siendo el mayor de todos, su corazón se llena de dolor al ver cómo los demás quedan atrás; cada uno de ellos es una vida que no puede salvar.
En ese momento, solo faltan tres días a pie para llegar y él tiene que llegar, sus hermanos tienen que llegar.
Sin embargo, lamentablemente, el gato sale a cazar.
¿Pero cómo podría mancharse las patas él mismo?
Cuando divisan el río Zot, ya es demasiado tarde para estos niños. Linxz envía a varios magos de su confianza, con la orden de que nadie cruce.
¿Qué haría Markus ahora?
Lo único que le queda por hacer.
Acomoda a sus hermanos junto al niño de once años, quien no ha pronunciado palabra durante todo el trayecto. Luego, se dirige a los demás pequeños para explicar la situación: todos deben permanecer ocultos durante una noche y un día.
Él se encargará de todo.
Mira al niño de once y le pregunta su nombre.
El pequeño, temblando de miedo, responde "Agustín". Le explica a ese joven el recorrido que seguirán después de salir del escondite.
A partir de ese momento, él estará a cargo. Pero el joven no quiere, el miedo le petrifica los músculos y llora con desespero.
Markus lo comprende; él también está aterrado, pero al ser el mayor, es el único capaz de tomar medidas.
En el camino, ya han perdido a muchos niños. Ahora, solo puede brindarles tiempo a aquellos que aún siguen con vida.
—Cuídalos a todos, tienes que ser fuerte, debes contar lo que sucedió. Por tus padres, por los de ellos y por los míos. —Contiene sus lágrimas, aun así su pecho duele—. Por favor, cuídalos, Agustín, tienes que lograrlo.
En ese momento cargado de angustia, Markus envuelve a sus hermanos en un abrazo cálido, como si intentara de alguna forma que todo esto desapareciera.
Con el corazón cargado de tristeza, sostiene en sus delgados brazos el delicado y pequeño cuerpo del bebé.
En sus ojos se refleja una combinación de amor profundo y un angustioso dolor. Es consciente de que esta separación es definitiva. Y que no volverá a verlos.
Pasa al bebé a Agustín. Lo mira en silencio un momento, frota con las palmas los ojos que están rojos de tanto llorar.
—Diles que su hermano y sus padres los aman mucho y siempre los amarán —dice con una voz tan lamentable, que hace doler el pecho del Agustín.
Después de asegurarse de que los niños están bien escondidos, se enfrenta a los hombres de Linxz.
Nadie sabe qué sucede después, pero al cabo de una noche y un día, no queda nadie esperándolos.
Markus nunca regresa por ellos. Es entonces cuando Agustín se encamina hacia el refugio.
La directora del orfanato revela todo esto a Philip y Milennia.
La mujer atraviesa emociones complejas. Tras la ira, llega la tristeza, seguida de la frustración.
Todo lo que estos niños han vivido es demasiado injusto.
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Mientras tanto, en el palacio Obsidian, los problemas aumentan.
Darius no tiene tiempo de insultar a la mujer que se escapó, cuando Maurice trae noticias perturbadoras.
Los oráculos hablaron; sin embargo, no son los oráculos del templo del Norte, sino los del Sur.
El emperador presiona con firmeza las yemas de los dedos en su frente:
—Maurice, ¿qué está ocurriendo?, ¿cómo es esto posible?
El consejero está perplejo:
—No lo sé.
Los oráculos del Sur comunican fecha y lugar de un inminente ataque perpetrado por los "Renacidos". Si esta información hubiera procedido del templo del Norte, en estos momentos estarían trazando estrategias y organizando una evacuación.
¿Acaso se puede confiar en los bastardos del templo del Sur?
¿Cómo diablos podrían fiarse de esos traidores?
Darius se encuentra en una encrucijada, sin saber qué decisión tomar.
Maurice se acerca para comunicar el último detalle del contenido de la carta.
—Hay algo más.
El emperador siente ya un fuerte dolor de cabeza, su mente es un caos.
—Maurice, por favor, concluye de una vez.
El joven se queda en silencio un instante, busca las palabras correctas y dice con calma:
—Afirman que la santa Milennia es una impostora.
En realidad, Darius comparte esa sospecha, aunque confía menos en el templo del Sur.
—¿Qué piensas al respecto?
—El templo del Norte no tendría motivos para engañarnos y aunque debo admitir que la mujer es inusual, su poder parece auténtico.
Darius no llega a abrir los labios para responder que Maurice sonríe ampliamente.
—¡Mi señor, tengo una idea!
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