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La bruma lo envolvió en sus brazos, raptándolo en su desconocimiento. Recuperó su conciencia cuando abrió sus ojos entrecerrados frente al telón oscuro que se extendía ante él. En cuestión de segundos, prestó atención a su alrededor. Se hallaba sentado sobre un trono de huesos maquillados por la antigüedad, de tono amarillento y sombrío, transmitía terror a simple vista. Sus muñecas estaban atrapadas por unos grilletes de acero negro, y los eslabones derramaban su tosquedad en el recinto.Queriendo forcejear sobre su destino, en medio de su creciente desesperación, se hería las muñecas intentando salir de aquel recóndito lugar.—¿Por qué me castigas tanto Wakon?¿Quieres que me envuelva en la locura?Acaso disfrutas torturarme. —gritó.—Responde a tu hijo —enunció pidiendo piedad.Después de inquirir sobre el mismo tema, aullando como un lobo del frío invierno, un ser omnipresente hacía su aparición.—Escoria humana, deja de lamentarte —respondió al alboroto causado por el joven. —Todos son iguales: piezas, sacrificios, recipientes, muñecos, seres sin valor para nosotros. En cambio, ustedes, en un voto de fe hacia las divinidades, piensan que recibirán algún regalo. —Se reía a carcajadas.—¡Estúpidos, infelices! —vociferó la extraña presencia.En ese instante, el ser divino emergió de las sombras y se materializó frente al kerontino, dejándolo asombrado por su imponente figura que emanaba de él. Vestía una armadura morada que resplandecía con un aura siniestra, proyectando el terror en las pupilas de Hiram. Su rostro al descubierto dejaba ver sus huesos atroces, con la cabeza rota en su parental y frontal, revelaban su muerte. Así mismo, en el centro de su frente se observaba una marca que tenía la forma de una espada con un remolino en sí. Intrigado, el joven kerontino, se tocó su estigma, el cual empezó a arder frenéticamente como si se quemara de nuevo su piel. El dolor era casi insoportable, pero el joven de Keronte se mordió la lengua para volver en sí.—¡Esto es Maravilloso! —confesó la maquiavélica figura. —A pesar de que llevas la marca de Meren no sucumbiste ante ella. Parece que el principio de correlación ha hecho su efecto.Esto intrigó al muchacho. Exhaló el aire de sus pulmones para tensar las cuerdas vocales y dijo:—¿El principio de correlación?—Oh, también puedes hablar, pensé que eras una basura inservible. —Declaraba mientras se acercaba al joven bárbaro.— Ni se te ocurra acercarte, estúpido saco de huesos —anunció con valentía.Esas palabras no le gustaron nada a ese espectro malicioso y con sus manos filosas, tomó la cabeza del kerontino rasgándole su cara a sí mismo al ver los ojos furiosos de Hiram, le clavo las garras en el muslo, torturándolo.— No tienes miedo a morir, estás frente a Kalim, el heraldo de la muerte. Quizás, necesites unos miles de años en el infierno. —sostuvo en su cólera mientras le infligía heridas por todas partes.El fornido joven no podía pronunciar palabras, solo gritaba, intentaba suplicar, pero no se le permitía. Kalim, sostuvo su cólera por unos cuantos minutos más, hasta que lo dejó malherido en ese trono que reclamaba el color rojo sobre él.—Mírate, ahora si pareces a Meren. Todo un rey —ironizó de forma cruel.En su disfrute, una voz más apareció en el firmamento de desesperanza.—Kalim, no deberías tratar a los invitados así, no tenemos muchos en estos tiempos.—Me divertía un poco mientras te esperaba -reconoció. —Ya que estás aquí, porque no lo traes de vuelta, Hauvel.Desde la punta de los pies hasta la cabeza, su armadura blanca resplandecía. Su rostro carecía de labios y sus ojos tenían un color neutro con contornos ramificados que expresaban furia y tristeza.En ese instante, la impactante presencia se posicionó al lado del desahuciado cuerpo y con un haz de luz que emergía sobre su palma, lo curó. En cuestión de segundos, la flama del joven kerontino volvió a surgir. Abrió los ojos para contemplar a semejantes divinidades frente a él. El daño psicológico que había sufrido por parte de Kalim le causó un nerviosismo extremo, y su voz empezaba tartamudear.— ¿Qqq ueee qui qui qui ee eee re re reen de de m mm miiii?— expresaba a duras penas.— Aún puede hablar— sostuvo maravillado Kalim.— ¡Cállate!, siempre haces las cosas más difíciles. —inquirió Hauvel.En eso, Hiram, visualizó a la figura blanca que regañaba a su torturador. Aunque no entendía lo que pasaba, miraba con odio hacia los dos.— Entiendo lo que sientes, todo esto tiene que ver con el principio de correlación, el cual ha tenido efecto en tu mundo y en el nuestro.Meeren era una divinidad desterrada por traición. Se atrevió a desafiar las leyes impuestas por los dioses; además, otorgó poder a los humanos: el coraje, la valentía y la esperanza. Él sabía muy bien lo que había hecho, por eso se escondió en las sombras, para que no pudiéramos atraparlo. Al final, su destino se cruzó con el tuyo de una manera estúpida. Quizás los dos eran iguales, defectuosos desde su nacimiento. Y al beber su sangre, obtuviste su bendición; ahora eres el portador de su fuerza y, con ello, también de su cruel destino. —explicó Hauvel.—Creo que le has dado demasiados detalles a este pobre moribundo. De todas formas, morirá sea por los nuestros o por los suyos. —replicó Kalim.De pronto, en el debate de los dos Heraldos, el joven kerontino seguía con ira. Aunque su lengua estaba atada, no vaciló en contraatacar, rompió uno de los eslabones que lo mantenían sujeto a la silla. Empuñando el hacha que portaba, lo arrojo hacia el punto ciego de Kalim. En ese crítico instante, el arma se desvaneció en un destello fulgurante, todo gracias a una sola y fulminante mirada de Hauvel.— Parece que no has entendido tu posición —expresó la figura blanca. —He sido muy benevolente, quizás eso no funcione contigo. —chasqueando los dedos, miraba con atención la pequeña figura que le daba asco y repulsión.Ese mismo instante, las sombras se alborotaron, trayendo la inmundicia de ese lugar, formas monstruosas nunca antes vistas ni en sus peores pesadillas, imaginaban ese momento.— Este será tu castigo, por no respetar tus límites, disfrútalo —dijo Hauvel.— Aquí no puedes morir, pero sí sentir. Espero tus plegarias para matarte —expuso Kalim, al perderse de nuevo en las sombras con Hauvel, dejando atrás a Hiram, con las abominaciones acercándose hacia él.Las bestias avanzaban a paso firme, como un ejército marchando en el momento de su gloria. En su desesperación, forcejeaba con las cadenas que lo aprisionaban, las mordía y quebraba sus huesos, pero nada funcionaba. Sin embargo, desde lo más profundo de su ser, un poder antiguo surgió, reclamando su cuerpo, y en un sacrificio de sí mismo, se rindió a esa fuerza indomable. Una furia azotaba el lugar, su marca brillaba con intensidad, al igual que sus ojos. Preparándose para el primer movimiento, con un grito de coraje que resonaba por la penumbra, tomaba el valor con sus manos aceptando su cruel destino. Y de repente, todo se sumió en oscuridad, regresándolo a su realidad...Muchas cosas están por pasarle a Hiram, esto es el comienzo.
¡Infinitas gracias a los que siguen la historia!