Aries y Joaquín tuvieron una conversación franca, como la que tendría una pareja casada para resolver un problema. Ella escuchó su explicación y, como se esperaba, Joaquín le dijo la verdad. O más bien... la verdad que él quería que ella creyese, solo para pintarlo a él como un santo mientras que Cherry era una seductora.
—¿Ya estoy libre de sospechas? —preguntó él mientras sostenía su mano, sentados alrededor de la mesa de comedor rectangular.
—¿No la tocaste? —preguntó ella, pasando sus dedos sobre los de él—. ¿Ni siquiera con la punta de tus dedos?
Él se rió entre dientes y negó con la cabeza. —Ni lo más mínimo.
—¿De verdad? Joaquín, definitivamente te enviaré al infierno si estás mintiendo.
—Eres lo suficientemente astuta para saber si miento o no.
Aries abrió la boca pero la cerró de nuevo. Su sonrisa se ensanchó un poco más, tirando de su mano hasta que quedó sobre su muslo.
—Despediré a la Condesa Lloyd por seducir al príncipe heredero.
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