Talia no sabía cómo responder a las escandalosas insinuaciones de Damon, que sugerían que debían entregarse a los placeres carnales, y su erección presionando sobre su estómago la desconcertaba, así que enterró su cara en su pecho y decidió permanecer en silencio.
—Mmm... —un bajo murmullo de aprobación resonó desde el fondo de su garganta—. Eso es mejor. Excitación. Me gusta.
—¿Puedes dejar de hablar? —Talia chilló.
Sí, estaba excitada porque estaban desnudos en la cama y las chispas se encendían dondequiera que se tocaban, pero que él la llamara así era embarazoso.
—Está bien. Dejaré de hablar contigo —dijo Damon deslizándose hacia abajo hasta que su cara estuvo a la altura de sus pechos. Besó cada uno lentamente, lamiendo y chupando mientras disfrutaba de los gemidos de Talia y de cómo ella agarraba su cabello, y se detuvo cuando los pezones de ella se pusieron firmes de atención.
—Buenos días, mis queridos. ¿Cómo están hoy?
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