Después de dejar atrás la Ciudad de las Mil Luces, el príncipe Alexander y Sir William continuaron su viaje a través de paisajes variados y tierras desconocidas. El camino los llevó hacia densos bosques donde los árboles susurraban secretos antiguos y el aire estaba cargado de magia.
Mientras cabalgaban entre los árboles, una sensación de intriga envolvía al príncipe Alexander. Había escuchado historias sobre los Bosques Encantados, un lugar donde la realidad se entremezclaba con la fantasía y los sueños tomaban forma. Sin embargo, nunca había imaginado que algún día tendría la oportunidad de explorarlos.
La luz del sol se filtraba entre las hojas, creando patrones de sombras danzantes en el suelo del bosque. El príncipe se sentía cautivado por la belleza y el misterio que lo rodeaba, pero también era consciente de los peligros que acechaban en la oscuridad de los árboles.
De repente, un sonido resonó entre los árboles, un canto suave y melodioso que parecía emanar de lo más profundo del bosque. El príncipe Alexander y Sir William intercambiaron miradas, sorprendidos por el encantamiento que llenaba el aire.
Sin vacilar, siguieron el canto, adentrándose más y más en los Bosques Encantados. Cada paso los llevaba más lejos de la seguridad del camino conocido, pero el príncipe sentía una fuerza inexplicable que lo impulsaba hacia adelante, como si estuviera siendo guiado por una mano invisible.
Finalmente, llegaron a un claro en el centro del bosque, donde una figura femenina se erguía entre los rayos de sol que se filtraban entre las hojas. Era la misma joven doncella que el príncipe Alexander había encontrado en la Ciudad de las Mil Luces, su cabello dorado brillando con un resplandor sobrenatural.
"Sabía que volveríamos a encontrarnos", dijo la joven doncella con una sonrisa radiante. "Mi nombre es Elara, guardiana de los Bosques Encantados."
El príncipe Alexander se quedó sin aliento ante la visión de Elara, sintiendo una conexión más profunda de lo que jamás había experimentado antes. "Elara", murmuró, sintiendo que su nombre tenía un significado especial en sus labios.
Pero antes de que pudiera decir algo más, una sombra oscura se alzó entre los árboles, interrumpiendo su encuentro. Era una criatura de pesadilla, con ojos brillantes y garras afiladas, lista para atacar.
Con un gesto rápido, Elara invocó un poderoso hechizo que envió a la criatura retrocediendo entre las sombras. "Debemos irnos de aquí", advirtió, su voz llena de urgencia. "Los Bosques Encantados son peligrosos para aquellos que no conocen su magia."
El príncipe Alexander asintió, sintiendo una mezcla de asombro y gratitud hacia Elara por salvarlos. Mientras se alejaban del claro, con Sir William a su lado y Elara como su guía, el príncipe sabía que esta aventura en los Bosques Encantados marcaría un punto de inflexión en su búsqueda del amor perdido, revelando nuevos misterios y desafíos que lo llevarían más cerca de su destino.