Gao Peng estaba impactado, no tenía idea de qué podría haber enojado tanto a la Semilla de Loto y, de acuerdo a su experiencia, solía ser de temperamento tranquilo.
Los restos del cuerpo de la hiena yacían esparcidos por todos lados y la sangre roja chorreaba a lo largo del suelo de cemento, dejando una mancha entre rosa y gris. La semilla caminaba ansiosa hacia un lado y otro; podían verse pequeños rasguños en su cara, donde se habían formado cicatrices.
Muchos de los que se habían quedado mirando dieron un paso hacia atrás. Lo que acababa de suceder era muy amenazante y se habían quedado un poco asustados con toda esa escena. Nadie quería ser el siguiente.
—Semilla de Loto —dijo Mu Tieying, inquieta.
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