El gas también había afectado a Ricardo, y a Wilder, que ya estaba sufriendo por el envenenamiento de la plata y el acónito. En cuanto Ricardo se dio cuenta, rasgó una parte de su traje y se la entregó a Wilder para cubrirse la mitad inferior de la cara mientras él hacía lo mismo para sí mismo.
Con los asesinos todavía luchando por huir pero demasiado débiles para moverse, Wilder aprovechó la oportunidad, lanzándose al humo venenoso con su espada, y Ricardo lo siguió con la suya también.
A él no le importaba que fuera algo deshonroso hacer ya que sus oponentes estaban derribados, ya que ellos habían comenzado primero con 15 hombres atacando a dos de ellos.
Cuando ambos lograron matarlos a todos, escaparon del humo y vieron una escena que los hizo detenerse.
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