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Esfera Samurái

Eran la noche de navidad y el sonido que ambienta como la costumbre manda por las fechas abundaban por las calles, la luces me parecían como de costumbre demasiado luminosas para mi gusto, pero no tenia de otra que salir a estas horas, el alimento que tenía guardado no me satisfacía para los antojos de ese día especial, después de comprar en la tienda rápida di un regreso a paso veloz al departamento, puso las bolsas sobre la mesa y me dispuse a comer, pero había algo raro, una pequeña esfera con el símbolo de una espada estaba entre las cosas que compre, no sabía de donde había salido, y mucho menos que yo lo hubiera comprado pero era realmente elegante no parecía un juguete, tal vez el encargado se le había equivocado y la metió por accidente, decidí que al día siguiente la devolvería , una vez terminada la comida me fui recostar peor había algo que no cuadraba, era como si el lugar cambiara, me mareaba y todo se difuminaba…caí dormido.

Al despertar me vi a mismo con un traje de samurái incluida hasta una espada, pero mi casa había cambiado era la misma pero todas mis cosas estaban cambiadas eran algo antiguas, pero sin duda esto era real, aún estaba la pequeña esfera pero estaba brillando tenuemente, la tome entre mis manos y esta empezó a moverse a punto de intentar escapar de ellas, la tome con fuerzas y me vi forzado a seguir el camino que la pequeña esfera me indicaba.

Al poco me encontraba en un río, lo reconocía era donde jugaba de niño pero su caudal era más grande y la vegetación descuidada, la esfera empezó detenerse y dejó de brillar, no tenía ni idea de que hacer, de pronto un carruaje pasó por el lugar, trate de detenerle, era la única pista que tenía a la vista y no iba a perder la oportunidad para saber que pasaba, el carruaje se detuvo agracias a que el conductor me confundió con un samurái del lugar.

—necesito que me informe quien es la persona que está llevando en este carruaje.

Le ordené con la mayor firmeza que pude mostrar, por un momento dudó en contestar, pero después de un titubeo me dijo.

—es el hijo del emperador, le suplico que no lo divulgue porque fue encargado que fuera transportado en secreto sin ningún guardia.

—si me permite quisiera acompañarles, el camino es peligroso por ahora y me honraría servirle al emperador protegiendo a su hijo.

—mis órdenes fueron ir sin escolta…pero si usted lo dice…

—Yo ya sé quién es al que transportas, no sería un peor error dejarme ir que permitirme acompañarle, además tengo una espada, puedo serles de utilidad

—de acuerdo.

El hombre no pudo evitar negarse pese a tener un mandato ya que la vida de su tripulante podía correr peligro.

Me subí en el carruaje y al instante sentí la mirada del chico que no era mayor de unos 13 años, pero esa mirada me helaba el cuerpo era firme y solo podía compararla a la de un dragón, me senté al lado opuesto lo más cercano de la ventana de la derecha para evitar molestarle, no había pasado unos minutos de un silencio entre los dos cuando la atmósfera se cortó con el ruido de unos ladrones que estaban atacándonos, aun tembloroso salí a hacerles frente ya que era el único con una espada a mi lado, eran 5 hombres los que nos estaban atacando

— ¡Aléjense soy el samurái a cargo de la protección de este carruaje!

Yo estaba temblando pero todo se volvió silencio cunando el joven hijo del emperador bajó del vehículo.

—dame tu espada.

Me dijo secamente, su semblante me hizo entregarle la espada, era como ver una fiera preparada para entrar en batalla, y no tardó mucho en someter a sus enemigos, la esfera que tenía en mi posesión empezó a brillar otra vez, el chico se dio cuenta de esto y me exigió que se la entregara, al tomarla la lanzo al aire y con la espada la partió, todo se oscureció.

Estaba de nuevo en mi casa, la bola ya no estaba en la mesa y solo quedaban las sobras de la comida, todo parece haber sido un sueño, el teléfono sonó

— oye necesitamos que vengas a trabajar hoy, y toca jornada completa.

— entendido jefe…

— bien, te pagaremos un extra por las molestias.

— gracias jefe.

— De acuerdo.

Me dispuse a salir del cuarto y de paso el espejo del pasillo me reflejó pero era aquel aniño de 13 años con mirada de dragón de mis sueños.