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Cuando el concejal Maximiliano se marchó en su propia carroza, Damien se giró para mirar a Penélope, que parecía petrificada a medida que el tiempo empezaba a pasar—.Respira —una sola palabra e Penny exhaló el aire que había estado conteniendo—. ¿Es tu espalda? —le preguntó. Qué persona cuerda iría e intentaría agacharse, cuando no habían pasado más de tres horas desde que se había lastimado.
Penny negó con la cabeza, sus ojos como intentando seguir la carroza que había desaparecido entre el bosque. Al ver a su propio cochero recogiendo los cuerpos sin vida uno por uno, Damien decidió preguntarle más tarde, ya que ella todavía estaba tratando de digerir algo que estaba cocinándose en su mente.
—¿Puedes caminar? —Era mejor hacerla sentarse en la carroza.
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