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Rosina miraba la luna brillando en el cielo. Aunque su visión se volvía borrosa, todavía podía ver el resplandor de la luna.
—Hermosa —susurró Rosina con una pequeña sonrisa. Podía sentir cómo su corazón latía más despacio.
—Ah, es mi momento —susurró antes de cerrar los ojos. Aceptó su muerte en el momento en que dejó de respirar.
Una mujer apareció desde las sombras de la noche con una sonrisa malévola.
—Pobre alma, debes estar sufriendo mucho —dijo y se acercó al cuerpo de Rosina, acunándola entre sus muslos.
—Vanda… —murmuró Draco al ver el rostro de Vanda bajo la capucha.
—Veo que has venido, Draco —murmuró Vanda y miró directamente a los ojos de Draco. Una sonrisa permanecía en sus labios mientras daba la bienvenida a Draco.
—Pero qué— ¿Cómo sabías que estoy aquí? ¡Esto se supone que está en los recuerdos de Rosina! —Draco apretó los dientes. No esperaba ver a Vanda en los recuerdos de Rosina, pero lo que más le sorprendió fue que podía comunicarse con ella.
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