``` La historia de un hombre que trae la muerte y una chica que la niega. ---- En la montaña embrujada del reino, dicen que vivía una bruja. Ella nació princesa. Pero incluso antes de su nacimiento, el sacerdote la declaró maldita y exigió su muerte. Envenenaron a la madre para matar al bebé antes de que diese a luz, pero el bebé nació de la madre muerta —una niña maldita. Una y otra vez, intentaron matar al bebé pero ella milagrosamente sobrevivió cada intento. Dándose por vencidos, la abandonaron en la montaña embrujada para que muriera pero ella aún sobrevivió en esa tierra estéril —una bruja. —¿Por qué no muere? Años más tarde, la gente finalmente se hartó de la bruja y decidió quemar la montaña. Pero el Diablo llegó en su rescate y la llevó consigo de aquel lugar en llamas, porque morir no era su destino ni siquiera entonces. Draven Amaris. El Dragón Negro, que gobernaba sobre los seres sobrenaturales, el Diablo con quien nadie deseaba cruzarse en su camino. Odiaba a los humanos pero esta determinada chica humana lo atraía hacia ella cada vez que estaba en peligro. —¿Es realmente humana? Él se llevó a la humana con él y nombró a esta misteriosamente tenaz chica “Ember”, un pedazo de carbón ardiente en un fuego moribundo. Un alma manchada de venganza y la oscuridad del infierno, se levantaría de las cenizas y cumpliría su revancha. ------ Este es el segundo libro de la serie de Los Diablos y Las Brujas. El primer libro es - La hija de la bruja y el hijo del diablo. Ambos libros están conectados entre sí, pero puedes leerlos de manera independiente. ```
Los ojos verdes de Ember parecían iluminarse como gemas bajo la luz del sol —¿Estás de acuerdo?
—Sí, te llamaré Ember —el humano hizo un pequeño gesto de celebración con su puño, haciendo que el águila dorada sonriera—. Ya que te llamaré por tu nombre de ahora en adelante, tú también debes llamarme Aureus. Intercambio justo. ¿Te parece bien?
Ella sonrió radiante —Está absolutamente bien... umm... ¡Aureus!
—Eso parece agradable. Solo prescinde de las formalidades y títulos y llámense por sus nombres —dijo Erlos con un asentimiento, solo para escuchar a Ember intervenir—. Entonces tú también deberías llamarme por mi nombre, Erlos.
—Umm, señorita, es diferente para mí. Soy un sirviente que trabaja en el palacio...
—Mira, esto es a lo que me refiero. Incluso Aureus aceptó decir mi nombre —le lanzó una mirada de desagrado—. ¡Pero el Señor es mi maestro, eso significa que tú también eres mi maestro!
—Oh, entonces, te ordeno que me llames Ember de ahora en adelante.
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