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10(Jenya)

En el hosco hospicio de mala calidad un centro de acogida, un ex-santuario del "Dios Veel" abandonado por falta de fieles ahí alejado donde en el centro de la ciudad construyeron un edificio mucho mayor para el "Sol invicto". En el interior del recinto se hospedaban treinta y dos sobrevivientes que huyeron del asedio en Risenbal; por doquier enfermos, convalecientes, amputados, la mayoría mujeres, unos cuantos niños y en menor número hombres mayores o con una enfermedad que les imposibilitaba pelear, y entre ellos un guardia rojo inconsciente mal herido, con la cara desfigurada cubierta por vendas, en el abdomen atravesado por tres lanzas. En la conmoción las hermanas de la corte religiosa de la ciudad las "Curanderas del Santuario" les brindaban primeros auxilios salvándole la vida a la mayoría de los refugiados.

Jenya corría como perseguía por el mismo Satanás; atravesando las calles en su corcel con fuerza llego a la puerta de ese santuario, golpeo con mucha potencia las puertas.

—¡Abrid dejadme pasar! ¡Por favor! ¡Abrid se los ruego! ¡Por lo que más queráis!

Una hermana cubierta de la cabeza hasta los pies y que solo resaltaban el verde de sus ojos, abrió lentamente la puerta sin hacerlo en su totalidad que todavía se encontraba sujetaba con una cadena.

—¿Quién sois por qué interrumpes a los desafortunados en su descanso?

—Soy, soy "Jenya Aluto", escudero del guardia rojo y además ayudante del vigía del Risenbal, por favor dejadme hablar con el guardia rojo, se lo ruego por favor. —la hermana titubeo por la desesperación de la chica que golpeaba la puerta con desesperación, podía notarlo ella estaba un poco borracha pero debía de conocer a la persona que mencionaba.

—Está bien, podéis pasar pero solo por un momento y sin hacer ruido ¿me oíste?

—Si se lo prometo, no habrá ninguna silaba que salga de mi boca ni un ruido —la hermana abrió la puerta y Jenya entro en el templo con los otros enfermos y malheridos, al ingresar noto el aroma a heridas infectadas y en la putrefacción de estas.

Dos pasos más y ya no contuvo más las ganas de vomitar llegando al salón principal repleto de camas en los suelos con diez hermanas haciendo cuidado de los pacientes en el suelo, mucho más alejado una fila de cuarenta y siete camillas con pacientes se formaba, camino entre ellos tratando de reconocer a la persona que buscaba, se detuvo en la cama catorce al lado de una ventana, frente a la ventana principal en la cabecera de su camilla una capa roja carmín despedazada yacía junto a él, un peto de acero magullado con dobleces y cortaduras, la cabeza del sujeto en su mayoría cubierto por vendas dejándole solo el ojo derecho para que pueda ver pues la cara la tenia totalmente desfigurada. Jenya se acerco para mirarle mejor.

—Después de todo te estás recuperando —exclamo Jenya. Ella se sentía un poco vacía al pronunciar aquellas palabras, pero el sujeto ahí recostado apenas notaba lo que pasaba a su alrededor.

Un solo sonido inaudible y poco entendible broto de su boca.

 —¿Quién eres tú? —pregunto el malherido sujeto, con un tono débil y pagado, Jenya se acerco mas.

—Quiero pensar un millón de cosas, pero la verdad esto me asombra en verdad. Yo me llamo Jenya Aluto aprendiz de escudero. —ella hizo una reverencia—. No me recuerdas de nada es verdad estabas inconsciente durante todo el viaje.

—Uhhh..

Entre susurros Jenya dijo algunas palabras.

"¿Te deje en la calle para que sucumbieras como llegaste hasta aquí?"

—¿Pero, no quiero ofenderlo, pero recuerdas quién eres? —pregunto Jenya sin mirarle.

El sujeto no podía responder bien pues traía la boca adolorida.

—Yo soy, o era alguien importante, porque todos se asombran al verme en esta situación. —con la cara y las vendas en su rostros de color rojo negro por lo seco de la sangre intento mover mejor la boca.

—Mi señor ¿recuerda lo que paso en la ciudad?, o ¿cómo llego con vida hasta la capital?, me disculpo por estas preguntas debe de tener un dolor de cabeza terrible.

El sujeto medito por unos momentos, la cabeza le explotaba por el dolor al igual que los brazos y las dos costillas rotas.

—Era impensable —se sobresalto con una lluvia de recuerdos era un shock post traumático y exaltado exclamo—: ¡Lo he visto! ¡No era un sueño!

—¿Qué vio mi señor? —pregunto Jenya una vez más que su cara tomo un tono pálido blanco.

—¡Todos murieron! ¡Todos! ¡Todos!; Brent, Bert , Mike, mis camaradas. —la cara del sujeto solo reflejaba miedo tristeza y paranoia.

—Estuviste en la batalla, ¿Qué fue lo que paso, y el general Brent? —se detuvo.

—Quiero pedirte una cosa extraña.

—¿Qué es lo que quiere mi señor?

—No vuelvas a hablarme del general, es que no tienes idea de lo que paso ahí.

—No, y por esos motivos vine a buscarte. Dentro de muy poco tiempo el señor de estas tierras vendrá a interrogarte y te sacara todas las palabras de la boca, no se hará problemas en hacerlo.

—¿De qué hablas?

—Eres una de las pocas personas en la batalla, los otros heridos que están aquí solo huyeron pero tu viste a los enemigos sabes quienes son. ¿Crees que pase lo mismo en esta ciudad? —agacho la cabeza—, hay más rumores acerca de ti como un desertor.

—El general Brent tubo confianza, no pudo probar su nueva arma para defender la ciudad. Es lo peor que pude esperar la situación era deprimente —se sujeto de los cabellos intentando sacarse las vendas en la cabeza al hacerlo la sangre se empezaba a esparcir a e iba salpicando hacia su cama. Pero unas manos le detuvieron.

—Hacer eso solo te pondrá peor, tienes una hemorragia en tu cráneo en el mejor de los casos lo soportaras y lo peor es tener un acumulación de sangre y liquido dentro de tu cráneo o en tu cerebro.

Se detuvo volvió a ponerse las vendas alrededor de su cabeza.

—Tengo la mente en blanco, no puedo recordar nada de ayer o hace tres días.

La chica sonrió.

—El tiempo se nos acaba debe de recordarlo, recordar algo.

Con solo el ojo derecho algo teñido con sangría noto a los múltiples heridos junto a él pensando que le parecía importante a comparación con ellos, no era especial debía de reponerse y continuar pues perdió media vida, olvido los nombres de sus padres de sus amigos, su infancia, su juventud y el presente.

—Los informes decían que parte de las fuerzas de Lord Ivike se alistaron para la defensa.

—¿Qué paso con ellos?

—La ciudad ya no tenía enemigos los habíamos acabado, puede de lo que te diga ahora sea extraño pero, no teníamos en cuenta que los barbaros contaban con tres veces más hombres con los que acabamos en la tarde, quizás fueron 3000 mil barbaros. Ellos venían montando a unas criaturas parecidas a elefantes peor mucho más grandes, seguidos aparecieron unos veinte extraños vestidos con ropas negras, eran hombres y mujeres, tenían tatuajes tribales en sus cuerpos.

—¿Quiénes, que es lo que dices? —Jenya que noto la demencia del sujeto al pronunciar esas palabras.

—Al clamor de la batalla, estos extraños guerreros se transformaron en bestias en demonios —se detuvo y trago saliva—. Nos acabaron en muy poco tiempo, no llevaban armadura alguna iban desnudos, tampoco poseían armas, totalmente desarmados nos vencieron.

—¿Quiénes eran ellos?

—El diablo, ellos eran el diablo que vino para acabarnos. —su expresión cambio a una cara de histeria y locura. Esas palabras confundieron más a Jenya.

—Sabes lo que dices, esas palabras no pueden ser verdad, te llamaran loco y lo más probable es que te encierren como un prisionero o en un hospicio por toda tu vida o peor. Te ruego que no digas a nadie lo que ahora estás hablando si alguien se entera.

—Esas personas no eran normales eran demonios antropomórficos como nunca antes lo describieron —a pesar de las palabras no se lo había contado a nadie pues era uno de los pocos testigos sobrevivientes de Risenbal—. Nunca estuvimos en un enfrentamiento así, de las pocas veces en las que temíamos por nuestras vidas siempre salíamos triunfantes porque conocíamos a nuestro enemigo y su manera de pelear su manera de defenderse, pero esta vez no sabíamos nada. Brent el comandante desapareció cubierto en esa masacre sangrienta en esa pelea extraña. Nunca dejábamos a nadie solo y ¡yo estoy aquí respirando todavía!

—Lo que me acabas de contar podría considerarse como increíble que raya a la locura, no digo pero lo que les cuentes a otras personas en esta ciudad que tiene como regente a lord Bronn Theone, a pesar de lo que te digo y podría pasarte a ti, ¿Por qué confías en mi? —Pregunto Jenya.

—Es por que pertenecemos al mismo lugar —pronuncio con la voz quebrándose—, somos de la misma ciudad y que ellos nos la quitaron, además que me rescataste de los escombros no te conocía como tampoco entable alguna palabra contigo, pero lo que recuerdo es que estuvimos en esa carreta y tú la llevabas hasta traerme aqui.

Jenya se sonrojo un poco.

—Pensé que estabas inconsciente o muerto, pero no pensé que sobrevivirías.

—He me aquí estoy todavía respirando si no fuera por tu ayuda, pero no he escuchado el nombre de mi salvadora.

—No soy nadie mi señor solo la ayudante de Saúl.

—Aun así te debo mi vida.

—Esa deuda no existe mi señor solo espero que se recupere pronto.

—Hablar de eso no me gusta un hombre como yo debe de pagar su deuda de alguna manera pero no creo que se pueda hablar de algo así cuando estoy postrado en esta cama.

—No en realidad no me importa es la verdad.

Karlo suspira.

—Yo soy Karlo Arkans, mi nombre es Karlo Arkans —se sujeto del cuello intentado alzar la voz, se inclino a pesar del dolor—. Además que eres la única persona que está aquí no sé quién eres, tal vez recuerde algo de ti en algún momento. —suspiro se calmo y puso sus manos sobre las camas.

—Solo recuerda esto, no les puedes decir todo a ellos, buscaran algo para enjuiciarte, mandarte a prisión por toda tu vida.

Karlo al oírlo se quedo mudo mas solo trago saliva.

 * * *

Golpearon las puertas del santuario era el guardia personal del Lord Bronn.

—¡Abran estoy buscando al guardia Rojo! —las hermanas abrieron humildemente diciéndole que tenia guardar reposo, pero Karlo le escucho y respondió de inmediato.

—¡Estoy aquí, soy a quien buscan! —trato de sentarse mejor en su camilla—, ¿debo saber porque es que me busca mi señor?, como veis tengo mi cuerpo muy destrozado para poder caminar. —tal vez solo al mirarle noto que su cuerpo completo se encontraba cubierto por vendas: el torso, las piernas, los brazos, cuello y toda la cara.

—No hay problema vengo con ayuda y con un carromato podemos llevarle si quiere.

—Veo que no me puedo negar en cierta forma de decirlo.

El guardia traía una sonrisa despectiva y llamo a sus ayudantes para ingresar al recinto. Cinco de los que le seguían entraron cargando una camilla, sujetaron a Karlo y lo acomodaron para alzarlo, cuando lo hicieron lo cargaban hacia la puerta.

—Yo también quiero acompañarlos, soy su ayudante —señalo Jenya inclinándose hacia ellos.

—¿Una mujer escudero? —se rasco la barba—, está bien no perdamos tiempo —dio las señales para que los ayudantes se dirigieran hacia la puerta.