La bondad de He Tiantian calentó el corazón de Zuo Li y Xiang Rong y les ofreció un gran consuelo.
—Ya que lo dices así, guardaremos este favor en nuestros corazones —dijo Xiang Rong—. No era momento de estar orgullosos; necesitábamos esas pieles de conejo. El invierno aquí podía no tener el frío seco del norte, pero tenía un frío húmedo, uno que podía calar hasta los huesos.
Con estas pieles de conejo, su situación mejoraría considerablemente. Recordarían este acto de bondad.
—Las trampas que mencionaste son una buena idea. Ya que no tenemos nada más que hacer todo el día además de escondernos en el interior, y no podemos quedarnos quietos, nos uniremos a ti en la caza desde ahora —comentó Zuo Li—. Vamos, es hora de comer. Volveremos ahora y cavaremos trampas por la tarde.
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